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viernes, 11 de junio de 2010

IGNACIO TELESCA - LA PROVINCIA DEL PARAGUAY, REVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN 1680-1780 / Prólogo: HERIB CABALLERO CAMPOS / Texto: LOS PRIMEROS PASOS.

LA PROVINCIA DEL PARAGUAY, REVOLUCIÓN
Y TRANSFORMACIÓN 1680-1780
Autor: IGNACIO TELESCA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
COLECCIÓN
LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 3
© Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de portada: Celeste Prieto
Diseño Gráfico: César Peralta G.
Corrección: Nidia Campos
Portada: Misiones de los indios guaraníes
que estaban a cargo de los padres jesuitas
hasta el año 1768. 1770.
Hecho el depósito que marcha la Ley 1328/98
I.S.B.N. 978-99953-1-075-2
El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966
El Lector II: San Martín c/ Austria.
Tel. 610 639 - 614 258/9
www.ellector.com.py
Esta edición consta de 15 mil ejemplares

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CONTENIDO
Prólogo - Introducción

HASTA LAS REVUELTAS COMUNERAS: Los primeros pasos, población y territorio / Encomiendas y trabajo indígena / Economía campesina / Las mercedes de tierra en los primeros años del siglo XVIII
LAS REVUELTAS COMUNERAS: Primera etapa, Antequera en el gobierno / Interregno de Martín de Barúa / El común en el gobierno / Consideraciones Finales
UN LENTO REPUNTAR. EL PARAGUAY DESPUÉS DE LAS REVUELTAS COMUNERAS: Los nuevos gobiernos ante conatos de revueltas / Población y nuevas tierras entre 1741 y 1771 / Pueblos de Indios y encomiendas / Yerba y puerto preciso
EL COLEGIO JESUITA DE ASUNCIÓN: El colegio y las cuentas / Esclavos y estancias / Pastoral del Colegio / Para concluir
DEMOGRÁFICOS Y TERRITORIALES TRAS LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS : Cambios demográficos / Cambios territoriales
BREVE CONCLUSIÓN / EL AUTOR
BIBLIOGRAFÍA:
Fuentes editadas citadas / Bibliografía básica

PRÓLOGO
Este libro escrito por el Doctor IGNACIO TELESCA, es el tercer volumen de la Gran Historia del Paraguay, en él analiza el proceso histórico de la Provincia del Paraguay desde fines del siglo XVII hasta las postrimerías del siglo XVIII. Período que conocemos escasamente y durante el cual se produjeron transformaciones profundas en el poder político local, la economía y la sociedad del Paraguay.
Durante dicho período se produjeron las célebres REVUELTAS COMUNERAS 1717-1735, proceso del que se ocupa con sumo detalle el autor, teniendo en cuenta todas las aristas de un complejo proceso en el cual la disputa principal fue primero por el control de la mano de obra indígena y en su segunda las tierras de pastoreo.
La vasta experiencia del autor tras largas jornadas de investigación tanto en el Paraguay como en archivos extranjeros, así como su sólida formación intelectual le permiten presentarnos este proceso histórico con nuevas perspectivas, resultado de una concepción más social de la historia, que deja de lado la historia de los grandes hombres para dar lugar a otros protagonistas del pasado muchas veces ninguneados.
Es así que aparecen en este libro los miembros de la élite asuncena que serán los protagonistas del movimiento comunero, los que luchan por conservar e incluso aumentar sus indios encomendados a pesar de que la Corona Española había dispuesto la abolición de dicho régimen. Pero no solo describe la situación de los miembros de la élite sino las de los demás integrantes de una sociedad que era considerada una de las más pobres de la región.
El autor proporciona nuevas informaciones en forma minuciosa y, organizada con el fin de facilitar la comprensión de la acumulación de tierras y encomiendas.
Un capítulo significativo es el que se refiere al COLEGIO JESUITA DE ASUNCIÓN, en una faceta pocas veces desarrollada por la historiografía tradicional, la socioeconómica, con el fin de sostener la labor apostólica de los miembros de la Compañía. Es así que se aprecia el relevante rol de dicho Colegio en la economía de la Asunción del siglo XVIII.
Tras la expulsión de los jesuitas en 1776 por orden del Rey Carlos III, presenta el crecimiento demográfico y una formidable expansión territorial tanto al norte como el sur, configurando el actual territorio de la República.
No deja de hacer mención a la situación de los indígenas y pardos, quienes por diversos mecanismos buscaban asimilarse a la categoría de español, situación que les permitía liberarse de cargas impositivas y limitaciones profesionales y jurídicas.
Podemos comprender como estaba constituida la sociedad paraguaya en las vísperas del inicio del proceso de la Independencia Nacional, gracias a la informaciones bien fundadas presentadas de forma ágil por IGNACIO TELESCA, que con este libro da un aporte destacabilísimo a la Historiografía Colonial del Paraguay, y que de seguro será obra de consulta obligada para todos los que desean conocer aún más este período de nuestra historia.
HERIB CABALLERO CAMPOS

INTRODUCCIÓN
Como toda periodización de la Historia tiene sus razones es importante que comencemos justificando porque realizamos esta división temporal de nuestros años coloniales.
Iniciamos en 1680 porque es cuando la provincia se encuentra reducida a su menor expresión territorial. Veremos que el Gobernador de Paraguay tenía control sobre una estrecha franja de tierra que como mucho iba desde el río Manduvirá al norte al río Tebicuary al sur.
La provincia comienza a partir de estos momentos una lenta recuperación que se verá cortada por las revueltas comuneras. Tras ellas, una vez más se inicia una ocupación más real de ese mismo territorio, y será tras la expulsión de los jesuitas en 1767 que la provincia experimenta su explosión, tanto a nivel territorial como demográfica.
A partir de esos años vemos aparecer una nueva provincia, diferente al anterior. Agregado a estos cambios, a partir de 1776 el Paraguay va a pertenecer al recientemente creado Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires.
Estas son las razones por las cuales hemos pensado que la Historia Colonial de la provincia del Paraguay puede tener esta periodización.
Una vez aclarado este punto, quisiera compartir con qué fuentes se cuentan para investigar este período. Antes que nada contamos con los archivos. En Paraguay, el Archivo Nacional de Asunción cuenta con una rica documentación, desde las actas capitulares, es decir los acuerdos del Cabildo de Asunción de aquellos años, hasta los procesos judiciales, los testamentos, las contabilidades y demás documentos oficiales. En Buenos Aires está el Archivo General de la Nación el cual no es tan rico para nuestro período ya que Buenos Aires fue sede del Virreinato a partir de 1776. Sin embargo, existe un fondo en donde figuran todos los libros de la Real Hacienda desde 1714 hasta la independencia. Además, todo lo referente a los jesuitas se encuentra en dicho archivo. En Sevilla, España, contamos con el Archivo General de Indias. Es seguramente el archivo más importante a nivel mundial para el estudio de América colonial. Todos los informes, ya sean de los Gobernadores, Cabildos, u Obispos que fueron remitidos al Rey se encuentran en ese archivo, al igual que todas las quejas y reclamos.
Además de las fuentes de los archivos, contamos con otro tipo de fuentes que fueron editadas. Para nuestro período están los escritos que dejaron los demarcadores de límites que llegaron al Paraguay a fines del siglo XVIII y como sus contrapartes portuguesas no llegaron para realizar la tarea de definir los límites entre ambos imperios, el español y el portugués, dedicaron sus años de estancia en Paraguay para investigar su historia y la sociedad local. Los más conocidos son Félix de Azara y Juan Francisco de Aguirre. Están publicadas también las cartas escritas por José de Antequera y Castro así como su memorial ajustado. Este material es muy importante para conocer su versión sobre las revueltas comuneras. De este período también contamos con una interesante obra de Matías de Anglés y Gortari escrita en 1731. Respecto a los jesuitas, están publicadas parcialmente sus Cartas Annuas, aunque el resto también se conserva y se pueden consultar. Los jesuitas se caracterizaron también por la escritura, y las obras de los jesuitas Pedro Lozano, Martín Dobrizhoffer y José Sánchez Labrador son material de primera mano para nuestra época. También los franciscanos dejaron sus diarios de viajes, como el de Pedro José de Parras. Además, hay fuentes que fueron publicadas, como un censo de encomiendas de 1754, la visita del obispo de la Torre en 1761 y los acuerdos de cabildos de 1724, entre otros.
Sin embargo, sabemos que un historiador no comienza de cero, sino que parte de lo que otros han investigado previamente. Hay dos autores que he seguido bien de cerca y de los cuales me siento deudor. Uno es el historiador argentino Juan Carlos Garavaglia que a fines de la década del 70 se concentró en el Paraguay colonial para comprender el mercado de la yerba mate. Su libro, Mercado interno y economía colonial, es un clásico aunque no muy leído en nuestro medio. Mi otra fuente bibliográfica es Branislava Susnik. Esta antropóloga eslovena que dedicó casi cincuenta años de su vida a investigar la Antropología e Historia del Paraguay desde el Museo Etnográfico Andrés Barbero nos dejó una riquísima producción bibliográfica. Su trilogía Una visión socio-antropológica del Paraguay es la mejor historia social que se haya escrito del período colonial y de los primeros años de vida independiente hasta la guerra contra la Triple Alianza. Desgraciadamente no es muy conocida y menos leída. No siempre pude comprender las razones, seguramente el hecho de ser mujer, extranjera, vivir sola en el mismo Museo, son algunos de los motivos. Muchos se amparan en la dificultad de la lectura de sus textos acusando una escritura retorcida por parte de la autora; sin embargo creo que las razones son más profundas. No era el régimen de Stroessner, ni sus acólitos historiadores, muy proclives a aceptar que la conquista fue una conquista y no una 'relación amorosa', por ejemplo.
Hay más historiadores que ellos dos, y muy importantes muchos de ellos. Rafael Eladio Velázquez me resultó clave para comprender el aspecto demográfico del siglo XVIII; Bartomeu Melià para reflexionar sobre el mestizaje y la lengua guaraní. Juan Bautista Rivarola Paoli ha hecho un aporte valioso a la historia económica del período y Margarita Durán a la historia religiosa, entre otros aportes. Magnus Mörner y Ernesto Maeder fueron imprescindibles para comprender la relación de la Provincia del Paraguay con las misiones jesuíticas.
Efraím Cardozo y su Historiografía fue una hoja de ruta para orientarme en la época y Jan Kleipenning, un investigador holandés, acaba de publicar en dos tomos una Historia del Paraguay Colonial que me ha resultado muy útil. Otros historiadores como Barbara Potthast y Jerry Cooney han aportado nuevas visiones sobre temas no muy tenidos en cuenta, como la historia de la mujer, por ejemplo. El atlas histórico publicado por Ernesto Maeder y Ramón Gutiérrez ha sido un instrumento muy valioso para este trabajo. La lista podría seguir, pero para no reproducir la bibliografía que está al final, podemos quedarnos por aquí. Sin embargo, hay un punto sobre el cual quiero llamar la atención, la revuelta de los comuneros entre 1721 y 1735. Aunque es un tema muy importante en nuestra historia, no ha merecido aún una investigación específica. El único libro sobre el particular fue escrito por un historiador puertorriqueño, Adalberto López, y en inglés. Ciertamente hay artículos y folletos sobre los comuneros y Antequera, pero nadie en Paraguay ha elaborado una monografía completa y amplia sobre el tema. Es una deuda que tenemos con nuestra historia.
Respecto a la escritura de este texto. Como la obra no está pensada para un público de especialistas sino general, que a lo mejor se adentre por vez primera en nuestra rica historia, los coordinadores de la colección nos han sugerido, muy atinadamente, que no utilicemos notas a pie de página sino que tratemos de incluir toda la información en el mismo texto. No siempre es fácil, es un viejo vicio que tenemos el querer llenar con notas un texto para mostrar de dónde proviene tal o cual afirmación o quién pensaba igual o diferente. Hemos procurado seguir los criterios editoriales y pido desde ya disculpas si alguien con más inquietud investigativa quiere confrontar una frase. A estas personas les remito a mi obra Tras los expulsos, en donde podrán encontrar una rica gama de citas y comentarios. Debo aclarar también que hemos actualizado la ortografía para que su lectura sea sencilla.
No quisiera terminar esta introducción sin unos breves, pero necesarios, agradecimientos. Antes que nada a los responsables de esta colección, y en especial a Herib Caballero Campos, por confiarnos la tarea de la escritura de este período histórico. Una mención especial para todas las personas que trabajan en el Archivo Nacional y en la Biblioteca Nacional que hacen la estadía de los investigadores tan amena y nos hacen sentir en familia.

HASTA LAS REVUELTAS COMUNERAS
LOS PRIMEROS PASOS, POBLACIÓN Y TERRITORIO
A fines de 1676 llega al Paraguay Fray FAUSTINO DE CASAS para hacerse cargo del obispado asunceno. Este fraile mercedario desarrolló una labor importante en la provincia y falleció en Asunción diez años después. Todos los informes que llegaron a Sevilla hablan loas de este religioso. Pero si le mencionamos es porque además nos dejó el primer informe poblacional completo de la Provincia del Paraguay. Desde España se lo habían pedido y el 31 de marzo de 1682 él lo envía al Consejo de Indias.
El documento, breve, de dos carillas, lo encontró Rafael Eladio Velázquez en Sevilla en un expediente relativo a la mita de Potosí. No es que se haya traspapelado, sino que seguramente desde la metrópoli se estaría pensando en enviar indígenas a las minas de plata. Al ver la escasa población provincial, esto hubiese resultado imposible. Estos relevamientos poblacionales tenían por lo general el doble objetivo: saber cuántos impuestos podrían llegar a cobrarse y cuantos brazos masculinos para ser enviados a los frentes de batalla. En estos aspectos, tampoco habrá sido muy esperanzador el informe que les enviara el obispo Casas.
Antes que nada vemos una división clara entre pueblos de 'españoles' y pueblos de indios. A la palabra españoles la ponemos entre comillas, porque en ellos no sólo vivían españoles, sino también afrodescendientes e indígenas. En los pueblos de indios, teóricamente sólo indígenas. La población total no llegaba ni a los cuarenta mil habitantes.
Comencemos con los pueblos de 'españoles'. Sólo existían dos: Asunción y Villa Rica del Espíritu Santo. Se distingue claramente la diferencia poblacional entre una y otra villa, y esto tiene su explicación. Villa Rica se establece en su nuevo, y actual sitio justamente en esos años en que el obispo realiza el censo. Por eso la escasez de personas. Su emplazamiento original se encontraba en lo que hoy es el Estado de Paraná, en Brasil, pero por los ataques de los bandeirantes se fue trasladando más hacia el oeste hasta llegar finalmente al Ybytyruzú.
Asunción, el centro poblacional más importante, pero no debemos pensar en lo que hoy es esta ciudad, sino que abarcaba todo el territorio sin contar los pueblos de indios ni Villa Rica. Es decir, si alguien vivía en lo que hoy es Limpio, pertenecía a Asunción, lo mismo si residía en la que actualmente es Carapeguá.
Según el censo de 1682 vivían, es decir, correspondían, a este centro 130 vecinos feudatarios. Esta expresión que nos remite a los señores feudales, los que tenían un feudo, se refiere a los encomenderos. En el imaginario de la época eran conceptos asimilables, lo cual no significa que fuera el sistema feudal lo vigente en el Paraguay. Llama la atención que el obispo dé por sentado que estos vecinos estuviesen casados. No menciona a las esposas, pero luego sí las incluye en el recuento total. Los vecinos que no eran encomenderos sumaban 819, el obispo los denomina moradores, también casados. Entre los solteros, en donde hay que incluir fundamentalmente a los niños, había 2.145 varones y 2.437 mujeres. Es decir, la población de españoles en Asunción era de 6.480 personas.
El resto estaba conformado por esclavos, 1.120, y por indígenas, 2.075. Ya vemos en escena un porcentaje importante de personas esclavizadas provenientes de África. Este porcentaje se mantendrá hasta 1870 en que se abolió la esclavitud en Paraguay. Los indígenas no eran libres sino que servían a sus señores como indígenas encomendados yanaconas.
Es importante recordar que había dos tipos de encomiendas vigentes en Paraguay: LA ENCOMIENDA MITARIA y la ENCOMIENDA ORIGINARIA (O YANACONA). En la primera, los varones entre 18 y 49 pagaban su tributo al encomendero en trabajo por 60 días al año, teóricamente. En la encomienda originaria, los tributarios vivían directamente con el encomendero, todo el tiempo, y estaba involucrada la familia completa del tributario. Por lo general las encomiendas duraban por dos vidas, es decir la del poseedor y la de su hijo. Hay casos en que duraban por tres vidas, pero eran pocos.
En Villa Rica había sólo 37 vecinos feudatarios y 119 moradores, a los que hay que añadirles los solteros, 204 varones y 225 solteras. En total existían 729 españoles. Los esclavos eran pocos, apenas 14, pero los indígenas originarios llegaban a los 442, casi un 40% de la población (mientras que en Asunción representaban el 20%).
Antes de pasar a los pueblos de indios es importante hacer un alto y reflexionar sobre quiénes eran éstos llamados de 'españoles'. Al mismo tiempo llama la atención que no figurasen los mestizos o los mulatos libres, ¿puede ser que no hubiese?
Para explicar este tema quiero remitirme a una anécdota de la historia. El historiador Juan Carlos Garavaglia encontró en al Archivo Nacional el caso de Andrés Benítez. Según el documento encontrado, Andrés pertenecía a la encomienda de un tal Rojas de Aranda. Al fallecer éste parece que varios de sus encomendados dejaron su pueblo de residencia, en este caso Ypané, Andrés entre ellos. El heredero de esta encomienda reclama que se vuelvan los indígenas al pueblo y sirvan en su encomienda, lo cual parece que sí ocurre. Pero el caso no termina acá. También fallece Rojas Aranda nieto y Andrés Benítez vuelve a dejar el pueblo, pero ahora se casa con una esclava perteneciente al capitán Bartolomé Beloto.
Sin embargo, la encomienda continúa, ahora con un nuevo encomendero, Balbuena y Ocampo, a quien se le había dado la encomienda. Éste vuelve a reclamar sus encomendados. Beloto sale en defensa de Andrés argumentando que no es indio sino mestizo. Es claro, que el amo de su esposa no quiere perder la mano de obra de Andrés. Es más, este último aclara que en el caso de no ser reconocido como mestizo entonces que se lo envíe a la encomienda de Beloto para no separarse de su mujer.
Por supuesto que Balbuena no se queda atrás e insiste en que Andrés es indígena, y conocido por tal por el resto de la gente, por más que ahora use capote para aparentar ser mestizo. Finalmente la justicia falló a favor de Beloto, y Andrés dejó de ser tenido por indígena para ser asumido ahora como mestizo.
Pero no terminó acá el caso. Gracias otro hallazgo, esta vez de Rafael Eladio Velázquez, nos enteramos que al cambiarse de Gobernador del Paraguay, Balbuena volvió a insistir con su pedido, y el nuevo gobernador le dio la razón. Andrés Benítez, entonces apeló al mismísimo rey Felipe IV donde encontró su carta salvadora. El rey a través de una Real Cédula fechada el 31 de diciembre de 1662 declara a Andrés Benítez libre y exento de la obligación de la paga del tributo.
En la Real Cédula, que Velázquez transcribe, se puede leer la fundamentación por la cual el Rey actuó así. Antes que nada hay que advertir que para las autoridades en España, Andrés Benítez no era indígena sino mestizo, de padre español. Leamos el primer párrafo de la misma:
"Por cuanto..., se me ha hecho relación de que los primeros conquistadores y pobladores que pasaron a ellas no llevaron mujeres españolas, por cuya causa se casaron con hijas de los indios caciques, nobles de aquellas tierras, de quien proceden los descendientes de los dichos conquistadores, los cuales siempre han sido tenidos por hijos de españoles y tratados con los privilegios y exenciones de tales, sin que se haya intentado encomendarlos..."
Esta situación incluso es reconocida un siglo después por Félix de Azara. Cuando va refiriéndose a cada grupo étnico que conforma el Paraguay, al llegar a los españoles, los caracteriza de la siguiente manera:
"[...] uno de los medios empleados por los conquistadores de América para reducir y sojuzgar a los indios fue hacerlos españoles casándose con indias, porque sus hijos o mestizos fueron declarados españoles. Estos mestizos se unieron en general los unos con los otros porque iban a América muy pocas mujeres europeas y son los descendientes de esos mestizos los que componen hoy en el Paraguay la mayor parte de los que se llaman españoles."
Con esta cita de Azara y el caso de Andrés Benítez podemos comprender mejor quiénes eran los españoles a los que se refiere el censo de 1682. No era españoles provenientes de la península ibérica. De hecho, el último contingente de europeos en arribar a estas tierras llegó en 1575. A partir de esa fecha, sólo llegaron aisladamente. Entonces, los españoles, es decir, con la categoría jurídica de españoles, era los descendientes de los mestizos, que a su vez se casaban o juntaban con otros mestizos, o con indígenas o con mulatos. Así se fue conformando la sociedad paraguaya.
Pasemos ahora a analizar los pueblos de indios, los cuales eran los que debían cargar con el trabajo más pesado en la economía provincial. Acá tenemos que distinguir por un lado los pueblos de indios a cargo de los clérigos y los franciscanos de los pueblos a cargo de los jesuitas.
La diferencia más importante entre unos y otros es que los indígenas que vivían en los pueblos jesuíticos no tenían que servir a un encomendero asunceno (salvo San Ignacio, que veremos luego). No significa esto que los indígenas de las misiones jesuíticas estuviesen libres de hacer lo que quisieran o no tuviesen que trabajar para otros. De hecho, estos pueblos tenían que pagar sus tributos a la corona pero en metálico, no con trabajo. El trabajo realizado por estos indígenas era capitalizado por la Compañía de Jesús que lo invertía en la construcción de iglesias, compra de instrumentos, herramientas, etc.
Es entonces cuando tenemos que detenernos y preguntarnos cómo comprender este accionar. Si nos ponemos del lado del español, la actividad de los jesuitas fue más que importante, eminentemente 'cristianizadora' y 'civilizadora'. Sin embargo, si adoptamos el punto de vista de los indígenas que vivían en estas tierras y un día vieron como las mismas eran usurpadas por gente venida de afuera, la situación cambia. De más está decir que no se avinieron a vivir en pueblos de indios por su interés, sino obligados por los conquistadores, ni mucho menos optaron por dejar su cultura y su forma de ser para adoptar la del invasor.
Ser indio en el Paraguay colonial significaba vivir en un pueblo de indios, sometido a la encomienda, o vivir con el encomendero en su casa, lo que terminaba siendo una esclavitud encubierta, si bien las encomiendas no eran eternas ni se podía vender a los indígenas. La única alternativa ante esto era la fuga, y ésta fue la estrategia mayormente utilizada por los indígenas, en especial de los pueblos administrados por los clérigos, y el caso anterior de Andrés Benítez no es más que un botón de muestra.
Si comparamos la población de los pueblos encomendados a los clérigos con los encomendados a los jesuitas, salta a la vista la diferencia poblacional. El que más gente tenía de los primeros era Yaguarón, apenas superaba los mil habitantes; sin embargo, el que menos tenía entre los pueblos jesuíticos era Corpus con 1.350 y Nuestra Señora de Fe (la actual Santa María) llegaba a las 3.650 personas. La población de los tres pueblos franciscanos estaban en un intermedio entre ambas figuras
Respecto a los pueblos jesuíticos, los que se citan en la Tabla I son los que pertenecían al obispado de Asunción, los otros dependían del de Buenos Aires. Sin embargo, eran fundamentalmente autónomos tanto de la figura del obispo como de la del gobernador haciendo una vida social y económica diferente. De hecho, se les permitió a las reducciones jesuíticas poder vender en el puerto de Santa Fe hasta doce mil arrobas de yerba, lo que competía fuertemente con la producción del resto de la provincia, lo que será motivo de disputas continuas.
Ahora podemos preguntarnos hasta dónde llegaban entonces los límites de la provincia, o mejor expresado, cuál era el control real de territorio que tenía el gobernador del Paraguay. El siguiente mapa extraído del Atlas Histórico del Nordeste Argentino confeccionado por los profesores Ernesto Maeder y Ramón Gutiérrez, nos lo muestra claramente.
Como bien se puede distinguir, la porción de tierra controlada era muy pequeña. Podemos pensar que si vamos del norte, tendríamos que partir de la actual Limpio yendo hacia el este abarcando los pueblos de Altos, Atyrá, Tobatí, siguiendo por la Cordillera para descender hasta Villa Rica y de ahí voltear hacia el oeste por el Tebicuary y de ahí ascender hasta Asunción, pero sin incluir la vera del río Paraguay ya que esa tierra no estaba habitada más que por fortines para defender de las acometidas de los pueblos indígenas que vivían en el Chaco y no estaban sometidos a Asunción.
Además de estas villas y pueblos de indios, tendríamos que mencionar las grandes estancias que pertenecían a las órdenes religiosas. Areguá era un estancia que pertenecía a los mercedarios, Paraguarí a los jesuitas y Tabapy (hoy San Roque González) a los dominicos. En todas ellas la población era eminentemente esclavizada. De hecho, las órdenes religiosas fueron las poseedoras de esclavos más importantes de la provincia.
Vimos ya que al sur del Tebicuary el territorio estaba controlado por los jesuitas y al norte del río Manduvirá los dueños de las tierras era el pueblo Mbayá que no dejaba de hostigar a la población de Asunción.
El historiador Roberto Quevedo transcribe las actas capitula-res de esos años finales del siglo XVII y a partir de ellas podemos enterarnos sobre la situación en que vivían los pobladores de Asunción. Nos informan por un lado que los indígenas entraban y salían de las comarcas asuncenas sin ser sentidos siquiera, ya que contaban apenas con doce presidios para defender toda la frontera.
De hecho, por esta misma fuente nos enteramos de que los indígenas payaguás, el treinta de octubre de 1674, "invadieron y asaltaron los pagos de las Salinas y Tapu'á Guazú, sus chácaras y estancias de día claro, caso que se duda haya sucedido otra vez en esta Provincia matando veintisiete españoles y un sacerdote que pereció entre ellos sin otras ciento cuarenta almas de españoles y naturales de todas edades y sexos que murieron y fueron cautivas, recogiendo a su salvo todo el pillaje llevándose del potrero de esta ciudad ochocientos caballos...".
En otras palabras, la ciudad se encontraba casi sitiada, las sementeras y haciendas de derredor estaban siendo abandonadas y su población mudándose a Asunción "que está pereciendo de hambre y suma pobreza".
Los cabildantes no culpan de esta pobreza sólo a las entradas indígenas sino que son conscientes de que el usufructo el cual hacen de la yerba los pueblos jesuíticos perjudica enormemente a la Provincia. Además de esto, se encuentran con que los religiosos y gobernadores al llegar al Paraguay llevan una gran cantidad de ropa y mercaderías los cuales no son para su uso sino para vender y hacerse de plata, o mejor dicho de yerba mate que luego venden. No debemos olvidar, que la moneda metálica no circulaba en la provincia sino que toda transacción económica se hacía por medio de la yerba mate o el tabaco. Es decir, un esclavo podía costar 250 pesos, pero el comprador no daba esa suma en dinero metálico sino en yerba mate.
Los religiosos y gobernadores podían subir esas mercaderías sin tener que pagar alcabala (impuesto), es decir, las podían vender a un precio más accesible, lo cual perjudicaba a los comerciantes asuncenos, a la par que vendían la yerba a un precio más barato, perjudicando a los encomenderos.
Pero como los cabildantes le estaban escribiendo al Rey, aprovechan y se quejan también de que las encomiendas son pequeñas, con pocos indígenas y además, muchas veces no pueden disponer de ellos porque tanto los gobernadores como los mismos clérigos de los pueblos hacen uso de los indígenas para otros menesteres.
Ya tenemos un panorama completo de todas las penurias que pasaba la población de la provincia. Sin embargo, tenemos que hacer una primera precisión, porque será muy importante para los conflictos futuros. ¿Quiénes eran los cabildantes? Eran la élite de la provincia, la élite política, económica y social. Es decir, son fundamentalmente sus intereses los que han de defender.
Estamos siempre tentados a identificar a los encomenderos, a los cabildantes, con la Provincia del Paraguay, como si los indígenas no formaran parte de ella. A descubrir en ellos los verdaderos defensores del Paraguay cuando su lucha siempre fue la de buscar la manera de extraer mayor trabajo a los indígenas.
Según las Leyes de Indias, que eran las que regulaban la vida de la colonia americana, se ordenaba que los indígenas no sean utilizados para la extracción de la yerba, ni paguen su tributo en trabajo sino en especies. A pesar de que era una ley específica para el Paraguay, en la provincia no se cumplía, con la aprobación tácita de las autoridades, claro está.
La razón es simple, la yerba mate era casi el único producto el cual se vendía fuera de la provincia, el que más impuestos aportaba. Si se cumplía la ley nadie trabajaría en los yerbales, y la provincia desaparecería. Sin embargo, la provincia siguió perdurando, pero a costa del trabajo indígena.
Entonces, una vez más, si adoptamos el punto de vista del indígena, que era la mayoría de la población, la lucha de los cabildantes cobra otro color, y podemos comprender que su principal motivación era su propio provecho. Alegaban siempre, como hoy en día, que si a ellos le iba a bien, los beneficios redundarían en el resto de la población. Pero siguiendo lo acontecido en todos los siglos, esto nunca ocurre, porque el vaso del cual se derramaría el agua para dar de beber a todos los sedientos, cada vez se agranda más y más, y nunca termina de llenarse.

BREVE CONCLUSIÓN
A lo largo de estas páginas hemos querido acompañar la Historia del Paraguay en su lento crecimiento desde aquel 1682 en que la Villa Rica tuvo que asentarse en su actual ubicación, escapando de las fuerzas portuguesas.
Vimos que la población era escasa al igual que el territorio controlado. De a poco se intentó afianzar el control con la fundación de Villeta en 1714 y Curuguaty en 1715, pero las revueltas comuneras cortaron ese envión.
Las revueltas comuneras las hemos dividido en dos etapas, la primera con Antequera como protagonista, desde 1721 hasta 1725, en donde identificamos una lucha al interior de la élite asuncena. Si bien los jesuitas no estaban involucrados en la misma al principio, con el pedido de parte del Virrey para que un ejército de indígenas misioneros acompañe a García Ros a tomar Asunción nuevamente se meten de lleno en la disputa. A la élite asuncena le vino muy bien que la Compañía de Jesús se haya involucrado ya que pudieron tener a mano un enemigo más visible, los jesuitas, y un fin más tangible, hacerse de la mano de obra de los indígenas de las misiones jesuíticas, que no estaban encomendados a los asuncenos. Durante la segunda etapa, desde 1730 hasta 1735, la situación fue diferente. No era la élite como cuerpo la que estaba al frente sino lo que se denominó el común, fundamentalmente campesinos que pasaban la mayor parte del año defendiendo a la provincia en los presidios. El reclamo de este sector de la sociedad se orientaba a tener un acceso mayor a la tierra, que ya se estaba volviendo escasa.
Una vez vuelta la provincia a su normalidad los sucesivos gobiernos fueron ocupando fehacientemente el espacio a través de la creación de nuevos pueblos como Emboscada y sobre todo a través de las mercedes reales, aunque por el momento sin salirse de sus límites del Manduvirá al norte y el Tebicuary al sur.
La expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 será el punto de inflexión de la Provincia del Paraguay. La población considerada española se duplica al igual que el territorio controlado desde Asunción. Esta nueva población considerada 'española' es la que deja los pueblos misioneros para integrarse al campesinado, y el territorio es que el estaba bajo la tutela jesuítica, tanto al sur como al norte.
Ésta es la nueva provincia que comienza a estructurarse. Por un lado con una nueva élite más dedicada al latifundio ganadero subsidiario de la cosecha de la yerba mate, y por otro con una mano de obra accesible necesitada de nuevas tierras donde cultivar. Las fundaciones de Concepción al norte y Pilar al sur serán los símbolos de esta nueva provincia que comienza a formarse.
Más adelante, con la creación del Virreinato en 1776, el estanco del tabaco en 1779/80 y las reformas al comercio, el Paraguay experimentará una época de apogeo que no había vivido nunca antes. Pero esto ya es otro período de nuestra historia que se verá en la siguiente obra.
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ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS EN EL DIARIO ABC COLOR:
1-Cómo era el Paraguay en el siglo XVIII es tema de una publicación, artículo del 19 de abril 2010, en el diario ABC COLOR.
“La provincia del Paraguay, revolución y transformación 1680-1780”, del doctor Ignacio Telesca, es el tercer libro componente de la colección La Gran Historia del Paraguay que El Lector prepara para su distribución a través de ABC Color, el próximo domingo, siempre al precio de 20.000 guaraníes.
El periodo que le toca estudiar a Telesca es de enorme proyección para lo que luego sería nuestro país, por las transformaciones territoriales y poblacionales que sufrió entonces la provincia.El propio Ignacio Telesca, en una amplia entrevista, revela detalles de su trabajo.
–¿Cuáles fueron las transformaciones del Paraguay en el periodo que va de 1680 a 1780?
–Fundamentalmente dos: transformaciones territoriales y transformaciones poblacionales. Por supuesto que esto afecta a todos los demás aspectos, a la economía y a la sociedad.
La Gran Provincia
–¿Por qué territoriales? ¿Cómo era el Paraguay antes?
–El Paraguay había sido la gran provincia de Indias; sin embargo, a partir de principios del siglo XVII se había dividido en dos: la provincia del Río de la Plata y la del Paraguay. Pero no tenemos que olvidar que igual la provincia del Paraguay era grande, porque se extendía fundamentalmente hacia el este. Hacia el estado de Paraná en el hoy Brasil. Todo eso era Paraguay.
–¿Qué pasó después?
–Sabemos que desde el imperio portugués vinieron las bandeiras a buscar a la población indígena para llevarse esclavos. Esto obligó a las poblaciones que estaban en esos lugares a ir mudándose, hasta que finalmente la Villa Rica se relocaliza en donde hoy está actualmente. Esto pasaba a fines del siglo XVII.
Territorio pequeño
–La provincia entonces era chiquita…
–Tal cual. Desde Asunción, que era la capital de la provincia, solo se tenía control del territorio que iba desde el río Manduvirá, al norte, al río Tebicuary, al sur. Y esto es una forma de decir, porque de hecho, los pueblos más norteños eran los de Tobatí, Altos y Atyrá, que eran pueblos de indios.
–¿Y más al norte?
–Al norte del Manduvirá vivían los indígenas mbayás que luchaban para defender su territorio y atacaban continuamente las poblaciones provinciales…
–No habrá sido fácil la vida en esos años…
–¡Para nada! Y eso se puede leer claramente en las actas capitulares de la época. Los pobladores vivían con las pocas armas al hombro y no podían cultivar nada. La característica más resaltante de la provincia, que todos los informes señalan, es la gran pobreza.Una región muy pobre
–¿Por qué tanta pobreza? ¿No estaban los yerbales?
–Dos precisiones. Primero, Paraguay fue olvidado por las autoridades españolas. A Madrid le interesaban el oro y la plata, no la yerba mate; entonces nunca apostó por el Paraguay, nunca pagó a un ejército que defendiera las fronteras. Los provincianos del Paraguay tenían que defender a su costa el territorio. Es decir, tenían que pagarse la comida, las armas, todo, pero fundamentalmente tenían que dejar de trabajar en la chacra para ir a los puestos de frontera, que se llamaban presidios. Además, si bien se cosechaba la yerba mate y se la vendía por todo el continente, los que se beneficiaban de este comercio no era tanto los paraguayos como los comerciantes santafecinos o porteños. Ellos ponían el capital y luego vendían la yerba afuera.El río Tebicuary
–Usted dijo que el límite sur de la provincia era el río Tebicuary…
–De hecho así era, por más que las misiones jesuíticas que se encontraban entre el Tebicuary y el Paraná, a ambas márgenes del Paraná, pertenecieran al gobierno del Paraguay…
–¿Entonces?
–Pertenecían, pero no tenían ningún control sobre ellas; en especial sobre la mano de obra indígena. Los jesuitas eran los que mandaban ahí, se puede decir, y las autoridades no cortaban ni pinchaban.
–Y por eso los problemas…
–Exactamente, lo que estaba en disputa era quién controlaba la mano de obra de los indígenas. Los encomenderos querían que trabajasen para ellos…
–Entonces se puede decir que los jesuitas protegieron a los indígenas de la explotación de los encomenderos…
–Este es un tema muy discutido y complicado. Depende desde dónde uno se quiera parar. Sin lugar a dudas los encomenderos explotaban a los indígenas para sacarle la mayor cantidad de trabajo, pero los jesuitas también hacían trabajar a los indígenas. No con el régimen de explotación de los encomenderos, pero tampoco estaban de balde los indígenas en las misiones.
Pago de tributos
–¿Entonces es cierto que los jesuitas se enriquecieron?
–Tenemos que ir más despacio. Hay que aclarar que todos los indígenas tenían que pagar un tributo al rey, por ser indígenas, solo por eso. Algunos lo pagaban a través de su fuerza de trabajo al encomendero, pero los que estaban en las misiones jesuíticas también tenían que pagar este tributo. Por eso los jesuitas debían cosechar yerba mate, venderla y con el producto pagar el impuesto de los indígenas. Claro que también usaban el fruto del trabajo indígena para otros fines. Por ejemplo, las iglesias, los retablos, las imágenes, los instrumentos musicales, se hicieron no con dinero que venía de afuera, sino con el que se generaba en las mismas misiones.
19 de Abril de 2010 - www.abc.com.py
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2- De 1680 a 1780 surgen las bases para la conformación del futuro Paraguay, artículo del 20 de abril 2010, en el diario ABC COLOR.
La época colonial que va desde 1680 y 1780 fue crucial para la conformación humana y geográfica de lo que es hoy la República del Paraguay. Esta era es profunda y ampliamente estudiada por el doctor Ignacio Telesca en su libro “La provincia del Paraguay, revolución y transformación 1680-1780”, que edita El Lector.
Esta obra forma parte de La Gran Historia del Paraguay, colección bibliográfica editada por El Lector, con un total de 20 libros, de los cuales los primeros dos han sido dados a conocer al público en los dos domingos anteriores, a través de nuestro diario.
En esta entrevista, Telesca detalla aspectos de aquel tiempo que están insertos en su libro, como por ejemplo los jesuitas y su relación con la revolución de los Comuneros y el proceso que fue forjando, a lo largo de la historia, ese fenómeno tan actual del campesino sin tierra.
–Los indígenas eran mejor tratados en las reducciones jesuíticas que con los encomenderos…
–Sin lugar a dudas que sí, pero la pregunta que tendríamos que hacernos es si los indígenas querían vivir en las reducciones, encomendados, o como siempre vivieron. No olvidemos que los indígenas no tuvieron opción, fueron obligados a vivir en pueblos de indios y a pagar tributos. Desde el punto de vista indígena, ninguna de las dos situaciones era agradable, por más que una fuese mejor que la otra.
–Sin embargo, jesuitas y paraguayos se enfrentaron en las revoluciones comuneras…
–Más o menos, no fue tan así. Antes que nada, tendríamos que dividir las revueltas comuneras en dos etapas; la primera, que va desde 1721 a 1725, y la segunda, desde 1730 hasta 1735…
–¿Por qué usted habla de revueltas y no revoluciones?
–Son cuestiones de significado. Yo entiendo que una revolución busca un cambio institucional de la realidad, y no tiene que ver con la violencia. Por ejemplo, en 1811 no se disparó un tiro, pero hubo una revolución; en cambio en las revueltas comuneras, que sí fueron violentas, no se intentaba cambiar el espacio de dominación, sino que hubo un levantamiento de un sector de la sociedad.
–Contra los jesuitas…
–No. Las revueltas surgen como un problema eminentemente interno de la elite encomendera. Recordemos que las posibilidades de ganancia económica no eran muchas, es decir, no había mucho para repartir. Haciendo un análisis simple, tenemos por un lado el grupo de Reyes Balmaceda y, por otro, el de Avalos. Ambos poderosos, con muchas relaciones sociales, y enemigos entre sí. Reyes Balmaceda asume como gobernador y comienza a despacharse contra el otro grupo: los pone presos, le confisca los bienes y otras matufias. El grupo de Avalos entonces protesta ante la Real Audiencia, y desde allí envían a José de Antequera y Castro.
–¿Y los jesuitas?
– Y los jesuitas aún no aparecen. Cuando llega Antequera, hace la investigación, encuentra que son ciertas las acusaciones y lo pone preso a Reyes Balmaceda, y él asume como gobernador, nombrado por la Real Audiencia. Y acá comienza un nuevo problema. ¿Se puede nombrar al juez que investiga en el puesto del investigado? ¿Puede la Real Audiencia nombrar gobernador, o solo le corresponde al Virrey?
–La cuestión se complica…
–Exactamente. El Virrey dirá que Reyes Balmaceda continúe como gobernador y ordena a los jesuitas que pongan a su disposición un ejército de indígenas de las misiones para recuperar su puesto. Y acá los jesuitas ya entran en la disputa.
–Y los jesuitas se enfrentan a los paraguayos…
–Sí y no. Ciertamente, hay un enfrentamiento, pero hay que tener cuidado cuando hablamos de los “paraguayos”. ¿Quiénes eran los paraguayos? ¿Eran los encomenderos? ¿Los campesinos? ¿Los indígenas?
–¿Qué pasó con Antequera?
–Cuando las fuerzas de Bruno de Zabala llegan al Paraguay, Antequera se escapa de Asunción y se presenta en la Real Audiencia, que yo no se interesa más por su caso, y lo remiten a Lima para que el Virrey lo juzgue. Finalmente, lo sentencian a muerte.
–Pero las revueltas continuaron…
–Por cinco años, todo permaneció más tranquilo, pero en 1730 nuevamente se dio otro levantamiento. Ya no tanto de una elite encomendera, sino de la gente sencilla, del campesinado. Había una cuestión social en sus reclamos.
–¿Cómo es eso?
–En la primera etapa de las revueltas, los encomenderos querían que los jesuitas se fuesen y se encomendase a los indígenas; en cambio, en la segunda etapa se quería que los jesuitas se fueran y se llevaran a su indígenas para quedarse ellos con las tierras.
–El eterno problema del campesino sin tierra…
–Tal cual; recordemos que la superficie de la provincia era muy chica.
–¿Y que pasó después de las revueltas?
–Lo más importante que ocurrió fue que los siguientes gobernadores pusieron todo su empeño en consolidar el dominio sobre el territorio.
20 de Abril de 2010 - www.abc.com.py
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2- Expulsión de los jesuitas y transformación paraguaya, artículo del 21 de abril 2010, en el diario ABC COLOR.
Qué pasó con el Paraguay tras la expulsión de los jesuitas, encaramos en esta última parte de la entrevista sostenida con el doctor Ignacio Telesca, autor de “La provincia del Paraguay. Revolución y transformación 1680-1780”.
Se trata del tercer volumen de la Gran Historia del Paraguay, que aparecerá con el ejemplar de ABC Color este domingo al precio de 20.000 guaraníes.
Telesca señala que, tras las revueltas comuneras, los siguientes gobernadores de la provincia pusieron mayor empeño en consolidar el dominio sobre el territorio. Se fundó Emboscada con población parda libre y se repartieron tierras, “no a los campesinos, sino a los miembros de la elite, pero con la idea de que la posesión fuese concreta”.
- El territorio creció…
- No, aún no, durante las revueltas se habían dejado muchas tierras y ese territorio había que volver a consolidarlo. El puesto más norteño era ahora Emboscada, pero estamos todavía al sur del Manduvirá.
-¿Cuándo Paraguay se convirtió en lo que hoy es?
-Justamente a eso quería llegar, la gran transformación se da con la expulsión de los jesuitas en 1767. El territorio controlado desde Asunción se duplica y también se da un cambio a nivel poblacional.
-¿Cómo sucedió?
-Primeramente, al no estar más la Compañía de Jesús, los pueblos de indios antes jesuíticos pasan a ser administrados por personas puestas por el gobernador, y en las tierras que no eran ocupadas por las misiones se van a fundar nuevas poblaciones, como Pilar, en 1779. Antes, ese territorio dependía de los jesuitas, ahora de Asunción. Lo mismo pasará en el norte.
-¿Pero no había misiones jesuíticas en el norte? ¿O sí?
-Claro que había, no con guaraníes, pero sí con el pueblo mbaya. Belén era una misión jesuítica fundada en 1760, justo antes de la expulsión, y esto le permitió a la corona española tener a este grupo indígena más controlado. Lo mismo San Joaquín y San Estanislao fueron pueblos jesuíticos con los tobatines que se crearon hacia 1740 y 1750. Imaginemos entonces que estos tres pueblos permitieron a la población tener unos veinte años de calma y la posibilidad de explorar nuevas tierras. Una vez que los jesuitas se fueron, entonces la población se dirigió a estos nuevos destinos. Recordemos que Concepción se funda en 1773, seis años después de la expulsión, y en un paraje muy cercano a Belén.
-En poco tiempo la provincia creció…
-En un abrir y cerrar de ojos, se puede decir. Comparar un mapa de 1760 con otro de 1790, y son dos cosas muy diferentes.
-¿Qué pasó con las nuevas tierras?
-No hubo una reforma agraria, si por ahí va la pregunta; lo que sí hubo es un acaparamiento de tierras por parte de la elite. Este grupo de poderosos, ahora latifundistas, hará de la ganadería su nuevo rubro económico. El latifundio no se inicia tras la Guerra contra la Triple Alianza, sino ya a fines del siglo XVIII.
-¿Y qué pasó a nivel poblacional?
-Que la mitad de la población de los indígenas de las misiones jesuíticas abandonó sus pueblos… -¿Y regresaron al monte?
-No, por el contrario, se sumaron al grupo de los campesinos que vivían en los campos, por lo general ajenos. Esto fue un cambio muy grande. Antes de la expulsión vivían 45.000 indígenas en los pueblos jesuíticos, en 1782 ya no vivían más de 25.000. Sin embargo, antes de la expulsión la población de la provincia, sin contar las misiones jesuíticas, era de 40.000 personas, veinte años más tarde era 76.000.
-Se produjo entonces un gran mestizaje.
-Este es un tema complicado, porque, de hecho, más que mestizaje lo que se produjo fue una guaranización de la sociedad, eran indígenas los que se insertaban entre la población. Pero al mismo tiempo, los censos de la época no los consideraban como indígenas, tampoco como mestizos, sino como españoles.
-¿Cómo es eso?
-Recordemos lo que decíamos antes, ser indio significaba pagar un tributo, estar encomendado. Como los indígenas de las misiones pagaban su tributo a la corona a través de los jesuitas, al expulsarse a estos nadie podía reclamar por el indígena ido, sostiene finalmente Ignacio Telesca.
21 de Abril de 2010 - www.abc.com.py
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