MISIÓN DE PIMENTA BUENO
Autor: ANTONIO RAMOS
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
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MISIÓN DE PIMENTA BUENO
La independencia del Paraguay contó con el apoyo y la simpatía del Brasil, interesado como estaba este país en oponerse a la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata, política iniciada por Portugal y proseguida con éxito por los estadistas del Imperio.
A ella respondió la misión de Antonio Manuel Correa da Cámara ante el dictador José Gaspar Rodriguez de Francia, la que por sí sola significaba un reconocimiento de facto de la independencia del Paraguay. La expresión más categórica en este sentido fue la comunicación del 17 de marzo de 1826, en la que el vizconde de Inhambuque, ministro de negocios extranjeros del Imperio, decía a José Gabriel Benítez, ministro de hacienda del gobierno paraguayo, que nunca fue intención del gobierno brasileño negar los títulos y derechos de «un pueblo libre e independiente como considera al Paraguay». Faltaba, sin embargo, el acto formal y solemne, que sólo pudo llevares a cabo lustros después. Correa da Cámara, el único representante diplomático que tuvo el privilegio de ser recibido por el Dr. Francia, en 1825, fue posteriormente despedido de Itapúa, en 1829. Desde entonces quedaron interrumpidas las relaciones oficiales del Paraguay con el Brasil. (1)
Desaparecido el Supremo Dictador, las fronteras del Paraguay quedaron abiertas al amigable juego de las relaciones internacionales. Los países vecinos mostraron nuevamente su interés por mantener contacto con Asunción como [con] la provincia argentina de Corrientes y la república de Piratini. El Imperio del Brasil también buscó restablecer las interrumpidas relaciones. Así fueron sucesivamente designados, Manuel Cerqueira Lima, Augusto Leverger, después Barón de Melgaço, y Antonio José Lisboa, representantes de la Corte de San Cristóbal en Asunción. Estas misiones no salieron de los documentos oficiales. Lisboa no pudo partir de Buenos Aires con destino al Paraguay por la oposición de Rosas. Pero si bien no pudo cumplir su cometido, sus instrucciones, en cambio, indicaban claramente la política imperial, encaminada a consignar en un documento público el reconocimiento de la soberanía del Paraguay. (2)
Por su parte, el gobierno de los Cónsules López y Alonso, buscó también establecer relaciones con los Estados vecinos, como consecuencia de la ratificación de la independencia por el congreso de 1842. Con ese objeto, Andrés Gill fue comisionado a Buenos Aires. Entre otras comunicaciones era portador de la dirigida «Al Excmo. Señor Ministro Secretario de relaciones extrangeras de S. M. el señor Don Pedro Segundo Emperador constitucional del Imperio del Brasil en la corte del Río Janeyro», fechada, como la remitida a Rosas, el 28 de diciembre de 1842. (3)
Después de la respuesta de José Gabriel Benítez al Vizconde de Inhambupe en 1826, era la primera vez que el gobierno paraguayo se dirigía al brasileño y lo hacía en términos cordiales y promisorios. Luego de referirse a la ratificación del 25 de noviembre y a la ley sobre el pabellón y sellos nacionales, López y Alonso expresaban: «Este acto eminentemente nacional ha sido correspondido con inefable entusiasmo por toda la República en el dia de la jura de nuestra independencia que tuvo lugar el 25 del corriente mes y año con toda la suntuosidad posible.
«Consecuente pues con esta declarnción explícita y uniforme, espera el Supremo Govierno que S.M. imperante se prestará al reconocimiento de nuestra independencia del modo que queda consignado en la adjunta acta y del pabellon de la Republica segun la sancion que lo establece.
«La Republica del Paraguay sin variar los principios de su moderacion y justicia há dado a la nacion brasilera bastantes pruebas de la proteccion que ha dispensado a los subditos de S. M. imperial en las relaciones mercantiles, y estas mismas deben acrecer, y aún ser mas proficuas y ventajosas desde que se verifique el reconocimiento de aquellas bases.
«Quiere también V.E. certificar a S.M. imperante el Señor Don Pedro Segundo el distinguido aprecio y profundo respeto que le tributa el Supremo Govierno de esta República, el mismo que se complace en ofrecerse cordialmente a V.E.» (4)
La nota tenía la misma factura que la dirigida a Rosas, pero no hacía referencia a la neutralidad del Paraguay en las disensiones de los Estados vecinos; mencionaba en cambio, las facilidades brindadas a los brasileños en su comercio con la república, tráfico que alcanzaría mayor desarrollo, proporcionando más ventajas, una vez que la independencia fuese reconocida. La verdad era que durante la administración del Dr. Francia los súbditos del Imperio fueron los únicos autorizados a comerciar por el puerto de Itapúa, donde gozaban de consideraciones especiales, que continuaron sin variación después de la muerte del Supremo Dictador. Los Cónsules no olvidaron de manifestar diplomáticamente «el distinguido aprecio y profundo respeto» que profesaban al Emperador del Brasil.
Ponte Ribeiro informó a Honorio Hermeto sobre sus relaciones con Gill: «Dejé pasar tres días y hoy fuí a visitarlo con el propósito firme de pasar de allí a la casa de Arana para hablarle de algunos asuntos y decirle que habia ido a ver al Enviado del Paraguay. Encontré a éste solo; le dije quien era y los motivos de consideración y simpatía que me llevaban a cumplimentarlo y a ofrecerle mi poca capacidad. Me recibió – agregó el diplomático imperial – con maneras y expresiones de la más cordial alegría y dijo que tenía especial encargo de su Gobierno de buscarme para estrechar por mi conducto sus relaciones con el Gobierno Imperial por tener de mí ventajosas noticias». La conversación se interrumpió con la llegada de un coronel, natural del Paraguay, que gozaba de la confianza del gobierno porteño. No obstante, Gill continuó diciendo «que había traído una comunicación y un mazo de papeles de su Gobierno para e1 de S.M. el Emperador; pero habiéndosele ofrecido el Señor Don Felipe Arana para remitirlos, acababa de mandarlos» a este ministro. Ponte Ribeiro le preguntó si tenía noticias de Leverger, a lo que contestó que no. Al despedirse el representante brasileño, Gill le repitió su satisfacción por la visita y prometió que uno de esos días tendría el honor de pasar por la legación imperial para «cumplir el encargo de su Gobierno y conversar más detenidamente». (5)
La visita de Ponte Ribeiro, manifestación espontánea de cordialidad y cortesía, cayó en campo propicio. Su resultado fue satisfactorio. El representante de San Cristóbal comprobó personalmente que el Paraguay tenía interés en estrechar sus relaciones con el Brasil, para lo cual los Cónsules enviaban también una comunicación oficial. Esta disposición no podía desagradar al gobierno del Imperio, que también tenía interés en restablecer sus interrumpidas relaciones con la república.
Luego de la entrevista con Gill, Ponte Ribeiro pasó a la casa de Arana, a quien le dijo que acababa de visitar al «Enviado del Paraguay», refiriéndole que éste le había mandado «una Carta y un mazo de papeles» para ser remitidos con la correspondencia del gobierno argentino a la Corte de Río de Janeiro. Ponte Ribeiro para evitar incomodidades al ministro de Rosas, le pidió que le entregase los aludidos documentos para remitirlos por conducto de la legación brasileña. Arana contestó que aún no los había recibido y que cuando los tuviera en su mano, serían enviados a Guido para su entrega correspondiente, como había prometido a Gill. «No hice mayor empeño – agregó el diplomático imperial – para no mostrar desconfianza. Tal vez que esta comunicación y los papeles estén ya en manos del Gobernador Rosas, pero también estoy persuadido de que han de ser remitidos. Con todo, me cuidaré de saber si fueron o no». (6)
El ministro brasileño debía conducirse con cautela para estrechar su contacto con Gill, dadas las desconfianzas y la política de Rosas. De ahí sus prevenciones. «Mis relaciones – decía – con el Enviado del Paraguay requieren actualmente la mayor circunspección; y por eso me propongo obrar en una forma que aparentando franqueza y buena fe, pueda mejor aludir a unos y captar la confianza del otro». (7) Ponte Ribeiro se condujo de acuerdo con las circunstancias, neutralizando las asechanzas de los agentes y espías del Restaurador. Así pudo mantener sus relaciones, primeramente con Gill y luego con Peña.
Con Gill se encontró varias veces en la casa de Arana, pero deseando hablar con aquél, le hizo otra visita. En esa ocasión se informó que la comunicación y los papeles destinados al gobierno del Brasil contenían la participación de la independencia del Paraguay. Anteriormente Arana le manifestó que ya los había recibido y que los remitió para ser entregados al ministro de negocios extranjeros del Imperio. Volviendo a la entrevista con Gill, Ponte Ribeiro agregó: «De esta vez estábamos solos, pero su aire receloso me hizo creer que el temía ser oído y que no estaría distante alguno de los dos espías que jamás le dejan. Aún así, tuvimos una variada conversación, buscada por mí para tener el pretexto de abordar como por incidente algunos de los puntos que eran el objeto principal de mi visita. Me dijo que no sabía, ni que jamás oyó hablar en el Paraguay de la venida de Laverger a Fuerte Olimpo». Gordon fue el que informó la designación por S. M. el Emperador de un Cónsul y un Encargado de Negocios para la república, noticia muy bien recibida por los Cónsules. Ponte Ribeiro se refirió luego a los distintos viajes de Laverger, de Cuyabá a Olimpo, para restablecer las interrumpidas relaciones, a la prohibición de pasar de ese fuerte a Asunción y a la negativa de su comandante de recibir las comunicaciones oficiales del gobierno imperial. Aprovechó entonces para manifestar a Gill su convencimiento de que los Cónsules ignoraban estas circunstancias y que una vez informados de ellas darían las órdenes pertinentes para dejar pasar al aludido Laverger. (8)
«En cuanto a no haber ido – continuó informando Ponte Ribeiro – el Encargado de Negocios que debía partir de aqui, le dije que no se efectuó por haberse éste enfermado; y que renunció últimamente a la comisión, receloso del viaje». (9) Este encargado de negocios era Antonio José Lisboa, que no pudo salir de Buenos Aires por la oposición de Rosas, circunstancia que movió a la Corte de San Cristóbal a exonerarlo de esta comisión.
En la misma conferencia Gill aseguró a su interlocutor que daría cuenta de los viajes de Laverger y que atento al «anhelo» que su gobierno «tiene por entablar relaciones con el Brasil... serían dadas las órdenes del caso para restablecer nuestras comunicaciones por Fuerte Olimpo y Curuguaty». El agente paraguayo cumplió su promesa; las disposiciones fueron impartidas a las autoridades de la frontera norte y el mismo Laverger arribó posteriormente a Asunción. «Como prueba de la simpatía del gobierno del Paraguay al del Brasil alegó el hecho – prosiguió informando Ponte Ribeiro – de ser los Brasileños los únicos admitidos y bien tratados allí, aun en tiempos calamitosos». (10) Gill expresaba la verdad. Se refería al comercio realizado por Itapúa, donde desde 1823 sólo podían llegar los brasileños para negociar.
La interesante conversación continuó versando sobre la visita a Asunción del coronel Gama, las incursiones devastadoras de los indios en los establecimientos del norte de la república, la conveniencia de concordar en la mutua navegación del río Paraguay, el buen recibimiento dispensado a Gordon y los motivos de su salida. «Contóme – agregó el ministro imperial antes de terminar su oficio – que el Doctor Francia viendo llegar su última hora, prendió fuego a la cama para quemar cuanto estaba en su cuarto, donde tenía todos los papeles del tiempo de su administración y sólo después de que nada podía salvarse, pidió socorro, diciendo entonces que por descuido se quemó la cama, terminando así con él la constancia de sus actos. Pretende inculcar que los Paraguayos no estaban contentos con el sistema de aquel hombre raro y que la prolongación de su gobierno se debió a la desmedida licencia que permitía a los soldados, de quienes estaba siempre rodeado». (11) El testimonio de Gill merece fe, dados los quilates de su personalidad, pero encierra indudable exageración. No ponemos en duda la realidad del incendio, pero sí que el fuego destruyó todos los papeles del Supremo Dictador para eliminar la «constancia de sus actos». Es posible que Francia hubiese querido borrar las pruebas de algunas de sus determinaciones y que a éstas se referirían los papeles que tenía en su pieza y alcanzados por el incendio. La documentación referente a este dictador, conservada hasta nuestros días, es rica y abundante, abarcando todos los aspectos de su singular administración. Tanto en el Archivo Nacional de Asunción, en la Colección Río Branco de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro como en los repositorios de otros países, el estudioso tiene a su disposición miles de esos papeles.
Ponte Ribeiro, a su vez, en la última visita que hizo al agente de Asunción, reiteró a éste los sentimientos de amistad del Brasil con respecto al Paraguay. Gill, por su lado, insistió sobre la benévola disposición de los Cónsules para recibir a los representantes del Imperio, como asimismo, «a los Cónsules de todas las Naciones» (12)
En esta forma se inició el primer contacto diplomático entre el Paraguay y el Brasil, después de la muerte del dictador Francia. Y el honor de esta aproximación correspondió a Andrés Gill y a Duarte da Ponte Ribeiro, aproximación que al año siguiente con la misión Pimenta Bueno alcanzó un éxito brillante.
En octubre de 1843 llegaba nuevamente a Buenos Aires un comisionado paraguayo, Manuel Peña, a quien acompañaba el joven Francisco Solano López, el que después sería presidente y mariscal de la república.
Como su antecesor se puso de inmediato en comunicación con Duarte da Ponte Ribeiro. Se visitaron con frecuencia, no obstante los espías de Rosas, estableciéndose entre ambos una estrecha amistad, que facilitó el acercamiento de los dos países.
La corte de San Cristóbal no había respondido a nota del 28 de diciembre. Los Cónsules aprovecharon el viaje de Peña para dirigirse al representante brasileño en Buenos Aires, a quien decían: «que habiéndose retirado de aquella ciudad el comisionado de esta República sin tener tiempo de saber el resultado de los pliegos que envió a Su Majestad el Emperador del Brasil sobre el reconocimiento de la independencia de esta República espera el Supremo Gobierno de la bondad de V.E. quiera impartirnos si en efecto se habrán recibido en la corte aquellas comunicaciones, y el resultado que haya habido». (13) Ponte Ribeiro contestó sin dilación: «... sus aludidas comunicaciones fueron recibidas con el mayor agrado por el Gobierno de S.M. Imperial, como consta del adjunto Mensaje presentado a la Asamblea General Legislativa del Imperio, debiendo por tanto presumirse que ya fueron contestadas. Con todo, se apresurará a poner en conocimiento de su Gobierno esta comunicación a fin de ser contestada debidamente». (14)
Realmente, los documentos de los Cónsules fueron recibidos con beneplácito en la Corte de San Cristóbal y a ellos se refirió Honorio Hermeto Carneiro Leão después marqués de Paraná, en el Relatorio del ministerio de negocios extranjeros de 1843. Decía este secretario de Estado: «Entre los pueblos americanos juzgo un deber de hacer una particular mención del Paraguay, que, para ratificar la independencia que de hecho disfruta hace más de 30 años, resolvió declararla solemnemente en el soberano congreso general de 25 de noviembre del año próximo pasado, bajo la forma republicana de gobierno, ejercido por los cónsules». El gobierno imperial por las informaciones contenidas en los papeles oficiales aludidos y por las que puedo obtener por sus medios propios «procederá con toda circunspección en las medidas que ha de adoptar sobre las futuras relaciones del Brasil con un pueblo limítrofe, lisonjeándose de la tendencia más comunicativa que éste presenta. Los principios de moderación y justicia que proclama, son de buen augurio para todos los vecinos». (15) Los Cónsules consignaron en el mensaje de 1844 haber recibido varias notas del ministro brasileño en Buenos Aires, asegurando el agrado con que S. M. el Emperador se enteró de las comunicaciones paraguayas. El mensaje del ministro de negocios extranjeros emitió «un concepto honorable» sobre la emancipación política de la república, lo que «anuncia un futuro lisonjero de amigables relaciones entre ambos Estados limítrofes». (16)
Mientras el dictador Rosas hacía pública su negativa de reconocer la soberanía paraguaya, en su mensaje de 1843 a la legislatura de la provincia de Buenos Aires, la Corte de San Cristóbal no descuidaba su representación en Asunción.
El 16 de octubre de 18d3, el Emperador Pedro II, nombró al Dr. José Antonio Pimenta Bueno, después marqués de San Vicente, encargado de negocios y cónsul general en el Paraguay. Ese día fueron también expedidas las instrucciones, redactadas y firmadas por Paulino José Soares de Souza, después vizconde de Uruguay, el mismo que como ministro de negocios extranjeros, decidió la participación del Brasil en la guerra contra Rosas, que culminó con el triunfo de Caseros y la consiguiente caída del tirano. (17)
La misión estaba considerada como «importantísima» por el gobierno imperial, teniendo en cuenta los resultados que podía ofrecer en el futuro. La Corte de San Cristóbal deseaba concertar con el Paraguay un tratado que le permitiese su comunicación con la provincia de Matto Grosso. Tenía interés, en consecuencia, en la navegación de los ríos tributarios del Plata. Las instrucciones después de referirse a las comunicaciones del consejero Moutinho y comendador Ponte Ribeiro, sobre la realidad de la política de Rosas con relación al Paraguay, de los recelos de Bolivia acerca de las intenciones del gobernador de Buenos Aires, concretaban sus puntos de vista y sus recomendaciones, en estos términos categóricos: «Estos y otros hechos prueban suficientemente que la ambiciosa política de Rosas tiene por fin reunir a la Confederación Argentina las Provincias que formaban el antiguo Virreinato de Buenos Aires. Por tanto, es de suponer, que apenas desembarazado de los enemigos que tiene en la Banda Oriental, procurará llevar adelante con más eficacia el desarrollo de aquel plan.
«Su realización sería, ciertamente, sumamente fatal al Imperio, al cual no conviene de ningún modo que un vecino tan lleno de ambición, astucia, audacia y perseverancia se vuelva poderoso. La reunión del Paraguay y de Bolivia a la Confederación Argentina vendría a dificultar todavía más una solución ventajosa de nuestras complicadas cuestiones de límites y de todas nuestras reclamaciones, así como de nuestra navegación por el Paraguay y Paraná y de la salida por el Río de la Plata.
«Y ahora es tanto más necesario que empleemos todos los medios posibles para evitar aquella reunión... Emplear todos los medios que su habilidad le sugiera para evitar que el Paraguay pase a formar parte de la Confederación Argentina y para neutralizar y disminuir la influencia de Rosas, es, por tanto, uno de los fines más importantes de su misión y que S.M. el Emperador mucho le recomienda». (18) Esta última cláusula recuerda otra de las instrucciones dadas a Correa da Cámara por el vizconde de Cachoeira en 1824, en la cual se documentaba la conveniencia de que «jamás se liguen» Buenos Aires y el Paraguay. Ambas recomendaciones, discordantes en la forma pero idénticas en el fondo, eran la expresión inequívoca de la política brasileña de oponerse a la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata. En este sentido existía una continuidad firme. De esta vez, Pimenta Bueno tenía que contrarrestar la influencia de Rosas.
El Brasil no sólo deseaba firmar un tratado de amistad y comercio con el Paraguay sino que estaba decidido a reconocer su independencia y a mantener ese reconocimiento. De ahí esta disposición de las instrucciones: «Insinúe también que en la sustentación de la Independencia del Paraguay, el Brasil tiene gran interés porque no le conviene que Rosas engrandezca su poder, y que, por tanto, esa República puede encontrar en el Brasil un auxiliar fuerte contra las vistas ambiciosas de aquel Gobernador, por lo que, siendo mutuos los intereses mucho conviene establecer por Tratados relaciones de amistad, útiles a ambos países... Si después de haber agotado todos los medios, V. Mced. reconoce que no es actualmente posible obtener la celebración de un tratado, lo comunicará luego al Gobierno Imperial, reconociendo, no obstante, la independencia de esa República, ejerciendo en ella sus funciones y dando entero cumplimiento a las otras partes de estas instrucciones, que no son inmediatamente relativas a aquel asunto». (19)
Pero lo principal no era precisamente la firma del tratado de amistad y de comercio sino el reconocimiento de la independencia del Paraguay, como un medio de separar a este país de las ambiciones de Rosas. Y el Brasil no sólo estaba decidido a proceder a ese reconocimiento sino también a sustentarlo y a apoyar al Paraguay frente a las pretensiones del gobernador de Buenos Aires. (20)
La independencia del Paraguay era una cuestión fundamental para la estabilidad del Imperio. Ponte Ribeiro, conocedor profundo de las relaciones del Brasil con sus vecinos de la cuenca del Río de la Plata, así había expresado en un memorial reservado y la Corte de San Cristóbal compartía ese criterio. Decía el versado diplomático; «De la existencia del Paraguay como Estado Independiente de la Confederación Argentina depende, si no esencialmente, por lo menos, la conservación del Imperio Brasileño. La República del Paraguay es el único baluarte capaz de contener a las Províncias de Matto Grosso, Río Grande y hasta San Pablo como partes integrantes del Imperio.
«La conservación del Paraguay como Estado Independiente, además de ser una fuerte barrera contra las tentativas argentinas sobre aquellas tres Provincias, evitará que la numerosa población Paraguaya vaya a aumentar las fuerzas de la Confederación contra el Brasil. Una vez independiente quedará siempre bajo la protección del Brasil, pero esa independencia no satisface a los paraguayos, ni puede existir sin la navegación del Paraná hasta el Océano. Esa navegación es, pues, una cláusula sine qua non de aquella independencia y contra coyas dificultades son necesarios los esfuerzos del Gobierno Imperial, que el Paraguay reclama, convencido de que por sí solo no puede vencerlas». (21)
De ahí el interés por el Paraguay y la designación de un hombre de primera fila para ejercer le representación brasileña en Asunción.
José Antonio Pimenta Bueno nació en Santos el 4 de diciembre de 1803. Por el lado de los Bueno «era pariente de varios de los más ilustres Bandeirantes como Bartolomé Bueno da Silva y su hijo y homónimo, los dos Anhanguera, descubridores de Goyaz, Bartolomé Bueno Feio. Domingo da Silva Bueno, Manuel Bueno da Fonseca, Bartolomé Bueno Cacunda, Gerónimo Bueno, Gerónimo Bueno Pé de Pau, etc.». También entre sus parientes de relevante importancia figura el monje benedictino Gaspar de Madre de Dios, Provincial del Brasil y autor de las Memórias para a História da Capitania de S. Vicente, siendo, además, primo hermano de Antonio Manuel da Silva Bueno, «diputado por San Pablo a las Cortes de Lisboa de 1821, hombre de notable inteligencia y abuelo de diversos Andradas». (22)
Sin fortuna, sin ninguna clase de medios económicos «luchó desde el comienzo de su carrera con los obstáculos que la fortuna se complace rodear a la juventud de casi todos los grandes hombres». (23) Pero, dotado de una brillante inteligencia, de un carácter superior y de una constancia inquebrantable, llegó a los más altos destinos, destacándose su personalidad, entre los varones más ilustres de la historia del Brasil.
Casó en 1834 con doña Balbina Enriqueta de Faria, natural de Pernambuco. (24) Su descendencia continúa haciendo honor a la ejecutoria del eminente hijo de Santos. (25)
Doctor en derecho, en la Academia de San Pablo aprendió a amar los estudios jurídicos, e los cuales dedicó lo mejor de su laboriosa existencia. Modelo de la magistratura brasileña de su tiempo, «por la elevada cultura intelectual y por la integridad espartana de su carácter», también dejó pruebas de su capacidad y dedicación en los diversos cargos que desempeñó en la vida pública.
Presidente de la provincia de Mato Grosso, donde profundizó sus conocimientos en las cuestiones de frontera; diputado por San Pablo; presidente de la provincia de Río Grande del Sur; senador del Imperio; ministro de justicia en el gabinete del vizconde de Macahé y de negocios extranjeros en el del vizconde de Caravelas; organizó y presidió el gabinete del 29 de setiembre de 1870, en el cual ocupó la cartera de relaciones exteriores. Fue, además, el primer consultor jurídico del Consejo de Estado en la Sección de negocios extranjeros. (26)
El Emperador Pedro II al encomendar a Pimenta Bueno, entonces vizconde de San Vicente, la formación del ministerio que sucedería al del vizconde Itaborahy, deseaba que la abolición de la esclavitud «fuese efectuada por el estadista que iniciara esta cuestión en 1866». (27)
El 23 de abril de este año, Pimenta Bueno presentó al Emperador cinco proyectos sobre la emancipación de los esclavos, «estrechamente ligados, y de los cuales nació la ley del 28 de setiembre de 1871, también llamada Ley Río Branco o del Vientre Libre». Los trabajos que contaban con el apoyo de Pedro II, fueron pasados por éste a Zacharías para su discusión.
Al decir de Spencer Vampré, esta iniciativa, la principal del gran estadista y que por si sola basta para «cubrir de gloria a una existencia..., nunca se apagará de la memoria de los brasileños». (28)
Nadie más llamado que Pimenta Bueno a llevar a feliz término la liberación de los esclavos. El gabinete por él presidido, sin embargo, no pudo dar satisfacción a ese noble anhelo. Falto de «energía y resolución». (29) su gabinete tuvo poca duración y fue al presidido por el vizconde de Río Branco, que cupo la gloria de dictar la ley que acabó con la esclavitud en el Brasil.
Pero si los vaivenes de la política impidieron que Pimenta Bueno subscribiese aquella ley de redención, los laureles de su mérito, como autor de los proyectos de 1866, no se marchitarán nunca. Joaquín Nabuco, al rendirle merecida justicia en este asunto, expresa: «... él tendrá siempre la honra de haber sido el primero de nuestros hombres de gobierno, que en la cuestión de los esclavos, tentó y consiguió mover todo nuestro mecanismo político, Emperador, Consejo de Estado, ministerio; de haber sido el primero en formular el conjunto de medidas que extinguió la esclavitud de nuestro suelo en 1871». (30)
Como parlamentario no buscó halagar las bajas pasiones, ni la popularidad de los demagogos. Sus palabras, impregnadas de patriótica sabiduría, le valieron el respeto y la consideración de sus conciudadanos. En el Consejo de Estado se destacó por su laboriosidad y por la medida y consistencia de sus dictámenes.
Pedro II distinguió a Pimenta Bueno con su amistad y premió sus relevantes servicios designándole consejero de Estado extraordinario, primero, y ordinario, después; confiriéndole la condecoración de la Imperial Orden da Rosa, durante su estada en el Paraguay; y otorgándole los títulos de vizconde y luego marqués de San Vicente. Por otro lado era miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.
Pero por sobre el político, el parlamentario, el diplomático, el estadista, en Pimenta Bueno primaba el intelectual, el estudioso. Predominaba siempre en él – afirma Haroldo Valladão – «sobre el hombre de acción, el de pensamiento; sobre el aspecto práctico, el teórico; frente al realizador, el sabio. Fue ante todo un científico del derecho». (31)
Su gloria más pura radica en sus obras jurídicas, tres de las cuales destacan al marqués de San Vicente, como a uno de los mayores jurisconsultos brasileños. Ellas son: Apontamentos sobre as farmalidades do processo civil; Apontamentos sobre o processo criminal brasileiro; y Direito público brasileiro e análise da constituiçao do Império.
«Pimenta Bueno – escribe uno de sus biógrafos – era de mediana estatura, pálido, de poca barba y notablemente feo desde los tiempos de su juventud. Tenía carácter bondadoso y sociable, era modestísimo, religioso, probo y paciente, fino para con todos, especialmente para con las damas... Infatigable, estudiaba y trabajaba sin cesar». (32)
«Su vida benemérita y su obra imperecedora» descansan firmemente en la inteligencia, la libertad y la fe. De la primera decía: «El hombre es tanto más hombre cuanto más inteligente. Y la inteligencia y el conocimiento de las ciencias no se improvisan, demandan diuturna aplicación». De la segunda afirma: «no basta ser libre, es preciso saber sustentar la libertad para poder gozarla». Y repitiendo a un parlamentario francés pudo concluir con esta frase: «El evangelio y la libertad son las bases de la verdad legislativa y el fundamento eterno del estado más perfecto del género humano». (33)
Y este personaje fue el elegido por la Corte de San Cristóbal para representarle en el Paraguay. José Antonio Soares de Souza, erudito biógrafo del vizconde de Uruguay, afirma que Pimenta Bueno era el que mejor podría desempeñar esa misión, por sus conocimientos sobre las cuestiones de limites con las antiguas colonias españolas. (34)
Con Pimenta Bueno se inició la serie de ilustres diplomáticos que llegaron a Asunción, que prueba la importancia atribuida al Paraguay por el gobierno del Brasil. En el siglo pasado podemos mencionar entre tan altos exponentes a Pedro de Alcántara Bellegarde, a José María de Amaral; a José María da Silva Paranhos, vizconde de Río Branco; a Joaquín Tomás de Amaral, vizconde de Cabo Frio; a Francisco Adolfo de Varnhagen, vizconde de Porto Seguro; a César Vianna de Lima, barón de Jaurú; a Juan Mauricio Wanderley, barón de Cotegipe; a Domingo José Gonçalves de Magalhaes, vizconde de Araguaya; a barón de Araujo Gondim; y, en nuestros días, a José de Paula Rodrigues Alves; a Lafayette de Carvalho e Silva; a Francisco Negrão de Lima y otros.
El 20 de octubre siguiente, Don Pedro II firmó la credencial de su representante en Asunción. «He resuelto – decía el Emperador – nombrar al Dr. José Antonio Pimenta Bueno para residir junto a ese gobierno, en calidad de Encargado de Negocios y Cónsul General del mismo Imperio, a fin de que reconozca solemnemente el acto glorioso de la Independencia de esa República, nueva y brillante era de su existencia, y de abrir y estrechar las relaciones de amistad y de comercio entre los dos Estados, tan provechosas a ambos por su posición geográfica y sus mutuos intereses». (35)
Los términos del documento tenían que impresionar favorablemente al gobierno de Asunción. Su hábil redacción diplomática satisfacía el sentimiento de la república, ya que el reconocimiento del «acto glorioso de la independencia» inauguraba una «brillante era» de la existencia del Paraguay.
En la misma fecha Soares de Souza expresaba a los Cónsules: «Llevé a la Augusta Presencia de S.M. el Emperador la comunicación: que Vuestras Excelencias me hicieron el honor de dirigirme en fecha 28 de diciembre próximo pasado, así como los importantes documentos que la acompañaron.
«S. M. el Emperador, teniendo el mayor aprecio y consideración a la República del Paraguay, tan estrechamente ligada al Imperio por los lazos de vecindad y por la identidad de Religión e intereses, me ordenó que certificase al Supremo Gobierno de la República el placer con que vio la declaración de su Independencia, la marcha grave, sensata y prudente de su Gobierno y las disposiciones amigables que tiene para con el Gobierno Imperial. Con el fin de cultivarlas, de reconocer solemnemente aquella Independencia y de entablar relaciones de amistad y comercio entre los dos Países, el mismo Augusto Señor resolvió nombrar Su Encargado de Negocios y Cónsul General ante la República al Doctor José Antonio Pimenta Bueno, quien presentará a Vuestras Excelencias su Credencial». (36)
La nota del ministro de negocios extranjeros era más expresiva aún que la credencial antes aludida. Los conceptos del Emperador, ampliamente favorables a la independencia del Paraguay y al gobierno de la república, tendrán una grata acogida en Asunción. El «placer» de Don Pedro II será correspondido con igual placer de parte de Carlos Antonio López al recibir a Pimenta Bueno. Así como la comunicación del 28 de diciembre fue la primera dirigida oficialmente por el Paraguay al Imperio, después de la muerte del Dictador Francia, la de Soares de Souza era también la primera que la Corte de San Cristóbal enviaba al gobierno de Asunción. Ambas hacían gala de sentimientos amistosos con la manifestación de los deseos de estrechar relaciones entre los dos países. Los propósitos no fueron defraudados. Pimenta Bueno y el presidente López se comprendieron y comprendieron los mutuos intereses del Paraguay y del Brasil, surgiendo de ese contacto, un mayor acercamiento de ambos Estados.
Tres días después, Soares de Souza comunicaba, en oficios «reservadísimos», la designación del representante imperial, a los presidentes de las provincias de San Pablo y Mato Grosso, al secretario de la presidencia de Río Grande de Sur y al barón de Caxias. A este jefe militar recomendó, por orden del Emperador, que preste todos los auxilios necesarios para la seguridad personal del encargado de negocios en el Paraguay, que viajará por tierra, vía Itapúa. «En este negocio – agregó el ministro de negocios extranjeros – es menester guardar el mayor secreto, para que Rosas no lo venga a descubrir, porque si tuviese noticia de esta misión a tiempo de embarazar la ida del mismo Pimenta, lo ha de hacer por todos los medios posibles». (37).
El 24 de octubre, Soares de Souza escribía a Ponte Ribeiro que la nota de los Cónsules del 28 de diciembre del año anterior iba a tener respuesta, noticia que podía asegurar al agente paraguayo; completaba su información el 27, anunciando al ministro brasileño en Buenos Aires, la designación de Pimenta Bueno. «Esta misión es secreta – expresaba – y mucho conviene que así sea hasta que llegue al Paraguay. Lleva las instrucciones necesarias y los poderes para reconocer la independencia de dicha República. Puede comunicar esto al Agente del Paraguay, si no recela alguna indiscreción, para que éste comunique, si hay tiempo, esa noticia a los Cónsules, a fin de que prevengan a las autoridades de Itapúa... Procure por todos los medios aumentar las desconfianzas del Agente Paraguayo contra Rosas», terminaba recomendando el secretario de Estado. (38)
La respuesta aludida era la nota a los Cónsules sobre la misión Pimenta Bueno, misión que Soares de Souza anunciaba en la segunda de estas comunicaciones. La información tenía su importancia, teniendo en cuenta la negativa de Rosas, transmitida a Gill y ratificada a Peña. Además, venía a satisfacer el interés del Paraguay por mantener relaciones con el Brasil. Por otro lado, era necesario que los Cónsules estuviesen prevenidos para recibir al enviado imperial. En cuanto a la recomendación de la última parte de la nota del 27 de octubre, Ponte Ribeiro cumplió con habilidad y éxito.
La noticia de la misión brasileña no solamente llegó al Río de la Plata por conducto de la Corte de San Cristóbal sino también por intermedio de Francisco Magariños, ministro uruguayo en Río de Janeiro. El 16 de noviembre escribía éste a Santiago Vásquez sobre los preparativos del gabinete brasileño en su luche contra Rosas, anunciando que entre esos preparativos figuraba el reconocimiento de la independencia del Paraguay y el viaje de Pimenta Bueno. (39)
De consiguiente, la decisión del Brasil repercutió en Montevideo, centro de la resistencia contra el dictador del Buenos Aires. Juan Andrés Gelly, entonces alto funcionario de la cancillería oriental, comunicó a su sobrino Manuel Peña, entonces comisionado por los Cónsules en Buenos Aires, la noticia de la resolución adoptada por el Imperio. (40) agregando que el Brasil se preparaba «a emplear la fuerza contra Rosas», quien continuaba insultando, en sus diarios, a ese país. A su vez, Peña se dirigió al Primer Cónsul, Carlos Antonio López, para retransmitirle las noticias procedentes de Montevideo y relativas al nombramiento de Pimenta Bueno y la resolución del Imperio de reconocer la independencia del Paraguay. (41)
Posteriormente a estas informaciones, Ponte Ribeiro, que había estrechado sus relaciones con Peña, desde Montevideo confirmó a su amigo paraguayo las novedades comunicadas por Gelly. Refiriéndose a Pimenta Bueno decía que era «persona sensata y prudente»; que agradará a los Cónsules; que no revelará su misión hasta Itapúa para evitar embarazos en su viaje; que sólo al comandante de esta localidad se presentará con su carácter público, para el conocimiento correspondiente del «Supremo Gobierno de la República», a fin de que éste adopte las providencias convenientes para que el encargado de negocios pueda llegar a Asunción, donde desempeñará sus «honrosas y alagüeñas funciones». Expresó a Peña que podía participar estas noticias a los Cónsules. La recomendación era tardía, ya que el agente paraguayo días antes se adelantó a informar a su gobierno las comunicaciones anticipadas por Gelly. «Simpatisamos uno con otro, – afirmó finalmente el diplomático imperial – lo mismo que nuestros Gobiernos, y esta mutua simpatía requiere que seamos recíprocamente comunicativos»; la época que va a empezar será en provecho común, «tocando a V.E. la satisfacción de ser uno de los primeros en abrir tan necesaria carrera». (42)
Dos meses después, Ponte Ribeiro confirmó al mismo Peña, que su gobierno envió un agente diplomático ante los Cónsules; este nombramiento nada tenía de nuevo, no era sino la repetición de otros anteriores, ni tampoco «ha sido hecho con sigilo»; al comandante de Itapúa, por cuya vía viajará Pimenta Bueno, se le comunicó dos veces la próxima llegada del representante imperial. (43) La insistencia del ex ministro brasileño en Buenos Aires tenía su razón de ser. Su propósito era tener informado al agente paraguayo de los pasos de la Corte de San Cristóbal para inspirarle confianza respecto a la conducta del Imperio y asegurar así la entrada de Pimenta Bueno en la república. El mismo significado tenían también las dos comunicaciones al comandante de Itapúa. La aparente contradicción de que el nombramiento no fue hecho con sigilo ante el secreto recomendado en su carta anterior y otros documentos oficiales, tenia igualmente su explicación. El secreto se refería exclusivamente al viaje del encargado de negocios con el objeto de evitarle posibles embarazos y no al hecho del nombramiento en sí, ya que esta decisión formaba parte de la política del Imperio del Brasil en el Río de la Plata, que como bien expresaba Ponte Ribeiro, no era nueva. El propio Soares de Souza confesó a Guido, ministro de Rosas en Río de Janeiro, en una audiencia al cuerpo diplomático, el 31 de enero de 1844, que Pimenta Bueno había sido nombrado para reconocer la independencia del Paraguay, ya que este país hacía 32 años que estaba separado de la Confederación Argentina. (44)
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La independencia del Paraguay contó con el apoyo y la simpatía del Brasil, interesado como estaba este país en oponerse a la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata, política iniciada por Portugal y proseguida con éxito por los estadistas del Imperio.
A ella respondió la misión de Antonio Manuel Correa da Cámara ante el dictador José Gaspar Rodriguez de Francia, la que por sí sola significaba un reconocimiento de facto de la independencia del Paraguay. La expresión más categórica en este sentido fue la comunicación del 17 de marzo de 1826, en la que el vizconde de Inhambuque, ministro de negocios extranjeros del Imperio, decía a José Gabriel Benítez, ministro de hacienda del gobierno paraguayo, que nunca fue intención del gobierno brasileño negar los títulos y derechos de «un pueblo libre e independiente como considera al Paraguay». Faltaba, sin embargo, el acto formal y solemne, que sólo pudo llevares a cabo lustros después. Correa da Cámara, el único representante diplomático que tuvo el privilegio de ser recibido por el Dr. Francia, en 1825, fue posteriormente despedido de Itapúa, en 1829. Desde entonces quedaron interrumpidas las relaciones oficiales del Paraguay con el Brasil. (1)
Desaparecido el Supremo Dictador, las fronteras del Paraguay quedaron abiertas al amigable juego de las relaciones internacionales. Los países vecinos mostraron nuevamente su interés por mantener contacto con Asunción como [con] la provincia argentina de Corrientes y la república de Piratini. El Imperio del Brasil también buscó restablecer las interrumpidas relaciones. Así fueron sucesivamente designados, Manuel Cerqueira Lima, Augusto Leverger, después Barón de Melgaço, y Antonio José Lisboa, representantes de la Corte de San Cristóbal en Asunción. Estas misiones no salieron de los documentos oficiales. Lisboa no pudo partir de Buenos Aires con destino al Paraguay por la oposición de Rosas. Pero si bien no pudo cumplir su cometido, sus instrucciones, en cambio, indicaban claramente la política imperial, encaminada a consignar en un documento público el reconocimiento de la soberanía del Paraguay. (2)
Por su parte, el gobierno de los Cónsules López y Alonso, buscó también establecer relaciones con los Estados vecinos, como consecuencia de la ratificación de la independencia por el congreso de 1842. Con ese objeto, Andrés Gill fue comisionado a Buenos Aires. Entre otras comunicaciones era portador de la dirigida «Al Excmo. Señor Ministro Secretario de relaciones extrangeras de S. M. el señor Don Pedro Segundo Emperador constitucional del Imperio del Brasil en la corte del Río Janeyro», fechada, como la remitida a Rosas, el 28 de diciembre de 1842. (3)
Después de la respuesta de José Gabriel Benítez al Vizconde de Inhambupe en 1826, era la primera vez que el gobierno paraguayo se dirigía al brasileño y lo hacía en términos cordiales y promisorios. Luego de referirse a la ratificación del 25 de noviembre y a la ley sobre el pabellón y sellos nacionales, López y Alonso expresaban: «Este acto eminentemente nacional ha sido correspondido con inefable entusiasmo por toda la República en el dia de la jura de nuestra independencia que tuvo lugar el 25 del corriente mes y año con toda la suntuosidad posible.
«Consecuente pues con esta declarnción explícita y uniforme, espera el Supremo Govierno que S.M. imperante se prestará al reconocimiento de nuestra independencia del modo que queda consignado en la adjunta acta y del pabellon de la Republica segun la sancion que lo establece.
«La Republica del Paraguay sin variar los principios de su moderacion y justicia há dado a la nacion brasilera bastantes pruebas de la proteccion que ha dispensado a los subditos de S. M. imperial en las relaciones mercantiles, y estas mismas deben acrecer, y aún ser mas proficuas y ventajosas desde que se verifique el reconocimiento de aquellas bases.
«Quiere también V.E. certificar a S.M. imperante el Señor Don Pedro Segundo el distinguido aprecio y profundo respeto que le tributa el Supremo Govierno de esta República, el mismo que se complace en ofrecerse cordialmente a V.E.» (4)
La nota tenía la misma factura que la dirigida a Rosas, pero no hacía referencia a la neutralidad del Paraguay en las disensiones de los Estados vecinos; mencionaba en cambio, las facilidades brindadas a los brasileños en su comercio con la república, tráfico que alcanzaría mayor desarrollo, proporcionando más ventajas, una vez que la independencia fuese reconocida. La verdad era que durante la administración del Dr. Francia los súbditos del Imperio fueron los únicos autorizados a comerciar por el puerto de Itapúa, donde gozaban de consideraciones especiales, que continuaron sin variación después de la muerte del Supremo Dictador. Los Cónsules no olvidaron de manifestar diplomáticamente «el distinguido aprecio y profundo respeto» que profesaban al Emperador del Brasil.
Ponte Ribeiro informó a Honorio Hermeto sobre sus relaciones con Gill: «Dejé pasar tres días y hoy fuí a visitarlo con el propósito firme de pasar de allí a la casa de Arana para hablarle de algunos asuntos y decirle que habia ido a ver al Enviado del Paraguay. Encontré a éste solo; le dije quien era y los motivos de consideración y simpatía que me llevaban a cumplimentarlo y a ofrecerle mi poca capacidad. Me recibió – agregó el diplomático imperial – con maneras y expresiones de la más cordial alegría y dijo que tenía especial encargo de su Gobierno de buscarme para estrechar por mi conducto sus relaciones con el Gobierno Imperial por tener de mí ventajosas noticias». La conversación se interrumpió con la llegada de un coronel, natural del Paraguay, que gozaba de la confianza del gobierno porteño. No obstante, Gill continuó diciendo «que había traído una comunicación y un mazo de papeles de su Gobierno para e1 de S.M. el Emperador; pero habiéndosele ofrecido el Señor Don Felipe Arana para remitirlos, acababa de mandarlos» a este ministro. Ponte Ribeiro le preguntó si tenía noticias de Leverger, a lo que contestó que no. Al despedirse el representante brasileño, Gill le repitió su satisfacción por la visita y prometió que uno de esos días tendría el honor de pasar por la legación imperial para «cumplir el encargo de su Gobierno y conversar más detenidamente». (5)
La visita de Ponte Ribeiro, manifestación espontánea de cordialidad y cortesía, cayó en campo propicio. Su resultado fue satisfactorio. El representante de San Cristóbal comprobó personalmente que el Paraguay tenía interés en estrechar sus relaciones con el Brasil, para lo cual los Cónsules enviaban también una comunicación oficial. Esta disposición no podía desagradar al gobierno del Imperio, que también tenía interés en restablecer sus interrumpidas relaciones con la república.
Luego de la entrevista con Gill, Ponte Ribeiro pasó a la casa de Arana, a quien le dijo que acababa de visitar al «Enviado del Paraguay», refiriéndole que éste le había mandado «una Carta y un mazo de papeles» para ser remitidos con la correspondencia del gobierno argentino a la Corte de Río de Janeiro. Ponte Ribeiro para evitar incomodidades al ministro de Rosas, le pidió que le entregase los aludidos documentos para remitirlos por conducto de la legación brasileña. Arana contestó que aún no los había recibido y que cuando los tuviera en su mano, serían enviados a Guido para su entrega correspondiente, como había prometido a Gill. «No hice mayor empeño – agregó el diplomático imperial – para no mostrar desconfianza. Tal vez que esta comunicación y los papeles estén ya en manos del Gobernador Rosas, pero también estoy persuadido de que han de ser remitidos. Con todo, me cuidaré de saber si fueron o no». (6)
El ministro brasileño debía conducirse con cautela para estrechar su contacto con Gill, dadas las desconfianzas y la política de Rosas. De ahí sus prevenciones. «Mis relaciones – decía – con el Enviado del Paraguay requieren actualmente la mayor circunspección; y por eso me propongo obrar en una forma que aparentando franqueza y buena fe, pueda mejor aludir a unos y captar la confianza del otro». (7) Ponte Ribeiro se condujo de acuerdo con las circunstancias, neutralizando las asechanzas de los agentes y espías del Restaurador. Así pudo mantener sus relaciones, primeramente con Gill y luego con Peña.
Con Gill se encontró varias veces en la casa de Arana, pero deseando hablar con aquél, le hizo otra visita. En esa ocasión se informó que la comunicación y los papeles destinados al gobierno del Brasil contenían la participación de la independencia del Paraguay. Anteriormente Arana le manifestó que ya los había recibido y que los remitió para ser entregados al ministro de negocios extranjeros del Imperio. Volviendo a la entrevista con Gill, Ponte Ribeiro agregó: «De esta vez estábamos solos, pero su aire receloso me hizo creer que el temía ser oído y que no estaría distante alguno de los dos espías que jamás le dejan. Aún así, tuvimos una variada conversación, buscada por mí para tener el pretexto de abordar como por incidente algunos de los puntos que eran el objeto principal de mi visita. Me dijo que no sabía, ni que jamás oyó hablar en el Paraguay de la venida de Laverger a Fuerte Olimpo». Gordon fue el que informó la designación por S. M. el Emperador de un Cónsul y un Encargado de Negocios para la república, noticia muy bien recibida por los Cónsules. Ponte Ribeiro se refirió luego a los distintos viajes de Laverger, de Cuyabá a Olimpo, para restablecer las interrumpidas relaciones, a la prohibición de pasar de ese fuerte a Asunción y a la negativa de su comandante de recibir las comunicaciones oficiales del gobierno imperial. Aprovechó entonces para manifestar a Gill su convencimiento de que los Cónsules ignoraban estas circunstancias y que una vez informados de ellas darían las órdenes pertinentes para dejar pasar al aludido Laverger. (8)
«En cuanto a no haber ido – continuó informando Ponte Ribeiro – el Encargado de Negocios que debía partir de aqui, le dije que no se efectuó por haberse éste enfermado; y que renunció últimamente a la comisión, receloso del viaje». (9) Este encargado de negocios era Antonio José Lisboa, que no pudo salir de Buenos Aires por la oposición de Rosas, circunstancia que movió a la Corte de San Cristóbal a exonerarlo de esta comisión.
En la misma conferencia Gill aseguró a su interlocutor que daría cuenta de los viajes de Laverger y que atento al «anhelo» que su gobierno «tiene por entablar relaciones con el Brasil... serían dadas las órdenes del caso para restablecer nuestras comunicaciones por Fuerte Olimpo y Curuguaty». El agente paraguayo cumplió su promesa; las disposiciones fueron impartidas a las autoridades de la frontera norte y el mismo Laverger arribó posteriormente a Asunción. «Como prueba de la simpatía del gobierno del Paraguay al del Brasil alegó el hecho – prosiguió informando Ponte Ribeiro – de ser los Brasileños los únicos admitidos y bien tratados allí, aun en tiempos calamitosos». (10) Gill expresaba la verdad. Se refería al comercio realizado por Itapúa, donde desde 1823 sólo podían llegar los brasileños para negociar.
La interesante conversación continuó versando sobre la visita a Asunción del coronel Gama, las incursiones devastadoras de los indios en los establecimientos del norte de la república, la conveniencia de concordar en la mutua navegación del río Paraguay, el buen recibimiento dispensado a Gordon y los motivos de su salida. «Contóme – agregó el ministro imperial antes de terminar su oficio – que el Doctor Francia viendo llegar su última hora, prendió fuego a la cama para quemar cuanto estaba en su cuarto, donde tenía todos los papeles del tiempo de su administración y sólo después de que nada podía salvarse, pidió socorro, diciendo entonces que por descuido se quemó la cama, terminando así con él la constancia de sus actos. Pretende inculcar que los Paraguayos no estaban contentos con el sistema de aquel hombre raro y que la prolongación de su gobierno se debió a la desmedida licencia que permitía a los soldados, de quienes estaba siempre rodeado». (11) El testimonio de Gill merece fe, dados los quilates de su personalidad, pero encierra indudable exageración. No ponemos en duda la realidad del incendio, pero sí que el fuego destruyó todos los papeles del Supremo Dictador para eliminar la «constancia de sus actos». Es posible que Francia hubiese querido borrar las pruebas de algunas de sus determinaciones y que a éstas se referirían los papeles que tenía en su pieza y alcanzados por el incendio. La documentación referente a este dictador, conservada hasta nuestros días, es rica y abundante, abarcando todos los aspectos de su singular administración. Tanto en el Archivo Nacional de Asunción, en la Colección Río Branco de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro como en los repositorios de otros países, el estudioso tiene a su disposición miles de esos papeles.
Ponte Ribeiro, a su vez, en la última visita que hizo al agente de Asunción, reiteró a éste los sentimientos de amistad del Brasil con respecto al Paraguay. Gill, por su lado, insistió sobre la benévola disposición de los Cónsules para recibir a los representantes del Imperio, como asimismo, «a los Cónsules de todas las Naciones» (12)
En esta forma se inició el primer contacto diplomático entre el Paraguay y el Brasil, después de la muerte del dictador Francia. Y el honor de esta aproximación correspondió a Andrés Gill y a Duarte da Ponte Ribeiro, aproximación que al año siguiente con la misión Pimenta Bueno alcanzó un éxito brillante.
En octubre de 1843 llegaba nuevamente a Buenos Aires un comisionado paraguayo, Manuel Peña, a quien acompañaba el joven Francisco Solano López, el que después sería presidente y mariscal de la república.
Como su antecesor se puso de inmediato en comunicación con Duarte da Ponte Ribeiro. Se visitaron con frecuencia, no obstante los espías de Rosas, estableciéndose entre ambos una estrecha amistad, que facilitó el acercamiento de los dos países.
La corte de San Cristóbal no había respondido a nota del 28 de diciembre. Los Cónsules aprovecharon el viaje de Peña para dirigirse al representante brasileño en Buenos Aires, a quien decían: «que habiéndose retirado de aquella ciudad el comisionado de esta República sin tener tiempo de saber el resultado de los pliegos que envió a Su Majestad el Emperador del Brasil sobre el reconocimiento de la independencia de esta República espera el Supremo Gobierno de la bondad de V.E. quiera impartirnos si en efecto se habrán recibido en la corte aquellas comunicaciones, y el resultado que haya habido». (13) Ponte Ribeiro contestó sin dilación: «... sus aludidas comunicaciones fueron recibidas con el mayor agrado por el Gobierno de S.M. Imperial, como consta del adjunto Mensaje presentado a la Asamblea General Legislativa del Imperio, debiendo por tanto presumirse que ya fueron contestadas. Con todo, se apresurará a poner en conocimiento de su Gobierno esta comunicación a fin de ser contestada debidamente». (14)
Realmente, los documentos de los Cónsules fueron recibidos con beneplácito en la Corte de San Cristóbal y a ellos se refirió Honorio Hermeto Carneiro Leão después marqués de Paraná, en el Relatorio del ministerio de negocios extranjeros de 1843. Decía este secretario de Estado: «Entre los pueblos americanos juzgo un deber de hacer una particular mención del Paraguay, que, para ratificar la independencia que de hecho disfruta hace más de 30 años, resolvió declararla solemnemente en el soberano congreso general de 25 de noviembre del año próximo pasado, bajo la forma republicana de gobierno, ejercido por los cónsules». El gobierno imperial por las informaciones contenidas en los papeles oficiales aludidos y por las que puedo obtener por sus medios propios «procederá con toda circunspección en las medidas que ha de adoptar sobre las futuras relaciones del Brasil con un pueblo limítrofe, lisonjeándose de la tendencia más comunicativa que éste presenta. Los principios de moderación y justicia que proclama, son de buen augurio para todos los vecinos». (15) Los Cónsules consignaron en el mensaje de 1844 haber recibido varias notas del ministro brasileño en Buenos Aires, asegurando el agrado con que S. M. el Emperador se enteró de las comunicaciones paraguayas. El mensaje del ministro de negocios extranjeros emitió «un concepto honorable» sobre la emancipación política de la república, lo que «anuncia un futuro lisonjero de amigables relaciones entre ambos Estados limítrofes». (16)
Mientras el dictador Rosas hacía pública su negativa de reconocer la soberanía paraguaya, en su mensaje de 1843 a la legislatura de la provincia de Buenos Aires, la Corte de San Cristóbal no descuidaba su representación en Asunción.
El 16 de octubre de 18d3, el Emperador Pedro II, nombró al Dr. José Antonio Pimenta Bueno, después marqués de San Vicente, encargado de negocios y cónsul general en el Paraguay. Ese día fueron también expedidas las instrucciones, redactadas y firmadas por Paulino José Soares de Souza, después vizconde de Uruguay, el mismo que como ministro de negocios extranjeros, decidió la participación del Brasil en la guerra contra Rosas, que culminó con el triunfo de Caseros y la consiguiente caída del tirano. (17)
La misión estaba considerada como «importantísima» por el gobierno imperial, teniendo en cuenta los resultados que podía ofrecer en el futuro. La Corte de San Cristóbal deseaba concertar con el Paraguay un tratado que le permitiese su comunicación con la provincia de Matto Grosso. Tenía interés, en consecuencia, en la navegación de los ríos tributarios del Plata. Las instrucciones después de referirse a las comunicaciones del consejero Moutinho y comendador Ponte Ribeiro, sobre la realidad de la política de Rosas con relación al Paraguay, de los recelos de Bolivia acerca de las intenciones del gobernador de Buenos Aires, concretaban sus puntos de vista y sus recomendaciones, en estos términos categóricos: «Estos y otros hechos prueban suficientemente que la ambiciosa política de Rosas tiene por fin reunir a la Confederación Argentina las Provincias que formaban el antiguo Virreinato de Buenos Aires. Por tanto, es de suponer, que apenas desembarazado de los enemigos que tiene en la Banda Oriental, procurará llevar adelante con más eficacia el desarrollo de aquel plan.
«Su realización sería, ciertamente, sumamente fatal al Imperio, al cual no conviene de ningún modo que un vecino tan lleno de ambición, astucia, audacia y perseverancia se vuelva poderoso. La reunión del Paraguay y de Bolivia a la Confederación Argentina vendría a dificultar todavía más una solución ventajosa de nuestras complicadas cuestiones de límites y de todas nuestras reclamaciones, así como de nuestra navegación por el Paraguay y Paraná y de la salida por el Río de la Plata.
«Y ahora es tanto más necesario que empleemos todos los medios posibles para evitar aquella reunión... Emplear todos los medios que su habilidad le sugiera para evitar que el Paraguay pase a formar parte de la Confederación Argentina y para neutralizar y disminuir la influencia de Rosas, es, por tanto, uno de los fines más importantes de su misión y que S.M. el Emperador mucho le recomienda». (18) Esta última cláusula recuerda otra de las instrucciones dadas a Correa da Cámara por el vizconde de Cachoeira en 1824, en la cual se documentaba la conveniencia de que «jamás se liguen» Buenos Aires y el Paraguay. Ambas recomendaciones, discordantes en la forma pero idénticas en el fondo, eran la expresión inequívoca de la política brasileña de oponerse a la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata. En este sentido existía una continuidad firme. De esta vez, Pimenta Bueno tenía que contrarrestar la influencia de Rosas.
El Brasil no sólo deseaba firmar un tratado de amistad y comercio con el Paraguay sino que estaba decidido a reconocer su independencia y a mantener ese reconocimiento. De ahí esta disposición de las instrucciones: «Insinúe también que en la sustentación de la Independencia del Paraguay, el Brasil tiene gran interés porque no le conviene que Rosas engrandezca su poder, y que, por tanto, esa República puede encontrar en el Brasil un auxiliar fuerte contra las vistas ambiciosas de aquel Gobernador, por lo que, siendo mutuos los intereses mucho conviene establecer por Tratados relaciones de amistad, útiles a ambos países... Si después de haber agotado todos los medios, V. Mced. reconoce que no es actualmente posible obtener la celebración de un tratado, lo comunicará luego al Gobierno Imperial, reconociendo, no obstante, la independencia de esa República, ejerciendo en ella sus funciones y dando entero cumplimiento a las otras partes de estas instrucciones, que no son inmediatamente relativas a aquel asunto». (19)
Pero lo principal no era precisamente la firma del tratado de amistad y de comercio sino el reconocimiento de la independencia del Paraguay, como un medio de separar a este país de las ambiciones de Rosas. Y el Brasil no sólo estaba decidido a proceder a ese reconocimiento sino también a sustentarlo y a apoyar al Paraguay frente a las pretensiones del gobernador de Buenos Aires. (20)
La independencia del Paraguay era una cuestión fundamental para la estabilidad del Imperio. Ponte Ribeiro, conocedor profundo de las relaciones del Brasil con sus vecinos de la cuenca del Río de la Plata, así había expresado en un memorial reservado y la Corte de San Cristóbal compartía ese criterio. Decía el versado diplomático; «De la existencia del Paraguay como Estado Independiente de la Confederación Argentina depende, si no esencialmente, por lo menos, la conservación del Imperio Brasileño. La República del Paraguay es el único baluarte capaz de contener a las Províncias de Matto Grosso, Río Grande y hasta San Pablo como partes integrantes del Imperio.
«La conservación del Paraguay como Estado Independiente, además de ser una fuerte barrera contra las tentativas argentinas sobre aquellas tres Provincias, evitará que la numerosa población Paraguaya vaya a aumentar las fuerzas de la Confederación contra el Brasil. Una vez independiente quedará siempre bajo la protección del Brasil, pero esa independencia no satisface a los paraguayos, ni puede existir sin la navegación del Paraná hasta el Océano. Esa navegación es, pues, una cláusula sine qua non de aquella independencia y contra coyas dificultades son necesarios los esfuerzos del Gobierno Imperial, que el Paraguay reclama, convencido de que por sí solo no puede vencerlas». (21)
De ahí el interés por el Paraguay y la designación de un hombre de primera fila para ejercer le representación brasileña en Asunción.
José Antonio Pimenta Bueno nació en Santos el 4 de diciembre de 1803. Por el lado de los Bueno «era pariente de varios de los más ilustres Bandeirantes como Bartolomé Bueno da Silva y su hijo y homónimo, los dos Anhanguera, descubridores de Goyaz, Bartolomé Bueno Feio. Domingo da Silva Bueno, Manuel Bueno da Fonseca, Bartolomé Bueno Cacunda, Gerónimo Bueno, Gerónimo Bueno Pé de Pau, etc.». También entre sus parientes de relevante importancia figura el monje benedictino Gaspar de Madre de Dios, Provincial del Brasil y autor de las Memórias para a História da Capitania de S. Vicente, siendo, además, primo hermano de Antonio Manuel da Silva Bueno, «diputado por San Pablo a las Cortes de Lisboa de 1821, hombre de notable inteligencia y abuelo de diversos Andradas». (22)
Sin fortuna, sin ninguna clase de medios económicos «luchó desde el comienzo de su carrera con los obstáculos que la fortuna se complace rodear a la juventud de casi todos los grandes hombres». (23) Pero, dotado de una brillante inteligencia, de un carácter superior y de una constancia inquebrantable, llegó a los más altos destinos, destacándose su personalidad, entre los varones más ilustres de la historia del Brasil.
Casó en 1834 con doña Balbina Enriqueta de Faria, natural de Pernambuco. (24) Su descendencia continúa haciendo honor a la ejecutoria del eminente hijo de Santos. (25)
Doctor en derecho, en la Academia de San Pablo aprendió a amar los estudios jurídicos, e los cuales dedicó lo mejor de su laboriosa existencia. Modelo de la magistratura brasileña de su tiempo, «por la elevada cultura intelectual y por la integridad espartana de su carácter», también dejó pruebas de su capacidad y dedicación en los diversos cargos que desempeñó en la vida pública.
Presidente de la provincia de Mato Grosso, donde profundizó sus conocimientos en las cuestiones de frontera; diputado por San Pablo; presidente de la provincia de Río Grande del Sur; senador del Imperio; ministro de justicia en el gabinete del vizconde de Macahé y de negocios extranjeros en el del vizconde de Caravelas; organizó y presidió el gabinete del 29 de setiembre de 1870, en el cual ocupó la cartera de relaciones exteriores. Fue, además, el primer consultor jurídico del Consejo de Estado en la Sección de negocios extranjeros. (26)
El Emperador Pedro II al encomendar a Pimenta Bueno, entonces vizconde de San Vicente, la formación del ministerio que sucedería al del vizconde Itaborahy, deseaba que la abolición de la esclavitud «fuese efectuada por el estadista que iniciara esta cuestión en 1866». (27)
El 23 de abril de este año, Pimenta Bueno presentó al Emperador cinco proyectos sobre la emancipación de los esclavos, «estrechamente ligados, y de los cuales nació la ley del 28 de setiembre de 1871, también llamada Ley Río Branco o del Vientre Libre». Los trabajos que contaban con el apoyo de Pedro II, fueron pasados por éste a Zacharías para su discusión.
Al decir de Spencer Vampré, esta iniciativa, la principal del gran estadista y que por si sola basta para «cubrir de gloria a una existencia..., nunca se apagará de la memoria de los brasileños». (28)
Nadie más llamado que Pimenta Bueno a llevar a feliz término la liberación de los esclavos. El gabinete por él presidido, sin embargo, no pudo dar satisfacción a ese noble anhelo. Falto de «energía y resolución». (29) su gabinete tuvo poca duración y fue al presidido por el vizconde de Río Branco, que cupo la gloria de dictar la ley que acabó con la esclavitud en el Brasil.
Pero si los vaivenes de la política impidieron que Pimenta Bueno subscribiese aquella ley de redención, los laureles de su mérito, como autor de los proyectos de 1866, no se marchitarán nunca. Joaquín Nabuco, al rendirle merecida justicia en este asunto, expresa: «... él tendrá siempre la honra de haber sido el primero de nuestros hombres de gobierno, que en la cuestión de los esclavos, tentó y consiguió mover todo nuestro mecanismo político, Emperador, Consejo de Estado, ministerio; de haber sido el primero en formular el conjunto de medidas que extinguió la esclavitud de nuestro suelo en 1871». (30)
Como parlamentario no buscó halagar las bajas pasiones, ni la popularidad de los demagogos. Sus palabras, impregnadas de patriótica sabiduría, le valieron el respeto y la consideración de sus conciudadanos. En el Consejo de Estado se destacó por su laboriosidad y por la medida y consistencia de sus dictámenes.
Pedro II distinguió a Pimenta Bueno con su amistad y premió sus relevantes servicios designándole consejero de Estado extraordinario, primero, y ordinario, después; confiriéndole la condecoración de la Imperial Orden da Rosa, durante su estada en el Paraguay; y otorgándole los títulos de vizconde y luego marqués de San Vicente. Por otro lado era miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño.
Pero por sobre el político, el parlamentario, el diplomático, el estadista, en Pimenta Bueno primaba el intelectual, el estudioso. Predominaba siempre en él – afirma Haroldo Valladão – «sobre el hombre de acción, el de pensamiento; sobre el aspecto práctico, el teórico; frente al realizador, el sabio. Fue ante todo un científico del derecho». (31)
Su gloria más pura radica en sus obras jurídicas, tres de las cuales destacan al marqués de San Vicente, como a uno de los mayores jurisconsultos brasileños. Ellas son: Apontamentos sobre as farmalidades do processo civil; Apontamentos sobre o processo criminal brasileiro; y Direito público brasileiro e análise da constituiçao do Império.
«Pimenta Bueno – escribe uno de sus biógrafos – era de mediana estatura, pálido, de poca barba y notablemente feo desde los tiempos de su juventud. Tenía carácter bondadoso y sociable, era modestísimo, religioso, probo y paciente, fino para con todos, especialmente para con las damas... Infatigable, estudiaba y trabajaba sin cesar». (32)
«Su vida benemérita y su obra imperecedora» descansan firmemente en la inteligencia, la libertad y la fe. De la primera decía: «El hombre es tanto más hombre cuanto más inteligente. Y la inteligencia y el conocimiento de las ciencias no se improvisan, demandan diuturna aplicación». De la segunda afirma: «no basta ser libre, es preciso saber sustentar la libertad para poder gozarla». Y repitiendo a un parlamentario francés pudo concluir con esta frase: «El evangelio y la libertad son las bases de la verdad legislativa y el fundamento eterno del estado más perfecto del género humano». (33)
Y este personaje fue el elegido por la Corte de San Cristóbal para representarle en el Paraguay. José Antonio Soares de Souza, erudito biógrafo del vizconde de Uruguay, afirma que Pimenta Bueno era el que mejor podría desempeñar esa misión, por sus conocimientos sobre las cuestiones de limites con las antiguas colonias españolas. (34)
Con Pimenta Bueno se inició la serie de ilustres diplomáticos que llegaron a Asunción, que prueba la importancia atribuida al Paraguay por el gobierno del Brasil. En el siglo pasado podemos mencionar entre tan altos exponentes a Pedro de Alcántara Bellegarde, a José María de Amaral; a José María da Silva Paranhos, vizconde de Río Branco; a Joaquín Tomás de Amaral, vizconde de Cabo Frio; a Francisco Adolfo de Varnhagen, vizconde de Porto Seguro; a César Vianna de Lima, barón de Jaurú; a Juan Mauricio Wanderley, barón de Cotegipe; a Domingo José Gonçalves de Magalhaes, vizconde de Araguaya; a barón de Araujo Gondim; y, en nuestros días, a José de Paula Rodrigues Alves; a Lafayette de Carvalho e Silva; a Francisco Negrão de Lima y otros.
El 20 de octubre siguiente, Don Pedro II firmó la credencial de su representante en Asunción. «He resuelto – decía el Emperador – nombrar al Dr. José Antonio Pimenta Bueno para residir junto a ese gobierno, en calidad de Encargado de Negocios y Cónsul General del mismo Imperio, a fin de que reconozca solemnemente el acto glorioso de la Independencia de esa República, nueva y brillante era de su existencia, y de abrir y estrechar las relaciones de amistad y de comercio entre los dos Estados, tan provechosas a ambos por su posición geográfica y sus mutuos intereses». (35)
Los términos del documento tenían que impresionar favorablemente al gobierno de Asunción. Su hábil redacción diplomática satisfacía el sentimiento de la república, ya que el reconocimiento del «acto glorioso de la independencia» inauguraba una «brillante era» de la existencia del Paraguay.
En la misma fecha Soares de Souza expresaba a los Cónsules: «Llevé a la Augusta Presencia de S.M. el Emperador la comunicación: que Vuestras Excelencias me hicieron el honor de dirigirme en fecha 28 de diciembre próximo pasado, así como los importantes documentos que la acompañaron.
«S. M. el Emperador, teniendo el mayor aprecio y consideración a la República del Paraguay, tan estrechamente ligada al Imperio por los lazos de vecindad y por la identidad de Religión e intereses, me ordenó que certificase al Supremo Gobierno de la República el placer con que vio la declaración de su Independencia, la marcha grave, sensata y prudente de su Gobierno y las disposiciones amigables que tiene para con el Gobierno Imperial. Con el fin de cultivarlas, de reconocer solemnemente aquella Independencia y de entablar relaciones de amistad y comercio entre los dos Países, el mismo Augusto Señor resolvió nombrar Su Encargado de Negocios y Cónsul General ante la República al Doctor José Antonio Pimenta Bueno, quien presentará a Vuestras Excelencias su Credencial». (36)
La nota del ministro de negocios extranjeros era más expresiva aún que la credencial antes aludida. Los conceptos del Emperador, ampliamente favorables a la independencia del Paraguay y al gobierno de la república, tendrán una grata acogida en Asunción. El «placer» de Don Pedro II será correspondido con igual placer de parte de Carlos Antonio López al recibir a Pimenta Bueno. Así como la comunicación del 28 de diciembre fue la primera dirigida oficialmente por el Paraguay al Imperio, después de la muerte del Dictador Francia, la de Soares de Souza era también la primera que la Corte de San Cristóbal enviaba al gobierno de Asunción. Ambas hacían gala de sentimientos amistosos con la manifestación de los deseos de estrechar relaciones entre los dos países. Los propósitos no fueron defraudados. Pimenta Bueno y el presidente López se comprendieron y comprendieron los mutuos intereses del Paraguay y del Brasil, surgiendo de ese contacto, un mayor acercamiento de ambos Estados.
Tres días después, Soares de Souza comunicaba, en oficios «reservadísimos», la designación del representante imperial, a los presidentes de las provincias de San Pablo y Mato Grosso, al secretario de la presidencia de Río Grande de Sur y al barón de Caxias. A este jefe militar recomendó, por orden del Emperador, que preste todos los auxilios necesarios para la seguridad personal del encargado de negocios en el Paraguay, que viajará por tierra, vía Itapúa. «En este negocio – agregó el ministro de negocios extranjeros – es menester guardar el mayor secreto, para que Rosas no lo venga a descubrir, porque si tuviese noticia de esta misión a tiempo de embarazar la ida del mismo Pimenta, lo ha de hacer por todos los medios posibles». (37).
El 24 de octubre, Soares de Souza escribía a Ponte Ribeiro que la nota de los Cónsules del 28 de diciembre del año anterior iba a tener respuesta, noticia que podía asegurar al agente paraguayo; completaba su información el 27, anunciando al ministro brasileño en Buenos Aires, la designación de Pimenta Bueno. «Esta misión es secreta – expresaba – y mucho conviene que así sea hasta que llegue al Paraguay. Lleva las instrucciones necesarias y los poderes para reconocer la independencia de dicha República. Puede comunicar esto al Agente del Paraguay, si no recela alguna indiscreción, para que éste comunique, si hay tiempo, esa noticia a los Cónsules, a fin de que prevengan a las autoridades de Itapúa... Procure por todos los medios aumentar las desconfianzas del Agente Paraguayo contra Rosas», terminaba recomendando el secretario de Estado. (38)
La respuesta aludida era la nota a los Cónsules sobre la misión Pimenta Bueno, misión que Soares de Souza anunciaba en la segunda de estas comunicaciones. La información tenía su importancia, teniendo en cuenta la negativa de Rosas, transmitida a Gill y ratificada a Peña. Además, venía a satisfacer el interés del Paraguay por mantener relaciones con el Brasil. Por otro lado, era necesario que los Cónsules estuviesen prevenidos para recibir al enviado imperial. En cuanto a la recomendación de la última parte de la nota del 27 de octubre, Ponte Ribeiro cumplió con habilidad y éxito.
La noticia de la misión brasileña no solamente llegó al Río de la Plata por conducto de la Corte de San Cristóbal sino también por intermedio de Francisco Magariños, ministro uruguayo en Río de Janeiro. El 16 de noviembre escribía éste a Santiago Vásquez sobre los preparativos del gabinete brasileño en su luche contra Rosas, anunciando que entre esos preparativos figuraba el reconocimiento de la independencia del Paraguay y el viaje de Pimenta Bueno. (39)
De consiguiente, la decisión del Brasil repercutió en Montevideo, centro de la resistencia contra el dictador del Buenos Aires. Juan Andrés Gelly, entonces alto funcionario de la cancillería oriental, comunicó a su sobrino Manuel Peña, entonces comisionado por los Cónsules en Buenos Aires, la noticia de la resolución adoptada por el Imperio. (40) agregando que el Brasil se preparaba «a emplear la fuerza contra Rosas», quien continuaba insultando, en sus diarios, a ese país. A su vez, Peña se dirigió al Primer Cónsul, Carlos Antonio López, para retransmitirle las noticias procedentes de Montevideo y relativas al nombramiento de Pimenta Bueno y la resolución del Imperio de reconocer la independencia del Paraguay. (41)
Posteriormente a estas informaciones, Ponte Ribeiro, que había estrechado sus relaciones con Peña, desde Montevideo confirmó a su amigo paraguayo las novedades comunicadas por Gelly. Refiriéndose a Pimenta Bueno decía que era «persona sensata y prudente»; que agradará a los Cónsules; que no revelará su misión hasta Itapúa para evitar embarazos en su viaje; que sólo al comandante de esta localidad se presentará con su carácter público, para el conocimiento correspondiente del «Supremo Gobierno de la República», a fin de que éste adopte las providencias convenientes para que el encargado de negocios pueda llegar a Asunción, donde desempeñará sus «honrosas y alagüeñas funciones». Expresó a Peña que podía participar estas noticias a los Cónsules. La recomendación era tardía, ya que el agente paraguayo días antes se adelantó a informar a su gobierno las comunicaciones anticipadas por Gelly. «Simpatisamos uno con otro, – afirmó finalmente el diplomático imperial – lo mismo que nuestros Gobiernos, y esta mutua simpatía requiere que seamos recíprocamente comunicativos»; la época que va a empezar será en provecho común, «tocando a V.E. la satisfacción de ser uno de los primeros en abrir tan necesaria carrera». (42)
Dos meses después, Ponte Ribeiro confirmó al mismo Peña, que su gobierno envió un agente diplomático ante los Cónsules; este nombramiento nada tenía de nuevo, no era sino la repetición de otros anteriores, ni tampoco «ha sido hecho con sigilo»; al comandante de Itapúa, por cuya vía viajará Pimenta Bueno, se le comunicó dos veces la próxima llegada del representante imperial. (43) La insistencia del ex ministro brasileño en Buenos Aires tenía su razón de ser. Su propósito era tener informado al agente paraguayo de los pasos de la Corte de San Cristóbal para inspirarle confianza respecto a la conducta del Imperio y asegurar así la entrada de Pimenta Bueno en la república. El mismo significado tenían también las dos comunicaciones al comandante de Itapúa. La aparente contradicción de que el nombramiento no fue hecho con sigilo ante el secreto recomendado en su carta anterior y otros documentos oficiales, tenia igualmente su explicación. El secreto se refería exclusivamente al viaje del encargado de negocios con el objeto de evitarle posibles embarazos y no al hecho del nombramiento en sí, ya que esta decisión formaba parte de la política del Imperio del Brasil en el Río de la Plata, que como bien expresaba Ponte Ribeiro, no era nueva. El propio Soares de Souza confesó a Guido, ministro de Rosas en Río de Janeiro, en una audiencia al cuerpo diplomático, el 31 de enero de 1844, que Pimenta Bueno había sido nombrado para reconocer la independencia del Paraguay, ya que este país hacía 32 años que estaba separado de la Confederación Argentina. (44)
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NOTAS
1) R. Antonio Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura del Dr. Francia. Segunda Edición. Buenos Aires – Asunción, 1959. Capitulos VII y sigtes.
2) R. Antonio Ramos. El reconocimiento de la Independencia del Paraguay por el Brasil. Asunción, 1953, págs. 7 y 8.
3) A.H.I. Original, Copia fotográfica en nuestro poder. Gill llevó también las notas para el ministro de relaciones exteriores de Chile y para el presidente de Bolivia, «Buenos Ayr.s Correspondencias esteriores p.r conducto de Gill 1842». B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 2. Copias.
4) Nota cit.
5) A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial..., cit. Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto Carneiro Leão. Buenos Aires, 17 de febrero de 1843. Cópia.
6) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
7) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
8) Ib. Ib. Ib. Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto. Buenos Aires, 11 de marzo de 1843. Copia.
9) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
10) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
11) Ib. Ib. Ib. Nota cit. Los originales de los oficios del 17 de febrero y del 11 de marzo ver el volumen: Buenos Aires, Oficios, 1843.
12) Ib. Ib. Ib. Nota de Ponte Ribeiro a su gobierno. Buenos Aires, 21 de abril de 1843. Copia. Lo subrayado es del documento. Buenos Aires, Oficios, 1843. Original.
R. Antonio Ramos. El reconocimiento..., cit., pág. 9.
13) B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 4. Asunción, 30 de agosto de 1843, Copia A.H.I. Correspondencia Res. y Conf., cit. Copia.
14) A.H.I. Correspondencia Res. y Conf., cit., Ponte Ribeiro a los Cónsules. Buenos Aires, 28 de octubre de 1843. Copia.
15) Relatório apresentado a Assembléia Geral Legislativa na segunda sessão ordinária da quinta legislatura, em l483. Río de Janeiro, 1843, págs. 7 e 8.
16) Mensajes de Carlos Antonio López. Asunción, 1931, pág. 22.
17) A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial, cit., en la que figura una copia firmada por Soares de Souza.
Arquivo do visconde do Uruguay en poder de su bisnieto el historiador José Antonio Soares de Souza.
Las instrucciones para Pimenta Bueno fueron publicadas, in extenso, en la bien documentada obra de Mario Ferreira França: O Reconhecimento da Independência do Paraguai pelo Império – A Missão Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1953, pájs. 108 a 116.
18) Instrucciones cit.
19) Id. Id.
El Imperio no descuidaba ningún frente, empeñado, como estaba, a oponerse a la hegemonía de Rosas. Soares de Souza instruía a Wenceslao Antonio Ribeiro, designado encargado de negocios en Chile, el 27 de diciembre de 1843, que con el mayor cuidado y discreción se enterase de las relaciones de ese país con los de Europa y América «y particularmente con la Confederación Argentina», agregando: «Y como mucho conviene al Imperio que las ambiciosas vistas del Gobernador Rosas sobre el Paraguay y mismo respecto de Bolivia encuentren obstáculos de parte de otras Repúblicas de América Meridional, V. M.erd después de haber sondeado bien el terreno y usando la mayor destreza y discreción procurará insinuar o fortificar la idea (que es de suponer ya exista) que es del mayor interés de todas las potencias de la América Meridional embarazar y oponerse al engrandecimiento del poder de Rosas. Juzgo innecesario indicarle aquí las muchas y buenas razones con que eso se puede demostrar». A.H.I. Despachos Reservados, 317-1-6.
20) Cecilio Báez sintetiza acertadamente el objeto de la misión Pimenta Bueno, en los siguientes puntos: «1º Reconocer la independencia del Paraguay. 2º Prometer la ayuda moral y material del Brasil al presidente López para mantenerla y sostenerla contra las pretendidas amenazas del dictador argentino. 3º Buscar la alianza del Paraguay para una acción conjunta contra el mismo, considerado como enemigo común». Resumen de la Historia del Paraguay. Asunción, 1910, pág. 74.
21) A.H.I. – D.P.R. – L. 279, M. 5, Doc. 21 Memoria de Duarte da Ponte Ribeiro, 3 de julio de 1849. Original.
22) Apuntes escritos a nuestro pedido por el ilustre historiador Affonso de E. Taunaiy, cuyo original ofrecimos al Instituto Histórico y Geográfico Brasileño. Copia fotográfica en nuestro poder. Según otros autores, Pimenta Bueno nació en San Pablo el 4 de diciembre de 1804.
23) Spencer Vampré. Memórias para a História da Academia de São Paulo. Volume I. São Paulo, 1924, Capítulo VIII.
24) Apuntes cit.
25) Wagner Pimenta Bueno, distinguido caballero y culto diplomático, bisnieto de José Antonio, también desempeñó con eficiencia las funciones de secretario de la embalada del Brasil y de encargado de negocios en Asunción.
26) Apuntes cit.
Argeu Gumarães. Dicionário Bio-Bibliográfico Brasileiro de Diplomacia, Política Externa e Direito Internacional. Río de Janeiro, 1938, págs. 428 y 429.
Spencer Vampré, ob. cit.
Joaquim Manuel de Macedo. Discurso en la sesión del 15 de diciembre de 1878. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. Tomo XLI – Parte Segunda – Río de Janeiro, 1878, págs. 500 y sgts.
R. Antonio Ramos, El reconocimiento... cit., pág. 11.
Ministério das Relaçoes Exteriores. Pareceres do Conselho de Estado e do Consultor do Ministério dos Negócios Estrangeiros (1842-1889). Trabalho organizado pelo Sr. Sérgio Correia da Costa. Río de Janeiro, 1942, pág. XVIII.
27) Joaquim Nabuco. Um estadista do Império. Tomo II. Sao Paulo Río, 1936, pág. 118.
28) Ob. cit.
Ramos, ob. cit., pags. 11 y 12.
29) Nabuco, ob. cit., pág. 129.
Ramos, ob. cit. pág. 12.
30) Nabuco, ob. cit., pág. 118.
31) Haroldo Valladão. Pimenta Bueno, grande publicista e constitucionalista do Império. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, Volume 199. Río de Janeiro, 1950, pág. 184.
32) Vampré, ob. cit.
33) Valladão, ob. cit., pág. 190.
Pimenta Bueno murió pobre, como había nacido, en Río de Janeiro, el 20 de febrero de 1878 y según otros el 19 del mismo mes. Sus restos descansan en el cementerio de San Juan Bautista de la antigua capital del Brasil.
34) A vida do visconde do Uruguai, cit., págs. 166 e 167.
35) A.H.I. Credenciais e Instruções 1831 a 56. Copia B.N.R.J. – C.R.B. I, 29, 24 nº 1. Copia.
36) A.H.I. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29 – 29 – 24 – Nº2, Original.
37) A.H.I. Despachos Reservados. 317-1-6. Copias.
Ferreira França, ob. cit., pág. 13.
38) Ib. Ib. Ib. Ib. Copias.
Ib. Ib. Ib., págs. 12 y 13.
39) A.G.N.A. – Arch Gral. Paz, Leg. nº 5,1-1-5-4.
R. Antonio Ramos. O reconhecimento da independencia do Paraguai pelo Brasil. A Manhá. Río de Janeiro, 7 de abril de 1946.
40) B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 10 nº 17. Autógrafo. Montevideo, 11 de diciembre de 1843.
Ramos. O reconhecimento..., cit.
41) Ib. Ib. Ib. nº 28. Peña al Primer Cónsul. Buenos Aires, 14 de diciembre de 1843. Autógrafo.
42) Ib. Ib. Ib. nº 30. Ponte Ribeiro a Peña. Montevideo, 20 de diciembre de 1843. Autógrafo. La redacción en español.
43) Ib. Ib. nº 48. Ponte Ribeiro a Peña. Río de Janeiro, 24 de febrero de 1844. Autógrafo. También en español.
44) Soares de Souza. A Vida..., ob. cit., págs. 167 y 168.
1) R. Antonio Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura del Dr. Francia. Segunda Edición. Buenos Aires – Asunción, 1959. Capitulos VII y sigtes.
2) R. Antonio Ramos. El reconocimiento de la Independencia del Paraguay por el Brasil. Asunción, 1953, págs. 7 y 8.
3) A.H.I. Original, Copia fotográfica en nuestro poder. Gill llevó también las notas para el ministro de relaciones exteriores de Chile y para el presidente de Bolivia, «Buenos Ayr.s Correspondencias esteriores p.r conducto de Gill 1842». B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 2. Copias.
4) Nota cit.
5) A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial..., cit. Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto Carneiro Leão. Buenos Aires, 17 de febrero de 1843. Cópia.
6) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
7) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
8) Ib. Ib. Ib. Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto. Buenos Aires, 11 de marzo de 1843. Copia.
9) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
10) Ib. Ib. Ib. Nota cit.
11) Ib. Ib. Ib. Nota cit. Los originales de los oficios del 17 de febrero y del 11 de marzo ver el volumen: Buenos Aires, Oficios, 1843.
12) Ib. Ib. Ib. Nota de Ponte Ribeiro a su gobierno. Buenos Aires, 21 de abril de 1843. Copia. Lo subrayado es del documento. Buenos Aires, Oficios, 1843. Original.
R. Antonio Ramos. El reconocimiento..., cit., pág. 9.
13) B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 4. Asunción, 30 de agosto de 1843, Copia A.H.I. Correspondencia Res. y Conf., cit. Copia.
14) A.H.I. Correspondencia Res. y Conf., cit., Ponte Ribeiro a los Cónsules. Buenos Aires, 28 de octubre de 1843. Copia.
15) Relatório apresentado a Assembléia Geral Legislativa na segunda sessão ordinária da quinta legislatura, em l483. Río de Janeiro, 1843, págs. 7 e 8.
16) Mensajes de Carlos Antonio López. Asunción, 1931, pág. 22.
17) A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial, cit., en la que figura una copia firmada por Soares de Souza.
Arquivo do visconde do Uruguay en poder de su bisnieto el historiador José Antonio Soares de Souza.
Las instrucciones para Pimenta Bueno fueron publicadas, in extenso, en la bien documentada obra de Mario Ferreira França: O Reconhecimento da Independência do Paraguai pelo Império – A Missão Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1953, pájs. 108 a 116.
18) Instrucciones cit.
19) Id. Id.
El Imperio no descuidaba ningún frente, empeñado, como estaba, a oponerse a la hegemonía de Rosas. Soares de Souza instruía a Wenceslao Antonio Ribeiro, designado encargado de negocios en Chile, el 27 de diciembre de 1843, que con el mayor cuidado y discreción se enterase de las relaciones de ese país con los de Europa y América «y particularmente con la Confederación Argentina», agregando: «Y como mucho conviene al Imperio que las ambiciosas vistas del Gobernador Rosas sobre el Paraguay y mismo respecto de Bolivia encuentren obstáculos de parte de otras Repúblicas de América Meridional, V. M.erd después de haber sondeado bien el terreno y usando la mayor destreza y discreción procurará insinuar o fortificar la idea (que es de suponer ya exista) que es del mayor interés de todas las potencias de la América Meridional embarazar y oponerse al engrandecimiento del poder de Rosas. Juzgo innecesario indicarle aquí las muchas y buenas razones con que eso se puede demostrar». A.H.I. Despachos Reservados, 317-1-6.
20) Cecilio Báez sintetiza acertadamente el objeto de la misión Pimenta Bueno, en los siguientes puntos: «1º Reconocer la independencia del Paraguay. 2º Prometer la ayuda moral y material del Brasil al presidente López para mantenerla y sostenerla contra las pretendidas amenazas del dictador argentino. 3º Buscar la alianza del Paraguay para una acción conjunta contra el mismo, considerado como enemigo común». Resumen de la Historia del Paraguay. Asunción, 1910, pág. 74.
21) A.H.I. – D.P.R. – L. 279, M. 5, Doc. 21 Memoria de Duarte da Ponte Ribeiro, 3 de julio de 1849. Original.
22) Apuntes escritos a nuestro pedido por el ilustre historiador Affonso de E. Taunaiy, cuyo original ofrecimos al Instituto Histórico y Geográfico Brasileño. Copia fotográfica en nuestro poder. Según otros autores, Pimenta Bueno nació en San Pablo el 4 de diciembre de 1804.
23) Spencer Vampré. Memórias para a História da Academia de São Paulo. Volume I. São Paulo, 1924, Capítulo VIII.
24) Apuntes cit.
25) Wagner Pimenta Bueno, distinguido caballero y culto diplomático, bisnieto de José Antonio, también desempeñó con eficiencia las funciones de secretario de la embalada del Brasil y de encargado de negocios en Asunción.
26) Apuntes cit.
Argeu Gumarães. Dicionário Bio-Bibliográfico Brasileiro de Diplomacia, Política Externa e Direito Internacional. Río de Janeiro, 1938, págs. 428 y 429.
Spencer Vampré, ob. cit.
Joaquim Manuel de Macedo. Discurso en la sesión del 15 de diciembre de 1878. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. Tomo XLI – Parte Segunda – Río de Janeiro, 1878, págs. 500 y sgts.
R. Antonio Ramos, El reconocimiento... cit., pág. 11.
Ministério das Relaçoes Exteriores. Pareceres do Conselho de Estado e do Consultor do Ministério dos Negócios Estrangeiros (1842-1889). Trabalho organizado pelo Sr. Sérgio Correia da Costa. Río de Janeiro, 1942, pág. XVIII.
27) Joaquim Nabuco. Um estadista do Império. Tomo II. Sao Paulo Río, 1936, pág. 118.
28) Ob. cit.
Ramos, ob. cit., pags. 11 y 12.
29) Nabuco, ob. cit., pág. 129.
Ramos, ob. cit. pág. 12.
30) Nabuco, ob. cit., pág. 118.
31) Haroldo Valladão. Pimenta Bueno, grande publicista e constitucionalista do Império. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, Volume 199. Río de Janeiro, 1950, pág. 184.
32) Vampré, ob. cit.
33) Valladão, ob. cit., pág. 190.
Pimenta Bueno murió pobre, como había nacido, en Río de Janeiro, el 20 de febrero de 1878 y según otros el 19 del mismo mes. Sus restos descansan en el cementerio de San Juan Bautista de la antigua capital del Brasil.
34) A vida do visconde do Uruguai, cit., págs. 166 e 167.
35) A.H.I. Credenciais e Instruções 1831 a 56. Copia B.N.R.J. – C.R.B. I, 29, 24 nº 1. Copia.
36) A.H.I. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29 – 29 – 24 – Nº2, Original.
37) A.H.I. Despachos Reservados. 317-1-6. Copias.
Ferreira França, ob. cit., pág. 13.
38) Ib. Ib. Ib. Ib. Copias.
Ib. Ib. Ib., págs. 12 y 13.
39) A.G.N.A. – Arch Gral. Paz, Leg. nº 5,1-1-5-4.
R. Antonio Ramos. O reconhecimento da independencia do Paraguai pelo Brasil. A Manhá. Río de Janeiro, 7 de abril de 1946.
40) B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 10 nº 17. Autógrafo. Montevideo, 11 de diciembre de 1843.
Ramos. O reconhecimento..., cit.
41) Ib. Ib. Ib. nº 28. Peña al Primer Cónsul. Buenos Aires, 14 de diciembre de 1843. Autógrafo.
42) Ib. Ib. Ib. nº 30. Ponte Ribeiro a Peña. Montevideo, 20 de diciembre de 1843. Autógrafo. La redacción en español.
43) Ib. Ib. nº 48. Ponte Ribeiro a Peña. Río de Janeiro, 24 de febrero de 1844. Autógrafo. También en español.
44) Soares de Souza. A Vida..., ob. cit., págs. 167 y 168.
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Fuente:
Autor: ANTONIO RAMOS
Publicación conjunta de
CONSELHO FEDERAL DE CULTURA E DO
INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO
Rio de Janeiro - Brasil (1976)
Versión digital (pdf):
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.
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