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miércoles, 6 de octubre de 2010

THOMAS WHIGHAM - LO QUE EL RÍO SE LLEVÓ. ESTADO Y COMERCIO EN PARAGUAY Y CORRIENTES, 1776-1870 / Biblioteca de Estudios Paraguayos - Volumen Nº 75 - CEADUC (2009)



LO QUE EL RÍO SE LLEVÓ
ESTADO Y COMERCIO EN PARAGUAY Y CORRIENTES,  
1776-1870

(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
Biblioteca de Estudios Paraguayos - Volumen Nº 75
Director: JOSÉ ZANARDINI ,
Colección Bicentenario a cargo de
IGNACIO TELESCA
Biblioteca de Estudios Paraguayos
CEADUC – CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS
DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA
"NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"
Página web: www.ceaduc.uca.edu.py
Asunción – Paraguay
2009 (372 páginas).


El estudio de Thomas Whigham sobre el comercio en la región del Alto Plata ofrece un examen matizado de fenómenos regionales factores que unificaron y factores que lo desmembraron-. Los historiadores querrán examinar los detalles de su relato con ojo cuidadoso. Los lectores casuales probablemente verán algo enteramente distinto: que la historia del Alto Plata amerita un estudio como región coherente y no sólo como frontera. Esta obra es un decidido paso adelante, no solamente para entender cómo la historia del Paraguay encaja en la historia más amplia de América del Sur, sino cómo la región entera se inserta en la historia del mundo.

AGRADECIMIENTOS : El presente trabajo tuvo sus orígenes en mi tesis doctoral que terminé en la Universidad de Stanford en los últimos meses de 1985. Con el lapso de muchos años, el contenido de esta primera obra ha sido republicado en varias formas, y con correcciones y ampliaciones, con el resultado de que el estudio actual es muy distinto de lo que escribí hace más de veinte años.
En la preparación de las diversas versiones, conté con los consejos de varios estudiosos a los que quiero agradecer directamente, y haciendo notar obviamente que el estudio no podría tener ningún éxito en la ausencia de sus esfuerzos. Todo les debo a ellos. En este sentido quiero mencionar a Jerry W. Cooney, Domingo Rivarola, Ignacio Telesca, Ernesto J. A. Maeder, Juan Carlos Herken Krauer, Alberto Rivera, Milda Rivarola, Ricardo Scavone Yegros, Guido Rodríguez Alcalá, Luc Capdevila, Liliana Brezzo, Hendrik Kraay, Bárbara Potthast, Carlos Palma, Tulio Halperín Donghi y los siempre recordados Alberto “Tito” Duarte y Aníbal Solís. En mi propio “libro de héroes”, éstos son los nombres que cuentan.
T.L.W. ATHENS, GEORGIA MARZO DE 2009



ÍNDICE
*. AGRADECIMIENTOS
*. PUNTOS DE PARTIDA

I- EL NEXO COMERCIAL Y LA REALIDAD POLÍTICA (1776-1870)
*. ASPECTOS GEOGRÁFICOS
*. LA SOCIEDAD
*. EL PROCESO COLONIZADOR
*. EL VIRREINATO
*. LA RUPTURA CON ESPAÑA
*. CORRIENTES BAJO LOS ARTIGUISTAS

II- EL DESARROLLO COMERCIAL (1840-1865)
*. EL RÉGIMEN DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ
*. PROBLEMAS EN EL ESTE
*. DISPUTAS SOBRE LA LIBRE NAVEGACIÓN EN EL RÍO PARANÁ
*. LA INTERVENCIÓN ANGLO FRANCESA: REPERCUSIONES EN EL ALTO PLATA
*. CONFLICTOS EN EL RÍO URUGUAY, 1845-1852
*. EL ESTABLECIMIENTO DE LA LIBRE NAVEGACIÓN
*. EL PARAGUAY LOPISTA
*. EL MATO GROSSO SE ABRE
*. CORRIENTES EN TIEMPOS DE PUJOL
*. VÍSPERAS DE LA TRAGEDIA
*. EL DESASTRE

III.- YERBA MATE
*. EL TRABAJO EN LOS YERBALES
*. EL CRÉDITO Y LA CRISIS DE LA INDEPENDENCIA
*. NUEVOS CAMBIOS
*. LA "LIBERACIÓN" DE LOS PUEBLOS DE INDIOS
*. UN NUEVO COMIENZO: LA DÉCADA DE 1850-1860

IV.- TABACO
*. TABACO: LA CONEXIÓN CORRENTINA
*. EL COMERCIO LIBRE DEL TABACO
*. EL TABACO Y LA POSIBILIDAD DEL DESARROLLO

V- GANADERÍA
*. MEJORÍAS EN CORRIENTES
*. ALGUNOS CONTRATIEMPOS
*. RECUPERACIÓN DE CORRIENTES
*. GANADERÍA EN LA FRONTERA BRASILERA
*. EL GANADO: UN COMERCIO SECUNDARIO

VI.- MADERA E INDUSTRIAS ASOCIADAS
*. LA CONSTRUCCIÓN DE BARCOS
*. CARROS Y PRODUCTOS ELABORADOS
*. MADERAS: UN COMERCIO MALOGRADO

CONCLUSIÓN
APÉNDICE I : EXPORTACIONES PARAGUAYAS DE TABACO. ÉPOCA DE LOS LÓPEZ.
APÉNDICE II : ESTADÍSTICAS GANADERAS, CORRIENTES, 1832.
APÉNDICE III : ESTADÍSTICAS GANADERAS, CORRIENTES, 1834.
APÉNDICE IV : COMERCIANTES EXTRANJEROS EN ITAPÚA, 1841.
APÉNDICE V : COMERCIANTES EXTRANJEROS EN PILAR, 1841, 1849.
APÉNDICE VI : COMERCIANTES BRASILEÑOS EN SANTO TOMÉ, 1845.
APÉNDICE VII : BUQUES MERCANTES EN EL MERCADO DE ASUNCIÓN, 1853-1861.
APÉNDICE VIII : COMERCIANTES EN CORRIENTES, 1855.
APÉNDICE IX : BUQUES MERCANTES EN EL MERCADO DE CORRIENTES, 1853-1861.
APÉNDICE X : BUQUES MERCANTES EN EL RÍO URUGUAY, ENTRE SALTO Y SÃO BORJA, 1855-1864.



CONCLUSIÓN

Llevan una vida de violencia y letargo
alternados, con un plácido desprecio
por la opinión externa.
KATHERINE ANNE PORTER

El Alto Plata tomó una ruta difícil hacia el desarrollo económico. Pese a la riqueza de sus recursos naturales, la región era cautiva de su política y de su geografía. El bienestar económico del Alto Plata dependía de su acceso a los mercados de las provincias de abajo particularmente al de Buenos Aires- pero la política hizo casi imposible ese acceso.
En las últimas décadas del período colonial la región experimentó un "boom" exportador. El rápido crecimiento estuvo asociado con las políticas de la reforma borbónica y con la actividad de capitalistas peninsulares, la primera élite mercantil de la región. Esos comerciantes introdujeron dinero en el Alto Plata, abriéndolo a la economía monetaria. También aportaron tecnología e instituciones de crédito. La influencia de esos comerciantes sobre los funcionarios reales-entre ellos el propio Virrey de Buenos Aires-prometía aún mayor éxito económico en el futuro.
El resultado fue asombroso: las exportaciones de yerba mate altoplatense excedieron las 150.000 arrobas anuales y la región entera no sólo los comerciantes- se benefició con ello. El deseo de aumentar las ganancias hizo que los chacareros abandonaran los cultivos de subsistencia para emplearse como yerbateros, vaqueros, jornaleros o estibadores del puerto. Los que quedaron en sus chacras también se beneficiaron del creciente comercio con el cultivo del tabaco de exportación. Llegaron nuevos inmigrantes y ocuparon posiciones destacadas como artesanos, pulperos, carpinteros de ribera, etc. El final de la colonia fue la edad de oro para el Alto Plata.
La región, que había tenido hasta entonces un rol periférico en la economía sudamericana, pudo entonces hacer llegar sus productos a todos los consumidores del Plata e incluso a los de los países andinos. En esa nueva situación, las élites tradicionales del Alto Plata terratenientes, encomenderos y estancieros- debieron compartir su poder local con los comerciantes. Muchos de estos últimos lograron establecer vinculaciones provechosas, pero en general las élites altoplatenses estaban distanciadas de los recién llegados, que no eran plenamente aceptados por la sociedad local. La prosperidad local enmascaró en parte esa separación, que sin embargo siguió existiendo.
Sin duda, la estabilidad política era necesaria para mantener el crecimiento económico en el Nuevo Mundo; en ausencia de ella no podían desarrollarse el comercio, las inversiones de capital ni otras actividades económicas. Las regiones políticamente estables después de su independencia -como Chile- se beneficiaron con el surgimiento de mayores oportunidades para el comercio. Sin embargo, fueron más frecuentes las situaciones similares a la del Alto Plata, donde las rencillas políticas provocaban la destrucción de las burocracias y de las estructuras de crédito, el subsiguiente colapso económico y finalmente el retroceso hacia modalidades más primitivas, como el mercantilismo y el trueque.
Los inicios del período nacional en el Alto Plata presenciaron la continuación o restauración de actitudes y prácticas coloniales. Eso satisfizo a muchos sectores conservadores de los chacareros o de la tradicional élite rural, que temían tanto las tendencias centralistas de los revolucionarios porteños como a los realistas locales. Ninguna tendencia política pudo ganar la plena aceptación en los pueblos del nordeste. Las guerras civiles que se sucedieron después de 1811 aumentaron aún más el aislamiento de la región.
¿Cómo sobrevivieron los comerciantes altoplatenses en medio dé tantas limitaciones? Gracias a su habilidad natural. Para enfrentar W desafíos presentados por las guerras civiles del sur, los comerciantes establecieron nuevas rutas comerciales que evitaban las zona¡ de conflicto, y con frecuencia falsificaban los documentos sobre la procedencia de las mercancías. Olvidando el comercio de ultramar y de larga distancia, se limitaron a los mercados cercanos como Montevideo y Buenos Aires; eso les permitía una modesta ganancia, con la cual mantenían sus actividades dentro de los límites permitidos por la realidad política. Aún así, la posición de los comerciantes correntinos continuó siendo riesgosa.
Los gobiernos del Paraguay y Corrientes hicieron grandes esfuerzos para promover el comercio y beneficiarse con sus ingresos, pero manteniendo el intercambio cuidadosamente subordinado a sus objetivos políticos. Las contradicciones entre esos dos objetivos eran inevitables. En Corrientes, el gobierno mostraba una curiosa combinación de políticas liberales y prácticas de mercado conservadoras. A diferencia de muchas provincias argentinas, aquella evitó el largo ciclo de los regímenes militares de los caudillos. El Gobierno de Corrientes quedó en manos de una élite de comerciantes prósperos y de hacendados que trataron de mantener a flote el comercio correntino.
Aquella élite tuvo un cierto éxito entre 1820 y 1830. Sin embargo, sólo alcanzó un progreso muy limitado en las tres cuestiones prioritaria; la protección de las industrias artesanales locales; la prohibición del ingreso ilimitado de productos extranjeros en los mercados provinciales y la apertura permanente de los ríos a los buques comerciales extranjeros.
Buenos Aires, que por razones egoístas tenía poco apego a los proyectos mercantilistas de las provincias del litoral, se opuso a esos tres proyectos. Debido a tales diferencias, por mucho tiempo, Corrientes se alejó de una inicial postura porteñista y con el paso del tiempo, se convirtió en un franco partidario de la autonomía provincial. Esto a su vez, transformó a Corrientes en un campo de batalla, y solamente hacia 1850 se logró la estabilidad económica.      
En el Paraguay, Francia restringió el comercio externo a dos puertos periféricos, Itapúa y Pilar. Limitando los contactos externos, el Dictador controlaba cuidadosamente el cobro de impuestos, obedeciendo a un clásico principio mercantilista. Irónicamente, esa escrupulosa inspección no evitó la presencia extranjera, ya que en las dos localidades los comerciantes (brasileros o correntinos) dominaban las transacciones. La correcta relación de Francia con estos comerciantes reveló que él no era indiferente al comercio, pero que consideraba más importante la política.
Francia no era un bonapartista, ni un revolucionario popular y protosocialista, ni el fundador de un modelo de desarrollo alternativo para el Paraguay. El gobernó su país según las líneas patrimoniales, como un hábil administrador borbónico; reglamentó estrictamente el comercio para fortalecer su régimen, pero dejó intacta la estructura básica de la sociedad paraguaya. De esa manera, él aseguró la independencia de su país, aunque a un alto precio. El paternalismo de Francia fue un obstáculo para el desarrollo económico.
Por supuesto que el Dictador podía justificar su peculiar absolutismo con el largo período de paz instaurado en el Paraguay, mientras en el resto del Plata corrían ríos de sangre, debido a los conflictos internos y la crisis internacional. Sin embargo, la paz no era una garantía para el progreso. El Paraguay experimentó escaso desarrollo hasta después de la muerte de Francia; la autosuficiencia tan frecuentemente elogiada en la literatura dependentista no substituyó satisfactoriamente el desarrollo económico.
El aislamiento del Alto Plata a principios del siglo XIX se debió más al estado desordenado en que se encontraba la política platense que a la obstinada actitud de Francia. Buenos Aires trató de desempeñar un papel hegemónico en el Litoral. Las provincias respondieron considerando el Estado argentino como una superestructura creada por los porteños para mantener sus privilegios económicos. Esas dos posiciones encontradas dejaban poco o ningún espacio para un compromiso. Buenos Aires continuó controlando las aduanas y recibiendo los beneficios del comercio mundial. El Alto Plata continuó aislado, pero preservó de modo fortuito la mayoría de los contactos comerciales existentes durante el período virreinal.
Los habitantes de la región tuvieron pocas dificultades para adaptarse a la reducción de los contactos con el exterior. La fertilidad del suelo prometía un satisfactorio nivel de vida, y la ausencia de grandes conflictos de clase garantizaba un tranquilo e indolente entorno social. Aunque eso fuera suficiente para muchos, no se lo puede considerar progreso. No existían mecanismos que alentaran al crecimiento económico.
Por razones políticas, los gobiernos de la región se negaron a abrir el comercio de las provincias de abajo. Por eso la población del Alto Plata tuvo pocas oportunidades de recibir mercaderías del exterior y debía conformarse con los artículos de producción local. La población no bastaba para conformar un gran mercado, y en consecuencia, con el correr de los años decayó la habilidad de los comerciantes nativos. El desarrollo económico significativo debió esperar tiempos nuevos.
La ruptura del aparente aislamiento sobrevino sólo a fines de la década de 1840, con el bloqueo anglo-francés a Buenos Aires. Con la caída de Rosas en 1852, los comerciantes extranjeros entraron -como nunca- en gran número en el Alto Plata, trayendo consigo una enorme cantidad de mercaderías y nuevas perspectivas para el comercio fluvial. Con los ríos abiertos y la Argentina finalmente resignada a la independencia paraguaya, las oportunidades para el comercio parecieron extraordinarias: en cuestión de meses, las exportaciones altoplatenses se cuadruplicaron.
Esos acontecimientos causaron un cambio económico básico en la región. Los granjeros y hacendados -acostumbrados a largos años de aislamiento- se orientaron prontamente a la producción de rubros comerciales, y poco quedó de la inicial reticencia a participar en una economía más amplia.
Como antes, la yerba llevó la delantera, aunque nunca recuperó la posición predominante ocupada en el pasado. La yerba brasilera se había ganado una enorme aceptación en Buenos Aires desde 1820 y el producto paraguayo ya no podía desplazar a ese competidor; los consumidores porteños ya estaban acostumbrados al producto brasileño más barato.
Aun admitiendo que la yerba paraguaya era superior en calidad, los consumidores se rehusaban a pagar su alto precio. El Gobierno de Asunción nunca comprendió que la demanda de la yerba era relativamente flexible, y que sin una política de precios más moderados, poco progreso podía hacerse en los mercados de las provincias de abajo, ni en los antiguos mercados coloniales de Chile.
El tabaco era otra cuestión. Con ese producto, el Alto Plata tenía posibilidades de ampliar su participación en el mercado de Buenos Aires, pero siempre y cuando no hubiera una molesta interferencia del Estado. Con la apertura de los ríos, los cosecheros paraguayos se apresuraron a dedicarse al tabaco, el principal cultivo de renta de la región. Por lo menos en dos ocasiones, durante la década de 1850, la exagerada producción para la exportación motivó una fuerte caída de los cultivos de subsistencia, subsanada solamente con la acción directa del Gobierno.
Sin embargo, aquellas auspiciosas perspectivas para el productor individual no suponían automáticamente un mercado de, exportación equilibrado. Otros productos como la madera y el cuero (como el sebo, naranjas y piezas de alfarería) tuvieron poco peso en el potencial exportador de la región. No obstante, esas exportaciones menores hubieran prosperado si la política gubernamental del Alto Plata hubiera mostrado mayor comprensión de las prácticas comerciales modernas.
El Gobierno del Paraguay no manifestó ningún entusiasmo por el libre comercio. Interesado en asegurarse un porcentaje considerable en el mercado de exportación, Carlos Antonio López legalizó las vagas nociones de Francia sobre la autoridad del Estado en el comercio. Creó monopolios de Gobierno sobre la exportación de la yerba y la madera y mantuvo altos costos para las guías de importación y exportación. Mientras Francia había limitado intencionalmente sus vínculos comerciales con el exterior, López se jactaba de su programa de modernización basado en las ganancias de los emprendimientos comerciales del Estado.
A pesar de los defectos y la falta de perspicacia de ese programa, la nueva actitud fue notablemente diferente. A diferencia de su predecesor, López insistió en que el comercio externo debía ser alentado, porque beneficiaba directamente al fisco. Sin embargo, su excesivo apego a las políticas mercantilistas impidió el surgimiento de una clase de comerciantes nacionales -exceptuados los miembros de la familia López-. Para Carlos Antonio López, el mercantilismo era, antes que una ideología, un medio para disfrazar el nepotismo. El Paraguay hubiera experimentado mayor desarrollo económico si el Estado no se hubiera inmiscuido en el comercio con tanta frecuencia.
En Corrientes, el gobierno de Pujol rechazó el mercantilismo de López y dio en cambio la bienvenida a un mercado más amplio, estableciendo escasos controles sobre el comercio. Pujol tenía buenas relaciones con los comerciantes extranjeros y con los políticos nacionales, e incluso patrocinó un proyecto de colonización de franceses en el norte de su provincia. Este último esfuerzo fue un franco reconocimiento de que Corrientes necesitaba superar su escasez de trabajadores. La buena voluntad de Pujol para cooperar con el gobierno nacional garantizó a los correntinos una pequeña participación en el tranquilo comercio ribereño durante toda la década de 1850.
El comercio regional registró un activo tráfico durante los primeros años de la siguiente década. Los comerciantes, funcionarios gubernamentales, cultivadores, hacendados y los habilitados estaban de acuerdo con esa tendencia. Nadie pidió volver a una "economía cerrada". De hecho, los habitantes del Alto Plata empezaron a diversificar su producción: el algodón volvió a cultivarse como cosecha comercial y se crearon curtiembres saladeros, e industrias totalmente nuevas, como las de destilación de naranjas y licores de palma. En todo sentido, la región se encontraba en un proceso de desarrollo económico donde el comercio exterior proporcionaba el estímulo necesario.
La guerra de la Triple Alianza fue un momento decisivo en la historia del Alto Plata. La interpretación dependentista sobre este conflicto presenta un Paraguay valiente y que defiende su autonomía económica (y su vía alternativa hacia el desarrollo) de los voraces capitalistas del Brasil y Buenos Aires, manipulados por los británicos.
No existió tal autonomía. Hacia 1860 el Paraguay -como el resto del Plata- dependía casi completamente del mercado porteño y nadie, menos aún Francisco Solano López, quería ver cortado por mucho tiempo aquel valioso vínculo comercial. El Mariscal pensó que lograría la adhesión de los argentinos y uruguayos adversarios de Mitre y que vencería a los brasileros con una corta campaña militar. Hubiera alcanzado sus objetivos mediante una victoria fácil, pero calculó mal, y ese error condujo la región al desastre.
El comercio del Alto Plata en el período de 1780-1870 estuvo muy influido por factores ajenos a la oferta y la demanda. En circunstancias normales, la región podía beneficiarse con la existencia de un mercado estable -e incluso próspero- en las provincias de abajo. Pero los trastornos se convirtieron en lo habitual alrededor de 1815, y el sistema de relaciones establecido cuidadosamente para el comercio interregional no resistió a las agitaciones políticas. Los vínculos comerciales que habían permitido el crecimiento económico del Alto Plata se vieron deshechos una y otra vez, dejando a los gobiernos de la región pocas opciones, salvo la de un extremo conservadurismo fiscal.
El desarrollo nunca fue generado internamente. El verdadero cambio económico sólo sobrevino a fines del siglo XIX, cuando la demanda Norte-atlántica, acompañada de las masivas transferencias de capital y tecnología, transformaron el comercio regional, vinculándolo aún más directamente con el mercado porteño y logrando grandes beneficios en el proceso. A fin de cuentas, la integración del Alto Plata en la configuración mayor del desarrollo de Latinoamérica fue solamente una cuestión de tiempo.


 
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1 comentario:

  1. voy por la mitad del libro porque tengo mucho trabajo en mis oficinas en buenos aires, de todos modos me esta pareciendo muy interesante

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