EL GENERAL JOSE FELIX ESTIGARRIBIA
ASUME LA PRESIDENCIA DEL PARAGUAY
EN VISPERAS DE UNA NUEVA CONFLAGRACION
por ALFREDO M. SEIFERHELD
ASUME LA PRESIDENCIA DEL PARAGUAY
EN VISPERAS DE UNA NUEVA CONFLAGRACION
por ALFREDO M. SEIFERHELD
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
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La mastica pacifista que alentó la constitución de numerosos
organismos jurídicos en el viejo continente, se halla vencida
por la firmeza de los nuevos métodos victoriosos,
bajo el imperio brutal de la fuerza;
pero el abandono de los principios generosos
y el fracaso del ideal de la justicia
entre las naciones representativas de viejas civilizaciones,
no pueden impedir que nosotros en América,
condenemos hoy como nunca la violencia y la guerra
como métodos para dirimir cuestiones internacionales...
JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA
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El martes 15 de agosto de 1939 se hizo cargo de la presidencia de la República el general de Ejército JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA INSAURRALDE, sucediendo al doctor FÉLIX PAIVA, el último civil de extracción liberal que ocupó la primera magistratura. Desde que en 1912 el presidente EDUARDO SCHAERER oficializó el 15 de agosto como fecha de toma de posesión, era ésta la primera vez que un militar asumía, en ese día de la asunción de la virgen y de la fundación de la capital paraguaya, un mandato constitucional.
A los 51 años, Estigarribia era para muchos una esperanza que se había frustrado antes de colocarse en el pecho la banda presidencial. De antecedentes irreprochables, había sido el comandante del Ejército para guayo durante la guerra del Chaco y como militar supo mantenerse al margen de los movimientos levantiscos protagonizados por sus camaradas durante todo el siglo. Fuera de un remoto episodio de su juventud, Estigarribia siempre había defendido a los gobiernos constituidos. A consecuencia de ello conoció la prisión y el exilio en 1936, para, una vez reivindicado, ser el principal protagonista de la firma del acuerdo definitivo de paz, amistad y límites con Bolivia, en 1938.
A los 51 años, Estigarribia era para muchos una esperanza que se había frustrado antes de colocarse en el pecho la banda presidencial. De antecedentes irreprochables, había sido el comandante del Ejército para guayo durante la guerra del Chaco y como militar supo mantenerse al margen de los movimientos levantiscos protagonizados por sus camaradas durante todo el siglo. Fuera de un remoto episodio de su juventud, Estigarribia siempre había defendido a los gobiernos constituidos. A consecuencia de ello conoció la prisión y el exilio en 1936, para, una vez reivindicado, ser el principal protagonista de la firma del acuerdo definitivo de paz, amistad y límites con Bolivia, en 1938.
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TRANSICIÓN PACÍFICA.
El 15 de agosto de 1939 el general José Félix Estigarribia
reemplaza como presidente de la República al doctor Félix Paiva.
Por primera vez en la era de predominio liberal,
un civil proveniente de este partido entrega la banda presidencial
a un sucesor surgido de los cuarteles.
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En el campo internacional, esta decisión lo acercó aún más a los Estados Unidos de América, país donde había ejercido el cargo de ministro plenipotenciario durante la presidencia de su antecesor. Aquella actitud, sumada a su previsible futuro político, le valieron la obtención de los primeros créditos norteamericanos para el Paraguay, en cuyas discusiones no estuvo ausente el factor geopolítico, ejemplificado en la presencia del Reich alemán, que había ofrecido empréstitos favorables al Paraguay y Bolivia, sin condiciones políticas visibles.
Era Estigarribia el único que ostentaba el grado de general de Ejército en las Fuerzas Armadas paraguayas, y su carrera a la presidencia contó con el apoyo de un sector del Partido Liberal, que la propició a despecho de otros grupos y partidos que propugnaban un gobierno amplio, no partidario. Con Estigarribia a la cabeza, compartiendo la fórmula de vice-presidente el doctor LUIS A. RIART -eterno candidato al cargo de presidente por el hasta entonces oficialista liberalismo- se abría un nuevo período en la historia política del Paraguay, signado por rivalidades internas y amenazas externas.
Descendía Estigarribia de una familia de campesinos de remoto origen vasco y había hecho estudios militares en Chile y Francia. De espíritu calmo, católico de convicción y origen, pertenecía a la masonería, actitud no incompatible y sumamente arraigada en la época. (Según Amadeo Báez Allende, hijo del ex-presidente Cecilio Báez y conocedor de cuestiones masónicas, Estigarribia se inició en la ciudad de Concepción, cuando era teniente 1º, en la logia "Perfecta Armonía", y siguió en la orden hasta su muerte. Otro miembro de la masonería, el ex-ministro Juan Francisco Recalde, fue en 1938 el primer civil en lanzar, en el Partido Liberal, la candidatura de Estigarribia a la presidencia. Fueron también masones, según Báez Allende, Justo P. Prieto y Justo Pastor Benítez, ambas ministros de Estigarribia. (l). El capitán Carlos Z. Torres, que conoció a Estigarribia en Concepción, confirma también la iniciación de éste en la logia norteña, por la época en que le atribuye Báez Allende. (2) Esta faceta de la vida de Estigarribia no ha sido hasta hoy abordada por ningún biógrafo suyo. La "Fraternidad Masónica" creó mucho tiempo después una condecoración con el nombre "Mariscal José Félix Estigarribia" en homenaje a uno de sus más destacados miembros.)
Esta postura, sumada a su indisimulada actitud pro-americana, le valieron de entrada la desconfianza del fascismo y el nacionalsocialismo, en momentos en que en España, Italia y Alemania se lanzaba al mundo, entre otras, la teoría de la conspiración judeo-masónica de dominación universal. Pero Estigarribia era el militar de espíritu más democrático con que contaban las Fuerzas Armadas en el Paraguay, predisposición para la cual mucho habían influido su formación francesa y su permanencia en los Estados Unidos. Los informes remitidos por la Legación de Alemania desde Asunción harían sucesivamente hincapié en este aspecto; una opinión que varió cuando en febrero de 1940 el general-presidente adoptó una forma autoritaria de gobierno, la que, si no tenía conexión con los totalitarismos europeos -aunque sí una inspiración- circunstancial- movilizó la propaganda alemana para hacer aparecer a los ojos del mundo al gobierno paraguayo como incorporando ideas del nacionalsocialismo a sus programas políticos y luego a su misma carta fundamental.
El flamante mandatario constituyó su gabinete con Justo Prieto en Relaciones Exteriores, Cipriano Codas en Hacienda, Efraím Cardozo en Justicia, Culto e Instrucción Pública, Pablo Max Ynsfrán en Economía y Alejandro J. Dávalos en Salud Pública. Lo completaban dos militares; Nicolás Delgado en la cartera de Interior y Eduardo Torreani Viera en Guerra y Marina. La distribución de cargos no satisfizo ni a tirios ni a troyanos. Los militares lo vieron como el incumplimiento de la palabra empeñada por Estigarribia, de conformar un gabinete nacional y no partidario, como era el caso a excepción de los dos uniformados. Parecida actitud adoptaron los seguidores del Partido Colorado de oposición, así como los simpatizantes del coronel Rafael Franco y el grupo de profesores universitarios e intelectuales conocidos como los "tiempistas", nucleados en torno del diario "El Tiempo". Comunistas e independientes prefirieron, en cambio, mantenerse en una expectativa positiva, en especial aquéllos, desde que los colorados habían definido el gobierno de Estigarribia como un "pacto líberocomunista". (3)
Entre los propios liberales tampoco hubo acuerdo, aunque por razones distintas. Mientras el ex-ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Juan Francisco Recalde, opinaba que la designación de un militar para la cartera del Interior era una "humillación" para su partido porque rompía una larga tradición de colorados y liberales que siempre habían tenido civiles para ese cargo, (4) otros como el ex-presidente de la República, José P. Guggiari (1928-1932), habían recomendado no hacer un gabinete liberal, sino uno más amplio y sin exclusiones. (5)
Pedro R. Espínola, ex-legislador liberal y uno de los que sostuvo, desde sus comienzos, la candidatura de Estigarribia, explicaría que aquella actitud se debía a que los jóvenes "teníamos que hacernos 'perdonar' en alguna medida nuestra adhesión a la candidatura militar del general Estigarribia, con la que muchos liberales no estaban conformes -sobre todo la gente que era antimilitarista- y para evitar que se nos tildara de 'militaristas' fuimos partidarios de hacer un gabinete liberal-civil". (6)
Esta postura abrió muy pronto una fosa entre militares y liberales, así como entre éstos y los demás grupos políticos. Lo que pretendió evitarse al prescindirse de un candidato civil liberal para la presidencia -el enfrentamiento entre el Ejército y el Partido Liberal- era paradójicamente la consecuencia del escaso tino político de agosto de 1939. La reparación que vendría en febrero de 1940, en que un nuevo gabinete fue designado, sería una tardía reacción ante el inevitable cisma.
Nadie sabía, en aquel momento, que se estaba a apenas 16 días del estallido de la guerra europea. Nadie, tampoco, que el nuevo gobierno solamente duraría poco más de un año. Y si bien el mandatario había señalado, el día de su asunción, que "no podían existir gobiernos providenciales que al conjuro de una palabra mágica resuelvan los problemas nacionales", un importante sector del país confiaba que él era el único que podía sacar al Paraguay del estancamiento político y del subdesarrollo económico.
Contaba el general dos palancas impulsoras: una confianza ilimitada en sus propias fuerzas físicas y morales, a las que debían sumarse las del pueblo, y con el apoyo crediticio norteamericano. El Paraguay, declaraba cinco días antes de su juramento, "va a recibir, como es de conocimiento público, en breve, el aporte de poderosos capitales norteamericanos, que representan las máximas garantías de seriedad y competencia, para la realización de grandes obras públicas, comenzando por los caminos". (7)
Con la canalización de los créditos a través de hombres de su absoluta confianza, como su yerno Horacio Fernández desde su cargo de ministro en Washington, y Pablo Max Ynsfrán, gestor de ellos con Estigarribia desde el Ministerio de Economía, el presidente tenía en sus manos la llave de su futuro político. No había calculado, sin embargo, con las turbulencias de la vida política nacional, que no podían resolverse -como no se resolvieron- con los créditos norteamericanos. Allí hacía falta, en cambio, un buen componedor, un político con argucias y dobleces. Estigarribia era demasiado legalista y en exceso militar para comprenderlo así. Lo comprendió, o dejaron que lo comprendiera, sólo cuando ya era tarde.
CITAS
CAPITULO I
1) Báez Allende, Amadeo, en "Cómo viven hoy", revista del diario "ABC Color", 7 de octubre de 1979, Asunción, pp. 14/16.
2) Torres, Carlos Z., en "Cómo viven hoy", cit., 27 de junio de 1982, pp. 15/17.
3) "Patria", Año I, No. 8, Asunción, 3 de mayo de 1939, p. 1.
4) Seiferheld, Alfredo M., "Estigarribia". Veinte años de política paraguaya, Editorial Laurel, Asunción, 1982, p. 379.
5) Idem, "Conversaciones político-militares", vol. II, Editorial El Lector, Asunción, 1984, p. 274.
6) Idem, pp. 275/76.
7) "Programa de Gobierno del Excmo. Sr. Presidente de la República General de Ejército Don José Félix Estigarribia". Publicación del Servicio Oficial de Prensa de la Secretaría de la Presidencia de la República, Imprenta Nacional, Asunción, 1939, pp. 263 y 327.
Era Estigarribia el único que ostentaba el grado de general de Ejército en las Fuerzas Armadas paraguayas, y su carrera a la presidencia contó con el apoyo de un sector del Partido Liberal, que la propició a despecho de otros grupos y partidos que propugnaban un gobierno amplio, no partidario. Con Estigarribia a la cabeza, compartiendo la fórmula de vice-presidente el doctor LUIS A. RIART -eterno candidato al cargo de presidente por el hasta entonces oficialista liberalismo- se abría un nuevo período en la historia política del Paraguay, signado por rivalidades internas y amenazas externas.
Descendía Estigarribia de una familia de campesinos de remoto origen vasco y había hecho estudios militares en Chile y Francia. De espíritu calmo, católico de convicción y origen, pertenecía a la masonería, actitud no incompatible y sumamente arraigada en la época. (Según Amadeo Báez Allende, hijo del ex-presidente Cecilio Báez y conocedor de cuestiones masónicas, Estigarribia se inició en la ciudad de Concepción, cuando era teniente 1º, en la logia "Perfecta Armonía", y siguió en la orden hasta su muerte. Otro miembro de la masonería, el ex-ministro Juan Francisco Recalde, fue en 1938 el primer civil en lanzar, en el Partido Liberal, la candidatura de Estigarribia a la presidencia. Fueron también masones, según Báez Allende, Justo P. Prieto y Justo Pastor Benítez, ambas ministros de Estigarribia. (l). El capitán Carlos Z. Torres, que conoció a Estigarribia en Concepción, confirma también la iniciación de éste en la logia norteña, por la época en que le atribuye Báez Allende. (2) Esta faceta de la vida de Estigarribia no ha sido hasta hoy abordada por ningún biógrafo suyo. La "Fraternidad Masónica" creó mucho tiempo después una condecoración con el nombre "Mariscal José Félix Estigarribia" en homenaje a uno de sus más destacados miembros.)
Esta postura, sumada a su indisimulada actitud pro-americana, le valieron de entrada la desconfianza del fascismo y el nacionalsocialismo, en momentos en que en España, Italia y Alemania se lanzaba al mundo, entre otras, la teoría de la conspiración judeo-masónica de dominación universal. Pero Estigarribia era el militar de espíritu más democrático con que contaban las Fuerzas Armadas en el Paraguay, predisposición para la cual mucho habían influido su formación francesa y su permanencia en los Estados Unidos. Los informes remitidos por la Legación de Alemania desde Asunción harían sucesivamente hincapié en este aspecto; una opinión que varió cuando en febrero de 1940 el general-presidente adoptó una forma autoritaria de gobierno, la que, si no tenía conexión con los totalitarismos europeos -aunque sí una inspiración- circunstancial- movilizó la propaganda alemana para hacer aparecer a los ojos del mundo al gobierno paraguayo como incorporando ideas del nacionalsocialismo a sus programas políticos y luego a su misma carta fundamental.
El flamante mandatario constituyó su gabinete con Justo Prieto en Relaciones Exteriores, Cipriano Codas en Hacienda, Efraím Cardozo en Justicia, Culto e Instrucción Pública, Pablo Max Ynsfrán en Economía y Alejandro J. Dávalos en Salud Pública. Lo completaban dos militares; Nicolás Delgado en la cartera de Interior y Eduardo Torreani Viera en Guerra y Marina. La distribución de cargos no satisfizo ni a tirios ni a troyanos. Los militares lo vieron como el incumplimiento de la palabra empeñada por Estigarribia, de conformar un gabinete nacional y no partidario, como era el caso a excepción de los dos uniformados. Parecida actitud adoptaron los seguidores del Partido Colorado de oposición, así como los simpatizantes del coronel Rafael Franco y el grupo de profesores universitarios e intelectuales conocidos como los "tiempistas", nucleados en torno del diario "El Tiempo". Comunistas e independientes prefirieron, en cambio, mantenerse en una expectativa positiva, en especial aquéllos, desde que los colorados habían definido el gobierno de Estigarribia como un "pacto líberocomunista". (3)
Entre los propios liberales tampoco hubo acuerdo, aunque por razones distintas. Mientras el ex-ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Juan Francisco Recalde, opinaba que la designación de un militar para la cartera del Interior era una "humillación" para su partido porque rompía una larga tradición de colorados y liberales que siempre habían tenido civiles para ese cargo, (4) otros como el ex-presidente de la República, José P. Guggiari (1928-1932), habían recomendado no hacer un gabinete liberal, sino uno más amplio y sin exclusiones. (5)
Pedro R. Espínola, ex-legislador liberal y uno de los que sostuvo, desde sus comienzos, la candidatura de Estigarribia, explicaría que aquella actitud se debía a que los jóvenes "teníamos que hacernos 'perdonar' en alguna medida nuestra adhesión a la candidatura militar del general Estigarribia, con la que muchos liberales no estaban conformes -sobre todo la gente que era antimilitarista- y para evitar que se nos tildara de 'militaristas' fuimos partidarios de hacer un gabinete liberal-civil". (6)
Esta postura abrió muy pronto una fosa entre militares y liberales, así como entre éstos y los demás grupos políticos. Lo que pretendió evitarse al prescindirse de un candidato civil liberal para la presidencia -el enfrentamiento entre el Ejército y el Partido Liberal- era paradójicamente la consecuencia del escaso tino político de agosto de 1939. La reparación que vendría en febrero de 1940, en que un nuevo gabinete fue designado, sería una tardía reacción ante el inevitable cisma.
Nadie sabía, en aquel momento, que se estaba a apenas 16 días del estallido de la guerra europea. Nadie, tampoco, que el nuevo gobierno solamente duraría poco más de un año. Y si bien el mandatario había señalado, el día de su asunción, que "no podían existir gobiernos providenciales que al conjuro de una palabra mágica resuelvan los problemas nacionales", un importante sector del país confiaba que él era el único que podía sacar al Paraguay del estancamiento político y del subdesarrollo económico.
Contaba el general dos palancas impulsoras: una confianza ilimitada en sus propias fuerzas físicas y morales, a las que debían sumarse las del pueblo, y con el apoyo crediticio norteamericano. El Paraguay, declaraba cinco días antes de su juramento, "va a recibir, como es de conocimiento público, en breve, el aporte de poderosos capitales norteamericanos, que representan las máximas garantías de seriedad y competencia, para la realización de grandes obras públicas, comenzando por los caminos". (7)
Con la canalización de los créditos a través de hombres de su absoluta confianza, como su yerno Horacio Fernández desde su cargo de ministro en Washington, y Pablo Max Ynsfrán, gestor de ellos con Estigarribia desde el Ministerio de Economía, el presidente tenía en sus manos la llave de su futuro político. No había calculado, sin embargo, con las turbulencias de la vida política nacional, que no podían resolverse -como no se resolvieron- con los créditos norteamericanos. Allí hacía falta, en cambio, un buen componedor, un político con argucias y dobleces. Estigarribia era demasiado legalista y en exceso militar para comprenderlo así. Lo comprendió, o dejaron que lo comprendiera, sólo cuando ya era tarde.
CITAS
CAPITULO I
1) Báez Allende, Amadeo, en "Cómo viven hoy", revista del diario "ABC Color", 7 de octubre de 1979, Asunción, pp. 14/16.
2) Torres, Carlos Z., en "Cómo viven hoy", cit., 27 de junio de 1982, pp. 15/17.
3) "Patria", Año I, No. 8, Asunción, 3 de mayo de 1939, p. 1.
4) Seiferheld, Alfredo M., "Estigarribia". Veinte años de política paraguaya, Editorial Laurel, Asunción, 1982, p. 379.
5) Idem, "Conversaciones político-militares", vol. II, Editorial El Lector, Asunción, 1984, p. 274.
6) Idem, pp. 275/76.
7) "Programa de Gobierno del Excmo. Sr. Presidente de la República General de Ejército Don José Félix Estigarribia". Publicación del Servicio Oficial de Prensa de la Secretaría de la Presidencia de la República, Imprenta Nacional, Asunción, 1939, pp. 263 y 327.
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Fuente: NAZISMO Y FASCISMO EN EL PARAGUAY
Fuente: NAZISMO Y FASCISMO EN EL PARAGUAY
LOS AÑOS DE LA GUERRA
GOBIERNOS DE JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA
e HIGINIO MORÍNIGO (1939/1945)
e HIGINIO MORÍNIGO (1939/1945)
Revisión técnica: Alfredo Seiferheld
Corrección: Ada Rosa de Wehrle
Corrección: Ada Rosa de Wehrle
Editorial Histórica.
Asunción-Paraguay 1986
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Asunción-Paraguay 1986
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