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jueves, 29 de julio de 2010

R. ANTONIO RAMOS - TRATADO CON BUENOS AIRES / Fuente: LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY Y EL IMPERIO DEL BRASIL


TRATADO CON BUENOS AIRES
Autor:
ANTONIO RAMOS
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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TRATADO CON BUENOS AIRES

Los acontecimientos obligaron a Buenos Aires a cambiar de procedimiento. Dejó atrás el recurso de las armas y recurrió a «la oliva pacífica de las negociaciones diplomáticas» con el objeto de obtener no sólo el apoyo del Paraguay sino también su sometimiento. Este medio parecía más apropiado para llegar a un entendimiento, ya que el de la guerra había fracasado.
El 1º de agosto de 1811 la Junta porteña designó a Manuel Belgrano y Vicente Anastacio de Echevarría para cumplir una misión especial en el Paraguay. La designación era acertada, teniendo en cuenta que Belgrano había estado ya en la provincia, y tratado a los criollos paraguayos principales. Echevarría conocía derecho y ejercía las funciones de juez de la audiencia pretorial. «Esta misión conjunta, escribió Mitre – era bien calculada para tratar con un pueblo inocente y suspicaz como el paraguayo, tan propenso a la desconfianza como fácil de alucinar. Belgrano representaba en ella el candor, la buena fe, la altura de carácter. Echevarría la habilidad, el conocimiento de los hombres y de las cosas. Eran dos hombres que se completaban, y cuyas calidades y defectos se contrapesaban sirvéndoles de reciproco correctivo». (1)
La Junta de Buenos Aires y Mitre se equivocaron al considerar a la provincia «fácil de alucinar». Inocente, desconfiado o suspicaz, el pueblo paraguayo sabía bien lo que quería y no iba dejarse engañar por más eminentes que fuesen los comisionados designados a tratar con su gobierno. En la defensa de su independencia no aceptará los falsos halagos de una interesada seducción, se mantendrá firme tanto frente a esta misión como a la de Nicolás de Herrera.
Ese mismo día la Junta de Buenos Aires comunicó a Belgrano y Echevarría que habían sido designados para representarla ante la de Asunción por exigir el interés de la «gran causa» «tener conocimientos íntimos y positivos del estado político en que se halle la Provincia del Paraguay, y del que con respecto al último periodo de su revolución pudiera ofrecer ventajosamente la breve apertura de sus relaciones con esta Capital». Les remitía las instrucciones correspondientes, que les daría «una idea exacta y formal del espíritu» que animaba al gobierno, para que conduciéndose de acuerdo con sus principios obtengan un resultado favorable. La Junta dejaba, sin embargo, al «juicioso discernimiento» de los comisionados el «prudente uso» de las proposiciones enunciadas, las que debían «hacer valer oportunamente con aquella destreza y sinceridad que sea capaz no sólo de restituir la confianza de los Paraguayos con atención a nuestras empresas, sino que los reduscan al caso de olvidar los resentimientos pasados». Los emisarios, para evitar un paso prematuro, debían informar, desde Corrientes, a la Junta del Paraguay, la misión bonaerense, sin pasar adelante antes de tener la autorización correspondiente. (2)
Las instrucciones comenzaban por recomendar que los comisionados procurasen «disipar con destreza todo resentimiento ú opinión poco favorable que haya podido engendrar el rompimiento pasado de ambas provincias sobre la sana intención con que este Gobierno (el de Buenos Aires) trató de dispertar la Provincia, para que reasumiendo sus derechos volviese sobre sí, y se pusiese en estado de no ser sacrificada a la suerte fatal que oprime a España, ó a los derechos eventuales de la princesa doña Joaquina Carlota de Borbón» (3)
Se ve que la Junta de Buenos Aires no tenía aún conocimiento de las resoluciones del congreso del 17 de junio, comunicadas en la nota del 20 de julio. Le preocupaba los resentimientos dejados por el «rompimiento pasado», los que ya preocupó a Belgrano en sus conversaciones con los criollos paraguayos después de Tacuarí. También el mismo Belgrano habló en aquellas entrevistas de la necesidad de que el Paraguay reasumiese sus derechos de soberanía. Por estas consideraciones no es aventurado afirmar que estas instrucciones fueron redactadas con la intervención de Belgrano o previa consulta con él.
En segundo lugar debían manifestar que el gobierno de Buenos Aires veía compensados sus sacrificios en la campaña pasada, «en todo favorable a las armas del Paraguay», con el feliz establecimiento del nuevo gobierno en Asunción. La «sangre inutilmente derramada será un doble motivo» para unir más estrechamente a las dos provincias. (4)
Por el artículo 3º los comisionados insistirán en que toda precaución no estaba de más ante los peligros que amenazaban al Paraguay, siempre que no descuidase cortar los progresos de la política de la Corte del Brasil, cuya última contestación proponía, entre otras cosas, que para no auxiliar a la plaza de Montevideo, en la provincia del Paraguay debía permanecer «el depuesto Gobernador Velasco». Este medio de conciliación era un insulto. Una potencia mediadora no Podía arrogarse la facultad de fijar reglas destructoras de la «seguridad que buscaban los pueblos, aun con el pretesto de evitar la guerra civil, siendo ya muy de temer que estas medidas avanzadas sean consecuentes del sistema opresor con que camina la corte del Brasil a asegurar el interés de apoderarse de la Banda Oriental, y al que le sirve de insuperable escollo el establecimiento de una Junta, en la que no tiene el influjo que apetece, y calcula encontrarlo en el Gobierno depuesto». (5)
La recomendación de la Junta de Buenos Aires, que ignoraba las decisiones del Paraguay, era tardía y, en consecuencia, sin ulterior transcendencia. La provincia no se dejó sorprender por las asechanzas de la Corte portuguesa, rechazó sus pretensiones y los derechos eventuales de la princesa Carlota Joaquina.
El gobierno porteño insistiendo sobre el peligro portugués consideraba que el medio capaz de contener al Príncipe Don Juan, no era ni podía «ser otro que el que la Provincia del Paraguay conforme su opinión, conducta, y movimientos con el Gobierno de Buenos Aires». Se debía prevenir el peligro y libertar a Montevideo. El Príncipe podía lanzar sus tropas contra las de Buenos Aires y apoderarse de Montevideo, «calculado después atacar con ventaja a la provincia del Paraguay, a la que en tal caso no podrá absolutamente socorrer la capital de Buenos Aires». (6) Para llevar a la práctica este plan era indispensable «que dicho Principe sea reducido al estado de no poder obrar con superiores fuerzas» contra las de Buenos Aires, «lo que fácilmente podrá conseguirse, poniéndose en alarma la provincia, y amenazando los establecimientos portugueses que le son fronterizos, según o considere más conveniente el Gobierno Paraguayo». Los comisionados instarán con energía sobre la ejecución del plan aludido, cuya importancia era tal vez el mayor interés que podía tener el gobierno paraguayo. La seguridad y engrandecimiento dependía de la decisión de los pueblos y provincias para oponerse a las intenciones del Príncipe lusitano. (7)
El peligro portugués no dejaba de ser una realidad. La Banda Oriental sufrió las consecuencias. El Paraguay se mantuvo en guardia. Sin descuidar sus fronteras, no amenazó los establecimientos portugueses como proponía la Junta de Buenos Aires, no obstante la manifestación de la última parte de la nota del 27 de Octubre dirigida al triunvirato. La política internacional del Paraguay se orientó a mantener amistad y buena armonía con Portugal y después con el Brasil.
Pero lo fundamental de las instrucciones estaba explícitamente concretado en el artículo 6º, que textualmente expresaba:
«6º Se insinuará con sagacidad y destreza la gran necesidad que hay de alejar aquellos peligros; que la provincia del Paraguay debe quedar sugeta al Gobierno de Buenos Aires, como lo está las Provincias Unidas por exigirlo asi el interés común de todas; la necesidad de fijar un centro de unidad, sin el cual es muy difícil concertar planes, llevar las resoluciones por los efectos generales del bien comun; y finalmente, que las provincias empleen de consuno con prontitud y celeridad sus esfuerzos, sus sacrificios, y su poder contra los enemigos exteriores que intentase atacarlas: que esta sujeción dejará siempre intactos los derechos de la provincia en cuanto concierne a su interior administración pública al igual que las demás, en las que el ejemplo del Paraguay, pudiera ser un estímulo que las tentase a su separación, ocasionando una disolución política que debilitase a todas y las dejase espuestas a ser ocupadas del primero que las atacase: que el vinculo solo de federación no basta en una urgente necesidad en que nos hallamos de obrar con unidad y energía; que la mayor representación y dignidad que hoy tiene el Gobierno por la asociación de Diputados, manifiesta también que la provincia del Paraguay, mantenida por sólo el vínculo federativo, no contribuye por su parte de un modo condigno a satisfacer los grandes esfuerzos y sacrificios que las demás van a hacer por sus derechos y libertad; y que una vez que el interés es uno e indivisible, la voluntad general de todas las provincias debe ser la ley superior que obligue al Paraguay a prestarle una subordinación sin la cual el sistema y los movimientos pudieran desconcertarse». (8)
Buenos Aires buscaba la sujeción del Paraguay, si bien que para disimular sus designios hablaba de la conservación de los derechos relativos a la administración interna de esta provincia, como ocurría con las demás. En el fondo no se pronunciaba por la federación, que no satisfacía a las exigencias urgentes reclamadas por una acción unitaria y enérgica. A la subordinación se obligará al Paraguay por la voluntad de «todas las provincias». El argumento de la disolución y del peligro extranjero será repetido por Rosas, al pretender incorporar al Paraguay a la Confederación Argentina.
Pero la Junta porteña no tenía la seguridad de que la proposición precedente fuese aceptada por el Paraguay. De ahí la recomendación del artículo 7º:
«Siempre que se conozca que el objeto del anterior artículo no se recibirá bien ó que propuesto cause algunas contradicciones, se abandonará, y tratará el Representante de unir ambos Gobiernos bajo un sistema ofensivo y defensivo contra todo enemigo que intentase atacar los respectivos territorios, dejando a su prudente arbitrio y al celo por el buen éxito de la empresa exigir y convenir las estipulaciones que fuesen más oportunas a asegurar la garantia de ambos Gobiernos, con la recíproca de los auxilios y todo género de recursos». (9)
Este mandato de las instrucciones constituía un reconocimiento de la independencia del Paraguay. El abandono de toda sujeción o subordinación no significaba otra cosa. El «sistema ofensivo y defensivo» era la alianza, que los Estados soberanos pactan entre sí para atacar a un enemigo común o defenderse de él. Belgrano y Echevarría así lo entendieron y subscribieron en Asunción un acuerdo consagrando lo que acabamos de afirmar.
Mitre, el historiador de Belgrano, al comentar el articulo 7º aludido, anotó: «Esta fue la tercera concesión hecha por el Gobierno Central a las exigencias del espíritu federativo, que presagiaba la disolución política y legal del antiguo virreinato. La primera como se ha visto, fue la incorporación de los diputados de las provincias al poder ejecutivo; la segunda, la institución de las juntas provinciales; la tercera, el reconocimiento de la independencia de una provincia, que no había podido someter por la fuerza de las armas, que no se atrevía a dominar por la diplomacia, y a cuyas exigencias inoportunas no tenía energía suficiente para resistir ni aún pasivamente». (10)
El mismo 1º de agosto la Junta de Buenos Aires comunicó a la de Asunción la designación de sus representantes «con las más sanas miras... de establecer la felicidad gral. de nuestras provincias». Belgrano y Echevarría debían presentar sus poderes y dar «principio a las importantes sesiones qe. han de iniciar la suerte futura de ntro. territorio. La Junta no duda un instante – agregaba la nota bonaerense – que satisfecho VS. plenamente de las rectas y justificadas intenciones con que spre. camina esta capital, propenderá con sus nobles esfuerzos al logro de un bien de tanta monta, y por el qual ha derramado distintas veces la sangre de sus hijos; al mismo tiempo espera, que adoptará VS. un modo decisivo y enérgico capaz de desconcertar en su origen las miras destructivas y ambiciosas del poder arbitrario é ilegítimo, y las que animen los enemigos exteriores, tenasmte. vigilantes en vuscar aquellos momentos qe. desean aprovechar contra nuestros mas intimos intereses». (11)
Belgrano y Echevarría llegaron a Corrientes la tarde del 29 de agosto y el mismo día oficiaron a la Junta Gubernativa del Paraguay, anunciando la misión que se les había encomendado. «Desde qe. la fama – agregaban – transmitió a la Ciudad de Buen.s Ayr.s las lisongeras noticias de la rebolución gloriosa de esa Provincia, todo ha sido júbilo y alegría al ver destronizados en todos los puntos del Virreynato los detestables simulacros del antiguo poder arvitrario. De aquí es, q. en medio de la dulce emoción, q. recibió aquel Sup.or Gobierno, viendo ya restituidos a sus hermanos los Paraguayos al goce de sus mas sagrados derechos, se formó un justo deber a anticiparse a felicitarlos por nuestro conducto, y hacerles al mismo tiempo las proposiciones q. há creido convenientes al progreso de la causa pública, a la común felicidad de todas las provincias del Territorio, y a la consolidación del sistema de ntra. regeneración politica, en q. tan gloriosam.te nos vemos empeñados. Las credenciales q. tenemos el honor de incluir a VS. justifican y comprueban ntra. misión». En d arroyo Ramallo, a cincuenta y dos leguas de Buenos Aires, tuvieron la complacencia de encontrar al extraordinario enviado por la Junta de Asunción a la de la capital del Río de la Plata, por quien se informaron de la favorable situación política del Paraguay, lo que les «inundó del mas inocente júbilo». Terminaban manifestando que esperaban el aviso para pasar a Asunción, donde verbalmente harían sus comunicaciones. (12)
La nota de los comisionados estaba concebida en términos fraternales. Belgrano, como en sus conversaciones con los paraguayos después de Tacuarí, llamó a éstos nuevamente «hermanos». El extraordinario aludido era el portador de la nota del 20 de julio.
La Junta Gubernativa antes de contestar a los comisionados bonaerenses consultó con el Cabildo, cuyos miembros concurrieron el 7 de setiembre a palacio «para conferenciar sobre la pretensión de los Representantes de Buenos Aires». La Junta concordó con el dictamen del Cabildo y sobre esa base respondió a los emisarios porteños. (13) que para el adelantamiento de la sagrada causa en que se hallaba empeñada y «afianzar de una vez para siempre nuestros comunes derechos, no puede haber medio más eficaz ni arbitrio tan importante y necesario, como el de una sincera y estrecha unión fundada sobre principios solidos y estables»; que le ha sido satisfactorio el aplauso con que Buenos Aires recibió la «feliz revolución» del Paraguay y la designación en las personas de los comisionados para hacer a la provincia las «proposiciones convenientes a tan justificado objeto; pero que habiendo dirigido a la Junta de Buenos Aires el 20 de julio último una nota sobre las resoluciones adoptadas en el congreso general, cuya copia acompaña, no ha recibido aún una contestación directa.» (14)
«Por otra parte, – declaraba la Junta – consideramos que lejos de sernos facultativo incluir alteración alguna substancial, en quanto a d.has deliberaciones, es un deber preciso de nuestro ministerio observar y sostenerlas eficasmente. Por esto es, que entretanto la Exma. Junta no reconozca por si mesma expresa y formalmente nuestra independencia de ella, en los términos propuestos y acordados por nuestra Provincia: cree esta Junta que no obstante lo agradable, que le seria la visita de V.S.S.; no es llegado el caso de entrar oportunamente en tratado alguno relativo a esta misma Provincia; pues que su indicada independencia como un derecho incontestable debe asentarse por preliminar de toda ulterior determinación. – La Junta protesta a V.S.S. que solo el deseo de una entera y feliz terminación de las pasadas diferencias es el que impele a proceder con esta detención, a fin de que afirmada nuestra unión, sin nuevos cuidados y dificultades en la Provincia pueda dirigir su atención al mejor progreso de nuestros comunes intereses y de nuestros empeños sagrados, que son y deben ser unos mismos. Protesta también una amistad sincera, deferencia y lealtad con los Pueblos hermanos, valor generoso contra los Enemigos armados, desprecio y castigo para los traidores. Estos son los sentimientos del Pueblo Paraguayo y de su Gobierno, lo mismo que reclama, y espera tambien de parte de Buenos Aires». Una vez que la Junta se cerciore de la adhesión a las anteriores proposiciones de parte del gobierno bonaerense, tendrá la «particular satisfacción» de permitir a los comisionados el traslado a Asunción. (15)
El oficio estaba firmado por todos los miembros de la Junta. El Dr. Francia se había reincorporado al gobierno días antes, después de una corta ausencia. (16) El documento, preciso y claro, ratificaba con mayor énfasis que la nota del 20 de julio, la independencia del Paraguay, como un derecho incontestable, cuyo reconocimiento era previo a toda negociación con el gobierno de la provincia. Esta firme resolución fue seguida fielmente por el Dr. Francia y Carlos Antonio López, quienes exigieron invariablemente esta condición para poder tratar con el Paraguay. Así ocurrió con Correa de Cámara, Pimenta Bueno, Derqui, Hotham, Saint Georges, Cerruti y Pendleton. La independencia era lo fundamental y la base para olvidar las «pasadas diferencias», después se consideraría lo demás. De la federación no se hacia mención concreta sino en forma vaga y la unión debía evitar «cuidados y dificultades» a la provincia para favorecer el progreso de los «comunes intereses» y los «empeños sagrados», que no eran precisamente la consolidación de la federación como unidad política, sino la unión para la defensa de la causa común: la libertad e independencia. El sentido americanista de la revolución paraguaya nuevamente afloraba con nitidez al manifestar su amistad y lealtad con los «Pueblos hermanos». Este lenguaje no era de un pueblo dispuesto a someterse sino el de uno decidido a sostener su autonomía absoluta. Belgrano y Echevarría no podían llamarse a engaño.
Tres días después los representantes bonaerenses acusaban recibo de la comunicación del 9 y comunicaban que el cabo Alvarenga pasó el día anterior por Corrientes, conduciendo la contestación de la Junta de Buenos Aires a la nota del 20 de julio. Por lo tanto esperaban la autorización para continuar rápidamente viaje como exigía «los sagrados objetos de la común causa». (17)
La respuesta de Buenos Aires dejaba constancia de la complacencia con que fue recibido el aludido oficio del 20 de julio con la noticia del resultado feliz de los esfuerzos de la provincia para recuperar los derechos de su libertad civil. Cuando Buenos Aires tuvo conocimiento de la ocupación casi total de España por los franceses y la caída del poder supremo, depuso a los «mandatarios del antiguo Govierno», reasumiendo los derechos que había depositado en el monarca. Como los jefes españoles combinaban sus planes a expensa de la desgracia de los pueblos, engañándoles con «mil embustes» y obstaculizándoles conocer la verdad y «de instruirse en sus Dros.», la junta de Buenos Aires considera de su obligación informarles de los peligros que les amenazaban y «convidarlos a unirse con ella y ofrecerles fuerzas proporcionadas para hacer respetar su voluntad contra los imponentes conatos de la tiranía que intentaba esclavisarlos». Así se destacaron las expediciones al Perú y al Paraguay. No fue intención del gobierno hostilizar a los pueblos. De ahí su «amargura quando el Sr. Vocal Don Manuel Belgrano expuso que le era inevitable emplear la fuerza para disipar las precauciones con que el Governador Velasco tenia imbuido a esa Provincia. El resultado es el mejor comprobante de las sinceras intenciones» del gobierno de Buenos Aires. En el Perú llegaron las tropas expedicionarias y los pueblos entraron en el ejercicio de sus derechos, nombrado sus diputados para tomar parte del gobierno provisional, mientras se llevase a cabo la «solemne, apertura del Congreso». El jefe que alarmó a la provincia contra las tropas de la capital «tenia concentrado el plan de entregarla a una potencia extranjera». (18)
La Junta de Buenos Aires trataba de justificar su conducta con el objeto de disipar todo recelo acerca de sus intenciones. El principio de la reversión al pueblo de la soberanía como fundamento de la deposición de las autoridades españolas del virreinato era el mismo invocado por la Junta de Asunción para asumir el poder de la provincia. Y para hacer resaltar más la diferencia entre el proceder de Buenos Aires y el de Velasco, señaló la evidencia de que éste premeditaba la entrega del Paraguay a una potencia extranjera, Portugal.
«Por esta exposición verá V.S. – declaraba la Junta bonaerense – que nada ha distado tanto de las intenciones de esta Capital y Govierno Provisional como la ambicion de dominar a los demas Pueblos. Los vocales de la Junta creada por el Pueblo de Buenos Aires extienden su jurisdicción a los demas Pueblos unidos en consorcio de los Diputados de ellos así como estos mandan y goviernan en el Pueblo de Buenos Aires en consorcio de aquellos. De el mismo modo aunque deseamos eficazmente que el Diputado nombrado por la Ciudad de Asunción, y los que pueden nombrarse si gustan las Villas subalternas de esa Provincia vinieran a tomar parte en el govierno provisorio para, que este exerciera en ella sus funciones, romo en las demas del Virreynato por importar muchisimo la uniformidad del sistema: no obstante si es la voluntad decidida de esa Provincia governarse por si y con independencia del Govierno provisional no nos opondremos a ello con tal que estemos unidos y obremos de absoluta conformidad para defendernos de cualquiera agresión exterior uniendo, y convinando nuestras respectivas fuerzas, segun lo exigen la necesidad y conveniencia general. Nuestros enviados cerca de esa Junta los Señores Don Manuel Belgrano Vocal de esta Junta y el Dr. Dn. Vicente Anastacio de Echavarría Conjuez de la Real Audiencia transijirán con V. S. todo lo concerniente a la segunda y tercera condición que expone esa provincia: Ellos son fieles Interpretes de los principios liberales que nibelan nuestras deliberaciones. – No estamos en el mismo caso respecto a la quarta: por ahora creemos no estar autorizados para sancionar ese punto. En el Congreso general se discutirá la cuestión si las Leyes establecidas por los Pueblos por medio de sus Diputados deban o no ratificarse por los mismos Pueblos en asambleas generales; sobre cuyo particular esa Provincia dará a su Diputado o Diputados las instrucciones que estime convenientes como las han dado todos los Pueblos que los han nombrado, pues ellas serán las que nibelen sus respectivas determinaciones en el mismo Congreso. Entre tanto Nosotros ni podemos prevenir sus deliberaciones ni menos prefixar reglas y formas a la Suprema representación de el Estado; ella se la dará a si misma». (19)
La contestación de la Junta de Buenos Aires constituía un triunfo de la causa del Paraguay. La independencia de la provincia quedaba reconocida, si bien con la resalva de la cuarta condición contenida en la nota del 20 de julio, que establecía que cualquier constitución, reglamento o forma de gobierno adoptados por el congreso general no obligarán a la provincia mientras no fuesen ratificados por una asamblea también general de sus habitantes. Esto quedaba librado a la decisión del mismo congreso general. Posteriormente, sin embargo, también esta cuarta condición fue consentida por el triunvirato que sucedió a la Junta primitiva. Pero esta Junta, hábil y acertadamente, previno a la del Paraguay que no podría fijar normas a las deliberaciones de la representación popular, las cuales, ésta determinará por sí misma. No podía ser de otro modo como consecuencia del reconocimiento de la independencia.
Con esta nota la Junta de Buenos Aires dejaba sin efecto la recomendación del artículo 6º de las instrucciones a Belgrano y Echevarría, ya que era incompatible la sujeción del Paraguay con el reconocimiento de la independencia de esta provincia. En definitiva, el gobierno bonaerense se pronunciaba por la alianza, que sólo era la unión para la defensa común.
El reconocimiento de la independencia produjo la más viva impresión. Tanto el gobierno como el pueblo lo recibieron con intenso regocijo, dado que venia a satisfacer la aspiración suprema de la provincia.
La Junta Gubernativa publicó un bando el 14 de setiembre de 1811, dando a conocer la «feliz y gustosa reconciliación» con Buenos Aires. Desde que rompió las cadenas de la opresión, la provincia emprendió la marcha, que con la confederación de las demás del continente, la conduciría por la senda de la felicidad, siendo de su mayor interés las negociaciones con la ciudad de Buenos Aires. «El resultado ha sido tan feliz y tan honroso para una y otra provincia, que sería difícil decir a cuál de las dos corresponde la mayor gloria... De un solo golpe recobramos nuestro lugar entre las provincias de la nación de cuyo número se nos quería borrar. Desconcertamos también la liga funesta formada contra nuestros hermanos de Buenos Aires, y estableciendo los principios de nuestra libertad civil, empezamos a tomar arbitrios y a proveernos de recursos para reparar nuestros pérdidas, consultar nuestra seguridad y procurar las semillas de nuestra prosperidad. De esta conformidad hemos echado los cimientos de un verdadero crédito público y hemos criado a la faz del mundo una provincia nueva en cierto modo...»(20)
Luego de referirse a las manifestaciones de la nota bonaerense, el bando agregaba:
«Con asombro habrán recibido los enemigos de nuestro reposo la noticia de tan justa y magnánima resolución. Ella nos atrae el respeto debido de un pueblo libre, confirma la alta reputación que nos hemos adquirido, y desvanecerá la esperanza de los que por sus fines particulares desean conservar nuestra desunión, soplando el fuego de la discordia. Efectivamente, la Junta de Buenos Aires tampoco ha puesto el menor reparo en cuanto a las demás deliberaciones tomadas por nuestra Provincia respectivamente a su forma de gobierno, oficios y régimen interior, porque esto era consiguiente a la reciproca independencia civil, y a la igualdad de derechos que establece, cuando reconoce y supone que el pueblo solo de Buenos Aires sin el concurso del diputado del Paraguay no puede mandar a esta Provincia; pero no por eso pretende que nuestro diputado tenga precisión de incorporarse desde luego a aquella Junta. De otra suerte no dejaría a la voluntad de esta Provincia el gobernarse por si misma y con absoluta independencia de aquel gobierno provisorio, porque sin duda considera, y muy justamente, que la institución propia y natural de los diputados se dirije solamente al objeto de formar el nuevo supremo tribunal o congreso general de las provincias. – Así queda ya decidida nuestra suerte y afianzada nuestra libertad e independencia. Si Buenos Aires, dando al mundo con este acto un testimonio público de justicia y moderación, se hace digno de nuestro afecto y cordialidad, nuestra patria se corona de nueva gloria y adquiere nuevos derechos a la admiración. – Ciudadanos del Paraguay! sois todos libres! y la Junta, participando al público esta lisonjera noticia, se congratula por este suceso, a que era acreedor vuestro esfuerzo, vuestro valor!».
La Junta Gubernativa no ocultaba la intensa alegría que causó en el Paraguay la resolución del gobierno de Buenos Aires. La independencia reconocida decidió de la suerte de la provincia y afianzo su libertad! Los paraguayos por fin gozaban del lisonjero privilegio de ser libres, no sólo del yugo español sino también de la presión de la capital del antiguo virreinato! El triunfo ofrendó al Paraguay una «corona de nueva gloria». También el presidente Carlos Antonio López «consideró día de gloria el del reconocimiento de la independencia de la república por el Imperio del Brasil. E1 afecto y la cordialidad con Buenos Aires quedaron restablecidos con este acto de justicia y moderación, teniendo por base la igualdad y reciprocidad de derechos. El sentimiento americanista de la revolución paraguaya no olvidó a la confederación con las «demás provincias de nuestro vasto continente» para alcanzar, después de rota las cadenas de la opresión, la felicidad de la provincia. Esta confederación consistía en la mancomunidad de esfuerzos para defenderse de los enemigos de la libertad e independencia.
«No se escuche – seguía declarando el bando – de hoy en adelante entre nosotros otra voz que la de la union y libertad. No se reconozcan otras relaciones que las que se dirigen a afirmar nuestros comunes derechos. No déis oídos a las pérfidas y falsas voces de los que intentan seducirnos induciendonos a la desconfianza por su sórdida ambición, y por volvernos al yugo tirano de una ignominiosa esclavitud, queriendo hacer igual la virtud al crimen. Revestidos del noble orgullo de hombres libres, unámonos en una conformidad de voluntades; formemos un cuerpo, una masa para aniquilar la tiranía. La posteridad más remota aplaudirá nuestra constancia: os mirará como vindicadores de la humanidad envilecida por el despotismo y grabará sobre vuestros sepulcros el símbolo de la libertad. – Por lo demás, dejad a la Junta el cuidado de sostener vuestros derechos. Ella los conservará como un sagrado depósito y nadie los perjudicará, ni los atacará impunemente. Cuidará también de llevar al efecto todas las disposiciones de nuestra Provincia, según se presentan las circunstancias, y sus atenciones infinitas se lo permitan. Ya habéis visto que el pueblo de Buenos Aires no quiere subyugar o dominar al Paraguay, ni ingerirse en su gobierno, régimen o administración política, sino solamente vivir con nosotros en una verdadera fraternidad de sentimientos para nuestra defensa común y la felicidad general, que es lo mismo que había decretado nuestra Provincia». (21)
La elocuencia de estos términos relevan de todo comentario. Pero, no está demás destacar que la unión mencionada en este documento fundamental era sólo la «conformidad de voluntades para aniquilar la tiranía» y que lo decretado por la provincia no significaba otra cosa que la «fraternidad de sentimientos para... la defensa común y la felicidad general». Tal era el verdadero sentido de la decisión paraguaya. El bando no dedicó una sola palabra a la federación, no se refirió a la unidad política con Buenos Aires. Si ésta hubiera sido la intención de la provincia, la oportunidad era propicia para insistir sobre la cuestión. Pero nada de eso ocurrió. Por el contrario, la insistencia fue a favor de la independencia.
La promisoria noticia fue festejada con salvas de artillería y repique general. Las noches del 14 y 15 de setiembre se iluminaron las calles de la capital y este último día se celebró una solemne misa, en acción de gracias, con asistencia de los miembros de la Junta y de las corporaciones. (22)
En posesión de la respuesta de Buenos Aires, la Junta Gubernativa ofició a Belgrano y Echevarría autorizándoles a seguir viaje hasta Asunción y comunicándoles haberse impartido las órdenes convenientes al comandante de Pilar, Roque Antonio Fleitas, para que pasase a encontrarles en la margen opuesto del Paraná y convenir con ellos el itinerario y los auxilios necesarios. (23)
Los comisionados partieron de Corrientes el 24 de setiembre y llegaron a Asunción el 4 de octubre. Tanto en esta como en el trayecto la Junta se esmeró en ofrecerles los mayores obsequios, auxiliándoles con generosidad, delicadeza y desinterés, y dispensándoles las más distinguidas consideraciones. (24)
En Buenos Aires, los sucesos internos y externos, tales como el golpe del 5 y 6 de abril, la derrota de Huaqui, el tratado preliminar con Elio y la invasión de la Banda Oriental por los portugueses al mando de Diego de Souza, crearon un ambiente de intranquilidad y descontento. El 23 de setiembre un cabildo abierto separó del mando político a la Junta de mayo, substituyéndola por el Gobierno Ejecutivo, «conocido en la historia como el primer triunvirato» e integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Mitre afirma que este gobierno «empuñó con mano más firme el timón de la nave próxima a naufragar». (25) Secretario de guerra fue designado Bernardino Rivadavia, que con su «enérgica voluntad» tuvo marcada influencia en la orientación del nuevo gobierno. No ocultó su fuerte inclinación al centralismo sobre la base del predominio de Buenos Aires. En la proclama que anunció la instalación del triunvirato, decía: «Donde no hay subordinación no hay gobierno; y sin gobierno viene a ser una nación lo que una tabla en medio del océano». (26) La declaración era suficientemente categórica como para no dejarse engañar y constituía la negación de los principios de la federación.
El mismo Mitre sostiene que «la reforma operada en el gobierno habría podido dar un nuevo giro a la negociación del Paraguay, si lo premioso de las circunstancias no hubiese impuesto a la nueva administración el deber de disminuir por todos los medios posibles el número de los enemigos, limitándose a neutralizar a los que no pudiera dominar. A este fin primordial tendieron todos sus esfuerzos, y con tales miras se decidió a perseverar en la política de la Junta, y transigió con las exigencias del Paraguay, fiando al acaso las demás ventajas que pudieran obtenerse por la negociación. Esta conducta que considerada aisladamente parece inhábil y pusilánime, sólo puede ser comprendida estudiando en su conjunto el plan de política exterior que los peligros de la situación aconsejaban al nuevo gobierno, y que este supo desenvolver con prudencia y habilidad». (27)
El triunvirato no perdió tiempo en comunicar su instalación a la Junta del Paraguay. «Nada podemos esperar de nuestras fuerzas, – declaraba – si los Pueblos no concurren por su parte a dar un nuebo orden a los negocios peds. Qualesquiera que sean los Peligros que nos amenazan nos sobran recursos para salvarnos: las Pueblos deben ser libres por todo derecho y a una causa tan justa no puede faltar arbitrio para sostenerse, solo las pasiones pueden destruir nuestra obra, ellas han hecho decretar nuestras glorias, y el govierno no exige otra cosa de los Pueblos qual una justa obediencia a sus determinaciones y un eterno olvido de las divisiones y partidos que tantos males nos causaron».(28)
La comunicación era de doble filo. Por un lado proclamaba que los pueblos debían ser libres «por todo derecho» y por otro el gobierno exigía una «justa obediencia a sus determinaciones». El «eterno olvido de las divisiones» constituía una manifestación alentadora de fraternidad.
Seis días después el mismo triunvirato se dirigió nuevamente a la Junta Gubernativa remitiendo los documentos relativos a la instalación del nuevo gobierno. El cambio exaltó el espíritu y la confianza públicos, afirmando la «gran causa de la América» que había abrazado Buenos Aires. Esta «gran causa» era la independencia.
Desde este punto de vista el triunvirato no podía tomar sino una actitud conciliatoria con el Paraguay. La comunicación agregaba: «Este Govierno há considerado las qoatro proposiciones de V.S. como resultado de un libre, y justo discernimiento de los derechos de los pueblos; y cree que jamas debe dudarse de los principios universales que fundan la quarta proposicion. En esta virtud tiene por unos mismos principios y sentimientos los suyos, y los de V.E.; y estando acorde con ellos, no duda que se cooperará con toda la prontitud y eficacia que esté a su alcance contra los riesgos en que pueda hallarse la Patria comprometida tanto en esa Provincia como en todas las unidas, de lo que a V.E., se dará oportunamente parte». (29)
Esta nota venía a completar la del 28 de agosto y a consolidar el reconocimiento de la independencia de la provincia por Buenos Aires.
De ahí su importancia y transcendencia, que es de justicia señalar. El triunvirato accedió «a las exigencias del Paraguay, contando servirse de este nuevo aliado, para llamar la atención de las tropas portuguesas por uno de sus flancos, y obtener algunos auxilios de hombres, a fin de engrosar con ellos sus ejércitos debilitados». (30) Pero sea como fuese, el hecho real era que Buenos Aires reconoció la segregación del Paraguay, por intermedio de sus dos primeros gobiernos y en documentos cuya autenticidad y fuerza no pueden ponerse en duda.
Y el Paraguay así lo entendió desde los días iniciales de su existencia libre, como también posteriormente en la época de Carlos Antonio López. El paraguayo Independiente al comentar la comunicación del 1º de octubre recordaba que la nota del 20 de julio manifestó que el gobierno paraguayo estaba pronto a «entenderse y aliarse» con Buenos Aires bajo condiciones expresas, entre las cuales se contaba la cuarta, por la que se exigía que todos los actos del congreso argentino no obligarían al Paraguay sino después de su aprobación por la asamblea de la provincia. En oficio del 28 de agosto el gobierno de Buenos Aires concordó con las condiciones sin impugnar la cuarta aludida, cuya aprobación quedaba pendiente de la resolución del congreso general. «¿Se ha de pensar que el Paraguay desistió de este principio tutelar de su independencia?», se preguntaba el hebdomadario dirigido por Don Carlos. «No, nunca», contestaba categóricamente y agregaba: «Poco después más bien avisado el Gobierno (de Buenos Aires) y considerando que la independencia del Paraguay ya no era un hecho para discutir, pues que reposaba sobre la voluntad decidida, y soberana de su pueblo, y que sería una locura oponerse por cuanto ella se verificaría siempre del mismo modo, y la única diferencia fuera perder un aliado, y adquirir un enemigo que podría ser tanto más temible cuanto era solicitado por Montevideo, y la Corte Portuguesa para una liga que pondría en peligro Buenos Aires, se apresuró a remover ese único estorbo que podría poner en duda sus miras, o embarazar la deseada alianza» y dirigió al gobierno paraguayo el aludido oficio del 1º de octubre. (31)
Pero si el triunvirato daba públicamente este paso buscando borrar las diferenciáis y evitar rozamientos entre los dos gobiernos, Bernardino Rivadavia, en la misma fecha, se dirigía reservadamente a Belgrano y Echevarría exponiendo los verdaderos sentimientos de Buenos Aires. Decía el secretario del Gobierno Ejecutivo; «De el contesto de la adjunta copia en que se contrae este Gobierno a la solucion de las proposiciones que le hace el del Paraguay, penetrará V.S. el espíritu que la ha animado, y que si el sentido que arroja especialmente la contestación de la proposicion cuarta induce a comprender favorablemente en toda su estension a los intereses de aquella Provincia, en el concepto de V.S. no debe suceder asi. – El Gobierno del Paraguay no penetrado aun de los verdaderos intereses que deben dar impulso a sus resoluciones, nos estrecha a la consecion de ventajas que despues de no estar a los alcances de nuestras facultades, son puramente egoísticas e interesadas, aprovechándose aun de las que reportó anteriormente. En su consecuencia se deja al discernimiento de V.S. el que sin perder de vista los principios adoptados en la instrucción que le confirió la Junta al tiempo de su misión, se maneje en este asunto de un modo diestro, y con toda política, teniendo presente los intereses de nuestro territorio, y llevando por objeto principalmente el no despertar dudas, no desconfianzas entre los paraguayos, capaces de refluir perjudicialmente en el gran interés fiado al celo, y conocimientos de V.S. Todo lo cual me ordena este Gobierno les prevenga para su inteligencia, y manejo sucesivo». (32)
Esta comunicación reflejaba los designios de Buenos Aires. Sus manifestaciones no sólo eran distintas sino contrarias a las contenidas en las notas de gobierno a gobierno. Mitre, tan pródigo en elogios a Rivadavia, reconoció la duplicidad de la conducta del triunvirato. «Estas nuevas instrucciones, – comentó – en cierto modo contradictorias, y que por su doblez hacen poco honor al Gobierno Ejecutivo, llegaron a poder de los comisionados cuando habían celebrado ya un tratado con el Paraguay». (33) Ellas podrían haber embarazado la actuación de Belgrano y Echevarría, teniendo en cuenta las segundas intenciones de quienes manejaban el gobierno bonaerense. Pero no tuvieron influencia alguna porque fueron impartidas tardíamente.
El triunvirato no dejó de prevenir a la Junta Gubernativa del peligro portugués, que constituía una de las grandes preocupaciones de los defensores de la causa común. Ya en la comunicación del 1º de octubre en la que daba su conformidad a la cuarta condición exigida en la nota del 20 de julio, informaba al gobierno de Asunción: «No permite el tiempo comunicar a V.S. un manifiesto que há adoptado la corte del Brasil, que descubre de lleno todas las miras que substancialmente se reducen a restablecer con mayor rigor el sistema colonial de toda la América Española baxo su dominacion». (34)
En la misma fecha informó a Belgrano y Echevarría que el Dr. José Julián Pérez había sido enviado a Montevideo para negociar una «transacción decorosa», cuyo resultado sería que la Banda Oriental quedaría en poder del gobierno de aquella plaza y la retirada del ejército sitiador hacia Buenos Aires con el objeto de organizar una fuerza «capaz de salvar los riesgos más inminentes». Les anunciaba igualmente haber oficiado en la misma fecha a la Junta del Paraguay, recomendándoles que no perdiesen medio ni tiempo para disponer a los habitantes de la provincia a cooperar activamente con Buenos Aires de acuerdo con las necesidades. (35)
El oficio no hacía referencia a la federación sino a la cooperación de acuerdo con las exigencias de los acontecimientos. La determinación se explicaba por la nota antes aludida sobre la cuarta condición exigida en la del 20 de julio. La cooperación se concretaría en la alianza, que los comisionados subscribieron en Asunción.
El 2 de octubre el triunvirato decía nuevamente a la Junta Gubernativa: «Debe persuadirse V.S. hasta la evidencia que las miras de la Corte del Brasil, de ningun modo terminan en la esfera que les señala nuestro territorio; por que fundados sus proyectos en derechos que reclama la Sra. Carlota, es bien obvio que pretende hacer estensiba su dominación a todos los dominios de la Monarquía Española. Los riesgos inminentes que nos amenazan provocan eficasmente a ponernos de acuerdo de una vez, por que si menos vigilantes y zelosos no desplegamos nuestro poder, dexandonos arrastrar de los sentimientos de buena fée que propalan por política unos limítrofes siempre astutos en sacar ventajas en nuestro continente llegaría el tiempo en que acaso fuesen utiles nuestros esfuerzos. – Medite V.S. profundamente sobre estas graves incidencias, oyendo a los Representantes que cerca de ese Govierno van animados del interés de esa benemerita Provincia, y del gral. de la gran causa que sobstenemos mientras espera este que las provincias de V.S. desplegadas con la energía que corresponde, y le es analoga nos ponga en union á cubierto de los males que nos amagan». (36)
Ni una palabra sobre la federación, sólo se insistía en la unión para la defensa de los males y riesgos que amenazaban a la «gran causa» de la independencia. Buenos Aires no buscaba otra cosa.
El mismo día en otro oficio dirigido a Belgrano y Echevarría, agregaba; «Sabe este Gobierno por cartas de aquella Provincia q. sus habitantes se hallan inbuidos enla preocupación de que las miras del Brasil no salen dela esfera de posesionarse de la vanda oriental en auxilio del Gobnº de la plaza de Montº. Considere V.S. quan funesta es esta impresion a1 interes gral en los momentos estrechos de hallarnos amenazados por una fuerza respetable de aquella Corte, y q. descubre abiertam.te sus intenciones. Es pues de todo el interes de este Gobierno q. por los arbitrios que le sugiera su política y prevenc.n haga desaparecer tan vana confianza del animo delos Paraguayos, inclinadolos a persuadirse firmem.te del r. go que seles aproxima, si no toman medidas activas y energicas desde luego». (37)
No es verosímil la versión transmitida por el triunvirato. El Paraguay conocía muy bien las intenciones de la Corte Portuguesa y las pretensiones de la princesa Carlota Joaquina. El peligro portugués fue el motivo ocasional predominante de la revolución del l4 de mayo y de la deposición de Velasco, por cuya razón la provincia se puso en guardia.
Como se anotó anteriormente Belgrano y Echevarría llegaron a Asunción el 4 de octubre, unos días después de haber sido dominado un intento de reacción de los españoles. Tampoco los porteñistas permanecían inactivos. En el ambiente caldeado por los múltiples problemas emergentes de un Estado en formación, diversas corrientes pugnaban por establecer su hegemonía. Pero predominaron la cordura y la firmeza de los patriotas, lo que permitió a la Junta Gubernativa actuar con la totalidad de sus miembros, con excepción de Bogarín que había sido separado, ante la presencia de los representantes de Buenos Aires.
Los comisionados fueron recibidos al día siguiente por la Junta Gubernativa, en cuya ocasión presentaron sus credenciales. Belgrano, según Wisner de Morgenstern, «manifestó que la Junta de Buenos Aires reconocía la Independencia del Paraguay del poder español; pero que era necesario marchar unidos para contrarrestar el plan de los españoles, que amenazaban restaurar nuevamente su poder y que la prueba, el Paraguay la tenía en casa, pues acababa de sofocar un movimiento revolucionario. Que, por otra parte, la Junta de Buenos Aires tenía pruebas evidentes de que todas las miras de la Corte del Brasil era establecer con mayor rigor el sistema colonial en toda la costa de la América del Sur que baña el Atlántico y que por lo expuesto esos peligros debían conjurarse. Con elocuentes frases trataba de esta manera Belgrano, convencer a los miembros de la Junta de la necesidad que el Paraguay no quedase aislado y se confederase con la Capital del extinto Virreinato, como ya lo estaban todas las demás provincias, a fin de establecer una unión sólida y poder así defenderse de los peligros expuestos, para lo cual más práctico sería celebrar un tratado al respecto». (38)
Belgrano no mencionó en su exposición la recomendación del articulo 6º de sus instrucciones referente a la sujeción del Paraguay a Buenos Aires. Hábilmente sólo insistió sobre la necesidad de la unión de ambos territorios para la defensa de los peligros comunes, la alianza que por el momento buscaba Buenos Aires. No hizo cuestión sobre el primer punto. El ambiente no era propicio para entrar en negociaciones de ese carácter. Por lo tanto, se concretó a desarrollar lo dispuesto en el artículo 7º de las mismas instrucciones,
El Dr. Francia, que tuvo a su cargo el papel principal de las conversaciones, manifestó en representación de la Junta Gubernativa «que el Paraguay no podría apartarse de ninguna manera de lo que el Congreso de junio había sancionado, declarando la completa independencia del Paraguay; pero que no obstante, se conservarían siempre las buenas relaciones con Buenos Aires y a donde se mandaría oportunamente su representante. Que agradecía en nombre de la Junta el reconocimiento de la Independencia del Paraguay; y que en cuanto y la Organización de sus fuerzas, no podría emplearlas para otro objeto, sino para su propia defensa; que por el momento no se podría contraer ningún compromiso sin expresa autorización del Congreso de los representantes de todos los departamentos de la Provincia; que la Junta se encontraba actualmente preocupada en la organización de la administración pública; y que lo propuesto por la representación de Buenos Aires, será tenido muy en cuenta para ser sometido a la consideración del próximo Congreso a convocarse». (39)
También el Dr. Echevarría intervino en la entrevista expresando «que muy bien podría celebrarse al respecto un tratado ad referendum para someterlo después a la aprobación del Congreso». (40)
La exposición del Dr. Francia era categórica. La Junta Gubernativa no admitiría acuerdo alguno sino sobre la base de la «completa independencia del Paraguay». Tal era el sentimiento predominante en el gobierno y en la población de la provincia. Pero esta tendencia no significaba romper con Buenos Aires, ciudad con la cual las conveniencias recomendaban mantener cordiales relaciones. La referencia al envío de un representante a la misma Buenos Aires constituía una cortina de humo. Si bien que el congreso del 17 de junio había adoptado esa medida, no se la llevó a la práctica. «Francia era contrario a este pensamiento, – afirma Báez – desde que su designio intimo era sustraer al Paraguay de toda liga federativa con Buenos Aires, a pesar de que en sus escritos emplease la palabra federación para disimular su pensamiento». (41)
Las conversaciones continuaron en los días siguientes. Belgrano y Echevarría visitaron «a cada uno de los miembros de la Junta en sus respectivos domicilios», poniendo todo el empeño «para que éstos aceptaran celebrar un tratado de unión, con el fin, de conseguir con el tiempo, que el Paraguay formase parte integrante de la confederación de las provincias del extinguido Virreinato». (42)
El tratado se firmó el 12 de octubre de 1811. El preámbulo hacia referencia a las notas del 20 de julio de la Junta del Paraguay y a la del 28 de agosto de la de Buenos Aires. Por el artículo primero se estableció que el tabaco de la Real Hacienda existente se vendiese por cuenta de la provincia con el «sagrado objeto» de mantener una fuerza para seguridad de la misma provincia y poder defenderse de los enemigos internos y externos, en otros términos, «la entera libertad del comercio del tabaco», quedando en consecuencia extinguido el estanco de este producto. El segundo disponía que el peso de sisa y arbitrio que anteriormente se cobraba en Buenos Aires por cada tercio de yerba procedente del Paraguay, se cobrase en Asunción para el mismo objeto. Pero la Junta de Buenos Aires podrá establecer un moderado impuesto por la introducción de los productos paraguayos «siempre que una urgente necesidad lo exija». Por un artículo adicional que tenía la misma fuerza obligatoria que los demás del tratado, ese impuesto sería de un real y medio por tercio de yerba y la misma suma por arroba de tabaco «y no más», hasta que el congreso general de las provincias dispusiese otra cosa, sin perjuicio de los derechos del Paraguay. El artículo tercero prescribía que la alcabala se abonase en el lugar de la venta. El cuarto fijaba los límites de la provincia en la «forma que actualmente se hallan, encargándose consiguientemente su Gobierno de custodiar el Departamento de Candelaria», quedando igualmente el partido de Pedro González bajo la jurisdicción del Paraguay, hasta tanto el congreso general fije la demarcación definitiva. El Paraguayo Independiente dice que este artículo «reconoció los límites de la República paraguaya, respetando sus posesiones». (43)
Pero el artículo más importante y que regulaba las relaciones políticas entre las dos partes contratantes, era el quinto, que textualmente establecía: «Por consequencia de la Independencia en que queda esta Provincia del Paraguay de la de Buenos Aires conforme lo convenido en la citada contestación oficial del 28 de agosto último; Tampoco la mencionada Exma. Junta pondra reparo en el cumplimiento y execusión de las demás deliberaciones tomadas por esta del Paraguay en Junta General conforme a las Declaraciones del presente Tratado. Y baxo de estos artículos deseando ambas partes contratantes estrechar más y más los vínculos y empeños que unen, y deben unir ambas Provincias en una federación y alianza indisoluble, se obliga cada una por la suya no sólo a conservar y cultivar una sincera, sólida y perpetua amistad, sino también de auxiliarse y cooperar mutua y eficasmente con todo género de auxilios según permitan las circunstancias de cada una, toda vez que lo demande el sagrado fin de aniquilar y destruir cualesquier Enemigos que intente oponerse a los progresos de nuestra justa Causa, y común Libertad; en fé de lo qual con las más sinceras protestas de que estos estrechos vínculos unirán siempre en dulces confraternidad a esta Provincia del Paraguay, y las demás del Río de la Plata, haciendo a este efecto entrega de los poderes insinuados, firmamos esta Acta por duplicado con los respectivos Secretarios, para que cada parte conserve la suya a los fines consiguientes». (44)
El artículo transcripto venía a satisfacer las aspiraciones de la provincia, dejando «expresa y solemnemente reconocida la Independencia Paraguaya» (45) La «federación y alianza indisoluble» eran sólo la unión basada en la amistad y en la necesidad de prestarse mutuamente auxilios, prestación que tenía su limitación en las circunstancias de cada una de las partes y en la demanda de aniquilar a los enemigos que atentasen contra la causa común de libertad e independencia. La palabra federación no tenía otro sentido. La única unión que ligaba a ambas provincias era el lazo de fraternidad, como el que actualmente une a los Estados independientes de América para la defensa de las amenazas foráneas. Este amplio reconocimiento venía a confirmar no sólo la nota del 28 de agosto de la Junta bonaerense sino también la del 1º de octubre del triunvirato.
Mitre, cuyo juicio severo no era favorable al convenio, escribió en sus Historia del General Belgrano: «En esta negociación, toda la perseverancia, la habilidad y las ventajas estuvieron de parte del astuto diplomático paraguayo (el Dr. Francia). El papel de los representantes del gobierno de Buenos Aires fue meramente pasivo, quienes sin alcanzar las consecuencias, sancionaron en cierto modo la segregación del Paraguay y la disolución política del antiguo virreinato del Río de la Plata, que hasta entonces formaba una comunidad. – El tratado se firmó el 12 de octubre y sus estipulaciones, que como preveía Rivadavia lleva el sello del egoismo más exigente por parte del Paraguay, no fueron bastantes para desengañar a los comisionados respecto del concurso que debían esperar de un aliado tan sospechoso. Tres puntos capitales comprendió el tratado que nos ocupa; 1º la descentralización de las rentas, o sea la independencia económica; 2º la demarcación de los limites, o sea la independencia territorial; 3º el establecimiento de una federación, o sea la independencia política. Los tres envolvían la segregación». (46)
Si Belgrano y Echevarría subscribieron la segregación del Paraguay del antiguo virreinato del Río de la Plata o sea la independencia de esta provincia no fue por la actuación meramente pasiva de los mismos sino por el cumplimiento de instrucciones del gobierno de Buenos Aires y respetando una situación de hecho incontestable que venía desde la derrota del primero a fines de 1810 y principios de 1811. Si los comisionados encontrasen resistencia a la sujeción que aspiraba la capital porteña, ellos debían optar por la alianza de acuerdo con el artículo de las citadas instrucciones. Así hicieron ante la firmeza de las pretensiones paraguayas, sostenidas con perseverancia y habilidad por el Dr. Francia, no sin pugnar por las aspiraciones de Buenos Aires, según la referencia de Wisner de Morgenstern. Estaban además las notas del 28 de agosto y del 1º de octubre que reconocieron las resoluciones del congreso del 17 de junio, si bien que la última comunicación no había llegado aún a su destino. Por otro lado, no podría hablarse del egoísmo del Paraguay, desde el momento que por artículo quinto ambas partes contratantes se comprometían a prestarse «todo género de auxilios según permitan las circunstancias de cada una» contra cualquier enemigo que atentase contra la «Justa Causa, y común Libertad». Según el mismo Mitre la palabra «federación» era la primera vez que sonaba en la historia argentina, «tan famosa después en sus guerras civiles, en sus Congresos Constituyentes y en sus destinos futuros». (47) Pero al resonar en el pasado del Río de la Plata tenía otro significado, diferente al empleado en el tratado del 12 de octubre. Las provincias argentinas lucharon por la federación para destruir la hegemonía de Buenos Aires y organizar un Estado dentro del cual cada una de ellas tuviese su autonomía, bajo la dirección de un gobierno central, como quedó consagrado en la constitución de 1853.
El mismo día 12, Belgrano y Echevarría comunicaron al triunvirato la firma del acuerdo. Decían los comisionados: «Por el Acta adjunta se instruirá V.E. del resultado de nra. misión. A las doce de este dia quedó firmada y concluida, habiendo sido extraordinario el júbilo, q.e manifiestan todas las clases del Pueblo al oir la salba de Artilleria, y repique gral. de campanas, con q.e. le anunció esta gran novedad». (48)
La Junta Gubernativa, a su vez, dio a conocer el tratado por bando, que reflejaba el júbilo, la alegría por la conclusión del convenio. En la introducción, luego de referirse a la «feliz unión y reconciliación con la insigne Ciudad y Provincia de Buenos Aires», que por otro bando se había anunciado al público, agregaba; «Reconocida nuestra independencia, aún restaba concordar sobre otros puntos menos esenciales a la verdad, pero de no poca importancia y consideración por sus consecuencias. Esta negociación se há terminado felizmente a nuestra entera satisfacción, y la Excelentísima Junta de Buenos Aires por medio de sus ilustres Representantes enviados a esta Ciudad acaba de darnos en esta conclusión una prueba y la más brillante de la rectitud de sus determinaciones, y de las ideas benéficas y liberales de que se halla poseído con respecto a esta Provincia». (49)
El documento firmado por Yegros, Francia, Cavallero y de la Mora, partía de la base del reconocimiento de la independencia, que era lo fundamental, la condición sine qua non para entrar a considerar las otras cuestiones pendientes, importantes también pero no esenciales. La entera satisfacción que produjo a la Junta Gubernativa la conclusión de las negociaciones certificaba, sin dejar lugar a otra interpretación, que el tratado consagró la aspiración del Paraguay: la independencia y no la sujeción a Buenos Aires.
El bando reprodujo a continuación el texto del tratado. «De este modo acrecentó – han quedado debidamente satisfechos los deseos de la provincia, disipados los motivos de esta discusión política y estrechados nuevamente los vínculos de nuestra unión. La garantía de esto se funda en nuestros empeños solemnes y en el interés general de ambas provincias. Siendo una la causa, unos mismos deben ser nuestros votos, y todo debe ceder a tan sagrado objeto. Ya no hay ni debe haber división entre una y otra Provincia. Los hijos de Buenos Aires son y deben reputarse del Paraguay, y los hijos de esta Provincia son y deben también mirarse como Patricios de Buenos Aires. Serán nuestros enemigos todos lo que se declarasen contra aquel Pueblo hermano y aliado; y Buenos Aires se sacrificará también a fin de perseguir y exterminar a los que se declaren enemigos nuestros. Unidos en esta alianza indisoluble, y proveídos ya en nuevos recursos, debemos considerarnos más fuertes y con más poder para sostener la causa común. Y pues el Gobierno ha dedicado todos sus desvelos en los medios de prosperar la Provincia, extendiendo sus miras aún más allá de lo que ella se había propuesto: esforcémonos en defender aquella justa causa con el decoro que corresponde a la dignidad de un Pueblo como el Paraguay. Inflamados del amor dela Patria, y de aquel deseo vehemente de lo grande que conduce a la gloria, y a las acciones heroicas; sea el grito de todos: Morir por la Patria y la Común Libertad». (50)
El Paraguayo Independiente al comentar el reconocimiento del tratado del 12 de octubre, expresaba: «La Independencia es por tanto un hecho consumado y completo: ella es tan antigua y legítima como la de Buenos Aires, y fundada en igual y recíproco reconocimiento, nunca disputado, y sí reproducido diferentes veces por diversos Gobiernos argentinos». (51)
No obstante las disposiciones claras del convenio, los partidarios de «una franca unión con Buenos Aires», felicitaron y visitaron a Belgrano y Echevarría, lo que produjo «en el ánimo de Yegros, Cavallero y Francia serios celos, al extremo de disponer fueran vigiladas todas aquellas personas que visitaban a los huéspedes». (52)
Al despedirse los comisionados bonaerenses del Dr. Francia, éste les ofreció como recuerdo «una historia manuscrita del Paraguay y el retrato de Franklin que adornaba su estudio, que era un rico grabado sobre acero. «Este es el primer demócrata del mundo, y el modelo que debemos imitar, les dijo, presentándoselo a Echevarría. Dentro de cuarenta años, puede ser que estos países tengan hombres que le parezcan, y sólo entonces podremos gozar de libertad, para la cual no estamos preparados hoy». (53)
El triunvirato comunicó a la Junta Gubernativa haber aprobado el tratado y la gran satisfacción de ver a la provincia empeñada en unir sus esfuerzos a los de las del Río de la Plata para la defensa de la «libertad dela Patria», con la salvedad del artículo cuarto, que dejaba el departamento de Candelaria bajo la jurisdicción del Paraguay. (54) También el mismo día el triunvirato se dirigió igualmente a Belgrano y Echevarría, a quienes manifestó: «Son de su mayor satisfacción los artículos que ha acordado V. S. tanto p.r que en ellos no há perdido de vista el gral objeto que dirigió sus pasos para alcanzar este bien, quanto para que se ha conducido con la eficacia, y rapidez que demandaba esta misión... Repite á V.S. este Govierno toda su consideración, y le aprueba el pulso que há manejado en este grave asunto en que no menos que en todos los demas cargos fiados a su zelo y conocimientos há acreditado a la Patria el amor que le consagra». Se recomendó a los comisionados obtener la modificación del articulo cuarto en un sentido favorable al patrimonio territorial de las provincias del Río de la Plata. (55)
La aprobación de la conducta de los comisionados por el gobierno de Buenos Aires, en los términos elocuentes transcriptos, prueba que cumplieron a satisfacción sus instrucciones. En las negociaciones no descuidaron el objeto general de la misión y así alcanzaron la alianza, «bien» que satisfacía las urgencias demandadas por la defensa de la causa común. En las dos comunicaciones el triunvirato no hizo la mínima referencia a la federación, que desde luego no figuraba en las previsiones de su política.
La Junta Gubernativa desvió hábilmente la cuestión del departamento de Candelaria. Sin embargo de afirmar que ese territorio estuvo siempre dentro de la jurisdicción de la provincia, declaró que la resolución al respecto debía tratarse en el próximo congreso de vecinos y moradores, en la seguridad de que el gobierno paraguayo haría cuanto le fuese posible para que la pretensión de Buenos Aires sea atendida «en obsequio de los indicados vinculos que unen a las dos Prov.s». (56) Dio largas al asunto y la disposición del artículo cuarto quedó sin modificación.

NOTAS
1. Mitre, ob. cit., pág. 202.
2. Vargas Peña, ob. cit., pág. 41. La Junta de Buenos Aires a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811.
3. Ib. Ib., págs. 42 a 43. Instrucciones a los comisionados Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811. Firmaron el documento: Cornelio de Saavedra, Domingo Matheu, Juan de Alagón. Juan Francisco Tarragona, Manuel J. Molina, y como secretario interino, el Dr. José García Cossio.
4. Ib. Ib. Ib.
5. Ib. Ib. Ib.
6. Ib. Ib. Ib. Art. 4º
7. Ib. Ib. Ib. Art. 5º
8. Ib. Ib. Ib.
9. Ib. Ib. Ib.
10. Mitre, ob. cit., pág. 202.
11. Vargas Peña, ob. cit., pág. 40. La Junta de Buenos a la del Paraguay. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811.
12. Ib. Ib. págs. 46 y 47. Belgrano y Echevarría a la Junta del Paraguay. Corrientes, 29 de agosto de 1811. Portador del oficio fue Justo Pastor Caniza.
13. Ib. Ib., págs. 47 y 48. La Junta Gubernativa al Cabildo, 6 de setiembre de 1811. El Cabildo de Asunción a la Junta Gubernativa, 6 de setiembre de 1811. La Junta Gubernativa al Cabildo, 9 de setiembre de 1811.
14. Ib. Ib., págs. 49 y 50. La Junta Gubernativa del Paraguay a Belgrano y Echevarría. Asunción, 9 de setiembre de 1811.
15. Nota cit.
16. Según Cardozo, Francia se reincorporó a la Junta el 6 de setiembre. El Paraguayo Independiente, cit., pág. 28.
17. Vargas Peña, ob. cit., pág. 50. Belgrano y Echevarría a la Junta del Paraguay. Corrientes, 12 de setiembre de 1811.
18. Ib. Ib., ob. cit., págs. 44 y 45. T a Junta de Buenos Aires a la del Paraguay. Buenos Aires, 28 de agosto de 1811. Firmaron el oficio Juan de Alagón, Anastacio Gutiérrez, Marcelino Poblet, José Ignacio Fernández Maradoña, Francisco Antonio Ocampo y Joaquín Campana, Secretario.
19. Nota cit.
20. Vargas Peña, ob. cit., págs. 51 a 54. Bando de la Junta Gubernativa: Asunción, 14 de setiembre de 1811. El documento está subscrito por Yegros, Francia, Cavallero y de la Mora. No aparece la firma de Bogarín, quien había sido separado de la Junta.
21. Bando cit.
22. Bando cit.
23. Vargas Peña, ob. cit., pág. 55. La Junta Gubernativa a Belgrano y Echevarria. Asunción, 18 de setiembre de 1811.
24. Ib. Ib., pág. 67. Belgrano y Echevarría al Triunvirato de Buenos Aires. Asunción, 12 de octubre de 1811.
25. Mitre, ob. cit., pág. 203.
26. Ib. Ib. Ib.
Chaves. Historia de las relaciones, cit., pág. 156.
27. Mitre, ob. cit., pág. 203.
28. Vargas Peña, ob. cit., pág. 58 y 59. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 25 de setiembre de 1811.
29. Ib. Ib., pág. 59. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 1º de octubre de 1811.
El Paraguayo Independiente Nº 2.
Báez, ob. cit., pág. 175.
30. Mitre, ob. cit., pág. 204.
31. El Paraguayo Independiente Nº 2. El paréntesis es nuestro.
32. Mitre ob. cit., pág. 204. Rivadavia a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de octubre de 1811.
Cardozo. Artigas y el Paraguay. Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Tomo XIX. Montevideo, 1952, pág. 16.
Chaves. Historia de las relaciones..., cit., págs. 167 y 168.
33. Mitre, ob. cit., pág. 204.
34. Vargas Peña, ob. cit. pág. 61.
35. Ib. Ib. pág. 59. El triunvirato a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires 1º de octubre de 1811
36 Ib. Ib. pág. 62. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 2 de octubre de 1811.
37. Ib. Ib. pág. 61 y 62. El triunvirato a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 2 de octubre de 1811.
98. Wisner, ob. cit., pág. 47.
39. Ib. Ib., págs. 47 y 48.
40. Ib. Ib. pág. 48.
41. Báez, ob. cit., pág. 181.
42. Wisner, ob. cit., pág. 48.
43. Ib. Ib., págs. 49, 50 y 51.
El Paraguayo Independiente Nº 1.
Mitre, ob. cit., pág. 205.
Báez, ob. cit., págs. 184, 185 y 186.
Cardozo. El Paraguayo Independiente, cit., págs. 30 y 31.
Chaves, ob. cit., págs. 165 y 166.
Sanchez Quell, ob. cit., págs. 15 y 16.
Vargas Peña, ob. cit., págs. 63 a 66.
44. Ib. Ib. Ib.
45. El Paraguayo Independiente Nº 1.
46. Ob. Cit., pág. 205. El paréntesis es nuestro.
47. Ib. Ib. Ib.
48. Vargas Peña, ob. cit., pág. 67. Nota ya cit.
49. Ib. Ib., pág. 63.
50. Ib. Ib., pág. 65. El bando fue publicado el 14 de octubre.
51. El Paraguayo Independiente Nº 1.
52. Wisner, ob. cit., pág. 52. Estos visitantes eran según este autor; Fernando de la Mora, los Baldovinos, doctor Zavala, Baltazar Barga, Fray Fernando Báez, capitán Montiel, Iturbe, Achar, Alfaro, Chavarría, Jovellanos, Escobar, Domecq.e Lobera y otros.
53. Mtre, ob. cit., pág. 207.
54. Vargas Peñas, ob. cit., págs, 72 y 73. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 31 de octubre de 1811.
55. Ib. Ib., pág. 72. El triunvirato a Belgrano y Echevarria. Buenos Aires, 31 de octubre de 1811.
56. Ib. Ib., pág. 97 y 98. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 19 de diciembre de 1811. Esta nota firmaron Yegros, Cavallero y de la Mora. El Dr. Francia se había retirado nuevamente de la Junta.
.
Fuente:
Publicación conjunta de
CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO
INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO
Rio de Janeiro - Brasil (1976)
Versión digital (pdf):
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.

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