ORÍGENES DE LAS MISIONES JESUÍTICAS
EN EL PARAGUAY
Por JUAN BAUTISTA RIVAROLA PAOLI
(Enlace a datos biográficos y obras
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ORIGENES DE LAS MISIONES JESUITICAS EN EL PARAGUAY
Los primitivos historiadores de la Compañía –afirma el P. Carlos Leonnardt, S.J.– nos han referido extensamente los orígenes de la antigua provincia del Paraguay. Los PP. Antonio Ruiz de Montoya, S.J., Nicolás Techo, S.J., Pedro Lozano S.J. y Francisco Javier de Charlevoix, S.J. lo comprueban. Idéntica tarea han realizado los más modernos, a saber: Pablo Hernández, S.J. y Antonio Astrain, S.J. (444).
"En el año 1541, los territorios que comprendía la antigua provincia del Paraguay tomaron su nombre del primer gobierno fundado por los españoles en la Asunción del Paraguay. Esta gobernación pronto abarcó los extensos territorios que hoy forman las repúblicas del Paraguay, Argentina y Uruguay y las provincias meridionales del Brasil y Bolivia.
"Precisamente en los lindes de Bolivia y la Argentina, comenzó la actividad de la provincia jesuítica del Paraguay, entrando los religiosos de la Compañía por el Alto Perú, a semejanza de los primeros colonos españoles de la región llamada del Tucumán.
En los años 1585 y 1586, a ruegos del Obispo de Tucumán, penetran en aquel país los PP. Francisco Angulo y Alonso Barzana, venidos desde la provincia del Perú, con un hermano coadjutor. Estos jesuitas, llegaban no sólo para los pocos colonos, sino también para los cien mil indios de aquel rincón. El obispo Francisco de Victoria, de Santiago del Estero, tenía en aquel entonces sólo cinco sacerdotes a su disposición. Había además, unos conventos de dominicos, a cuya Orden pertenecía el Obispo, de franciscanos y de mercedarios.
"Este prelado no se contentó con los dos Padres, sino que envió al activo canónigo Francisco Salcedo, más tarde insigne bienhechor de la Compañía, al Brasil para traer más religiosos que poseyeran la lengua de los indios guaraníes. Después de muchas penurias llegaron a Córdoba del Tucumán, en 1587, los PP. Juan Saloni, catalán, Manuel Ortega, portugués y Tomás Fields, irlandés, constituyendo todos ellos por su vida, trabajos y hasta diferente nacionalidad, el prototipo de los beneméritos misioneros del Paraguay que vendrían más tarde".
"En 1588 entran estos primeros apóstoles al Paraguay propiamente dicho y lo recorren en varias direcciones, misionando entre blancos e indios. Poseían modestas residencias y vivían de limosnas".
"La residencia de la Asunción del Paraguay fundóse jurídicamente en 1594.." (445).
La erección definitiva de la nueva provincia del Paraguay, fue decretada en 1604 por el A.R.P. general Claudio Aquaviva, designándose un poco más tarde al P. Diego de Torres como primer provincial.
En 1609, el provincial P. Diego de Torres, inició la serie de reducciones de indios en las selvas del Paraguay, colaborando el Gobernador Hernando Arias de Saavedra, con unos 400 pesos al año, para el sustento de 2 misioneros en cada una de las reducciones.
"En el mes de julio de 161C –nos dice Juan Bautista Rivarola–, fundaron los referidos jesuitas (Masseta y Cataldino), la primera reducción con el nombre de Nuestra Señora de Loreto. Acompañábales como intérprete el Padre Rodrigo Ortiz de Melgarejo. guaireño, hijo de Ruiz Diaz de Melgarejo y de doña Elvira de Contreras. Es conveniente consignar que la reducción de Loreto no fue la primera fundada en el Paraguay. La primera fue la de San Ignacio Guazú, fundada el 29 de diciembre de 1609, por el Padre Marcial de Lorenzana, guiado por el asunceno Fray Hernando de la Cueva, cura párroco de la Iglesia de Yaguarón".
"Tiempo andando, los PP. Simón Masseta y José Cataldino fundaron la reducción de San Ignaciomini. A los dos años de esta fundación incorporáronse a la misión los PP. Antonio Luis de Montoya y Martín de Ortazún". (446).
Refiere Félix de Azara sobre los primeros jesuitas: "Viéndose la extrema necesidad de eclesiásticos, los solicitaron con las mayores instancias, hasta que el año de 1611 llegaron los padres jesuitas, a quienes el juez eclesiástico encargó inmediatamente las atenciones parroquiales de toda la provincia de Guairá, que aún no había tenido párroco alguno, no obstante haber en ella una ciudad española y trece pueblos numerosos de indios fundados cuarenta y cuatro años antes. En el propio caso –continúa Azara– estaban los antiguos pueblos de Tarey, Bomboy y Caaguazú que se encomendaron a otros dos jesuitas llegados después en 1632 y el de S. Ignacio-guazú a otro el de 1609".
Más adelante Azara afirma: "Llegaron los padres Jesuitas al país de mi descripción el año de 1639 y administraron temporal y espiritualmente a treinta y tres pueblos de indios guaraníes o tapés que es lo mismo. Tres de ellos que son los últimos de la tabla al fin de este capítulo, están a la parte del Norte de la Provincia del Paraguay y los treinta restantes componen la provincia de Misiones del Paraná y Uruguay. De los treinta y tres citados pueblos, sólo fundaron los padres los veinte y ocho de la citada tabla; porque los cinco restantes son los que hoy existen de los que les encargaron a su arribo, ya formalizados mucho antes, y aún repartidos en encomiendas, según se dijo en el precedente capítulo núm. 11 y consta de los papeles del archivo de la Asunción, por cuyo motivo se ha anotado entre los de dicho capítulo" (447).
Los primeros Padres Jesuitas llegaron sin embargo al Paraguay en el año 1588, con la misión de evangelizar la región del Guayrá.
Los antecedentes inmediatos de las Misiones se van gestando de a poco, primero con la fundación de uno de los principales pueblos misioneros, el de San Ignacio-Guazú, que tuvo lugar el 29 de diciembre de 1609. De esto último Juan Francisco Aguirre nos refiere: "El obispo rehusó enviar clérigos y fue por fin el P. Marcial de Lorenzana, acompañado del P. Francisco San Martín que entraron por tierra en el Paraná en Diciembre de 1609 y en 163.0 empezaron y entablaron la reducción de Sn. Ignacio con 30 familias, habiéndose bautizado los caciques Arapizandú y Anangará con sus mugeres" (448).
"Por este tiempo –nos indica Aguirre, quien nos merece plena fe– ya estaba por llegar al Paraguay aquel buen ministro Dn. Francisco Alfaro, que trataba de poner en planta las recomendables exenciones con que S.M. alivió a los indios y particularmente abolir al servicio personal, por lo que el P. Lorenzana, empezó a dar a los Paranás buenas esperanzas a su voluntad. La fama de éstas trajo desde el Uruguay diversas embajadas con la misma solicitud y en este caso, estando ya en la Asunción el visitador, avisó el P. Lorenzana a su Provincial Diego de Torres de cuanto ocurría. El asunto se trató en junta del Gobernador, visitador Hernán Darias, el provincial y el P. Lorenzana, que se hizo llamar a ese propósito, éste dijo que ofrecían los indios de ambos Ríos Paraná y Uruguay ser cristianos, como se les guardase la condición de incorporarlos a la corona y no ser encomendados a particulares; y en su consecuencia fue uniforme la resolución de que se les empeñase la real palabra de así se cumpliría y de lo acordado se dio parte a la Real Audiencia. En esta junto hizo Hernán Darias un elogio del valor de los Paraná, hasta decir que por su amistad convenía complacerles en lo que pidiesen".
Después refiere Aguirre, que para esta resolución se tuvieron presentes dos Cédulas, una del 18 de diciembre de 1601, y la otra del 30 de mayo de 1607, de que ningún indio recién convertido se encomiende a particular y que por el tiempo de 10 años no paguen sus tributos a S.M.
Llevada a los Paranás la resolución referida por sus misioneros se consiguió el fruto que se había prometido pues sucesivamente se fueron fundando diferentes reducciones" (449).
Siguiendo los datos aportados por Aguirre, los Jesuitas fundaron en la margen derecha del Río Paraná ocho pueblos: San Ignacio Guazú, en 1610, por el P. Marcial de Lorenzana; Santa Rosa; Santiago; Itapúa, se fundó el 11 de junio de 1615; Santa María de Fe, Jesús, Trinidad y San Cosme y Damián.
En la margen izquierda del río Paraná hasta la margen derecha del río Uruguay, se fundaron alrededor de 15 pueblos, siendo los más conocidos: San Ignacio Miní, Loreto, Corpus Cristi, Candelaria, Santa Ana, Santa María, Apóstoles, Mártires, Santo Tomé, Yapeyú, y otros.
En la margen izquierda del río Uruguay fundaron siete pueblos: San Borja, San Luis, San Nicolás, San Miguel, San Carlos, Concepción y otros.
En cuanto a su organización interna, las Reducciones o Misiones como más adelante se las llamarían, tenían, a) Un Cura rector o PA’I TUYA. Era el que tenía mayor responsabilidad en la planificación de la economía, de las construcciones, los aspectos administrativos de la reducción; b) Un Cura doctrinero o PA’I MINI, quien tenía más responsabilidad en cuestiones de orden espiritual, catequesis, atención de enfermos, servicio religioso. En las reducciones había también dos o tres hermanos. En una población de tres a siete mil habitantes, los religiosos no pasaban de tres a cinco; c) Un Corregidor, que ejercía las funciones de justicia; d) El Cabildo indígena que era la autoridad civil de la población. Su función era servir como canal de comunicación entre los religiosos y los indígenas del pueblo, con el acento de autoridad en los padres jesuitas.
"Más tarde se creó el cargo de Superior de las reducciones, cuando aumentó el número de ellas. En un primer tiempo tuvieron su asiento en San Ignacio Guazú y más tarde en Candelarias. El Provincial estaba en la Ciudad de Córdoba; el General de la Compañía, en Roma".
En cuanto a la forma de organización del trabajo, nos refiere Gerónimo Irala Burgos, de que el principio fundamental es de que cada indio tenía alguna función que cumplir. Todos trabajaban, solamente los niños menores y los ancianos estaban liberados. El trabajo estaba planificado para todo el año, teniendo en cuenta las diversas épocas: siembra o cultivo, limpieza o recolección o cosecha. También de acuerdo a quienes lo hacían.
La planificación estaba a cargo del Pa’í Tuyá. En cuando al Sistema de Propiedad, existían tres grandes áreas de propiedad a saber:
1. AVAMBAE. Cosa o propiedad del indio; era una forma de propiedad familiar. A cada pareja al casarse, se le daba una parcela de tierra para cultivar, la cual no podía ser regalada ni vendida. Lo producido era de la familia y, para que ésta no la utilizara en forma imprevisora, se guardaba en silos y se les daba en forma racionada dos o tres veces a la semana.
2. TUPAMBAE. Cosa o propiedad de Dios. Ciertos días de la semana se trabajaba en predios que eran de toda la población y lo producido sería para los gastos del COTY GUAZU (asilos de ancianos, viudas, huérfanos) y las necesidades religiosas (construcción de templos, liturgia esplendorosa de mucho brillo y colorido). La liturgia, en las reducciones, se hacía con el despliegue, como en las grandes épocas (los europeos que llegaban se asombraban de ésta).
3. TAVAMBAE. Propiedad del pueblo. Formaban parte de ella extensas tierras, estancias, yerbales, gran parte de las áreas cultivadas y servía para pagar los tributos al Rey, solventar las necesidades del pueblo y ayudar a otras poblaciones misioneras.
"Practicaban entre ellos una efectiva solidaridad. Cuando un pueblo tenía necesidades, otros lo ayudaban". "En suma, en la propiedad imperaba un concepto comunitario, con fuertes tendencias sociales y respeto de los derechos fundamentales personales y familiares, y una forma altamente humanizadora y productiva, cosa que llama la atención hoy en día a economistas, sociólogos y politólogos".
"El sistema era predominantemente social, con un fuerte carácter familiar. Este sistema funcionó y no sólo funcionó sino que tuvo una altísima productividad" (450
Sobre este sistema de organización nos dice Blas Garay: "Además de la agricultura, los jesuitas sacaban pingües beneficios de la ganadería, del laboreo de la yerba mate y del comercio de artículos extranjeros, en el cual nadie podía hacerles competencia, pues abusando de los privilegios que se les concedieron, se sustraían a todo impuesto, y no pagaban gastos de transporte, porque lo hacían en embarcaciones propias; y como el mantenimiento de las Misiones costaba poco, pues tenían en ellas todo género de fábricas e industrias, realizaban anualmente una utilidad líquida de 1.000.000 de pesos, mientras por las mismas razones que favorecían a los Padres, languidecía y se arruinaba la Provincial del Paraguay".
"En la suya eran los jesuitas completamente independiente –prosigue Garay–, pues ni los Gobernadores ni los Obispos se atrevían a visitarla, a pesar de tener derecho a ello, sin su venia, y solamente la daban de tarde en tarde y cuando les convenía. Su influencia en la corte preponderaba, y cuando ella no bastase, el soborno la suplía. Además, obtuvieron para sus indios la concesión de usar armas de fuego, con pretexto de defenderse de los mamelucos, y desde entonces convirtieron cada reducción en una plaza militar, cerrada por las noches, y en la cual no podía entrar ningún extraño sin permiso ni permanecer más de tres días. Así las aislaron absolutamente de toda influencia que no fuese la suya." (451).
Blas Garay en su renombrado libro "El comunismo de las Misiones", dice: "...a la vuelta de algunos años, y a la par que crecieron sus progresos, cambiaron los jesuitas de conducta: los que fueron en un principio humildes y abnegados misioneros, tornáronse ambiciosos dominadores de pueblo, que poco a poco sacudieron todas las naturales dependencias a que debían estar sujetos: afanáronse por procurar riquezas materiales en menoscabo de su misión cristiana y civilizadora; persiguieron a los que intentaron poner coto a sus abusos o quisieron combatir su influencia; se hicieron dueños de la voluntad de los gobernadores y de los obispos, ya porque éstos les debían sus nombramientos, ya porque el cohecho y la promesa de pingües ganancias se los hacían devotos, y convirtieron su república en una inmensa sociedad colectiva de producción, arruinando, amparados en los grandes privilegios que supieron obtener, a la Provincia del Paraguay, a cuyos beneméritos debían reconocimiento por muchos conceptos".
Y en otra parte del mismo libro Garay expresa: "El cohecho y la intimidación eran las columnas principales en que en América descansaba el poder de los jesuitas. Gobernadores y obispos habrían de escoger entre tenerlos por amigos generosos o por encarnizados y crueles enemigos. Gracias a la amistad con los misioneros, los gobernadores de Buenos Aires y del Paraguay disfrutaban de crecido sobresueldo: no tenían reato alguno para dedicarse al comercio y como lo hacían por las hábiles manos de los discípulos de Loyola, y bajo todos los privilegios a éstos concedidos, las ganancias eran fáciles y considerables" (452).
En cuanto a las riquezas de las Misiones, el Padre Furlong, expresa sobre el particular: "Barúa y Anglés, en los tiempos antiguos, Blas Garay y Leopoldo Lugones, en los mas recientes, han ponderado las riquezas infinitas que producían las Reducciones. El postrero de los nombrados, barajando las cifras a su talante, llegó a la conclusión de que entre 1707 y 1767 los jesuitas extrajeron de los pueblos guaraníticos la suma de 100.000.000 de pesos en ganancias, lo que, en un siglo suponía UNA GANANCIA DE 1.600.000.000 de francos líquidos" (453).
"Blas Garay, más cauto, asegura que los misioneros llegaron a acumular considerables riquezas y cálculos autorizados estiman en un millón de pesos españoles de plata el rendimiento anual de las doctrinas, y en menos de cien mil lo que para mantenerlas se gastaba en efectivo (454). Más generoso, Lugones escribe: "Pongamos un millón en gastos. En realidad 668.000".
"Con relación a ese millón –prosigue el P. Furlong–, anual, agrega Blas Garay que "sobrante tan cuantioso permitió a los Padres asistir generosa y pródigamente, con el fruto del trabajo de los indios, a los crecidos gastos que la Orden tenía en Europa, a fin de conservar el edificio de su poderío... Los Procuradores generales, cada seis años despachados para el viejo continente, eran siempre portadores de importantes sumas de dinero" (455).
"Esto último es parcialmente cierto, –afirma Furlong–, pero todo lo anterior es totalmente falso, y supone en el autor o autores un desconocimiento absoluto del engranaje económico que siempre ha regido en la Compañía de Jesús, y un desconocimiento lamentabilísimo de lo que fue la situación económica así en las Reducciones como en las ciudades rioplatenses durante los siglos XVII y XVIII" (456).
Alberto Montezuma Hurtado, refiere que no consta en anales que don Hernando Arias de Saavedra... fuera otro válido de los misioneros y su obsecuente servidor. En cambio, en tal situación prebendaria y obediente figuraron entre otros, los gobernadores Gregorio de Hinestrosa, Diego de Escobar Osorio, Sebastián de León, Diego Reyes de Balmaceda, este último de indigna y muy baja memoria" (457).
"Mientras los pueblos de las Misiones prosperaban, –dice Justo P. Benítez–, la Colonia empobrecía, víctima de trabas en su comercio, de gabelas y de restricciones. No podía hacer competencia a la industria jesuítica que disponía del trabajo gratuito de 160.000 indios. Algunos de los gobernadores se convirtieron en elementos de la poderosa Compañía, exacerbando el espíritu de los encomenderos y comerciantes libres. Tal ocurrió con Gregorio de Hinestrosa y Diego de los Reyes Balmaceda, principales provocadores de las dos revoluciones comuneras" (458).
"Los efectos comerciales, –expresa el P. Gregorio Funes–, así en natura, como manufacturados, entraban en el giro de la negociación. Los más considerables de estos artículos eran la yerba del Paraguay, la cera, la miel y los lienzos de algodón. Entre los indios era desconocido el uso de la moneda. Estos artículos salían fuera de la provincia, y se despachaban la mayor parte en Buenos Aires. Con su producto se pagaban los tributos y los diezmos, el sobrante se retornaba para el consumo de los pueblos, adorno de los templos y galas dispendiosas de que usaban los indios de oficios públicos en sus festividades".
"Eran estas repúblicas –prosigue Funes–, las únicas del mundo donde reinaba esa perfecta igualdad de condiciones que templa las pasiones destructoras de los estados y suministra fuerzas a la razón. La habitación, el traje, el alimento, los trabajos, el derecho a los empleos, todo era igual entre estos ciudadanos".
Más adelante el mismo Funes afirma: "Algunos han creído que este sistema de gobierno tenía por objeto aprovecharse los jesuitas de los trabajos y sudores de estos neófitos. Imputación injuriosa y mal fundada. Para los que se hallan instruidos en la cuenta y razón de los caudales de estas reducciones, siempre será un objeto de admiración la pureza de este manejo, llevado constantemente hasta el escrúpulo " (459).
Por su parte, don Mathias de Angles y Cortari, Corregidor de Potosí, recibió de sus superiores jerárquicos el encargo de elevar un informe sobre los Jesuitas del Paraguay, afirmando: "me va como interiormente compelido, e inescusablemente forzado a decir clara, abierta e individualente a V.S.I. que los Reverendos Padres de la Compañía son los únicos émulos de la Provincia del Paraguay y por consiguiente son opuestos y contrarios a todos aquellos vecinos, que con zeño Español y justo han procurado mantener y conservar la Provincia en su primitivo estado, para el buen gobierno de ella...". Y más adelante apuntaba: "...y especialmente en las tres Provincias del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, sube a muchos grados de desproporción el grande predominio, que tienen dichos Reverendos Padres; y de esto resulta el que los Gobernadores, los Cabildos y los Jueces callan todo quanto debieran decir, y antes dán a dichos Padres todos los informes que imaginan, y hacen las diligencias jurídicas del modo que le apetecen..." En otra parte afirma: "...tiene más de quatrocientas mil bacas con su torada correspondiente para la procreación". "En la Estancia de los dichos Padres de YARIGUA o PARIGUARI tienen tres rodeos de bacas separados unos de otros; y cada uno tendrá á lo menos de nueve a diez mil bacas, con los toros correspondientes para cría y multiplicación, y continuamente esta vendiendo el Pedro Rector las porciones que le compran, y con su libramiento las entregas al Padre Estanciero, y las dichas bacas son el mejor y más apetecido efecto para el Paraguay, por la grande escasez que hay ellas para la manutención de tan numerosa gente, y se vende a cuatro pesos cada una, que se paga en yerba, en tabaco, azúcar...". "En el Colegio de esta expresada Ciudad de la Asunción –continúa el mismo autor– tienen los Padres dos Almacenes Públicos; ...en los cuales se venden todos los géneros de Castilla gastables en la Ciudad y el pais; y ropa de la tierra, y paños de Quito, y con la vara en la mano dan despacho á quanto se ofrece por menor y mayor. Y como los padres conducen estas memorias de géneros y ropa de la tierra desde Buenos-Ayres y la Colonia sin costo alguno con sus indios, y en sus embarcaciones, y no pagan fletes ni alcabalas ni otros derechos, ni impuestos, aunque sean muy precisos y obligatorios, baxan un poco del precio corriente, á que los pueden vender los comerciantes que pagan y contribuyen con todas estas pensiones... y de esta suerte venden los dichos padres memorias crecidas de géneros y ropa en perjuicio considerable de los haberes Reales y gran quebranto y atraso de los comerciantes...". "Los Padres de dicho Colegio tienen abarcado todo ó la mayor parte del comercio de la Provincia, y recogen la substancia de quanto produce...".
De las investigaciones realizadas por la Misión encomendada al General Mathías Anglés y Gortari, resumió el mismo en las siguientes conclusiones: EL PRIMERO, que aquellas Provincias no gozan ni utilizan cosa alguna de ellos. EL SEGUNDO, que se les quita esta sustancia a los vecinos. EL TERCERO, que de las posesiones y tierras, que compran y adquieren los dichos padres por empeños y herencias, que pagaban antes Diezmos y alcabalas, no pagan ni satisfacen éstos, ni algunos otros derechos, aunque producen mucho más en poder de dichos Padres. EL QUARTO, que de tan crecidos caudales no participa nada el Reyno, ni tampoco el Rey. EL QUINTO, que dexa su Magestad de percibir gruesas cantidades, que importarían las Alcabalas de todo lo que los Padres manejan, y venden en sus crecidos comercios, y podría con ellas asistir y fomentar la defensa de aquellas Provincias, en las quales hace tantos estragos y muertes el enemigo infiel por falta de fomento y socorro. EL SEXTO, que tampoco se aprovecha, ni utiliza España de todos estos copiosos caudales; sino es que sea en alguna corta cantidad por algún oculto negociado en la Corte. EL SEPTIMO, que toda o la mayor parte de tan crecidas porciones de plata, que se recoge en sus comercios, se extravían y enagenan de la Monarquía, y la llevan y conducen los dichos Padres a Reynos extraños, principalmente a Roma para las grandes negociaciones y manejos, que siempre tienen y para conseguir las Bulas y privilegios que traen los Padres Procuradores, que van de aquellas Provincias de seis a seis años a llevar este tesoro: que es el principal asunto de su viaje y romería" (460).
"Pocos asuntos han sido objetos de tantos debates os dice Justo ito –, como los actos de los discípulos de San Ignacio en el Paraguay. Muchos de los acontecimientos de la época han quedado definitivamente ignorados, pues numerosos documentos, en virtud de sentencias y de órdenes de ellos mismos, fueron destruidos por el fuego".
"Muchos reproches –continúa Prieto–, formulados a los jesuitas no carecen de fundamento, y quienes le buscan una explicación razonable, no se desplazan de la época en que aquellos hechos se desarrollaron.
"A las congregaciones de Santo Domingo, San Francisco (en cuyo convento se daban clase de Filosofía y Teología) y La Merced, se les atribuye sin excepción haber desenvuelto una buena política de caridad y gobierno espiritual. La estada de los jesuitas, aun cuando su conducta no siempre se caracterizó por tal política, rindió estimables beneficios a la colectividad. Dejaron allí lo que no es corriente entre los mercaderes: huellas de su ciencia, de su arte y de su destreza que, aunque no fueron aprovechados por los indios, lo fueron por la posteridad" (461).
Mucho se ha discutido acerca de si los Jesuitas pagaban o no los impuestos. Algunos afirman que sí pagaban, pero parte de ellos ocultando su real tráfico comercial, otros directamente que nunca lo hicieron. Por nuestra parte, encontramos una prueba documental, que no hace sino dar cumplimiento a la Cédula Real dada en Madrid el 14 de agosto de 1684, que ordenó pagar tributos a los Jesuitas. Al respecto, el Sargento Mayor, Juan de Salas Martínez, Teniente de los Oficiales y Juez de la Real Hacienda de le Ciudad de la Asunción, certificó que los Jesuitas pagaron su tributo según el libro de entradas de todos los ramos a Fs. 63, de los pueblos de Santa María: Santiago, Sta. Rosa y San Ignacio, siendo la primera partida de asientos de 15 folios de 1705 que hizo el Padre Pedro Cano de la Compañía de Jesús, 44 varas y cuarto de lienzo grueso de algodón por el Tributo que debían por los nombrados pueblos y que debían de los años 703, 704, 705, a razón de 14 8/4 por cada año. Dado en Asunción, a 9 de setiembre de 1722, Juan de Salas Martínez" (462).
El 23 de junio de 1747, se da cuenta a la Real Hacienda de los tributos de indios que adeudan los 4 pueblos de Misiones: Nuestra Señora de Fe, San Ignacio, Santa Rosa, y Santiago (463).
El P. Charlevoix, da cuenta "que sus Misioneros recibirían para su sustento el mismo honorario que los Curas del Perú, (464) pagándose de las Cajas Reales. Pero el P. Torres le pidió que lo redujese a la cuarta parte, asegurando que aquello bastaba a religiosos que sabían limitar sus gastos (465). Hemos visto –continúa Charlevoix–, que desde hace mucho tiempo se paga a los Curas de las Reducciones lo que les concede el Rey para su subsistencia del producto de los tributos de sus neófitos" (466).
Conviene aclarar que el término "REDUCCIONES", se daba al pueblo de indios recién formado (tít. 3, lib. 6, R.O.) por "reducirse" así a población los moradores divididos primero en sierras y montes. A veces conservaban nombre de REDUCCION aun los pueblos antiguos. Posteriormente en dos Cédulas Reales de Felipe IV, fechadas en 1650 y 1652, son declaradas DOCTRINAS las Reducciones de que vamos hablando –nos refiere el P. Charlevoix–. Doctrina es el nombre que en la América Española tienen los curatos o parroquias (467), propiamente tales... "En las dos primeras, dirigidas a la Audiencia Real de los Charcas, dejaba el Rey al Provincial la libertad de cambiar los Curas que le pareciera a propósito, sin obligarle ni aun a expresar las razones... Hasta se encuentra tan frecuentemente empleado el término de REDUCCION, como el de DOCTRINA en las últimas Cédulas y otros rescriptos de los Reyes de España" (468).
"Llamamos reducciones a los pueblos de indios, que viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más, unos de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar algodón con que se vistan" (469).
"La idea de reducción no es una originalidad jesuítica, –afirma Bartomeu Meliá–, juntar a los indios en pueblos es una idea que se remonta por lo menos al año 1508, cuando ya se señala expresamente que "por lo que cumple a la salvación de las ánimas de los dichos indios. es necesario que los indios se repartan en pueblos en que vivan juntamente, y que los unos no estén ni anden apartados de los otros por los montes". Sólo la reducción podrá remediar a la "irracionalidad" de andar los indios desparramados por los montes, "viviendo bestialmente y adorando a sus ídolos".
"El indio disperso, se piensa, no puede ser ni "político" ni "humano".
"Es por estas razones –dice más adelante el citado autor– entre otras, que la reducción, se consideraba un instrumento esencial para el cambio que se pretendía en los indios, que era hacerlos pasar de la "infidelidad" cristianismo y de la barbarie a la vida política". Históricamente, sin embargo las reducciones del Paraguay fueron, y fueron incluso relativamente un éxito (470).
LAS LEYES APLICADAS EN LAS REDUCCIONES
Para organizar metódica y económicamente esta explotación, se estableció el sistema de las encomiendas y reducciones. La segunda es la forma ideada para traer los pueblos errantes a la vida sedentaria, agrupándolos por tribus, para defenderlos contra la voraz población europea, que, como aves de rapiña, merodean alrededor del salvaje. Las leyes de Indias, adoptando las reglas establecidas por los jesuitas en sus misiones, disponían: 1º. Que se nombrasen alcaldes y regidores indios, cuya jurisdicción alcanzaría solamente para inquirir, aprehender y traer los delincuentes a la cárcel del pueblo de españoles de aquel distrito; pero que se les cometía castigar con un día de prisión o seis u ocho azotes al indio que faltase a la misa en día de fiesta, o se embriagase, o hiciese otra falta semejante, y si fuera embriaguez de muchos, pudiera castigarse con más rigor. 2º. El gobierno de los pueblos reducidos se dejaba a cargo de los dichos alcaldes y regidores indios, quienes podían también prender a negros y mestizos en ausencia de la justicia. 3º. Que no se pusiese en las reducciones mayordomos sin aprobación del gobernador o audiencia del distrito y fianzas, y que no llevasen la vara de la justicia. 4º. Que en los pueblos de indios no se vendieran los oficios ni los hubiera propietarios. 5º. Que los sitios destinados para constituir pueblos y reducciones habían de tener comodidad de aguas, tierras y montes, entradas y salidas, y un ejido de una legua de largo, donde los indios tuvieran sus ganados, sin mezclarlos con otros de españoles. 6º. Que no pudieran quitarse a los indios reducidos, las tierras y granjerías que anteriormente hubieran poseído. 7º. Que se procurara fundar pueblos de indios cerca de donde hubiese minas. 8º. Que las reducciones se hicieran a costa de los tributos que los indios dejaran de pagar por título de recién poblados. 9º. Que si los indios deseasen permanecer en las chacras y estancias donde residían, al tiempo de reducirles, pudieran elegir entre lo primero o marcharse al sitio donde ubicase la primera reducción o pueblo; pero si en el término de dos años no hicieren lo segundo, había de asignárseles por reducción la hacienda donde hubieran asistido, sin que por esto se entendiera dejarles en condición de yanaconas o criados de los chacareros o estancieros. 10. Que las reducciones no pudieran mudarse de un sitio a otro sin orden del virrey o audiencia. 11. Que las querellas suscitadas con motivo de la ejecución de reducciones, tendrían apelación únicamente ante el Consejo de Indias, compensándose a los españoles las tierras que se les quitaran para repartirlas entre los indios reducidos. 12. Que ningún indio de un pueblo se trasladará a otro; que no se diera licencia a los indios para vivir fuera de sus reducciones. 13. Que cerca de las reducciones no hubiera estancias de ganados y se prohibiera a los españoles y a los negros mestizos y mulatos, vivir en las reducciones, aun cuando poseyeran tierras de su propiedad en ellas. 14. Que ningún español transeúnte estuviera más de dos días en una reducción y que los mercaderes no estuvieran más de tres. 15. Que donde hubiese mesón o venta, nadie parase en casa de indio, y que los caminantes no tomasen a los indios ninguna cosa por fuerza (471).
EL SISTEMA PRODUCTIVO DE LAS MISIONES JESUÍTICAS
Mucho se ha escrito y discutido el sistema de producción de las Misiones Jesuíticas –una vez afirmadas en sus asentamientos–. Pero, lo que no podemos dejar de aceptar como cierto es su sistema de organización económica que no sólo permitió la subsistencia, sino la continuidad del sustento, para lograr el fin misional que perseguían las Reducciones.
El trabajo obligatorio para la totalidad de los indígenas en edad y condiciones" porque si alguno no podía trabajar era alimentado públicamente y, si podía, era obligado al trabajo" (472).
La tarea primordial de la población era la agrícola y a ella se trasladaban los indígenas, pernoctando junto a sus cultivos. Si las tierras quedaban cerca pasaban 2 a 3 días sembrando y luego regresaban a trabajar sus propias tierras.
Las mujeres entretanto, se dedicaban al hilado del algodón y a la artesanía y trabajos propios en sus casas y recolección en época de cosecha.
Lo importante era el resultado de este esfuerzo generado por el trabajo indígena. Una parte era destinado al consumo interno de las mismas, y la otra a la exportación, como el algodón, la yerba y el tabaco.
"El beneficio de la yerba", como figura en todos los documentos oficiales de la época compulsados en el Archivo Nacional de Asunción, fue su primera generación de riqueza y en el capítulo relativo al estudio de la yerga, nos extendemos más en el tema. Sólo diremos que comenzó en los yerbales de Mbaracayú, siendo éste bastante insalubre por lo que las Ordenanzas de Alfaro limitaron su explotación de diciembre a marzo.
Recién a partir de fines del Siglo XVII, se plantaron yerba en cercanías de los pueblos, para evitar los costosos gastos de movilización de mano de obra y abastos. Se sabe que en 1704, el Padre Arce dio instrucciones para que en todas las Misiones se cultiven la yerba, aunque el resultado fue de baja calidad, pero desde l720 el bajo costo permitió entrar en competencia ventajosa para los Jesuitas.
La semilla obtenida de los yerbales naturales era trasplantada en huertas, y luego que las plantitas tenían dos a tres años eran llevadas a su lugar de crecimiento decenal, para luego extraer sus hojas y obtener el "beneficio de la yerba".
No se descarta la posibilidad que este tipo de cultivo masivo de los Jesuitas de los yerbales, entrara en franca competencia con los Españoles residentes y sus descendientes, quienes seguían explotando los ricos yerbales del Mbaracayú, pero a un costo muy superior. Son numerosos los testimonios recogidos del Archivo Nacional, que dan cuenta de la continua preocupación de las autoridades coloniales, para el cuidado de la zona, de sus caminos, y sobre todo de la amenaza siempre subsistente de los mamelucos y de los indígenas rebeldes siempre acechantes en las selvas milenarias del Alto Paraná.
Coinciden casi todos los cronistas –especialmente jesuitas–, sobre el cultivo de la Yerba. Así, refiriéndose a la principal industria creada en las Misiones, en su "Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán", el Padre Guevara de la Compañía de Jesús habla de la hoja del CAA, yerba mate, descubierta una talega conducida por los indios al Gobernador del Paraguay Don Hernando Arias de Saavedra durante su primer gobierno en 1592, yerba de la que también habla en "La Argentina" de 1612 Ruy Diaz de Guzmán, mencionando su uso por los indígenas de Mbaracayú. La explotación de los yerbales –continúa Emilio J. Schleh–, fue comenzada por los jesuitas poco después de su instalación, beneficiándola en molinos movidos por ruedas hidráulicas instalados en arroyos. Había reducciones o pueblos como el de Jesús, donde aquéllos elaboraban de 10.000 a 12.000 arrobas de yerba al año".
"En su "Descripción del Río Paraguay", escrita en 1744, el Padre José Quiroga de la Compañía de Jesús, habla de los "barcos cargados de yerba Procedentes de los yerbales de Curuguati, que navegaban con mucho trabajo". En 1726 exportaron al Paraguay, 12.500 quintales de ella, con destino a Chile, Perú, Quito, y Potosí; alcanzando esta exportación en 1738 a 50.000 quintales. En su "Descripción de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra", el Gobernador Intendente de 1793 Don Francisco de Viedma, menciona "la yerba del Paraguay llamada mate, que tiene mucho consumo y se trae de Buenos Aires" desde años atrás. Los Jesuitas no sólo procedían a la explotación de los enormes yerbales existentes en una gran extensión del territorio, sino que, con toda previsión realizaban plantaciones nuevas donde no existían" (473).
Ante esta disyuntiva, puede considerarse como un hecho detonante la ruinosa competencia que significaba para el colonizador español o "el mancebo de la tierra", el precio de la yerba en franca competencia en los mercados del exterior, y que originaría la Revolución de los Comuneros. El uno cargado de gabelas, sometido a rigurosos controles, a expoliadoras formas de explotación en Santa Fe y Buenos Aires, con pretextos baladíes, subsistentes hasta promediar el 1800, vivía constreñido en su mediterraneidad a rumiar sus desengaños en la tierra que él conquistara y que tan amargamente costara colonizarla. La injusticia era patente, y sólo fue liberado de ella con el grito de independencia de 1811, y no antes. La Corona española, nunca tuvo interés real en el Paraguay, como observamos en e1 curso de este trabajo.
En cuanto a la explotación ganadera, era el elemento fundamental de sustento para los pueblos de las Misiones. En las Reducciones del Tape, existía una Vaquería del Mar, que inicialmente abastecía a las Misiones del Norte, pero fue saqueada sistemáticamente por los mamelucos, y terminando con la extinción de ese pueblo.
En la zona de lo que hoy sería el Uruguay, Yapeyú y San Miguel existieron después importantes vaquerías, pero también fueron sometidas a intensos saqueos y depredaciones.
"Diversos autores –dice Gutiérrez–, han definido los tres circuitos de comercio existentes en las Misiones que responden a la vez a tres niveles de necesidades".
Siguiendo pues a este autor diremos que el primer circuito comercial, es el interno de los pueblos que en general carecen de importancia y se limita a algún trueque entre cacicazgos o familias y más comúnmente, entre excedentes de producción individual y bienes de consumo.
El segundo circuito mucho más importante es el del comercio entre los pueblos de las Misiones. Ya se ha señalado que cada uno de los pueblos por sí tendía a la autosuficiencia económica, pero la tipificación de sus productos estaba en directa relación a las posibilidades del medio físico de emplazamiento.
Pueblos predominantemente ganaderos fueron Yapeyú, San Miguel, San Borja, otros como La Cruz y Santo Tomé, con fuerte desarrollo de la ganadería ovina y otros, como Loreto, con famosos yerbales. Por otra parte los pueblos "de abajo" cercanos al camino Asunción–Corrientes tenían más frecuente trato con comerciantes españoles y por ende un trueque fluido y variado que luego generalizaban entre todos.
El tercer sistema de comercio se vincula a las relaciones con el exterior de la estructura jesuítica. Aquí debemos notar –sigue Gutiérrez–, claramente diferenciadas dos líneas de flujo: una ocasional y otra inducida.
La línea comercial ocasional es la dada por las relaciones comerciales con los españoles que esporádicamente visitaban los pueblos.
Desde la Real Cédula del 25 de agosto de 1681 estaba prohibido que en las Reducciones y Pueblos de indios viviesen españoles, negros y mulatos o mestizos, "porque se ha experimentado que algunos españoles que tratan trajinan, viven y andan entre los indios son hombres inquietos y de mal vivir". Sin embargo, ya con anterioridad los jesuitas habían cerrado profilácticamente las relaciones de los indios misioneros con los comerciantes españoles.
Esta línea tuvo en sus comienzos el prácticamente total control del comercio exterior de las Misiones, originado en las necesidades de los mismos de contar con moneda para pagar el tributo Real anual.
Originariamente los mercaderes que venían del Perú proveían las divisas, pero luego la yerba no la quisieron pagar más "en plata sino que vienen cargados de cabos de tiendas y cosas inútiles para los indios." Con esto quieren comprar la yerba y no de otra suerte.
De esta manera, aumentando los precios de sus productos deterioraban los términos de intercambio y explotaban a las Misiones facilitándoles elementos no útiles y que a su vez estos. deben vender para poder pagar el tributo de plata.
En efecto, si bien una Real Cédula del 16 de setiembre de 1679 autorizaba a pagar el tributo en "géneros de la tierra" ello en la práctica nunca pudo lograrse de tal manera que los jesuitas debieron seguir vendiendo la yerba, "no por negociación sino por necesidad de dicho tributo" (474).
Esta coyuntura llevó a alterar el sistema de comercio externo y a instalar las Procuradurías en Santa Fe y Buenos Aires que se encargarían de la venta del grueso de la producción misionera.
"El comercio en los pueblos –continúa Gutiérrez–, se restringió así muchísimo. Los españoles o criollos podían permanecer no más de tres días en cada pueblo exhibiendo en los tambos donde se hospedaban, sus mercaderías. De todos modos toda operación comercial de los indígenas debía ser aprobada por los Padres que de esa manera controlaban que no se les explotara" (475).
Los productos de venta de las misiones eran, como se ha señalado, la yerba, tabaco negro y tejidos de algodón; la importación de bienes para la comunidad comprendía la sal, el hierro, las herramientas para trabajo; sierras, picos, azuelas, martillos, hachas, cinceles, agujas, cuchillos, pastas de colores, plata y oro para dorar, etc. aceite, géneros de lino y seda para ornamentos, paños, bayetas y otros "géneros de Castilla", cera y vino.
Como puede apreciarse el grueso de la inversión económica de la exportación misionera constituida por las 12.000 arrobas de yerba. iba destinada al pago del tributo Real.
"Ello revaloriza el sentido de la verdadera finalidad productiva –concluye Gutiérrez– de las Misiones dada en el autoabastecimiento y no en la obtención de un lucro emergente y determina el objetivo concreto del sistema misional" (476).
Vázquez de Agüero, en Carta a José Patiño, informa el estado de Pueblos de las misiones paraguayas a cargo de la Compañía de Jesús. Asimismo le recuerda sobre las condiciones económicas y sociales; de la inspección realizada por el Obispo Pedro Fajardo en 1718. Período cubierto, 1715-1735. Buenos Aires, 16 de mayo de 1735 (477).
Antonio Alvarez de Abreu, le informa por carta a José Patiño sobre la visita del ministro Juan Vázquez de Agüero a los indios de las Misiones paraguayas. Madrid, Octubre 7 de 1735. También incluye instrucciones a Vázquez de Agüero y un sumario de sus noticias (478).
Juan Vázquez de Agüero. Informa sobre la numeración de los pueblos que correspondieron a la provincia del Paraguay y se empadronaron el año de 1715 pr. Dn. Juan Bazán (¿de Pedraza?). Gobernador de aquella provincia. Buenos Aires, Octubre 20 de 1735 (479).
Juan Vázquez de Agüero, escribe carta a José Patiño sobre el estado de los pueblos de las misiones del Paraguay de la Compañía de Jesús: número de indios tributarios, frutos, granjerías y gobierno. Buenos Aires, Marzo 25 de 1736. Además comprende los años 1715-1736 (480).
ANONYMOUS. Carta a S.M. quejándose de los privilegios e inmunidades económicas, disfrutadas de los padres de la Compañía de Jesús. Aranjuez, abril 25 de 1756. Antecedentes de demanda de apoyo, datada desde el Consulado de Lima, 1583 (481).
Felipe V. Cédula Real al Gobernador de Buenos Aires, sobre que los quatro Pueblos de Indios de la Compañía de Jesús, más inmediatos a la Ciudad de la Assumpción esten sujetos en adelante al Govierno del Paraguay. San Ildefonso. Setiembre 5, de 1733 (482).
Antonio Ruiz de Arellano. Certificación de que los indios de las doctrinas en la Provincia del Paraguay, son sumamente maltratados y tiranizados de los gobernadores. Buenos Aires, junio 29 de 1738. También refiere la separación de las familias; uso de los negros y mulatos (483).
Bruno José de Urquiza. Certificación de que los gobernadores sacan los indios de los pueblos franciscanos y otros pueblos para conducir las barcas que bajan a Buenos Aires. Buenos Aires, Julio 20 de 1738. Comercio sobre el Río Paraná; forzamiento de la labor indígena (484).
Por otra parte, en una monografía realizada por Emilio J. Schlech, da cuenta de la producción de algodón que era de 2.000 arrobas por término medio (siguiendo en esto al P. Charlevoix); que la caña de azúcar, y la miel se fabricaban en las misiones. Félix de Azara, en su "Descripción e Historia del Paraguay y Río de la Plata", menciona que "se cultiva la caña dulce y el algodón sólo en el Paraguay y Misiones. El azúcar es de buena calidad pero prefieren muchos reducirla a miel y aguardiente, que una y otra tienen muchos apasionados; y se lleva el sobrante a Buenos Aires, cuyo clima no lo produce".
"La industria del tabaco, fue otra de las organizadas por los Padres de la Compañía en las Misiones. Félix de Azara en su "Diario de la Navegación y Reconocimiento del Río Tebicuarí", señalando que en todos los pueblos recorridos se obtenía "buen tabaco en hoja y torcido parte de cual se remitía a las factorías de San Lorenzo y Asunción".
"En cuanto a la industria vitivinícola, iniciada en el interior por los Jesuitas en los alrededores de Córdoba, inmediatamente después de la fundación de la casa y colegio en 1599, se trató de extenderla también en las Misiones Guaraníticas. El Padre Lozano, refiere que "en el Paraguay desistieron el cultivo de la vid y dejaron perder las muchas viñas que tenían plantadas y que fructificaron maravillosamente por muchos años, hasta que abundaron irresistiblemente las hormigas", abandono que también obedeció por atender preferentemente el cultivo de la yerba mate. En la "Memoria histórica, geográfica, política y económica sobre la provincia de Misiones de indios guaranís", de 1785, refiere el Teniente Gobernador de Concepción, don Gonzalo de Doblas, que "en otros tiempos se ha hecho algún vino en los pueblos que lo han intentado, particularmente en el pueblo de la Cruz, en donde consta se hacía bastante y muy bueno en tiempo de los Jesuitas".
"Existían igualmente en las Misiones –continúa Schleh–, otras industrias creadas por los Jesuitas como la de la elaboración de harina de trigo, la curtiduría de cueros y el aprovechamiento industrial de las maderas, aparte de las explotaciones mineras que ellos iniciaron cerca de los pueblos de Candelaria y Santa Ana, aprovechando el cobre para la fabricación de las campanas de las Reducciones, y de las canteras de varias clases, de donde los Padres misioneros sacaron algunas columnas de cuatro... Por todas partes se percibía los campos cultivados de trigo, maíz, mandioca, porotos, habas, batata, arroz, cacao; los frutales introducidos de Castilla: naranjos, limoneros, granados, limas cidras, higos, melones y toda clase de verduras de que se recogían cosechas abundantes aparte de los cultivos de plantas industriales mencionadas anteriormente".
"Todos los productos –prosigue el mismo autor– de las Misiones alcanzaron un tráfico intenso. La enorme distancia hasta Buenos Aires era salvada en ITAPÄS, unos armatostes de tirantes y trozos de cedro, o sea las actuales jangadas cuyo servicio no ha podido resolverse por hoy nuevamente; y en GARANDUMBAS y PIRAGUAS, especie de embarcaciones muy propias para navegar con mucha carga en poca agua, conduciendo aquellas hasta 10.000 arrobas de yerba o sea más de la mitad del volumen de la embarcación. Estos transportes recorrían el Paraná llevando los frutos a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, y de este punto se destinaban a Mendoza, Chile, Tucumán, Santiago, Perú y otros puntos, de donde retornaban en pago otros productos, pues no corría la plata" (485).
"Es innegable que en las misiones hubo un comercio activo, escribe el profesor Popescu, pero agrega que es necesario precisar con atención esencia y su alcance. Su esencia se cristaliza en tres principales corrientes comerciales: una circunscripta al interior de cada pueblo, otra extendida a las relaciones de los pueblos entre sí, y la última de carácter exterior" (486).
El P. Furlong S.J. da cuenta de que en los pueblos de las Misiones se construyeron lo que se llamó la hospedería, y que en el "lenguaje vulgar entonces se llamó TAMBO, y era donde, con toda comodidad podían los viajeros comerciantes o mercachifles españoles pasar tres días, que era lo permitido por la ley a los europeos que llegaban a pueblos de indios".
"El TAMBO tenían los mercaderes amplio espacio para almacenar sus productos y para exhibirlos a los posibles compradores. Así los almaceneros o superintendentes de los almacenes del pueblo, como los indios todos, acudían a hacer compras o trueques de productos, sin dificultad alguna de parte de los misioneros, aunque éstos cuidaban de que los indios no fueran engañados por los avivados comerciantes de la Asunción o Villarrica".
Más adelante expresa el mismo autor: "En Buenos Aires desde 1627 en Santa Fe, desde 1666, habían los jesuitas establecido lo que se llamó Proveeduría de Misiones, a cuyo frente había un Padre, conocedor de las mismas, y con habilidad comercial, y de él dependían unos galpones o almacenes, en los que se depositaba cuanto venía de las Reducciones, y el dicho Procurador, según fueran favorables las circunstancias, lo iba vendiendo a los interesados" (487).
"Existe, sin embargo, –dice Magnus Mörner– un informe de especial interés que describe como el Colegio de Asunción compraba algodón en Parraguay para enviarlo luego a las reducciones, cuyos indios lo hilaban y, a cambio de la retribución usual, tejían las telas que el mismo colegio vendía luego en la provincia, por cuenta propia y con considerables ganancias" (488).
"La riqueza material de las reducciones –prosigue Magnus Mörner– fue considerable a comienzos del siglo XVIII. En 1699 cuando se esperaba una inspección del gobernador, el superior aconsejó a los misioneros que por ningún motivo se jactaran ante los españoles de las valiosas posesiones de las reducciones y que, en cambio, procuraran mantener los talleres cerrados durante la inspección" (489).
Magnus Mörner, da cuenta de que en 1690, la provincia paraguaya obtuvo una importante donación de José Campero, un rico encomendero, para llevar a cabo el establecimiento de un colegio en la ciudad y las actividades propias de su misión" (490).
La cría de mulas era otro de los rubros importantes en las reducciones jesuíticas, y eran utilizadas preferentemente como bestias de carga en las expediciones yerbateras (491).
"Durante el período 1679-1693, más de 190.000 pesos fueron transferidos –dice Magnus Mörner–, a Europa por los procuradores, parte de los cuales, sin embargo, pertenecía a extraños o era devuelto por la Corona. Las grandes sumas de dinero que casi todos los procuradores paraguayos enviados a España debían pedir prestadas a la Procuraduría de Indias en Sevilla o Madrid, estaban sujetas a un 12 por ciento de interés, lo que causaba grandes pérdidas a la provincia jesuítica. Quizá convenga mencionar que los procuradores compraban algunos artículos en España para venderlos con ganancia, a su regreso, en Buenos Aires, pero la importancia de estas transacciones, es decir, las ganancias de la estancia y el obraje del noviciado, resultaron hacia fines del siglo XVII, no sólo insuficientes sino también inseguros, ya que el ganado sufría frecuentes epidemias y el precio de las mulas bajaba constantemente".
"En 1687, el padre General González sugirió que la provincia invirtiera capital en Europa para obtener así, los medios destinados a financiar a sus procuradores. Los jesuitas paraguayos respondieron que, dada la precaria situación de España, la idea de invertir capitales allí resultaba poco atractivo y evocaban la desafortunada experiencia del colegio de Asunción... Al principio, el General se mostró partidario de esta propuesta, pero luego, en 1695, sugirió otra solución: la provincia paraguaya prestaría, si ello fuera posible, la suma de 100.000 pesos al colegio jesuita de San Hermenegildo de Sevilla, que estaba en quiebra desde hacía varias décadas; si se lograba que la transacción permaneciera en secreto, sería posible concertar un acuerdo más favorable con los acreedores. Para obtener el capital necesario, la provincia estaría autorizada a cobrar 300 pesos de cada una de las veinticuatro reducciones y 12.000 pesos del fondo común de los misioneros, con el interés del tres o el cuatro por ciento sobre la hipoteca de Sevilla, la provincia obtendría, de la manera más práctica, los fondos requeridos para contribuir al pago del trabajo de sus procuradores. No existen pruebas, sin embargo, –prosigue Magnus Mörner–, de que este plan, tan tentador para las provincias jesuíticas tanto del Paraguay como de Andalucía, haya llegado a realizarse; es probable que los recursos de los jesuitas no alcanzaran para pagar las deudas del colegio. La estancia del noviciado siguió suministrando el aporte principal a los ingresos comunes de la provincia jesuítica".
"De la misma manera que las letras de cambio fueron empleadas con gran frecuencia, según parece, entre los establecimientos de la provincia paraguaya, se llevaron a cabo transferencias de capital entre ésta y otras provincias, dentro y fuera del imperio español. Ha sido imposible investigar –dice Magnus Mörner– todas las transacciones de carácter económico realizadas entre los jesuitas paraguayos y sus colegas brasileños y portugueses, pero se supone que han sido considerables. Los gobernadores de las provincias del Río de la Plata, depositaban su dinero en los colegios jesuitas, y si era necesario, tomaban de ellos dinero, en préstamo. Resulta difícil obtener una imagen completa de las actividades bancarias de los jesuitas, que, aún cuando probablemente tuvieron un alcance bastante modesto, eran, sin duda, únicas en las primitivas provincias del Río de la Plata" (492).
"Frecuentemente, se alega que las ganancias de las reducciones constituían una considerable fuente de ingresos para los superiores de la Compañía en Roma. En relación con el proyecto ya comentado, sobre fondos comunes para la provincia preparado hacia fines del siglo, hemos dado un ejemplo de la cantidad de dinero que las reducciones –aparte de los bienes comunes de los misioneros– podían poner a disposición de la provincia jesuítica. Los 7.200 pesos exigidos entonces a las reducciones no constituían una suma pequeña, la cual sin embargo, era menor que el 10 por ciento del total que aportarían en conjunto los establecimientos de la provincia jesuítica. Sin duda, la mayor parte de las ganancias de las reducciones era empleada dentro de las mismas para aumentar de maneras diversas la magnificencia de las ceremonias religiosas con el fin de cumplir con conocido lema de los jesuitas AD MAOIREM DEI GLORIAM. Aunque los edificios de las Iglesias eran más modestos en el siglo XVII que en el XVIII, se gastaban considerables sumas en ornamentación como lo demuestran unos pocos ejemplos tomados de las cuentas de las procuradurías de las reducciones".
"La economía de los colegios jesuitas –prosigue Magnus Mörner–, que según las reglas de la Orden debían poseer ingresos regulares dependía, en la provincia jesuítica del Paraguay –y por cierto, no sólo allí sino también en las otras provincias– esencialmente de sus propiedades. Al principio, obtuvieron las tierras como concesión de las autoridades o como donación procedente de fuentes privadas. Por otra parte, en muchos casos, las donaciones obedecieron a razones de índole personal, por ejemplo, con el propósito de obtener el ingreso en la Orden. Más tarde, la compra de tierra aumentó el volumen de sus propiedades". Y más adelante, Magnus Mörner afirma que los jesuitas se "encontraban en una situación comparativamente favorable en cuanto a la propiedad de tierras, ya que gran parte de la herencia de los descendientes de los conquistadores y los fundadores de las ciudades llegó a sus manos" (493).
En cuanto al alquiler de las propiedades de los jesuitas en las ciudades, se sabe que practicaban este tipo de transacciones para afianzar sus ingresos financieros.
Si el préstamo de dinero, que los jesuitas practicaban en contradicción a las reglas de la Orden, si era de significativa importancia como hemos venido viendo. Ya sea como elemento de enlace entre las autoridades seculares y los colegios jesuíticos, o como medio de operaciones comerciales como la compra de bienes a los navíos de permiso.
La actuación de sus procuradores en Europa, donde siempre consiguieron sus propósitos, da pie a pensar en toda gama de artilugios para la consecución de los objetivos perseguidos. Hasta se hacían traer de vuelta en los "navíos de permiso", donde no pagaban nada, sino venían por cuenta de la Corona (494).
"Generalmente –opina Magnus Mörner–, cuando un procurador jesuita regresaba a América en un navío de permiso con nuevos misioneros, había llegado ya el momento en que un nuevo procurador debía partir hacia Europa en el mismo barco, y era absolutamente natural que quienes estaban relacionados con él, tanto en el campo de la administración como en el del comercio, le encomendaran numerosos asuntos, de índole secular, en especial, la transferencia de capitales, a lo que el procurador, por diversas razones no se podía negar. El jesuita tenía cierta oportunidad de ahorrar a su principal el pago del ALMOJARIFAZGO, dado que el equipaje personal de los eclesiásticos no pagaba impuestos. Los viajes regulares de los procuradores eran una consecuencia directa de la centralización de la Orden, que en ninguna otra tenía parangón".
"En cuanto a los sobornos –afirma Magnus Mörner–, sus adversarios empleaban idénticos métodos en la medida en que podían afrontarlos. Más importantes que los favores materiales, particularmente en el caso de los funcionarios superiores, fue el hecho de que los jesuitas pudieron, a menudo plantear personalmente sus problemas como confesores de personas influyentes, por ejemplo, apelando, con no poca frecuencia, al fervor religioso de esas personas, aun cuando los asuntos que así promovían era de naturaleza puramente material. Por otra parte, las peticiones formuladas por los jesuitas eran de nivel superior, en cuanto a lógica, estilo erudición, a las generalmente presentadas por las autoridades, las corporaciones, o los individuos de las provincias del Plata. Este hecho, que un somero estudio de los documentos confirmará inmediatamente obedecía a la excelente educación de los jesuitas" (495).
NOTAS:
Los primitivos historiadores de la Compañía –afirma el P. Carlos Leonnardt, S.J.– nos han referido extensamente los orígenes de la antigua provincia del Paraguay. Los PP. Antonio Ruiz de Montoya, S.J., Nicolás Techo, S.J., Pedro Lozano S.J. y Francisco Javier de Charlevoix, S.J. lo comprueban. Idéntica tarea han realizado los más modernos, a saber: Pablo Hernández, S.J. y Antonio Astrain, S.J. (444).
"En el año 1541, los territorios que comprendía la antigua provincia del Paraguay tomaron su nombre del primer gobierno fundado por los españoles en la Asunción del Paraguay. Esta gobernación pronto abarcó los extensos territorios que hoy forman las repúblicas del Paraguay, Argentina y Uruguay y las provincias meridionales del Brasil y Bolivia.
"Precisamente en los lindes de Bolivia y la Argentina, comenzó la actividad de la provincia jesuítica del Paraguay, entrando los religiosos de la Compañía por el Alto Perú, a semejanza de los primeros colonos españoles de la región llamada del Tucumán.
En los años 1585 y 1586, a ruegos del Obispo de Tucumán, penetran en aquel país los PP. Francisco Angulo y Alonso Barzana, venidos desde la provincia del Perú, con un hermano coadjutor. Estos jesuitas, llegaban no sólo para los pocos colonos, sino también para los cien mil indios de aquel rincón. El obispo Francisco de Victoria, de Santiago del Estero, tenía en aquel entonces sólo cinco sacerdotes a su disposición. Había además, unos conventos de dominicos, a cuya Orden pertenecía el Obispo, de franciscanos y de mercedarios.
"Este prelado no se contentó con los dos Padres, sino que envió al activo canónigo Francisco Salcedo, más tarde insigne bienhechor de la Compañía, al Brasil para traer más religiosos que poseyeran la lengua de los indios guaraníes. Después de muchas penurias llegaron a Córdoba del Tucumán, en 1587, los PP. Juan Saloni, catalán, Manuel Ortega, portugués y Tomás Fields, irlandés, constituyendo todos ellos por su vida, trabajos y hasta diferente nacionalidad, el prototipo de los beneméritos misioneros del Paraguay que vendrían más tarde".
"En 1588 entran estos primeros apóstoles al Paraguay propiamente dicho y lo recorren en varias direcciones, misionando entre blancos e indios. Poseían modestas residencias y vivían de limosnas".
"La residencia de la Asunción del Paraguay fundóse jurídicamente en 1594.." (445).
La erección definitiva de la nueva provincia del Paraguay, fue decretada en 1604 por el A.R.P. general Claudio Aquaviva, designándose un poco más tarde al P. Diego de Torres como primer provincial.
En 1609, el provincial P. Diego de Torres, inició la serie de reducciones de indios en las selvas del Paraguay, colaborando el Gobernador Hernando Arias de Saavedra, con unos 400 pesos al año, para el sustento de 2 misioneros en cada una de las reducciones.
"En el mes de julio de 161C –nos dice Juan Bautista Rivarola–, fundaron los referidos jesuitas (Masseta y Cataldino), la primera reducción con el nombre de Nuestra Señora de Loreto. Acompañábales como intérprete el Padre Rodrigo Ortiz de Melgarejo. guaireño, hijo de Ruiz Diaz de Melgarejo y de doña Elvira de Contreras. Es conveniente consignar que la reducción de Loreto no fue la primera fundada en el Paraguay. La primera fue la de San Ignacio Guazú, fundada el 29 de diciembre de 1609, por el Padre Marcial de Lorenzana, guiado por el asunceno Fray Hernando de la Cueva, cura párroco de la Iglesia de Yaguarón".
"Tiempo andando, los PP. Simón Masseta y José Cataldino fundaron la reducción de San Ignaciomini. A los dos años de esta fundación incorporáronse a la misión los PP. Antonio Luis de Montoya y Martín de Ortazún". (446).
Refiere Félix de Azara sobre los primeros jesuitas: "Viéndose la extrema necesidad de eclesiásticos, los solicitaron con las mayores instancias, hasta que el año de 1611 llegaron los padres jesuitas, a quienes el juez eclesiástico encargó inmediatamente las atenciones parroquiales de toda la provincia de Guairá, que aún no había tenido párroco alguno, no obstante haber en ella una ciudad española y trece pueblos numerosos de indios fundados cuarenta y cuatro años antes. En el propio caso –continúa Azara– estaban los antiguos pueblos de Tarey, Bomboy y Caaguazú que se encomendaron a otros dos jesuitas llegados después en 1632 y el de S. Ignacio-guazú a otro el de 1609".
Más adelante Azara afirma: "Llegaron los padres Jesuitas al país de mi descripción el año de 1639 y administraron temporal y espiritualmente a treinta y tres pueblos de indios guaraníes o tapés que es lo mismo. Tres de ellos que son los últimos de la tabla al fin de este capítulo, están a la parte del Norte de la Provincia del Paraguay y los treinta restantes componen la provincia de Misiones del Paraná y Uruguay. De los treinta y tres citados pueblos, sólo fundaron los padres los veinte y ocho de la citada tabla; porque los cinco restantes son los que hoy existen de los que les encargaron a su arribo, ya formalizados mucho antes, y aún repartidos en encomiendas, según se dijo en el precedente capítulo núm. 11 y consta de los papeles del archivo de la Asunción, por cuyo motivo se ha anotado entre los de dicho capítulo" (447).
Los primeros Padres Jesuitas llegaron sin embargo al Paraguay en el año 1588, con la misión de evangelizar la región del Guayrá.
Los antecedentes inmediatos de las Misiones se van gestando de a poco, primero con la fundación de uno de los principales pueblos misioneros, el de San Ignacio-Guazú, que tuvo lugar el 29 de diciembre de 1609. De esto último Juan Francisco Aguirre nos refiere: "El obispo rehusó enviar clérigos y fue por fin el P. Marcial de Lorenzana, acompañado del P. Francisco San Martín que entraron por tierra en el Paraná en Diciembre de 1609 y en 163.0 empezaron y entablaron la reducción de Sn. Ignacio con 30 familias, habiéndose bautizado los caciques Arapizandú y Anangará con sus mugeres" (448).
"Por este tiempo –nos indica Aguirre, quien nos merece plena fe– ya estaba por llegar al Paraguay aquel buen ministro Dn. Francisco Alfaro, que trataba de poner en planta las recomendables exenciones con que S.M. alivió a los indios y particularmente abolir al servicio personal, por lo que el P. Lorenzana, empezó a dar a los Paranás buenas esperanzas a su voluntad. La fama de éstas trajo desde el Uruguay diversas embajadas con la misma solicitud y en este caso, estando ya en la Asunción el visitador, avisó el P. Lorenzana a su Provincial Diego de Torres de cuanto ocurría. El asunto se trató en junta del Gobernador, visitador Hernán Darias, el provincial y el P. Lorenzana, que se hizo llamar a ese propósito, éste dijo que ofrecían los indios de ambos Ríos Paraná y Uruguay ser cristianos, como se les guardase la condición de incorporarlos a la corona y no ser encomendados a particulares; y en su consecuencia fue uniforme la resolución de que se les empeñase la real palabra de así se cumpliría y de lo acordado se dio parte a la Real Audiencia. En esta junto hizo Hernán Darias un elogio del valor de los Paraná, hasta decir que por su amistad convenía complacerles en lo que pidiesen".
Después refiere Aguirre, que para esta resolución se tuvieron presentes dos Cédulas, una del 18 de diciembre de 1601, y la otra del 30 de mayo de 1607, de que ningún indio recién convertido se encomiende a particular y que por el tiempo de 10 años no paguen sus tributos a S.M.
Llevada a los Paranás la resolución referida por sus misioneros se consiguió el fruto que se había prometido pues sucesivamente se fueron fundando diferentes reducciones" (449).
Siguiendo los datos aportados por Aguirre, los Jesuitas fundaron en la margen derecha del Río Paraná ocho pueblos: San Ignacio Guazú, en 1610, por el P. Marcial de Lorenzana; Santa Rosa; Santiago; Itapúa, se fundó el 11 de junio de 1615; Santa María de Fe, Jesús, Trinidad y San Cosme y Damián.
En la margen izquierda del río Paraná hasta la margen derecha del río Uruguay, se fundaron alrededor de 15 pueblos, siendo los más conocidos: San Ignacio Miní, Loreto, Corpus Cristi, Candelaria, Santa Ana, Santa María, Apóstoles, Mártires, Santo Tomé, Yapeyú, y otros.
En la margen izquierda del río Uruguay fundaron siete pueblos: San Borja, San Luis, San Nicolás, San Miguel, San Carlos, Concepción y otros.
En cuanto a su organización interna, las Reducciones o Misiones como más adelante se las llamarían, tenían, a) Un Cura rector o PA’I TUYA. Era el que tenía mayor responsabilidad en la planificación de la economía, de las construcciones, los aspectos administrativos de la reducción; b) Un Cura doctrinero o PA’I MINI, quien tenía más responsabilidad en cuestiones de orden espiritual, catequesis, atención de enfermos, servicio religioso. En las reducciones había también dos o tres hermanos. En una población de tres a siete mil habitantes, los religiosos no pasaban de tres a cinco; c) Un Corregidor, que ejercía las funciones de justicia; d) El Cabildo indígena que era la autoridad civil de la población. Su función era servir como canal de comunicación entre los religiosos y los indígenas del pueblo, con el acento de autoridad en los padres jesuitas.
"Más tarde se creó el cargo de Superior de las reducciones, cuando aumentó el número de ellas. En un primer tiempo tuvieron su asiento en San Ignacio Guazú y más tarde en Candelarias. El Provincial estaba en la Ciudad de Córdoba; el General de la Compañía, en Roma".
En cuanto a la forma de organización del trabajo, nos refiere Gerónimo Irala Burgos, de que el principio fundamental es de que cada indio tenía alguna función que cumplir. Todos trabajaban, solamente los niños menores y los ancianos estaban liberados. El trabajo estaba planificado para todo el año, teniendo en cuenta las diversas épocas: siembra o cultivo, limpieza o recolección o cosecha. También de acuerdo a quienes lo hacían.
La planificación estaba a cargo del Pa’í Tuyá. En cuando al Sistema de Propiedad, existían tres grandes áreas de propiedad a saber:
1. AVAMBAE. Cosa o propiedad del indio; era una forma de propiedad familiar. A cada pareja al casarse, se le daba una parcela de tierra para cultivar, la cual no podía ser regalada ni vendida. Lo producido era de la familia y, para que ésta no la utilizara en forma imprevisora, se guardaba en silos y se les daba en forma racionada dos o tres veces a la semana.
2. TUPAMBAE. Cosa o propiedad de Dios. Ciertos días de la semana se trabajaba en predios que eran de toda la población y lo producido sería para los gastos del COTY GUAZU (asilos de ancianos, viudas, huérfanos) y las necesidades religiosas (construcción de templos, liturgia esplendorosa de mucho brillo y colorido). La liturgia, en las reducciones, se hacía con el despliegue, como en las grandes épocas (los europeos que llegaban se asombraban de ésta).
3. TAVAMBAE. Propiedad del pueblo. Formaban parte de ella extensas tierras, estancias, yerbales, gran parte de las áreas cultivadas y servía para pagar los tributos al Rey, solventar las necesidades del pueblo y ayudar a otras poblaciones misioneras.
"Practicaban entre ellos una efectiva solidaridad. Cuando un pueblo tenía necesidades, otros lo ayudaban". "En suma, en la propiedad imperaba un concepto comunitario, con fuertes tendencias sociales y respeto de los derechos fundamentales personales y familiares, y una forma altamente humanizadora y productiva, cosa que llama la atención hoy en día a economistas, sociólogos y politólogos".
"El sistema era predominantemente social, con un fuerte carácter familiar. Este sistema funcionó y no sólo funcionó sino que tuvo una altísima productividad" (450
Sobre este sistema de organización nos dice Blas Garay: "Además de la agricultura, los jesuitas sacaban pingües beneficios de la ganadería, del laboreo de la yerba mate y del comercio de artículos extranjeros, en el cual nadie podía hacerles competencia, pues abusando de los privilegios que se les concedieron, se sustraían a todo impuesto, y no pagaban gastos de transporte, porque lo hacían en embarcaciones propias; y como el mantenimiento de las Misiones costaba poco, pues tenían en ellas todo género de fábricas e industrias, realizaban anualmente una utilidad líquida de 1.000.000 de pesos, mientras por las mismas razones que favorecían a los Padres, languidecía y se arruinaba la Provincial del Paraguay".
"En la suya eran los jesuitas completamente independiente –prosigue Garay–, pues ni los Gobernadores ni los Obispos se atrevían a visitarla, a pesar de tener derecho a ello, sin su venia, y solamente la daban de tarde en tarde y cuando les convenía. Su influencia en la corte preponderaba, y cuando ella no bastase, el soborno la suplía. Además, obtuvieron para sus indios la concesión de usar armas de fuego, con pretexto de defenderse de los mamelucos, y desde entonces convirtieron cada reducción en una plaza militar, cerrada por las noches, y en la cual no podía entrar ningún extraño sin permiso ni permanecer más de tres días. Así las aislaron absolutamente de toda influencia que no fuese la suya." (451).
Blas Garay en su renombrado libro "El comunismo de las Misiones", dice: "...a la vuelta de algunos años, y a la par que crecieron sus progresos, cambiaron los jesuitas de conducta: los que fueron en un principio humildes y abnegados misioneros, tornáronse ambiciosos dominadores de pueblo, que poco a poco sacudieron todas las naturales dependencias a que debían estar sujetos: afanáronse por procurar riquezas materiales en menoscabo de su misión cristiana y civilizadora; persiguieron a los que intentaron poner coto a sus abusos o quisieron combatir su influencia; se hicieron dueños de la voluntad de los gobernadores y de los obispos, ya porque éstos les debían sus nombramientos, ya porque el cohecho y la promesa de pingües ganancias se los hacían devotos, y convirtieron su república en una inmensa sociedad colectiva de producción, arruinando, amparados en los grandes privilegios que supieron obtener, a la Provincia del Paraguay, a cuyos beneméritos debían reconocimiento por muchos conceptos".
Y en otra parte del mismo libro Garay expresa: "El cohecho y la intimidación eran las columnas principales en que en América descansaba el poder de los jesuitas. Gobernadores y obispos habrían de escoger entre tenerlos por amigos generosos o por encarnizados y crueles enemigos. Gracias a la amistad con los misioneros, los gobernadores de Buenos Aires y del Paraguay disfrutaban de crecido sobresueldo: no tenían reato alguno para dedicarse al comercio y como lo hacían por las hábiles manos de los discípulos de Loyola, y bajo todos los privilegios a éstos concedidos, las ganancias eran fáciles y considerables" (452).
En cuanto a las riquezas de las Misiones, el Padre Furlong, expresa sobre el particular: "Barúa y Anglés, en los tiempos antiguos, Blas Garay y Leopoldo Lugones, en los mas recientes, han ponderado las riquezas infinitas que producían las Reducciones. El postrero de los nombrados, barajando las cifras a su talante, llegó a la conclusión de que entre 1707 y 1767 los jesuitas extrajeron de los pueblos guaraníticos la suma de 100.000.000 de pesos en ganancias, lo que, en un siglo suponía UNA GANANCIA DE 1.600.000.000 de francos líquidos" (453).
"Blas Garay, más cauto, asegura que los misioneros llegaron a acumular considerables riquezas y cálculos autorizados estiman en un millón de pesos españoles de plata el rendimiento anual de las doctrinas, y en menos de cien mil lo que para mantenerlas se gastaba en efectivo (454). Más generoso, Lugones escribe: "Pongamos un millón en gastos. En realidad 668.000".
"Con relación a ese millón –prosigue el P. Furlong–, anual, agrega Blas Garay que "sobrante tan cuantioso permitió a los Padres asistir generosa y pródigamente, con el fruto del trabajo de los indios, a los crecidos gastos que la Orden tenía en Europa, a fin de conservar el edificio de su poderío... Los Procuradores generales, cada seis años despachados para el viejo continente, eran siempre portadores de importantes sumas de dinero" (455).
"Esto último es parcialmente cierto, –afirma Furlong–, pero todo lo anterior es totalmente falso, y supone en el autor o autores un desconocimiento absoluto del engranaje económico que siempre ha regido en la Compañía de Jesús, y un desconocimiento lamentabilísimo de lo que fue la situación económica así en las Reducciones como en las ciudades rioplatenses durante los siglos XVII y XVIII" (456).
Alberto Montezuma Hurtado, refiere que no consta en anales que don Hernando Arias de Saavedra... fuera otro válido de los misioneros y su obsecuente servidor. En cambio, en tal situación prebendaria y obediente figuraron entre otros, los gobernadores Gregorio de Hinestrosa, Diego de Escobar Osorio, Sebastián de León, Diego Reyes de Balmaceda, este último de indigna y muy baja memoria" (457).
"Mientras los pueblos de las Misiones prosperaban, –dice Justo P. Benítez–, la Colonia empobrecía, víctima de trabas en su comercio, de gabelas y de restricciones. No podía hacer competencia a la industria jesuítica que disponía del trabajo gratuito de 160.000 indios. Algunos de los gobernadores se convirtieron en elementos de la poderosa Compañía, exacerbando el espíritu de los encomenderos y comerciantes libres. Tal ocurrió con Gregorio de Hinestrosa y Diego de los Reyes Balmaceda, principales provocadores de las dos revoluciones comuneras" (458).
"Los efectos comerciales, –expresa el P. Gregorio Funes–, así en natura, como manufacturados, entraban en el giro de la negociación. Los más considerables de estos artículos eran la yerba del Paraguay, la cera, la miel y los lienzos de algodón. Entre los indios era desconocido el uso de la moneda. Estos artículos salían fuera de la provincia, y se despachaban la mayor parte en Buenos Aires. Con su producto se pagaban los tributos y los diezmos, el sobrante se retornaba para el consumo de los pueblos, adorno de los templos y galas dispendiosas de que usaban los indios de oficios públicos en sus festividades".
"Eran estas repúblicas –prosigue Funes–, las únicas del mundo donde reinaba esa perfecta igualdad de condiciones que templa las pasiones destructoras de los estados y suministra fuerzas a la razón. La habitación, el traje, el alimento, los trabajos, el derecho a los empleos, todo era igual entre estos ciudadanos".
Más adelante el mismo Funes afirma: "Algunos han creído que este sistema de gobierno tenía por objeto aprovecharse los jesuitas de los trabajos y sudores de estos neófitos. Imputación injuriosa y mal fundada. Para los que se hallan instruidos en la cuenta y razón de los caudales de estas reducciones, siempre será un objeto de admiración la pureza de este manejo, llevado constantemente hasta el escrúpulo " (459).
Por su parte, don Mathias de Angles y Cortari, Corregidor de Potosí, recibió de sus superiores jerárquicos el encargo de elevar un informe sobre los Jesuitas del Paraguay, afirmando: "me va como interiormente compelido, e inescusablemente forzado a decir clara, abierta e individualente a V.S.I. que los Reverendos Padres de la Compañía son los únicos émulos de la Provincia del Paraguay y por consiguiente son opuestos y contrarios a todos aquellos vecinos, que con zeño Español y justo han procurado mantener y conservar la Provincia en su primitivo estado, para el buen gobierno de ella...". Y más adelante apuntaba: "...y especialmente en las tres Provincias del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, sube a muchos grados de desproporción el grande predominio, que tienen dichos Reverendos Padres; y de esto resulta el que los Gobernadores, los Cabildos y los Jueces callan todo quanto debieran decir, y antes dán a dichos Padres todos los informes que imaginan, y hacen las diligencias jurídicas del modo que le apetecen..." En otra parte afirma: "...tiene más de quatrocientas mil bacas con su torada correspondiente para la procreación". "En la Estancia de los dichos Padres de YARIGUA o PARIGUARI tienen tres rodeos de bacas separados unos de otros; y cada uno tendrá á lo menos de nueve a diez mil bacas, con los toros correspondientes para cría y multiplicación, y continuamente esta vendiendo el Pedro Rector las porciones que le compran, y con su libramiento las entregas al Padre Estanciero, y las dichas bacas son el mejor y más apetecido efecto para el Paraguay, por la grande escasez que hay ellas para la manutención de tan numerosa gente, y se vende a cuatro pesos cada una, que se paga en yerba, en tabaco, azúcar...". "En el Colegio de esta expresada Ciudad de la Asunción –continúa el mismo autor– tienen los Padres dos Almacenes Públicos; ...en los cuales se venden todos los géneros de Castilla gastables en la Ciudad y el pais; y ropa de la tierra, y paños de Quito, y con la vara en la mano dan despacho á quanto se ofrece por menor y mayor. Y como los padres conducen estas memorias de géneros y ropa de la tierra desde Buenos-Ayres y la Colonia sin costo alguno con sus indios, y en sus embarcaciones, y no pagan fletes ni alcabalas ni otros derechos, ni impuestos, aunque sean muy precisos y obligatorios, baxan un poco del precio corriente, á que los pueden vender los comerciantes que pagan y contribuyen con todas estas pensiones... y de esta suerte venden los dichos padres memorias crecidas de géneros y ropa en perjuicio considerable de los haberes Reales y gran quebranto y atraso de los comerciantes...". "Los Padres de dicho Colegio tienen abarcado todo ó la mayor parte del comercio de la Provincia, y recogen la substancia de quanto produce...".
De las investigaciones realizadas por la Misión encomendada al General Mathías Anglés y Gortari, resumió el mismo en las siguientes conclusiones: EL PRIMERO, que aquellas Provincias no gozan ni utilizan cosa alguna de ellos. EL SEGUNDO, que se les quita esta sustancia a los vecinos. EL TERCERO, que de las posesiones y tierras, que compran y adquieren los dichos padres por empeños y herencias, que pagaban antes Diezmos y alcabalas, no pagan ni satisfacen éstos, ni algunos otros derechos, aunque producen mucho más en poder de dichos Padres. EL QUARTO, que de tan crecidos caudales no participa nada el Reyno, ni tampoco el Rey. EL QUINTO, que dexa su Magestad de percibir gruesas cantidades, que importarían las Alcabalas de todo lo que los Padres manejan, y venden en sus crecidos comercios, y podría con ellas asistir y fomentar la defensa de aquellas Provincias, en las quales hace tantos estragos y muertes el enemigo infiel por falta de fomento y socorro. EL SEXTO, que tampoco se aprovecha, ni utiliza España de todos estos copiosos caudales; sino es que sea en alguna corta cantidad por algún oculto negociado en la Corte. EL SEPTIMO, que toda o la mayor parte de tan crecidas porciones de plata, que se recoge en sus comercios, se extravían y enagenan de la Monarquía, y la llevan y conducen los dichos Padres a Reynos extraños, principalmente a Roma para las grandes negociaciones y manejos, que siempre tienen y para conseguir las Bulas y privilegios que traen los Padres Procuradores, que van de aquellas Provincias de seis a seis años a llevar este tesoro: que es el principal asunto de su viaje y romería" (460).
"Pocos asuntos han sido objetos de tantos debates os dice Justo ito –, como los actos de los discípulos de San Ignacio en el Paraguay. Muchos de los acontecimientos de la época han quedado definitivamente ignorados, pues numerosos documentos, en virtud de sentencias y de órdenes de ellos mismos, fueron destruidos por el fuego".
"Muchos reproches –continúa Prieto–, formulados a los jesuitas no carecen de fundamento, y quienes le buscan una explicación razonable, no se desplazan de la época en que aquellos hechos se desarrollaron.
"A las congregaciones de Santo Domingo, San Francisco (en cuyo convento se daban clase de Filosofía y Teología) y La Merced, se les atribuye sin excepción haber desenvuelto una buena política de caridad y gobierno espiritual. La estada de los jesuitas, aun cuando su conducta no siempre se caracterizó por tal política, rindió estimables beneficios a la colectividad. Dejaron allí lo que no es corriente entre los mercaderes: huellas de su ciencia, de su arte y de su destreza que, aunque no fueron aprovechados por los indios, lo fueron por la posteridad" (461).
Mucho se ha discutido acerca de si los Jesuitas pagaban o no los impuestos. Algunos afirman que sí pagaban, pero parte de ellos ocultando su real tráfico comercial, otros directamente que nunca lo hicieron. Por nuestra parte, encontramos una prueba documental, que no hace sino dar cumplimiento a la Cédula Real dada en Madrid el 14 de agosto de 1684, que ordenó pagar tributos a los Jesuitas. Al respecto, el Sargento Mayor, Juan de Salas Martínez, Teniente de los Oficiales y Juez de la Real Hacienda de le Ciudad de la Asunción, certificó que los Jesuitas pagaron su tributo según el libro de entradas de todos los ramos a Fs. 63, de los pueblos de Santa María: Santiago, Sta. Rosa y San Ignacio, siendo la primera partida de asientos de 15 folios de 1705 que hizo el Padre Pedro Cano de la Compañía de Jesús, 44 varas y cuarto de lienzo grueso de algodón por el Tributo que debían por los nombrados pueblos y que debían de los años 703, 704, 705, a razón de 14 8/4 por cada año. Dado en Asunción, a 9 de setiembre de 1722, Juan de Salas Martínez" (462).
El 23 de junio de 1747, se da cuenta a la Real Hacienda de los tributos de indios que adeudan los 4 pueblos de Misiones: Nuestra Señora de Fe, San Ignacio, Santa Rosa, y Santiago (463).
El P. Charlevoix, da cuenta "que sus Misioneros recibirían para su sustento el mismo honorario que los Curas del Perú, (464) pagándose de las Cajas Reales. Pero el P. Torres le pidió que lo redujese a la cuarta parte, asegurando que aquello bastaba a religiosos que sabían limitar sus gastos (465). Hemos visto –continúa Charlevoix–, que desde hace mucho tiempo se paga a los Curas de las Reducciones lo que les concede el Rey para su subsistencia del producto de los tributos de sus neófitos" (466).
Conviene aclarar que el término "REDUCCIONES", se daba al pueblo de indios recién formado (tít. 3, lib. 6, R.O.) por "reducirse" así a población los moradores divididos primero en sierras y montes. A veces conservaban nombre de REDUCCION aun los pueblos antiguos. Posteriormente en dos Cédulas Reales de Felipe IV, fechadas en 1650 y 1652, son declaradas DOCTRINAS las Reducciones de que vamos hablando –nos refiere el P. Charlevoix–. Doctrina es el nombre que en la América Española tienen los curatos o parroquias (467), propiamente tales... "En las dos primeras, dirigidas a la Audiencia Real de los Charcas, dejaba el Rey al Provincial la libertad de cambiar los Curas que le pareciera a propósito, sin obligarle ni aun a expresar las razones... Hasta se encuentra tan frecuentemente empleado el término de REDUCCION, como el de DOCTRINA en las últimas Cédulas y otros rescriptos de los Reyes de España" (468).
"Llamamos reducciones a los pueblos de indios, que viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más, unos de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar algodón con que se vistan" (469).
"La idea de reducción no es una originalidad jesuítica, –afirma Bartomeu Meliá–, juntar a los indios en pueblos es una idea que se remonta por lo menos al año 1508, cuando ya se señala expresamente que "por lo que cumple a la salvación de las ánimas de los dichos indios. es necesario que los indios se repartan en pueblos en que vivan juntamente, y que los unos no estén ni anden apartados de los otros por los montes". Sólo la reducción podrá remediar a la "irracionalidad" de andar los indios desparramados por los montes, "viviendo bestialmente y adorando a sus ídolos".
"El indio disperso, se piensa, no puede ser ni "político" ni "humano".
"Es por estas razones –dice más adelante el citado autor– entre otras, que la reducción, se consideraba un instrumento esencial para el cambio que se pretendía en los indios, que era hacerlos pasar de la "infidelidad" cristianismo y de la barbarie a la vida política". Históricamente, sin embargo las reducciones del Paraguay fueron, y fueron incluso relativamente un éxito (470).
LAS LEYES APLICADAS EN LAS REDUCCIONES
Para organizar metódica y económicamente esta explotación, se estableció el sistema de las encomiendas y reducciones. La segunda es la forma ideada para traer los pueblos errantes a la vida sedentaria, agrupándolos por tribus, para defenderlos contra la voraz población europea, que, como aves de rapiña, merodean alrededor del salvaje. Las leyes de Indias, adoptando las reglas establecidas por los jesuitas en sus misiones, disponían: 1º. Que se nombrasen alcaldes y regidores indios, cuya jurisdicción alcanzaría solamente para inquirir, aprehender y traer los delincuentes a la cárcel del pueblo de españoles de aquel distrito; pero que se les cometía castigar con un día de prisión o seis u ocho azotes al indio que faltase a la misa en día de fiesta, o se embriagase, o hiciese otra falta semejante, y si fuera embriaguez de muchos, pudiera castigarse con más rigor. 2º. El gobierno de los pueblos reducidos se dejaba a cargo de los dichos alcaldes y regidores indios, quienes podían también prender a negros y mestizos en ausencia de la justicia. 3º. Que no se pusiese en las reducciones mayordomos sin aprobación del gobernador o audiencia del distrito y fianzas, y que no llevasen la vara de la justicia. 4º. Que en los pueblos de indios no se vendieran los oficios ni los hubiera propietarios. 5º. Que los sitios destinados para constituir pueblos y reducciones habían de tener comodidad de aguas, tierras y montes, entradas y salidas, y un ejido de una legua de largo, donde los indios tuvieran sus ganados, sin mezclarlos con otros de españoles. 6º. Que no pudieran quitarse a los indios reducidos, las tierras y granjerías que anteriormente hubieran poseído. 7º. Que se procurara fundar pueblos de indios cerca de donde hubiese minas. 8º. Que las reducciones se hicieran a costa de los tributos que los indios dejaran de pagar por título de recién poblados. 9º. Que si los indios deseasen permanecer en las chacras y estancias donde residían, al tiempo de reducirles, pudieran elegir entre lo primero o marcharse al sitio donde ubicase la primera reducción o pueblo; pero si en el término de dos años no hicieren lo segundo, había de asignárseles por reducción la hacienda donde hubieran asistido, sin que por esto se entendiera dejarles en condición de yanaconas o criados de los chacareros o estancieros. 10. Que las reducciones no pudieran mudarse de un sitio a otro sin orden del virrey o audiencia. 11. Que las querellas suscitadas con motivo de la ejecución de reducciones, tendrían apelación únicamente ante el Consejo de Indias, compensándose a los españoles las tierras que se les quitaran para repartirlas entre los indios reducidos. 12. Que ningún indio de un pueblo se trasladará a otro; que no se diera licencia a los indios para vivir fuera de sus reducciones. 13. Que cerca de las reducciones no hubiera estancias de ganados y se prohibiera a los españoles y a los negros mestizos y mulatos, vivir en las reducciones, aun cuando poseyeran tierras de su propiedad en ellas. 14. Que ningún español transeúnte estuviera más de dos días en una reducción y que los mercaderes no estuvieran más de tres. 15. Que donde hubiese mesón o venta, nadie parase en casa de indio, y que los caminantes no tomasen a los indios ninguna cosa por fuerza (471).
EL SISTEMA PRODUCTIVO DE LAS MISIONES JESUÍTICAS
Mucho se ha escrito y discutido el sistema de producción de las Misiones Jesuíticas –una vez afirmadas en sus asentamientos–. Pero, lo que no podemos dejar de aceptar como cierto es su sistema de organización económica que no sólo permitió la subsistencia, sino la continuidad del sustento, para lograr el fin misional que perseguían las Reducciones.
El trabajo obligatorio para la totalidad de los indígenas en edad y condiciones" porque si alguno no podía trabajar era alimentado públicamente y, si podía, era obligado al trabajo" (472).
La tarea primordial de la población era la agrícola y a ella se trasladaban los indígenas, pernoctando junto a sus cultivos. Si las tierras quedaban cerca pasaban 2 a 3 días sembrando y luego regresaban a trabajar sus propias tierras.
Las mujeres entretanto, se dedicaban al hilado del algodón y a la artesanía y trabajos propios en sus casas y recolección en época de cosecha.
Lo importante era el resultado de este esfuerzo generado por el trabajo indígena. Una parte era destinado al consumo interno de las mismas, y la otra a la exportación, como el algodón, la yerba y el tabaco.
"El beneficio de la yerba", como figura en todos los documentos oficiales de la época compulsados en el Archivo Nacional de Asunción, fue su primera generación de riqueza y en el capítulo relativo al estudio de la yerga, nos extendemos más en el tema. Sólo diremos que comenzó en los yerbales de Mbaracayú, siendo éste bastante insalubre por lo que las Ordenanzas de Alfaro limitaron su explotación de diciembre a marzo.
Recién a partir de fines del Siglo XVII, se plantaron yerba en cercanías de los pueblos, para evitar los costosos gastos de movilización de mano de obra y abastos. Se sabe que en 1704, el Padre Arce dio instrucciones para que en todas las Misiones se cultiven la yerba, aunque el resultado fue de baja calidad, pero desde l720 el bajo costo permitió entrar en competencia ventajosa para los Jesuitas.
La semilla obtenida de los yerbales naturales era trasplantada en huertas, y luego que las plantitas tenían dos a tres años eran llevadas a su lugar de crecimiento decenal, para luego extraer sus hojas y obtener el "beneficio de la yerba".
No se descarta la posibilidad que este tipo de cultivo masivo de los Jesuitas de los yerbales, entrara en franca competencia con los Españoles residentes y sus descendientes, quienes seguían explotando los ricos yerbales del Mbaracayú, pero a un costo muy superior. Son numerosos los testimonios recogidos del Archivo Nacional, que dan cuenta de la continua preocupación de las autoridades coloniales, para el cuidado de la zona, de sus caminos, y sobre todo de la amenaza siempre subsistente de los mamelucos y de los indígenas rebeldes siempre acechantes en las selvas milenarias del Alto Paraná.
Coinciden casi todos los cronistas –especialmente jesuitas–, sobre el cultivo de la Yerba. Así, refiriéndose a la principal industria creada en las Misiones, en su "Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán", el Padre Guevara de la Compañía de Jesús habla de la hoja del CAA, yerba mate, descubierta una talega conducida por los indios al Gobernador del Paraguay Don Hernando Arias de Saavedra durante su primer gobierno en 1592, yerba de la que también habla en "La Argentina" de 1612 Ruy Diaz de Guzmán, mencionando su uso por los indígenas de Mbaracayú. La explotación de los yerbales –continúa Emilio J. Schleh–, fue comenzada por los jesuitas poco después de su instalación, beneficiándola en molinos movidos por ruedas hidráulicas instalados en arroyos. Había reducciones o pueblos como el de Jesús, donde aquéllos elaboraban de 10.000 a 12.000 arrobas de yerba al año".
"En su "Descripción del Río Paraguay", escrita en 1744, el Padre José Quiroga de la Compañía de Jesús, habla de los "barcos cargados de yerba Procedentes de los yerbales de Curuguati, que navegaban con mucho trabajo". En 1726 exportaron al Paraguay, 12.500 quintales de ella, con destino a Chile, Perú, Quito, y Potosí; alcanzando esta exportación en 1738 a 50.000 quintales. En su "Descripción de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra", el Gobernador Intendente de 1793 Don Francisco de Viedma, menciona "la yerba del Paraguay llamada mate, que tiene mucho consumo y se trae de Buenos Aires" desde años atrás. Los Jesuitas no sólo procedían a la explotación de los enormes yerbales existentes en una gran extensión del territorio, sino que, con toda previsión realizaban plantaciones nuevas donde no existían" (473).
Ante esta disyuntiva, puede considerarse como un hecho detonante la ruinosa competencia que significaba para el colonizador español o "el mancebo de la tierra", el precio de la yerba en franca competencia en los mercados del exterior, y que originaría la Revolución de los Comuneros. El uno cargado de gabelas, sometido a rigurosos controles, a expoliadoras formas de explotación en Santa Fe y Buenos Aires, con pretextos baladíes, subsistentes hasta promediar el 1800, vivía constreñido en su mediterraneidad a rumiar sus desengaños en la tierra que él conquistara y que tan amargamente costara colonizarla. La injusticia era patente, y sólo fue liberado de ella con el grito de independencia de 1811, y no antes. La Corona española, nunca tuvo interés real en el Paraguay, como observamos en e1 curso de este trabajo.
En cuanto a la explotación ganadera, era el elemento fundamental de sustento para los pueblos de las Misiones. En las Reducciones del Tape, existía una Vaquería del Mar, que inicialmente abastecía a las Misiones del Norte, pero fue saqueada sistemáticamente por los mamelucos, y terminando con la extinción de ese pueblo.
En la zona de lo que hoy sería el Uruguay, Yapeyú y San Miguel existieron después importantes vaquerías, pero también fueron sometidas a intensos saqueos y depredaciones.
"Diversos autores –dice Gutiérrez–, han definido los tres circuitos de comercio existentes en las Misiones que responden a la vez a tres niveles de necesidades".
Siguiendo pues a este autor diremos que el primer circuito comercial, es el interno de los pueblos que en general carecen de importancia y se limita a algún trueque entre cacicazgos o familias y más comúnmente, entre excedentes de producción individual y bienes de consumo.
El segundo circuito mucho más importante es el del comercio entre los pueblos de las Misiones. Ya se ha señalado que cada uno de los pueblos por sí tendía a la autosuficiencia económica, pero la tipificación de sus productos estaba en directa relación a las posibilidades del medio físico de emplazamiento.
Pueblos predominantemente ganaderos fueron Yapeyú, San Miguel, San Borja, otros como La Cruz y Santo Tomé, con fuerte desarrollo de la ganadería ovina y otros, como Loreto, con famosos yerbales. Por otra parte los pueblos "de abajo" cercanos al camino Asunción–Corrientes tenían más frecuente trato con comerciantes españoles y por ende un trueque fluido y variado que luego generalizaban entre todos.
El tercer sistema de comercio se vincula a las relaciones con el exterior de la estructura jesuítica. Aquí debemos notar –sigue Gutiérrez–, claramente diferenciadas dos líneas de flujo: una ocasional y otra inducida.
La línea comercial ocasional es la dada por las relaciones comerciales con los españoles que esporádicamente visitaban los pueblos.
Desde la Real Cédula del 25 de agosto de 1681 estaba prohibido que en las Reducciones y Pueblos de indios viviesen españoles, negros y mulatos o mestizos, "porque se ha experimentado que algunos españoles que tratan trajinan, viven y andan entre los indios son hombres inquietos y de mal vivir". Sin embargo, ya con anterioridad los jesuitas habían cerrado profilácticamente las relaciones de los indios misioneros con los comerciantes españoles.
Esta línea tuvo en sus comienzos el prácticamente total control del comercio exterior de las Misiones, originado en las necesidades de los mismos de contar con moneda para pagar el tributo Real anual.
Originariamente los mercaderes que venían del Perú proveían las divisas, pero luego la yerba no la quisieron pagar más "en plata sino que vienen cargados de cabos de tiendas y cosas inútiles para los indios." Con esto quieren comprar la yerba y no de otra suerte.
De esta manera, aumentando los precios de sus productos deterioraban los términos de intercambio y explotaban a las Misiones facilitándoles elementos no útiles y que a su vez estos. deben vender para poder pagar el tributo de plata.
En efecto, si bien una Real Cédula del 16 de setiembre de 1679 autorizaba a pagar el tributo en "géneros de la tierra" ello en la práctica nunca pudo lograrse de tal manera que los jesuitas debieron seguir vendiendo la yerba, "no por negociación sino por necesidad de dicho tributo" (474).
Esta coyuntura llevó a alterar el sistema de comercio externo y a instalar las Procuradurías en Santa Fe y Buenos Aires que se encargarían de la venta del grueso de la producción misionera.
"El comercio en los pueblos –continúa Gutiérrez–, se restringió así muchísimo. Los españoles o criollos podían permanecer no más de tres días en cada pueblo exhibiendo en los tambos donde se hospedaban, sus mercaderías. De todos modos toda operación comercial de los indígenas debía ser aprobada por los Padres que de esa manera controlaban que no se les explotara" (475).
Los productos de venta de las misiones eran, como se ha señalado, la yerba, tabaco negro y tejidos de algodón; la importación de bienes para la comunidad comprendía la sal, el hierro, las herramientas para trabajo; sierras, picos, azuelas, martillos, hachas, cinceles, agujas, cuchillos, pastas de colores, plata y oro para dorar, etc. aceite, géneros de lino y seda para ornamentos, paños, bayetas y otros "géneros de Castilla", cera y vino.
Como puede apreciarse el grueso de la inversión económica de la exportación misionera constituida por las 12.000 arrobas de yerba. iba destinada al pago del tributo Real.
"Ello revaloriza el sentido de la verdadera finalidad productiva –concluye Gutiérrez– de las Misiones dada en el autoabastecimiento y no en la obtención de un lucro emergente y determina el objetivo concreto del sistema misional" (476).
Vázquez de Agüero, en Carta a José Patiño, informa el estado de Pueblos de las misiones paraguayas a cargo de la Compañía de Jesús. Asimismo le recuerda sobre las condiciones económicas y sociales; de la inspección realizada por el Obispo Pedro Fajardo en 1718. Período cubierto, 1715-1735. Buenos Aires, 16 de mayo de 1735 (477).
Antonio Alvarez de Abreu, le informa por carta a José Patiño sobre la visita del ministro Juan Vázquez de Agüero a los indios de las Misiones paraguayas. Madrid, Octubre 7 de 1735. También incluye instrucciones a Vázquez de Agüero y un sumario de sus noticias (478).
Juan Vázquez de Agüero. Informa sobre la numeración de los pueblos que correspondieron a la provincia del Paraguay y se empadronaron el año de 1715 pr. Dn. Juan Bazán (¿de Pedraza?). Gobernador de aquella provincia. Buenos Aires, Octubre 20 de 1735 (479).
Juan Vázquez de Agüero, escribe carta a José Patiño sobre el estado de los pueblos de las misiones del Paraguay de la Compañía de Jesús: número de indios tributarios, frutos, granjerías y gobierno. Buenos Aires, Marzo 25 de 1736. Además comprende los años 1715-1736 (480).
ANONYMOUS. Carta a S.M. quejándose de los privilegios e inmunidades económicas, disfrutadas de los padres de la Compañía de Jesús. Aranjuez, abril 25 de 1756. Antecedentes de demanda de apoyo, datada desde el Consulado de Lima, 1583 (481).
Felipe V. Cédula Real al Gobernador de Buenos Aires, sobre que los quatro Pueblos de Indios de la Compañía de Jesús, más inmediatos a la Ciudad de la Assumpción esten sujetos en adelante al Govierno del Paraguay. San Ildefonso. Setiembre 5, de 1733 (482).
Antonio Ruiz de Arellano. Certificación de que los indios de las doctrinas en la Provincia del Paraguay, son sumamente maltratados y tiranizados de los gobernadores. Buenos Aires, junio 29 de 1738. También refiere la separación de las familias; uso de los negros y mulatos (483).
Bruno José de Urquiza. Certificación de que los gobernadores sacan los indios de los pueblos franciscanos y otros pueblos para conducir las barcas que bajan a Buenos Aires. Buenos Aires, Julio 20 de 1738. Comercio sobre el Río Paraná; forzamiento de la labor indígena (484).
Por otra parte, en una monografía realizada por Emilio J. Schlech, da cuenta de la producción de algodón que era de 2.000 arrobas por término medio (siguiendo en esto al P. Charlevoix); que la caña de azúcar, y la miel se fabricaban en las misiones. Félix de Azara, en su "Descripción e Historia del Paraguay y Río de la Plata", menciona que "se cultiva la caña dulce y el algodón sólo en el Paraguay y Misiones. El azúcar es de buena calidad pero prefieren muchos reducirla a miel y aguardiente, que una y otra tienen muchos apasionados; y se lleva el sobrante a Buenos Aires, cuyo clima no lo produce".
"La industria del tabaco, fue otra de las organizadas por los Padres de la Compañía en las Misiones. Félix de Azara en su "Diario de la Navegación y Reconocimiento del Río Tebicuarí", señalando que en todos los pueblos recorridos se obtenía "buen tabaco en hoja y torcido parte de cual se remitía a las factorías de San Lorenzo y Asunción".
"En cuanto a la industria vitivinícola, iniciada en el interior por los Jesuitas en los alrededores de Córdoba, inmediatamente después de la fundación de la casa y colegio en 1599, se trató de extenderla también en las Misiones Guaraníticas. El Padre Lozano, refiere que "en el Paraguay desistieron el cultivo de la vid y dejaron perder las muchas viñas que tenían plantadas y que fructificaron maravillosamente por muchos años, hasta que abundaron irresistiblemente las hormigas", abandono que también obedeció por atender preferentemente el cultivo de la yerba mate. En la "Memoria histórica, geográfica, política y económica sobre la provincia de Misiones de indios guaranís", de 1785, refiere el Teniente Gobernador de Concepción, don Gonzalo de Doblas, que "en otros tiempos se ha hecho algún vino en los pueblos que lo han intentado, particularmente en el pueblo de la Cruz, en donde consta se hacía bastante y muy bueno en tiempo de los Jesuitas".
"Existían igualmente en las Misiones –continúa Schleh–, otras industrias creadas por los Jesuitas como la de la elaboración de harina de trigo, la curtiduría de cueros y el aprovechamiento industrial de las maderas, aparte de las explotaciones mineras que ellos iniciaron cerca de los pueblos de Candelaria y Santa Ana, aprovechando el cobre para la fabricación de las campanas de las Reducciones, y de las canteras de varias clases, de donde los Padres misioneros sacaron algunas columnas de cuatro... Por todas partes se percibía los campos cultivados de trigo, maíz, mandioca, porotos, habas, batata, arroz, cacao; los frutales introducidos de Castilla: naranjos, limoneros, granados, limas cidras, higos, melones y toda clase de verduras de que se recogían cosechas abundantes aparte de los cultivos de plantas industriales mencionadas anteriormente".
"Todos los productos –prosigue el mismo autor– de las Misiones alcanzaron un tráfico intenso. La enorme distancia hasta Buenos Aires era salvada en ITAPÄS, unos armatostes de tirantes y trozos de cedro, o sea las actuales jangadas cuyo servicio no ha podido resolverse por hoy nuevamente; y en GARANDUMBAS y PIRAGUAS, especie de embarcaciones muy propias para navegar con mucha carga en poca agua, conduciendo aquellas hasta 10.000 arrobas de yerba o sea más de la mitad del volumen de la embarcación. Estos transportes recorrían el Paraná llevando los frutos a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, y de este punto se destinaban a Mendoza, Chile, Tucumán, Santiago, Perú y otros puntos, de donde retornaban en pago otros productos, pues no corría la plata" (485).
"Es innegable que en las misiones hubo un comercio activo, escribe el profesor Popescu, pero agrega que es necesario precisar con atención esencia y su alcance. Su esencia se cristaliza en tres principales corrientes comerciales: una circunscripta al interior de cada pueblo, otra extendida a las relaciones de los pueblos entre sí, y la última de carácter exterior" (486).
El P. Furlong S.J. da cuenta de que en los pueblos de las Misiones se construyeron lo que se llamó la hospedería, y que en el "lenguaje vulgar entonces se llamó TAMBO, y era donde, con toda comodidad podían los viajeros comerciantes o mercachifles españoles pasar tres días, que era lo permitido por la ley a los europeos que llegaban a pueblos de indios".
"El TAMBO tenían los mercaderes amplio espacio para almacenar sus productos y para exhibirlos a los posibles compradores. Así los almaceneros o superintendentes de los almacenes del pueblo, como los indios todos, acudían a hacer compras o trueques de productos, sin dificultad alguna de parte de los misioneros, aunque éstos cuidaban de que los indios no fueran engañados por los avivados comerciantes de la Asunción o Villarrica".
Más adelante expresa el mismo autor: "En Buenos Aires desde 1627 en Santa Fe, desde 1666, habían los jesuitas establecido lo que se llamó Proveeduría de Misiones, a cuyo frente había un Padre, conocedor de las mismas, y con habilidad comercial, y de él dependían unos galpones o almacenes, en los que se depositaba cuanto venía de las Reducciones, y el dicho Procurador, según fueran favorables las circunstancias, lo iba vendiendo a los interesados" (487).
"Existe, sin embargo, –dice Magnus Mörner– un informe de especial interés que describe como el Colegio de Asunción compraba algodón en Parraguay para enviarlo luego a las reducciones, cuyos indios lo hilaban y, a cambio de la retribución usual, tejían las telas que el mismo colegio vendía luego en la provincia, por cuenta propia y con considerables ganancias" (488).
"La riqueza material de las reducciones –prosigue Magnus Mörner– fue considerable a comienzos del siglo XVIII. En 1699 cuando se esperaba una inspección del gobernador, el superior aconsejó a los misioneros que por ningún motivo se jactaran ante los españoles de las valiosas posesiones de las reducciones y que, en cambio, procuraran mantener los talleres cerrados durante la inspección" (489).
Magnus Mörner, da cuenta de que en 1690, la provincia paraguaya obtuvo una importante donación de José Campero, un rico encomendero, para llevar a cabo el establecimiento de un colegio en la ciudad y las actividades propias de su misión" (490).
La cría de mulas era otro de los rubros importantes en las reducciones jesuíticas, y eran utilizadas preferentemente como bestias de carga en las expediciones yerbateras (491).
"Durante el período 1679-1693, más de 190.000 pesos fueron transferidos –dice Magnus Mörner–, a Europa por los procuradores, parte de los cuales, sin embargo, pertenecía a extraños o era devuelto por la Corona. Las grandes sumas de dinero que casi todos los procuradores paraguayos enviados a España debían pedir prestadas a la Procuraduría de Indias en Sevilla o Madrid, estaban sujetas a un 12 por ciento de interés, lo que causaba grandes pérdidas a la provincia jesuítica. Quizá convenga mencionar que los procuradores compraban algunos artículos en España para venderlos con ganancia, a su regreso, en Buenos Aires, pero la importancia de estas transacciones, es decir, las ganancias de la estancia y el obraje del noviciado, resultaron hacia fines del siglo XVII, no sólo insuficientes sino también inseguros, ya que el ganado sufría frecuentes epidemias y el precio de las mulas bajaba constantemente".
"En 1687, el padre General González sugirió que la provincia invirtiera capital en Europa para obtener así, los medios destinados a financiar a sus procuradores. Los jesuitas paraguayos respondieron que, dada la precaria situación de España, la idea de invertir capitales allí resultaba poco atractivo y evocaban la desafortunada experiencia del colegio de Asunción... Al principio, el General se mostró partidario de esta propuesta, pero luego, en 1695, sugirió otra solución: la provincia paraguaya prestaría, si ello fuera posible, la suma de 100.000 pesos al colegio jesuita de San Hermenegildo de Sevilla, que estaba en quiebra desde hacía varias décadas; si se lograba que la transacción permaneciera en secreto, sería posible concertar un acuerdo más favorable con los acreedores. Para obtener el capital necesario, la provincia estaría autorizada a cobrar 300 pesos de cada una de las veinticuatro reducciones y 12.000 pesos del fondo común de los misioneros, con el interés del tres o el cuatro por ciento sobre la hipoteca de Sevilla, la provincia obtendría, de la manera más práctica, los fondos requeridos para contribuir al pago del trabajo de sus procuradores. No existen pruebas, sin embargo, –prosigue Magnus Mörner–, de que este plan, tan tentador para las provincias jesuíticas tanto del Paraguay como de Andalucía, haya llegado a realizarse; es probable que los recursos de los jesuitas no alcanzaran para pagar las deudas del colegio. La estancia del noviciado siguió suministrando el aporte principal a los ingresos comunes de la provincia jesuítica".
"De la misma manera que las letras de cambio fueron empleadas con gran frecuencia, según parece, entre los establecimientos de la provincia paraguaya, se llevaron a cabo transferencias de capital entre ésta y otras provincias, dentro y fuera del imperio español. Ha sido imposible investigar –dice Magnus Mörner– todas las transacciones de carácter económico realizadas entre los jesuitas paraguayos y sus colegas brasileños y portugueses, pero se supone que han sido considerables. Los gobernadores de las provincias del Río de la Plata, depositaban su dinero en los colegios jesuitas, y si era necesario, tomaban de ellos dinero, en préstamo. Resulta difícil obtener una imagen completa de las actividades bancarias de los jesuitas, que, aún cuando probablemente tuvieron un alcance bastante modesto, eran, sin duda, únicas en las primitivas provincias del Río de la Plata" (492).
"Frecuentemente, se alega que las ganancias de las reducciones constituían una considerable fuente de ingresos para los superiores de la Compañía en Roma. En relación con el proyecto ya comentado, sobre fondos comunes para la provincia preparado hacia fines del siglo, hemos dado un ejemplo de la cantidad de dinero que las reducciones –aparte de los bienes comunes de los misioneros– podían poner a disposición de la provincia jesuítica. Los 7.200 pesos exigidos entonces a las reducciones no constituían una suma pequeña, la cual sin embargo, era menor que el 10 por ciento del total que aportarían en conjunto los establecimientos de la provincia jesuítica. Sin duda, la mayor parte de las ganancias de las reducciones era empleada dentro de las mismas para aumentar de maneras diversas la magnificencia de las ceremonias religiosas con el fin de cumplir con conocido lema de los jesuitas AD MAOIREM DEI GLORIAM. Aunque los edificios de las Iglesias eran más modestos en el siglo XVII que en el XVIII, se gastaban considerables sumas en ornamentación como lo demuestran unos pocos ejemplos tomados de las cuentas de las procuradurías de las reducciones".
"La economía de los colegios jesuitas –prosigue Magnus Mörner–, que según las reglas de la Orden debían poseer ingresos regulares dependía, en la provincia jesuítica del Paraguay –y por cierto, no sólo allí sino también en las otras provincias– esencialmente de sus propiedades. Al principio, obtuvieron las tierras como concesión de las autoridades o como donación procedente de fuentes privadas. Por otra parte, en muchos casos, las donaciones obedecieron a razones de índole personal, por ejemplo, con el propósito de obtener el ingreso en la Orden. Más tarde, la compra de tierra aumentó el volumen de sus propiedades". Y más adelante, Magnus Mörner afirma que los jesuitas se "encontraban en una situación comparativamente favorable en cuanto a la propiedad de tierras, ya que gran parte de la herencia de los descendientes de los conquistadores y los fundadores de las ciudades llegó a sus manos" (493).
En cuanto al alquiler de las propiedades de los jesuitas en las ciudades, se sabe que practicaban este tipo de transacciones para afianzar sus ingresos financieros.
Si el préstamo de dinero, que los jesuitas practicaban en contradicción a las reglas de la Orden, si era de significativa importancia como hemos venido viendo. Ya sea como elemento de enlace entre las autoridades seculares y los colegios jesuíticos, o como medio de operaciones comerciales como la compra de bienes a los navíos de permiso.
La actuación de sus procuradores en Europa, donde siempre consiguieron sus propósitos, da pie a pensar en toda gama de artilugios para la consecución de los objetivos perseguidos. Hasta se hacían traer de vuelta en los "navíos de permiso", donde no pagaban nada, sino venían por cuenta de la Corona (494).
"Generalmente –opina Magnus Mörner–, cuando un procurador jesuita regresaba a América en un navío de permiso con nuevos misioneros, había llegado ya el momento en que un nuevo procurador debía partir hacia Europa en el mismo barco, y era absolutamente natural que quienes estaban relacionados con él, tanto en el campo de la administración como en el del comercio, le encomendaran numerosos asuntos, de índole secular, en especial, la transferencia de capitales, a lo que el procurador, por diversas razones no se podía negar. El jesuita tenía cierta oportunidad de ahorrar a su principal el pago del ALMOJARIFAZGO, dado que el equipaje personal de los eclesiásticos no pagaba impuestos. Los viajes regulares de los procuradores eran una consecuencia directa de la centralización de la Orden, que en ninguna otra tenía parangón".
"En cuanto a los sobornos –afirma Magnus Mörner–, sus adversarios empleaban idénticos métodos en la medida en que podían afrontarlos. Más importantes que los favores materiales, particularmente en el caso de los funcionarios superiores, fue el hecho de que los jesuitas pudieron, a menudo plantear personalmente sus problemas como confesores de personas influyentes, por ejemplo, apelando, con no poca frecuencia, al fervor religioso de esas personas, aun cuando los asuntos que así promovían era de naturaleza puramente material. Por otra parte, las peticiones formuladas por los jesuitas eran de nivel superior, en cuanto a lógica, estilo erudición, a las generalmente presentadas por las autoridades, las corporaciones, o los individuos de las provincias del Plata. Este hecho, que un somero estudio de los documentos confirmará inmediatamente obedecía a la excelente educación de los jesuitas" (495).
NOTAS:
444) RUIZ DE MONTOYA, S. J. Antonio. Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tapé. Madrid, 1639, habiéndose editado nuevamente en Bilbao, 1892; TECHO, Nicolás S. J., Historia provinciae Paraquariae Societatis Jesu. Leodi, 1673; LOZANO, Pedro S. J. Historia de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay. Madrid, 1754-1755; CHARLEVOIX, Francisco Javier S. J. Histoire du Paraguay. París, 1757, existiendo la edición castellana del HERNANDEZ, Pablo S. J. Madrid. Organización social de las doctrinas guaraníes, Barcelona, 1913 y ASTRAIN, Antonio S. J. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, Madrid, 1913 y siguientes especialmente en los tomos IV y V.
445) Documentos para la Historia Argentina. Tomo XIX. Iglesia. (1609-1614). Ibídem, ib. pp. LXVIII y LXIX.
446) RIVAROLA BOGARÍN, Juan Bautista. Las Misiones Jesuíticas del Guairá (Síntesis histórica). Asunción, 1956. Inédita. pp. 3-4.
447) AZARA, Félix de. Descripción e Historia... T. I. pp. 261-269.
448) AGUIRRE, Juan Francisco. Diario... Ibídem, ib. T. II. Primera parte. p. 451.
449) AGUIRRE, Juan Francisco. Diario... Ibídem, ib. T. II. Primera parte.
450) IRALA BURGOS, Gerónimo. Historia de las Reducciones Jesuíticas. Asunción: Artes Gráficas Minerva. Publicación de la Segunda Escuela de Jefes de la Juventud masculina de Schoenstatt del Paraguay, 18 de noviembre de 1983. pp. 11-16.
451) GARAY, Blas. Historia del Paraguay. Impreso en 1897. Reimpreso en 1982. Editorial El Foro. pp. 15, 16.
452) GARAY, Blas. El Comunismo en las Misiones. 3ed. Asunción, 1921. (Biblioteca paraguaya del Centro de Estudiantes de Derecho)
453) "El imperio Jesuítico", ed. 1907, pp. 165-166.
454) GARAY, Blas. Introducción al libro "Historia de la Provincia del Paraguay, de la Compañía Jesús", por el P. Nicolás del Techo, Madrid, 1897.
455) GARAY, Blas. Ibidem, ib. CIX.
456) FURLONG, S. J. Guillermo. MISIONES Y SUS PUEBLOS DE GUARANIES. 2ed. Posadas, Argentina, 1978. p. 431.
457) MONTEZUMA HURTADO, Alberto. Comuneros del Paraguay. Bogotá, Colombia: Ediciones Tercer Mundo, setiembre de 1983. p. 73.
458) BENITEZ, Justo Pastor. Los Comuneros del Paraguay 1640-1735. Asunción: Editorial Casa-Libro, Talleres Gráficos Emasa, 1976. p. 30.
459) FUNES, Gregorio Dr. Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. 3ed. ilustrada. Notas de José Arturo Scotto. Buenos Aires: Talleres Gráficos L. J. Rosso y Cía., 1910. Tomo Primero. pp. 292-297.
460) ANGLES Y GORTARI, Mathías de. Los Jesuitas en el Paraguay. Asunción: Librería y Casa Editora de A. de Uribe y Cía., 1896, pp. 33-45, 72-87, 93-105. Este autor fue corregidor de Potosí y ex gobernador de Tucumán, y su libro está basado en un informe, que produjo el 10 de enero de 1731. "Elevado al Santo Oficio de la Inquisición – expresa Cardozo – de Lima por su autor que había sido comisionado para entender judicialmente en la causa contra Antequera, es un análisis de las causas que motivaron la lucha entre el vecindario de Asunción y la Compañía de Jesús, con gran acopio de datos históricos y detallada relación de acontecimientos contemporáneos". CARDOZO, Efraím. Historiografía Paraguaya. México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1979. p. 380.
461) PRIETO, Justo. PARAGUAY, La Provincia Gigante de las Indias. Buenos Aires: El Ateneo, 1951.
462) Volumen Nº. 102 S.H. A.N.A. Fol. 137 y 138. Ver al respecto el título "El Tributo", de este mismo libro, donde se analiza pormenorizadamente el tema.
463) Volumen Nº. 123-Nº. 5. S.H. A.N.A.
464) Mur. El sínodo, así llamado, del Perú es, por lo menos de 600 pesos ensayados, esto es, de 932 pesos y 5 reales de la moneda ordinaria.
465) Mur. Para que el Doctrinero regular no estuviera sin testigo y auxiliar de su misma profesión, se le puso un compañero, y para alimentos de éste se destinó la otra cuarta parte del canon del Perú hasta llegar a la mitad, de suerte que a cada pueblo se daban 300 pesos ensayados, que son 466 pesos 2 1/2 reales de moneda usual, fuera el que quisiera el número de sujetos, siendo así que en todos los pueblos había dos, en algunos tres, y a veces cuatro. El sínodo se pagaba últimamente de los tributos.
466) CHARLEVOIX, P. Pedro Javier de. Historia del Paraguay... Ib. ib. p. 133.
467) Mur. DOCTRINAS [no] se llaman a cualesquiera parroquias, sino las que lo son de indios y foráneos.
468) CHARLEVOIX, P. Pedro Francisco Javier de. Historia... lbídem ib. pp. 36-49, 50-51.
469) MONTOYA, Antonio Ruiz de. Conquista Espiritual... Madrid, 1639, p. 6.
470) MELIA, Bartomeu. Las reducciones jesuíticas del Paraguay: un espacio para una utopía colonial, en Revista "Estudios Paraguayos", vol. Asunción, 1978. VI, Nº. 1. pp. 157-167.
471) BAUZA. Historia de la dominación española en el Uruguay. Leyes de Indias. Solórzano, Política.
472) PERAMAS, José Manuel. La República de Platón y los Guaraníes. Buenos Aires: Emecé Editores, 1946, p. 86 ss.
473) SCHLEH, Emilio J. Fomento de la Agricultura y de las industrias por los jesuitas en las misiones guaraníticas. Buenos Aires: Talleres Gráficos Schenone Hnos. y Linari, octubre 17 de 1922, en "Revista de Derecho, Historia y Letras. Bs. As. Año XXV Tomo LXXIV, 1925, p. 355.
474) Carta del Padre Tomás Báez, Cit. FURLONG, Guillermo S. J. Misiones y sus pueblos guaraníes. Buenos Aires, 1962. 2ed. Posadas 1978.
475) CARDIEL señala que algunos españoles vivían en las estancias actuando como Mayordomos.
476) GUTIERREZ, Ramon, Arq. Estructura socio-política, sistema productivo y resultante espacial en las misiones jesuíticas del Paraguay durante el siglo XVIII en "Estudios Paraguayos", Revista de la Universidad Católica "Ntra. Sra. de la Asunción", vol. II, Nº. 2. Asunción diciembre de 1974. pp. 83-140.
477) 32 AGI. 124-l-9-B (MG 1706).
478) AGI. 124-1-9-B (MG 576).
479) AGI. 124-1-9-W (MG 1705d).
480) AGI. 124-1-9-G (CM 1705f).
481) AGI. 120-4-8-B (MG 591).
482) MG. 2055.
483) AGI 76-5-10 (MG 421d).
484) AGI 76-5-10 (MG 421c).
485) SCHLEH, Emilio J. Fomento de la Agricultura y de las industrias por los jesuitas en las misiones guaraníticas, en "Revista de Derecho, Historia y Letras". Buenos Aires. Año XXV. Tomo LXXIV, 1925. pp. 354 ss.
486) POPESCU, Oreste. El sistema económico en las Misiones Jesuíticas. Bahía Blanca (Argentina), 1952. p. 83.
487) FURLONG, S. J. Guillermo. MISIONES Y SUS PUEBLOS DE GUARANIES. 1610-1813. 2ed. Posadas (Argentina), 1978. pp. 419 ss.
488) Rojas señalaba que una vara de tela de algodón equivalía a un peso en moneda de la tierra, y que, aun cuando éste era el valor que regía para el pago de salarios en Paraguay, dado que el mismo debía ser efectuado en monedas de plata, resultaba difícil conseguir más de 4 reales. De la tela de algodón que el colegio de Asunción obtenía con la ayuda de los indios de las reducciones, "se pagaban los oficiales todos q trabajaban en la obra" – probablemente alude a la construcción de la iglesia jesuítica de Asunción – "q por la mayor p.te eran indios de las Reducciones (!)".
489) El superior M. Sánchez, escribe el 15 de mayo de 1699 (CPA, I-29-3-42) "Y como ya en otro común insinúe a V.R. s q nadie en su Pueblo haga alarde ni ostentación de ricas alajas, ornamentos, grandes conveniencias de su Pueblo, ni ira mostrando las oficinas donde se hacen cosas curiosas (antes deseo q el tiempo que durare la visita esten cerradas) porq mostrar semejantes cosas y offcinas no sirve mas de abrirles las puertas a los seglares paraq pidan quanto ven... y en orden a esto encargo q... ninguno haga trato con el Sr. Gor... y los indios se encargara no hagan ñemus (negocios, en guaraní) con los españoles".
490) MORNER, Magnus. Actividades de los jesuitas... ib. ib. p. 97.
491) El provincial Aragón, el 8 de setiembre de 1671, autorizó al procurador de la provincia jesuítica paraguaya en Potosí a pagar sobornos más allá de los 100 pesos anuales que ya se destinaban a tal fin: "Si fuere necesario hazer algún presente de Mulas, o de otro género de mas cantidad para conseguir buena venta de alguna tropa, o géneros que se entran desta Provincia vender al Perú o para conseguir alguna cobranza", después de haber consultado al provincial peruano o al rector en Potosí. (BNM, MS, 6, 976, pág. 71).
492) Un decreto emitido por el padre General González, el 12 de marzo de 1697, demuestra que el rector jesuita de Río de Janeiro recibió 11.467 pesos del procurador paraguayo Frías, que éste debía cobrar en Lisboa. Después de una diferencia de opinión sobre el monto, se apeló al General (FG CG, Vol. 443, pág. 1.008). De acuerdo con las cuentas de la Procuradería de Misiones en Buenos Aires, el gobernador Monforte de Paraguay tomó prestados 348 pesos en una ocasión y en otra entregó en depósito 2.974 pesos a los jesuitas. (AGBA, Vol. 1304).
493) Probablemente, las donaciones a la Compañía, tanto en la provincia paraguaya como en la de México (Chevalier; FORMATION, págs. 333-334) fueron hechas, a menudo, en forma de CENSOS. Pero ha sido imposible probar, que los jesuitas paraguayos, como sus colegas mexicanos, vendieran esos censos para financiar la adquisición de nuevas tierras. Cuando los jesuitas paraguayos obtenían dinero en préstamo, la causa era, en general, la penuria en que se encontraban, o bien como en los casos en que ellos prestaban el dinero, el simple deseo de favorecer a la otra parte. Se ha de considerar que la demanda de formas de inversión de dinero era más importante en México que en las primitivas provincias del Plata".
494) HARING, COMERCIO. Págs. 180-181, hace la interesante observación de que tal vez, resultaba beneficioso para los comerciantes de Sevilla que realizaban su tráfico mediante los navíos de permiso, que los productos autorizados para la venta legal y sujetos a impuestos fueran limitados a pequeñas cantidades, ya que esto permitía embarcar cargas más importantes de bienes destinados al contrabando. Y es probable, en consecuencia, que las licencias otorgadas por razones religiosas, y no en virtud de las necesidades económicas del Río de la Plata, fueron particularmente valiosas para ellos.
495) MORNER, Magnus. Actividades de los Jesuitas. ib. ib. p. 118.
445) Documentos para la Historia Argentina. Tomo XIX. Iglesia. (1609-1614). Ibídem, ib. pp. LXVIII y LXIX.
446) RIVAROLA BOGARÍN, Juan Bautista. Las Misiones Jesuíticas del Guairá (Síntesis histórica). Asunción, 1956. Inédita. pp. 3-4.
447) AZARA, Félix de. Descripción e Historia... T. I. pp. 261-269.
448) AGUIRRE, Juan Francisco. Diario... Ibídem, ib. T. II. Primera parte. p. 451.
449) AGUIRRE, Juan Francisco. Diario... Ibídem, ib. T. II. Primera parte.
450) IRALA BURGOS, Gerónimo. Historia de las Reducciones Jesuíticas. Asunción: Artes Gráficas Minerva. Publicación de la Segunda Escuela de Jefes de la Juventud masculina de Schoenstatt del Paraguay, 18 de noviembre de 1983. pp. 11-16.
451) GARAY, Blas. Historia del Paraguay. Impreso en 1897. Reimpreso en 1982. Editorial El Foro. pp. 15, 16.
452) GARAY, Blas. El Comunismo en las Misiones. 3ed. Asunción, 1921. (Biblioteca paraguaya del Centro de Estudiantes de Derecho)
453) "El imperio Jesuítico", ed. 1907, pp. 165-166.
454) GARAY, Blas. Introducción al libro "Historia de la Provincia del Paraguay, de la Compañía Jesús", por el P. Nicolás del Techo, Madrid, 1897.
455) GARAY, Blas. Ibidem, ib. CIX.
456) FURLONG, S. J. Guillermo. MISIONES Y SUS PUEBLOS DE GUARANIES. 2ed. Posadas, Argentina, 1978. p. 431.
457) MONTEZUMA HURTADO, Alberto. Comuneros del Paraguay. Bogotá, Colombia: Ediciones Tercer Mundo, setiembre de 1983. p. 73.
458) BENITEZ, Justo Pastor. Los Comuneros del Paraguay 1640-1735. Asunción: Editorial Casa-Libro, Talleres Gráficos Emasa, 1976. p. 30.
459) FUNES, Gregorio Dr. Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. 3ed. ilustrada. Notas de José Arturo Scotto. Buenos Aires: Talleres Gráficos L. J. Rosso y Cía., 1910. Tomo Primero. pp. 292-297.
460) ANGLES Y GORTARI, Mathías de. Los Jesuitas en el Paraguay. Asunción: Librería y Casa Editora de A. de Uribe y Cía., 1896, pp. 33-45, 72-87, 93-105. Este autor fue corregidor de Potosí y ex gobernador de Tucumán, y su libro está basado en un informe, que produjo el 10 de enero de 1731. "Elevado al Santo Oficio de la Inquisición – expresa Cardozo – de Lima por su autor que había sido comisionado para entender judicialmente en la causa contra Antequera, es un análisis de las causas que motivaron la lucha entre el vecindario de Asunción y la Compañía de Jesús, con gran acopio de datos históricos y detallada relación de acontecimientos contemporáneos". CARDOZO, Efraím. Historiografía Paraguaya. México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1979. p. 380.
461) PRIETO, Justo. PARAGUAY, La Provincia Gigante de las Indias. Buenos Aires: El Ateneo, 1951.
462) Volumen Nº. 102 S.H. A.N.A. Fol. 137 y 138. Ver al respecto el título "El Tributo", de este mismo libro, donde se analiza pormenorizadamente el tema.
463) Volumen Nº. 123-Nº. 5. S.H. A.N.A.
464) Mur. El sínodo, así llamado, del Perú es, por lo menos de 600 pesos ensayados, esto es, de 932 pesos y 5 reales de la moneda ordinaria.
465) Mur. Para que el Doctrinero regular no estuviera sin testigo y auxiliar de su misma profesión, se le puso un compañero, y para alimentos de éste se destinó la otra cuarta parte del canon del Perú hasta llegar a la mitad, de suerte que a cada pueblo se daban 300 pesos ensayados, que son 466 pesos 2 1/2 reales de moneda usual, fuera el que quisiera el número de sujetos, siendo así que en todos los pueblos había dos, en algunos tres, y a veces cuatro. El sínodo se pagaba últimamente de los tributos.
466) CHARLEVOIX, P. Pedro Javier de. Historia del Paraguay... Ib. ib. p. 133.
467) Mur. DOCTRINAS [no] se llaman a cualesquiera parroquias, sino las que lo son de indios y foráneos.
468) CHARLEVOIX, P. Pedro Francisco Javier de. Historia... lbídem ib. pp. 36-49, 50-51.
469) MONTOYA, Antonio Ruiz de. Conquista Espiritual... Madrid, 1639, p. 6.
470) MELIA, Bartomeu. Las reducciones jesuíticas del Paraguay: un espacio para una utopía colonial, en Revista "Estudios Paraguayos", vol. Asunción, 1978. VI, Nº. 1. pp. 157-167.
471) BAUZA. Historia de la dominación española en el Uruguay. Leyes de Indias. Solórzano, Política.
472) PERAMAS, José Manuel. La República de Platón y los Guaraníes. Buenos Aires: Emecé Editores, 1946, p. 86 ss.
473) SCHLEH, Emilio J. Fomento de la Agricultura y de las industrias por los jesuitas en las misiones guaraníticas. Buenos Aires: Talleres Gráficos Schenone Hnos. y Linari, octubre 17 de 1922, en "Revista de Derecho, Historia y Letras. Bs. As. Año XXV Tomo LXXIV, 1925, p. 355.
474) Carta del Padre Tomás Báez, Cit. FURLONG, Guillermo S. J. Misiones y sus pueblos guaraníes. Buenos Aires, 1962. 2ed. Posadas 1978.
475) CARDIEL señala que algunos españoles vivían en las estancias actuando como Mayordomos.
476) GUTIERREZ, Ramon, Arq. Estructura socio-política, sistema productivo y resultante espacial en las misiones jesuíticas del Paraguay durante el siglo XVIII en "Estudios Paraguayos", Revista de la Universidad Católica "Ntra. Sra. de la Asunción", vol. II, Nº. 2. Asunción diciembre de 1974. pp. 83-140.
477) 32 AGI. 124-l-9-B (MG 1706).
478) AGI. 124-1-9-B (MG 576).
479) AGI. 124-1-9-W (MG 1705d).
480) AGI. 124-1-9-G (CM 1705f).
481) AGI. 120-4-8-B (MG 591).
482) MG. 2055.
483) AGI 76-5-10 (MG 421d).
484) AGI 76-5-10 (MG 421c).
485) SCHLEH, Emilio J. Fomento de la Agricultura y de las industrias por los jesuitas en las misiones guaraníticas, en "Revista de Derecho, Historia y Letras". Buenos Aires. Año XXV. Tomo LXXIV, 1925. pp. 354 ss.
486) POPESCU, Oreste. El sistema económico en las Misiones Jesuíticas. Bahía Blanca (Argentina), 1952. p. 83.
487) FURLONG, S. J. Guillermo. MISIONES Y SUS PUEBLOS DE GUARANIES. 1610-1813. 2ed. Posadas (Argentina), 1978. pp. 419 ss.
488) Rojas señalaba que una vara de tela de algodón equivalía a un peso en moneda de la tierra, y que, aun cuando éste era el valor que regía para el pago de salarios en Paraguay, dado que el mismo debía ser efectuado en monedas de plata, resultaba difícil conseguir más de 4 reales. De la tela de algodón que el colegio de Asunción obtenía con la ayuda de los indios de las reducciones, "se pagaban los oficiales todos q trabajaban en la obra" – probablemente alude a la construcción de la iglesia jesuítica de Asunción – "q por la mayor p.te eran indios de las Reducciones (!)".
489) El superior M. Sánchez, escribe el 15 de mayo de 1699 (CPA, I-29-3-42) "Y como ya en otro común insinúe a V.R. s q nadie en su Pueblo haga alarde ni ostentación de ricas alajas, ornamentos, grandes conveniencias de su Pueblo, ni ira mostrando las oficinas donde se hacen cosas curiosas (antes deseo q el tiempo que durare la visita esten cerradas) porq mostrar semejantes cosas y offcinas no sirve mas de abrirles las puertas a los seglares paraq pidan quanto ven... y en orden a esto encargo q... ninguno haga trato con el Sr. Gor... y los indios se encargara no hagan ñemus (negocios, en guaraní) con los españoles".
490) MORNER, Magnus. Actividades de los jesuitas... ib. ib. p. 97.
491) El provincial Aragón, el 8 de setiembre de 1671, autorizó al procurador de la provincia jesuítica paraguaya en Potosí a pagar sobornos más allá de los 100 pesos anuales que ya se destinaban a tal fin: "Si fuere necesario hazer algún presente de Mulas, o de otro género de mas cantidad para conseguir buena venta de alguna tropa, o géneros que se entran desta Provincia vender al Perú o para conseguir alguna cobranza", después de haber consultado al provincial peruano o al rector en Potosí. (BNM, MS, 6, 976, pág. 71).
492) Un decreto emitido por el padre General González, el 12 de marzo de 1697, demuestra que el rector jesuita de Río de Janeiro recibió 11.467 pesos del procurador paraguayo Frías, que éste debía cobrar en Lisboa. Después de una diferencia de opinión sobre el monto, se apeló al General (FG CG, Vol. 443, pág. 1.008). De acuerdo con las cuentas de la Procuradería de Misiones en Buenos Aires, el gobernador Monforte de Paraguay tomó prestados 348 pesos en una ocasión y en otra entregó en depósito 2.974 pesos a los jesuitas. (AGBA, Vol. 1304).
493) Probablemente, las donaciones a la Compañía, tanto en la provincia paraguaya como en la de México (Chevalier; FORMATION, págs. 333-334) fueron hechas, a menudo, en forma de CENSOS. Pero ha sido imposible probar, que los jesuitas paraguayos, como sus colegas mexicanos, vendieran esos censos para financiar la adquisición de nuevas tierras. Cuando los jesuitas paraguayos obtenían dinero en préstamo, la causa era, en general, la penuria en que se encontraban, o bien como en los casos en que ellos prestaban el dinero, el simple deseo de favorecer a la otra parte. Se ha de considerar que la demanda de formas de inversión de dinero era más importante en México que en las primitivas provincias del Plata".
494) HARING, COMERCIO. Págs. 180-181, hace la interesante observación de que tal vez, resultaba beneficioso para los comerciantes de Sevilla que realizaban su tráfico mediante los navíos de permiso, que los productos autorizados para la venta legal y sujetos a impuestos fueran limitados a pequeñas cantidades, ya que esto permitía embarcar cargas más importantes de bienes destinados al contrabando. Y es probable, en consecuencia, que las licencias otorgadas por razones religiosas, y no en virtud de las necesidades económicas del Río de la Plata, fueron particularmente valiosas para ellos.
495) MORNER, Magnus. Actividades de los Jesuitas. ib. ib. p. 118.
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Fuente:
LA ECONOMÍA COLONIAL
Autor: JUAN BAUTISTA RIVAROLA PAOLI
COLECCIÓN:
Tratado de Historia Económica del Paraguay.
Autor: JUAN BAUTISTA RIVAROLA PAOLI
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© Juan Bautista Rivarola Paoli
Edición al cuidado del autor
Asunción, Paraguay, 1986.
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