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viernes, 17 de septiembre de 2010

MIGUEL ÁNGEL CABALLERO FIGÚN y LUIS AGÜERO WAGNER - LOS GUARANÍES (HISTORIA DEL PARAGUAY) / Ediciones La República, Asunción-Paraguay.


HISTORIA DEL PARAGUAY
I
LOS GUARANÍES
Autores:
MIGUEL ÁNGEL CABALLERO FIGÚN ,
LUIS AGÜERO WAGNER .
Ediciones La República,
Asunción-Paraguay (40 páginas)



CIVILIZACIONES Y MEDIO FÍSICO
Cuando los primeros conquistadores españoles iniciaron la penetración de América del Sur se encontraron con diversas parcialidades y razas indígenas que, con distintas culturas y estadios de civilización, poblaban todo el continente.
Una de ellas, la más numerosa, estaba constituida por la parcialidad guaranítica.
Con una cultura primitiva, pues su desarrollo no pasaba más allá del período neolítico, su presencia e influencia se extendía, sin embargo, por un vastísimo territorio que abarcaba los cuatro puntos cardinales de las nuevas tierras descubiertas. En efecto, desde más al sur del Río de la Plata hasta el mar Caribe, hacia el norte y desde el Atlántico hasta los contrafuertes andinos, diversas tribus guaraníes con una lengua común poblaban esa inmensa extensión territorial.
De estatura mediana, cabello negro, ojos oscuros y pómulos salientes, los guaraníes se extendían, en la región que después constituiría el Paraguay, por la región norte, al sur del Matto Grosso (itatines), desde el río Paraná al Paraguay, abarcando toda la zona oriental (carios). Hubo también, sin embargo, parcialidades guaraníticas que llegaron y se establecieron al noroeste del Chaco, en la zona del río Parapití, cerca ya de las estribaciones andinas (chiriguanos).
Pero debemos detenernos a examinar el medio físico en el cual se desarrollaba la vida en estas regiones, pues el medio, el hábitat, tiene una influencia decisiva en la vida y costumbre de los pueblos.
El río Paraguay divide a la región en dos zonas totalmente diferenciadas. Desde su margen derecha hacia el norte se extiende una vasta llanura de tierra seca, desértica y salitrosa, con bosques y palmares en la región noreste. Toda esa amplia zona había sido en otras épocas lecho marino. Pocos afluentes tiene el río Paraguay en su margen derecha entre los ríos Pilcomayo, al oeste y el río Negro, al noreste, con el agravante de que la mayor parte de ellos se transforman en cauces secos buena parte del año. Encontrar agua era tarea difícil para las tribus que habitaban esos territorios. Incluso el gran río Pilcomayo desaparece una época del año en la mitad de su curso, dejando una amplísima zona seca, para reaparecer de nuevo después muchos kilómetros aguas abajo.
Pero a este panorama sucede cíclicamente otro que representa su antítesis. Con el deshielo de los Andes aumenta su cauce el río Pilcomayo hasta tal punto que las zonas antes secas se cubren totalmente de agua debido al desborde de dicho río, formándose lodazales inmensos a muchos kilómetros de ambas márgenes.
Por consiguiente, ese territorio que hoy día constituye el Chaco, ofrecía a sus moradores un hábitat agresivo y hostil, con situaciones distintas y extremas en dos períodos del año.
Dichos moradores, de cultura paleolítica, inferior a la de los guaraníes, eran nómadas y no practicaban la agricultura. Agresivos como el medio en que vivían, hacían continuas expediciones de saqueo y depredación hacia la otra margen del río Paraguay, manteniendo un estado de constante guerra con los guaraníes.
Las principales tribus no guaraníticas que habitaban el Chaco estaban constituidas por los tobas, mocobíes, abipones, los mbayaes, los guaycurúes, los lenguas, chanáes, caracaráes, los payaguáes, eximios dominadores de los ríos. Los payaguáes "eran los piratas de los ríos, hábiles nadadores, tripulantes de pequeñas canoas, livianas y ligeras, con capacidad para 10 hombres, que en los choques eran volcadas para usarlas como defensa de las flechas y proyectiles del enemigo. Usaban también canoas mayores para veinte tripulantes, construidas todas ellas en forma ruda y ordinaria, pero terminadas con cierta pulcritud y delicadeza, apreciadas por los europeos. Buenos simuladores, el engaño era el arma predilecta en sus relaciones con nativos y europeos que los hacían temibles, tanto en tiempos de paz como en los de guerra".

EL CHACO - PROTOHISTORIA

Desde tiempos inmemoriales, e independientemente de las parcialidades que lo habitaban, el Chaco era muy conocido por una gran civilización que vivía en los Andes, entre las montañas, constituida por los incas. Estos habían extendido su dominio a las faldas de la cordillera sojuzgando y sometiendo a su dominio a las diversas tribus que habitaban dicha zona. Viviendo, amos y sometidos, en el ambiente hostil e infecundo de la piedra y la montaña, necesitaban imperiosamente proveerse de víveres y elementos de subsistencia en otro ambiente más apto que el suyo.
A tales efectos, los incas organizaban anualmente formidables expediciones hasta si se quiere de carácter militar, con el objeto de proveerse de alimentos en la región del Chaco. Con miles de guerreros propios y de las tribus sometidas bajaban de las montañas y se internaban en el mismo, chocando naturalmente con sus pobladores con quienes mantenían un estado de constante guerra. Se aprovisionaban allí para todo el año de carne y de pieles de animales, teniendo especial predilección por los venados. El mismo nombre de Chaco viene de la palabra quechua Chacú, que significa "territorio de caza". Salvo cuando los incas salían en sus expediciones anuales, la caza estaba prohibida por los mismos, sobre todo en los períodos de parición.
La infracción a estas normas estaba severamente castigada, hasta con la pena de muerte. Para los incas, el Chaco era un elemento vital de nutrición y subsistencia.
Con el establecimiento de los chiriguanos, de origen guaranítico, en las márgenes del río Parapití a principios del siglo XV, como se verá más adelante, cambiaron las relaciones de fuerza. Los guaraníes, formidables guerreros, pusieron una valla a las invasiones incaicas y, al revés, los obligaron a construir fuertes en las estribaciones de los Andes para impedir las continuas invasiones chiriguanas y de los guaraníes del sur hacia los territorios dominados por los incas.

IDEAS RELIGIOSAS

Desde el punto de vista de su concepción religiosa los guaraníes practicaban, de acuerdo a su grado de civilización, el politeísmo. Los fenómenos naturales eran considerados manifestaciones de carácter sobrenatural, postura lógica en su etapa de desarrollo frente a lo desconocido. Creían en el alma, a la cual consideraban inmortal, que denominaban Añang. La misma, una vez desprendida del cuerpo iba al añaretá, donde se reunía con sus antepasados y vigilaba a los vivos. El alma podía ser buena o mala, pues poseía las mismas virtudes y defectos del cuerpo que las poseía en vida. De aquí extrajeron los jesuitas, en su afán evangelizador, la concepción del demonio, que no existía ni por asomo en la concepción religiosa de los guaraníes, de la misma manera que a Tupá, su dios creador: Tupá, a quien aman sin temor, y que es indiferente a los acontecimientos. No gobierna el universo, ni premia ni castiga a los hombres. La única ley del indio es la ley natural: acomodarse a ella le produce prosperidad y felicidad, y lo contrario le proporciona dolor y sufrimiento. Sus concepciones rudimentarias no le privan de concebir la religión como sanción práctica de la moral. Su valor está en la coincidencia de la doctrina con la conducta.
Por eso no alcanzaban a comprender las contradicciones entre la moral religiosa y las atrocidades de los blancos: "Ustedes dicen que su Dios les ordena amar a todos los hombres, pero ustedes mienten, nos roban, ofenden a nuestras mujeres y nos matan por cualquier cosa. El nuestro es mejor que el de ustedes", decía al doctor Bertoni, en 1877, el cacique de la parcialidad sobreviviente Ava-mbyá.
No existe para los guaraníes el demonio, aunque sí los espíritus malignos que acechan su tranquilidad y de los cuales deben defenderse. Los jesuitas no pudieron convencerlos de la existencia de un infierno con llamas abrasadoras que, dentro de su concepción objetiva, podían ser evitadas fácilmente apartándose de ellas. La lógica primitiva se revelaba contra el absurdo de que un Dios de amor se vengara tan implacablemente.
Creían también en diversos espíritus derivados de sus ritos antropomórficos, como el Pora, el alma errante de los muertos, el Curupí, genio fecundante, el Pombero, el duende de las tinieblas que todo escucha y todo sabe y toda una serie de creencias que se basan en sus míticas y rudimentarias concepciones de los fenómenos de la naturaleza y de su hábitat, la selva.

ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL.

La organización económica de los guaraníes, aunque primitiva y rudimentaria, presentaba algunos elementos que los diferenciaba profundamente de las demás parcialidades indígenas. Si bien se dedicaban también a la caza y a la pesca, eran por lo general, sedentarios y conocían y practicaban la agricultura. La fertilidad de la región comprendida entre los ríos Paraná y Paraguay favorecía notablemente esta actividad. Con un palo puntiagudo, el yvyracuä, hacían agujeros en la tierra donde arrojaban las semillas, encargándose la naturaleza del resto.
Significa esto que la tierra se constituía en el principal medio de producción. El producto obtenido en cada parcela era repartido entre la familia que la cultivaba hasta satisfacer sus necesidades, distribuyéndose el sobrante entre toda la comunidad. Al no existir, entonces, propiedad privada de los medios de producción, quedaba eliminada la posibilidad de explotación del hombre por el hombre, constituyendo de esta manera los guaraníes una sociedad igualitaria y comunitaria, sin clases sociales, característica, por otra parte, de la mayoría de las sociedades primitivas en ese estadio de civilización.
"No habiendo excedente de la producción sobre las necesidades del consumo, ni apropiación privada del principal medio de producción -la tierra-, ni dinero, no era posible tampoco la acumulación de capital y no había división de la sociedad en clases, si bien podía reducirse a la esclavitud, ocasionalmente, a los prisioneros de guerra.
En tales condiciones, los guaraníes formaban una sociedad igualitaria y una democracia social. Los cargos tenían una base natural, los méritos de la persona, y un origen electivo. Cada parcialidad o tribu tenía un jefe (rubichá) que era el caudillo en la guerra y eventualmente desempeñaba funciones de magistrado en la vida civil.
El valor guerrero era el requisito básico para el acceso a esa posición. Un consejo de varones adultos resolvía en los negocios más importantes. A dicho cuerpo, en su defecto, al rubichá, le correspondía administrar justicia. Se castigaban severamente el adulterio de las mujeres y el robo. Los sacerdotes-hechiceros o chamanes (avaré) eran depositarios de una ciencia infusa, interpretaban signos y fenómenos de la naturaleza, confiaban en sus artes mágicas para influir sobre ella y favorecer al grupo y, en general, gozaban de gran predicamento".
En cuanto a la organización familiar, si bien muchos historiadores insisten en el imperio de la monogamia, en realidad los guaraníes eran esencialmente polígamos, sobre todo en lo que concernía a los caciques. Una de las mujeres constituía la esposa principal, la cual generalmente pertenecía a la misma tribu del marido. Las demás podían pertenecer a la misma comunidad o ser producto de un botín de guerra.
Sin embargo, y como consecuencia de esa concepción igualitaria que existía en esas sociedades primitivas, la mujer tenía derecho a abandonar o cambiar de marido lo mismo que el hombre. El divorcio, si tal podía llamarse, era práctica normal entre las parcialidades guaraníes.
Los bosques estaban, poblados por divinidades que eran conjuradas por el hechicero, el payé. Todos los acontecimientos importantes eran festejados ritualmente con danzas y cantos. Su anteriormente aludida creencia de "la tierra sin mal", lugar paradisíaco pero terrenal donde no había enfermedades, de tierra fecunda y naturaleza exuberante donde todo crecía solo sin necesidad de plantar ni maíz, ni mandioca ni nada de todo aquello que constituía su alimentación básica y con presas de caza inextinguibles, también ayudaba a los jesuitas pues los mismos hacían conjugar en el paraíso cristiano esta creencia junto con la del paraíso indígena (yvaga).
Los guaraníes eran antropófagos. Si bien creían que comerse a un enemigo valiente en el combate les transmitía a ellos sus elementos positivos, en realidad la práctica de la antropofagia estaba mucho más generalizada. Refiriéndose a una de las expediciones de conquista de los guaraníes en la cual sometieron a varias tribus del Chaco tomando muchos prisioneros, ya en época de los españoles, Ruiz Díaz de Guzmán, el primer historiador paraguayo, en su obra "Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata", refiere en un párrafo de la misma: "...que los guaraníes han destruido mas de cien mil indios de aquellas tierras con las continuas guerras y asaltos, que las han hecho, en que han sido muertos cautivos y traídos a esclavitud, puesto que al principio a todos los comían en sus fiestas y borracheras, de muchos años a esta parte los venden a los españoles, que entran con rescates del Perú para el efecto, teniendo por útil el venderlos por lo que han menester, que comerlos como solían".
Desde el punto de vista cultural han dejado el aporte de su lengua y un impresionante conocimiento de las plantas medicinales. Profundos observadores, daban nombre a todas ellas, sabiendo diferenciar sus propiedades y utilizarlas en provecho de toda la comunidad. Este puede considerarse su aporte más importante, ya que toca un campo científico con actual vigencia.

LAS INVASIONES GUARANÍTICAS

No sólo las tribus del norte hacían sus campañas de saqueo y depredación a las tierras cultivadas de los guaraníes del sur del río Paraguay. Conocedores éstos de la existencia de los incas, del metal y de las grandes riquezas de las comarcas que los mismos habitaban, cíclicamente organizaban expediciones militares de conquista. La primera de ellas tuvo lugar aproximadamente un siglo antes de la llegada de los españoles, en tiempos del soberano Yupanqui.
A tales efectos se organizó una formidable expedición de miles de indios que acompañados de sus mujeres y de sus hijos cruzaron el Chaco rumbo a las estribaciones andinas.
En su camino debieron sostener numerosos combates con las belicosas tribus del norte, pero su objetivo estaba mucho más lejos, de manera que en casos de enfrentamiento no les resultaba difícil establecer la paz y seguir su avance; en otros directamente tal enfrentamiento no existía. Un papel fundamental en esto lo desempeñaban sus mujeres. Los guaraníes, así como cuando llegaba un forastero solían prestar a las mismas para compartir el lecho del visitante en demostración de hospitalidad, en sus expediciones guerreras sembraban el camino con sus mujeres que dejaban en propiedad a los principales caciques de las tribus que encontraban a su paso. Con esto se aseguraban la retaguardia para un eventual regreso, que de esta forma podrían disponer de refugio y víveres. De esta forma extendían también el idioma guaraní, a través de sus mujeres y los hijos que tuvieran éstas, a todo lo largo de la geografía de sus expediciones guerreras.
Una vez atravesado el Chaco y ya en las estribaciones de los Andes, chocan con las tribus sometidas de los incas, arrasando cuanto encontraban a su paso y sembrando el terror, apoderándose al mismo tiempo de tejidos y pieles, objetos de oro y plata a los cuales no daban valor, salvo como adornos.
En los llanos de Grigotá se produce un feroz combate en donde los guaraníes matan al jefe inca Guacané, lugarteniente del rey inca, tomando prisionero a su hermano Condori. Esto enfurece al soberano Yupanqui, quien envía desde las montañas varias legiones de guerreros ante las cuales retroceden los guaraníes. Los mismos emprenden el regreso hacia el sur atravesando nuevamente el Chaco, pero una parte de ellos queda en la región comprendida entre el río Parapití y los contrafuertes andinos, estableciéndose allí definitivamente. Tal fue el origen de los actuales chiriguanos.

SEGUNDA INVASIÓN

A principios del siglo XVI, antes de la llegada al Paraguay de Alejo García, siendo soberano de los incas Huayanac Capac, padre de Atahualpa, los guaraníes organizan una nueva y gran invasión hacia el norte. Se concentran en el Itatín, en la margen izquierda del río Paraguay, cerca de la actual frontera con el Brasil. Desde allí cruzan el Chaco pasando por el territorio de los chanaes, donde producen una terrible carnicería. Subieron por el río Paraboe hasta la zona de los Xarayes, penetrando luego en los dominios de los mbayáes, tomando cautivas a muchas mujeres con sus hijos. Derrotados finalmente regresan a Itatín, aunque trayendo consigo varias muestras de metal, entre ellas oro y plata. Estas corrían de mano en mano y circularon de tribu en tribu hasta el río Paraná, por un lado, y el Atlántico, por otro, a través de sus hermanos de raza, los tupíes, que habitaban las costas del Brasil, llegando hasta la isla de Yurú Minrín.
"Pero aprehendieron algo más importante: "la noticia" de aquellas fabulosas riquezas que dieron nacimiento a los mitos que iban a encauzar una de las más vigorosas corrientes de la historia del mundo y tras de las cuales iban a correr alucinados miles y miles de hombres blancos durante medio siglo"

LLEGADA DE ALEJO GARCÍA - TERCERA INVASIÓN.

En febrero de 1516 llega Juan Díaz de Solís nuevamente al Río de la Plata en el que sería su último viaje. Al desembarcar en las costas del Uruguay junto con algunos de sus compañeros son atacados y muertos por los indios charrúas, salvándose sólo uno de los españoles, el grumete Francisco del Puerto. Toma entonces el mando su segundo, el capitán Francisco de Torres, quien emprende de inmediato el regreso a España con la expedición. Pero al pasar por las costas del Brasil a la altura de puerto de los Patos naufraga una de las carabelas refugiándose los tripulantes en la costa. Entre ellos estaba Alejo García, quien junto con algunos de sus compañeros queda al servicio de los portugueses que ya estaban establecidos en la zona, enviando éstos a siete de los españoles prisioneros a Lisboa.
El lugar se hallaba poblado por parcialidades guaraníticas, aprendiendo Alejo García al cabo de algún tiempo a dominar la lengua guaraní y otros dialectos indígenas. En el año 1526, estando al mando de aquella capitanía Martín Alonso de Sosa, es enviado junto con otros tres portugueses a explorar las tierras del oeste, fascinados los europeos por las piezas de oro y plata que habían visto en poder de algunos naturales, emprendieron la marcha llevando un contingente de guaraníes como acompañamiento. Descubren el río Paraná y siguiendo su marcha hacia el norte llegan hasta el río Paraguay, siendo bien recibidos por los nativos. Alejo García convence a los guaraníes a acompañarlo en una expedición hacia la tierra de los metales, cuya existencia éstos conocían. Convocan entonces a todos los indios de la zona, llegando a juntar a dos mil guerreros. Salen desde San Fernando, alto promontorio existente en el río Paraguay, internándose en el Chaco. Como en anteriores oportunidades, chocan con las tribus que con diferentes lenguas poblaban la región, produciéndose en su trayecto varios combates. Al cabo de muchas jornadas llegan a las estribaciones andinas invadiendo la zona de la pre-cordillera habitada por los pueblos sometidos por los incas, penetrando más de cuarenta leguas en su territorio. Luego de una intensa campaña de saqueo y matanzas en la cual se apoderaron de armas de metal y de objetos de plata y oro, emprenden la retirada ante la llegada del ejército incaico, luego de haber causado el terror en la provincia. Ante esto los incas toman medidas de inmediato, haciendo fortificar todas esas fronteras con grandes fuertes que hicieron levantar con el objeto de impedir nuevas incursiones.
Alejo García y los guaraníes emprenden el viaje de regreso atravesando nuevamente el Chaco. Una vez de regreso, aquel decide despachar a dos de sus compañeros portugueses al Brasil, a dar cuenta al capitán Alonso de Sosa de lo que habían descubierto, con muestras de metales y piezas de oro y plata que habían traído consigo. Poco después de partir sus enviados Alejo García es muerto por los indígenas, sus propios compañeros de expedición, quienes se apoderaron de todas sus pertenencias, pero dejaron con vida a un hijo suyo, que estaba con él, a causa de su corta edad. Este se llamaba también como su padre, Alejo, siendo conocido posteriormente por el historiador Ruiz Díaz de Guzmán.
Llegados los compañeros de Alejo García a la costa atlántica relataron lo que habían recorrido y la riqueza que habían visto en la tierra de los charcas, que hasta entonces no estaba descubierta por los españoles. Así partieron de San Vicente 60 soldados al mando del capitán Sedeño, pero una vez llegados al Paraguay, fueron todos muertos por los guaraníes.


EL COMUNISMO DE LOS GUARANÍES.

La tierra en común y la ayuda mutua fueron un rasgo común predominante entre las sociedades americanas precolombinas. La manifestación más extraordinaria del sentido social y del desprendimiento personal característicos del aborigen quedó plasmado en la República que los jesuitas lograron mantener durante 150 años en Paraguay, en un medio en el que el autóctono era cazado con más crueldad que las bestias salvajes. El sabio suizo Moisés Bertoni explica este momento fantástico de la historia universal en base a la, inigualable higiene moral practicada por la civilización guaraní desde tiempos inmemoriales.
Es decir, independientemente del talento organizador de la Compañía de Jesús, se explicaría mal, si se buscase otro razonamiento alternativo, el hecho de que "una república única en el mundo", una sociedad declarada "perfecta imagen de la iglesia primitiva" no haya podido realizarse más que entre los guaraníes, quienes para poder sobrevivir habían tenido que caer en el estado nómada; entre unos seres que portugueses y españoles robaban como si se tratara de ganado en los mismos campos de las misiones, y a los que incluso los historiadores de esta extraordinaria aventura siguen considerando como "los salvajes más intratables".
Ayudados por una democracia del mismo tipo de la que existía en Nicaragua (consejos municipales compuestos por "alcaldes", consejeros fiscales y otros ministros elegidos por el pueblo), expertos en todas las artes, incluso la de la palabra; con una habilidad manual que dejaba estupefactos a sus protectores (una india copió sin ayuda alguna un fino encaje europeo); esos "ayer todavía guerreros salvajes y perezosos" construyeron el único estado industrializado de América del Sur, obra que Montesquiu juzgaría grandiosa y que Voltaire estimaba como "un triunfo de la humanidad". Aún sin el apoyo de los conocimientos de la etnología moderna, está claro que las virtudes que Clovis Lugón atribuye a la educación católica son, por el contrario, fundamentalmente autóctonas. Aun comprendiendo mal las perspectivas indígenas, el autor nos da, no obstante, los datos que evocan las primeras Décadas de Pedro el Mártir:
"Incluso la idea de apropiación de las tierras les era extraña a su mentalidad. La seguridad y previsión colectivas eran tan integrales que hubo familias a las que, habiéndoles ofrecido que se reservaran un lote de las más ricas tierras, se contentaron ampliamente con un pedazo minúsculo..."
Basándose en documentos de la época, habla el mismo de la pureza de las costumbres, del fervor religioso de aquellos "salvajes" cuyos escrúpulos de conciencia hacían interminables sus confesiones. "No se vio jamás entre ellos ni proceso ni querella, lo mío y lo tuyo no eran ni siquiera conocidos". Si alguna duda quedara sobre el origen de su comportamiento, sería disipada por la declaración que un jefe guaraní hizo a las autoridades de Buenos Aires, en pleno siglo XVIII, después de la destrucción de sus comunidades: "Nosotros no somos esclavos y queremos demostrar que no nos gusta la costumbre española de "cada uno para sí" en lugar de la ayuda mutua en los trabajos cotidianos".
Nos dice Bertoni:
"El dominio de los sentidos y de los propios deseos tan notables en los antiguos como en los actuales tiene una gran facilitación en la organización social y económica de los pueblos guaraníes que fue siempre comunista pura. Aparte toda discusión de si conviene o menos, el comunismo constituye naturalmente un ambiente contrario a todos los deseos individuales que no sean moderados. Es con el tiempo que el comunismo puede preparar el ambiente que le es necesario modificando pasiones y creando hábitos altruistas. De ahí la dificultad de implantarlo donde no existe o no existen condiciones especiales que lo faciliten. La primera generación inevitablemente tendría que sufrir (sobre todo donde faltasen las aludidas condiciones especiales) por haber adoptado formas que contrarían los hábitos y las idiosincrasias heredadas por más que estuviese persuadida de las ventajas finales de esas nuevas formas. En cambio, donde es antiguo, como entre los guaraníes, el comunismo se apoderó tan completamente de todos los hábitos que todos los actos individuales y la índole misma de la colectividad se ajustan estricta y espontáneamente a la ya innata idea, y el comunismo se hizo como instintivo".
La experiencia guaraní de tipo comunista realizada gracias a la protección de los jesuitas, muestra lo que hubiera podido ser América en manos de colonos que la hubiesen explotado con inteligencia sabiendo aprovechar las tendencias naturales de los autóctonos. La dedicación al trabajo de unos cuantos millares de beneficiarios de aquella milagrosa tregua era inimaginable y los testimonios sobre este momento fantástico de la historia son preciosos para comprender la visión que el indígena tenía del mundo.
Pues a fin de cuentas, esa visión particular constituye única diferencia esencial entre la cultura occidental y la de los antiguos pueblos americanos. Las pruebas de ello son numerosas. La inadaptación del indígena a las formas de una civilización que se les impone, su misterioso apego a unos valores que ya no tienen vigencia, su total necesidad de comunicación y de respeto universales, su repugnancia por el acaparamiento que lo aísla de nuestra sociedad mercantil, lo hace aparecer como un insecto atrapado en una suntuosa materia fosilizada.
Como la apetencia de bienes materiales no envenenó jamás el conjunto social, el fraude no tenía razón de existir y la esclavitud o la explotación del hombre por el hombre no fue jamás institución económica. Después de examinar brevemente la clase dirigente que no tuvo necesidad de la injusticia para imponerse, es posible sostener que es el aprovechamiento integral de la energía y el talento humanos lo que permite la existencia de una cultura semejante: Pero este aprovechamiento no ocurre a fuerza de látigo, sino porque todos - los que conciben el plan y lo dirigen, así como los que lo ejecutan; los que mandan, así como los que obedecen- se encuentran vinculados por un sentido de integración y de unidad que identifica estrechamente lo natural con lo estético, lo económico con lo político y lo religioso. Y como bien sabemos, estos compartimientos han sido siempre ignorados por la realidad.

EL PRODIGIOSO TALENTO ORGANIZATIVO DE LOS JESUITAS (I)

En 1521, un reducido contingente español recibió orden de defender la plaza de Pamplona, en Navarra, contra un ejército francés. Se trataba de una misión desesperada. Los oficiales decidieron capitular, salvo un caballero llegado de las montañas del golfo de Vizcaya, quien alegaba que un verdadero vasco no se rinde jamás. Aunque se llamaba Iñigo, la historia lo conoce por el de Ignacio de Loyola.
Pronunció una inflamada arenga a sus hermanos de armas, los arrastró consigo y combatió en la brecha con intrepidez, hasta que fue herido en la pierna derecha. Ignacio se derrumbó, y Pamplona con él.
Ignacio de Loyola tenía entonces unos treinta años. Ex paje de un ilustre personaje de la Corte de Fernando el Católico, había aprendido en ella a ser perfecto caballero y hombre de mundo. Aficionado a los libros de caballería, soñaba con realizar grandiosas hazañas por la secreta dueña de su corazón, probablemente la alegre princesa francesa Germana de Foie, con la que Fernando se había casado años después de la muerte de Isabel la Católica. Su platónica exaltación no le impedía correr alegres aventuras.
Los franceses vencedores en Pamplona admiraron tanto el heroísmo de Loyola, que le devolvieron la libertad y lo enviaron al castillo de su padre, donde Ignacio hubo de sufrir penosas operaciones para recobrar el uso de su pierna herida, lo que no impidió que esta quedara medio paralizada y desde entonces hubiera de andar con ayuda de un bastón.
Durante el prolongado período de enfermedad y convalecencia, Ignacio trató de distraer su dolor y sus forzados ocios con la lectura. Pidió un libro de caballería, pero tal género de novelas no abundaba en aquellas regiones apartadas, donde sólo había leyendas hagiográficas y un texto piadoso sobre la vida de Cristo. Aunque a disgusto, Loyola empezó a leerlo. Luego, sin que él mismo se percatara de ello, aquellas narraciones empezaron a apasionarle. Puesto que la carrera de las armas le resultaba ya prohibitiva, soñaba con hacer algo que superara la caridad de los santos Francisco de Asís y Domingo de Guzmán dispuesto a renunciar al mundo, a cambiar la espada por el bordón y convertirse en caballero andante de Dios. Su vida pasada sólo le inspiraba desprecio.


EL IRREDUCTIBLE CABALLERO VASCO
ADQUIERE ILUSTRACIÓN.



Practicando el ascetismo, ejercitó su voluntad hasta llegar a ser por completo dueño de sí mismo, de sus emociones, de su comportamiento y de toda su personalidad. Jamás se le escaparía una palabra superflua. Loyola ejemplifica en forma extraordinaria cuánto puede hacer adelantar el hombre los límites de su capacidad para emplearse afondo en un terreno determinado. Además, vigilaba cuidadosamente sus esfuerzos en el sendero de la lucha contra el vicio, llevando un registro cotidiano de sus avances.
Comprendiendo que debía perfeccionar su cultura si pretendía algún día dirigir las almas de los demás, se consagró al estudio del latín a la edad de 31 años; luego amplió sus conocimientos en las universidades de Alcalá y de París. A1 propio tiempo, Calvino estudiaba en Paris en la misma época que Loyola, y no deja de ser interesante meditar acerca de un imaginario contacto entre espíritus tan diariamente opuestos.
La teología no era el único terreno al que Loyola consagraba sus esfuerzos, pretendía también compenetrarse con la esencia del humanismo. Sus estudios lo maduraron hasta tal punto, que muy pronto consiguió adeptos extraoficialmente adictos a su persona. Loyola obligaba a sus discípulos a practicar aquella especie de "ejercicios estimulantes" que él mismo se imponía cada día. Al principio, la "materia prima" humana podía mostrarse bastante reticente, no obstante, Loyola pudo formarla, gracias a su voluntad de hierro y a una labor tenaz y constante.

SE FUNDA LA "CABALLERÍA LIGERA" DE LA IGLESIA

Una mañana de agosto de 1534, Ignacio logró un resultado halagüeño: en compañía de seis discípulos, subió a la capilla de Montmatre, entonces pequeña localidad campesina en las afueras de Paris: asistieron a misa, pronunciaron los tres votos monásticos y juraron peregrinar a Jerusalén, a fin de atender y asistir a los musulmanes convertidos.
Aquella mañana de agosto, la pequeña iglesia de Montmatre era testigo del nacimiento de una nueva institución: Los Jesuitas.
Como la guerra entre Venecia y los turcos les impidió realizar este proyecto, los siete jóvenes decidieron entonces ofrecer sus servicios al Papa.
Los jesuitas no vestían hábitos de clero regular, como los frailes y monjes. La Iglesia Romana consideró a Loyola durante algún tlempo como sospechoso de intenciones heréticas; en diversas ocasiones fue hospedado en los malolientes calabozos de la Inquisición. En una ocasión, fue encerrado casi dos meses. Lo concreto es que la Compañía de Jesús no pretendió jamás ser una congregación de monjes pacíficos, sino una orden militante, destinada a combatir con ardor a su más temible enemigo: Juan Calvino. "A mayor gloria de Dios" fue la consigna adoptada.
La orden se organizó a la usanza militar. La dirección suprema estriba en un general cuyo deber es ayudar al Papa en calidad de consejero y colaborador, con dignidad vitalicia, y habilitado para trasladar o expulsar a su voluntad a los miembros de la institución. Loyola, primer general de la Compañía, se mostró muy severo en la elección de aspirantes, ya que entonces se necesitaban hombres inteligentes, de carácter dócil y complexión robusta; en consecuencia, hubo "muchos llamados y pocos elegidos", y en ello se distinguieron lo jesuitas de la mayoría de las demás congregaciones religiosas de la época, ya que éstas acogían prácticamente al primero que llegaba. La gente murmuraba: "las demás órdenes pescan con red; los jesuitas, con caña".

EL EQUIVALENTE OCCIDENTAL DEL YOGA HINDÚ

Aunque cada párrafo de los estatutos jesuitas demuestran el extraordinario genio de la organización que poseía Loyola, su más celebrada creación fueron los llamados "ejercicios espirituales", el más efectivo método de obtener estabilidad y disciplina moral conocido en el mundo occidental. El celebrado actor Robert de Niro compuso en la laureada película "La Misión" un personaje que atraviesa la dramática catarsis de los ejercicios espirituales jesuíticos para ser admitido en la Orden. Esta iniciación constituye también una prueba de su perspicacia sicológica, pues se orientan hacia los móviles más secretos e íntimos del alma humana, superando tanto el nivel de su época, que sólo la moderna sicología puede ofrecernos algo semejante.

UNA AUTÉNTICA INTERNACIONAL

Los ejercicios espirituales, el alma más importante de los jesuitas, promovieron el espíritu de la reforma eclesiástica. Varios monasterios y muchos clérigos fueron sometidos a una "conversión" completa; aquellos antiguos hogares de errores, de vicios incluso, se convirtieron en centros de renovación y moral. "Nuestra vocación -declara Ignacio- es viajar por diversos países y vivir en todos aquellos lugares donde podamos esperar hacer mayor servicio". Pocos años después de la fundación de la Compañía, los jesuitas eran ya un factor poderoso en el mundo cristiano. Adquirieron carácter internacional, logrando hacer volver a la órbita de la Santa Sede extensas zonas de la Alemania y del Austria protestantes, y ocasionando también graves quebrantos al protestantismo en los Países Bajos. En otra ocasión examinaremos sus actividades en Inglaterra.
Los jesuitas dedicaron su enérgica pasión al servicio de la obra misionera; su ardor y sus instituciones de enseñanza proporcionaron resonantes victorias a la Compañía, lograron implantar sus misiones en el Canadá francés, territorios que abonaron con su sangre los misioneros jesuitas que en ellos recibieron martirio, sus éxitos también brillaron en Indias orientales, China, Japón y alcanzaron su esplendor sin ejemplar en el Paraguay.

PEDAGOGÍA JESUÍTICA

Los jesuitas ocupan también un lugar notable en la historia de la pedagogía y de la metodología, acaso por sus cualidades de avezados psicólogos. Sus métodos de enseñanza, que procuraban despertar el interés de los alumnos, haciéndoles lo más viva posible la materia que debían asimilar, representaron un gran progreso en comparación con las escuelas de la época, cuyos maestros consideraban el látigo como un medio didáctico muy eficaz. Una red de seminarios jesuitas se extendió por casi toda Europa, donde una juventud escogida se formaba en la frecuentación diaria de los autores clásicos, latinos y griegos, explicados a la luz de la fe y también en una escuela vívida que estimulaba los valores personales, aún cuando recordase a veces a los adolescentes orgullosos la humildad de la condición humana. La dialéctica, las lenguas nacionales, la historia, la geografía y las matemáticas completaban aquella educación destinada a forjar un tipo humano dotado de sana razón, capaz de defender una fe sólida y de ocupar con el tiempo puestos de mando en los negocios, la magistratura, el ejército. El carácter "dramático" de la enseñanza culminaba al finalizar el año escolar, en que los alumnos representaban una obra religiosa aprendida bajo la dirección de sus profesores. Los jesuitas intuían la utilidad del teatro como instrumento de propaganda para la Compañía; en tal terreno, el teatro se revelaba tan eficaz como el púlpito.
El teatro jesuítico pudo enorgullecerse pronto de un auditorio cada vez mayor. Introdujo la coreografía, un acompañamiento de orquesta. La presentación, los trajes y accesorios fueron cada vez más suntuosos. Con preferencia, se representaban escenas de coronaciones y homenajes, procesiones solemnes y otros espectáculos de masas; al propio tiempo, los jóvenes actores se hallaban cada vez mejor preparados, aprendían a dominar los menores detalles escénicos, gestos, retóricas, inflexiones de la voz, arte de expresarse con miradas más aún que con palabras.
El teatro de los jesuitas atrajo enormes multitudes y les permitió ejercer una profunda influencia en sus contemporáneos, hasta la supresión de la orden en 1773, año que señala el final de sus reformas pedagógicas. La historia gloriosa del teatro jesuita terminó también en la misma época, al prohibirse en 1765 las representaciones de auto sacramentales.

LA HIGIENE MORAL DE LOS GUARANIES COMO CATALIZADOR DEL COMUNISMO

Entre las diferentes divinidades guaraníes existía un dios creador, Tupá, a quien amaban sin temor, y que era indiferente a los acontecimientos. No gobernaba el universo, ni premia ni castiga a los hombres. La única ley del indio es la ley natural; acomodarse a ella le produce prosperidad y felicidad, y lo contrario le proporciona dolor y sufrimiento. Sus concepciones rudimentarias no le privan de concebir la religión como sanción práctica de la moral. Su valor está en la coincidencia de la doctrina con la conducta.
Por eso no alcanzaban a comprender las contradicciones entre la moral religiosa y las atrocidades de los blancos: "Ustedes dicen que su Dios les ordena amar a todos los hombres, pero ustedes mienten, nos roban, ofenden a nuestras mujeres y nos matan por cualquier cosa. El nuestro es mejor que el de ustedes" decía al doctor Bertoni, en 1877, el cacique de la parcialidad sobreviviente Avambyá.
No existe para los guaraníes el demonio, aunque si los espíritus malignos que acechan su tranquilidad y de los cuales deben defenderse. Los jesuitas no pudieron convencerlos de la existencia de un infierno con llamas abrasadoras que, dentro de su concepción objetiva, podían ser evitadas fácilmente apartándose de ellas. La lógica primitiva se revelaba contra el absurdo de que un Dios de amor se vengara tan implacablemente.
Los guaraníes observaban reglas de higiene con un grado asombroso de sabiduría, y entre ellas Bertoni destaca también los aspectos morales de sus hábitos. Esta higiene moral explica en gran parte los curiosos resultados obtenidos en "El Estado Jesuita" del Paraguay. Los jesuitas habían llegado a fines del siglo XVI y con el apoyo español, aislaron a los indígenas del Paraguay de todo contacto con la raza blanca, a excepción, por supuesto, de los misioneros enviados por sus propios protectores. Los guaraníes escaparon así al terrible destino sufrido por muchas otras civilizaciones americanas precolombinas.
Los misioneros demostraron en el Paraguay mucha inteligencia y flexibilidad, atrayéndose la confianza de los indios. A los indígenas los seducían los esplendores del culto, la música y los himnos; bien dotados, en general, para el canto, pronto integraron coros y orquestas dirigidos por indígenas. Se construyeron hermosas iglesias, casi tan espléndidas como en España, los niños se instruían y educaban en las escuelas de la misión, y los enfermos y pobres eran cuidados en instituciones especiales. Los jesuitas obtuvieron así resultados impresionantes en el dominio de la cultura material. Con tenacidad y energía admirables enseñaron a los indígenas a valorizar sus tierras extraordinariamente fértiles, en un país cuyo clima subtropical permite obtener cuatro cosechas anuales de maíz. Los frutos de la Europa meridional, sobre todo las naranjas, se aclimataron muy bien en el Paraguay. Gracias a la labor de los jesuitas, pronto pudo el Paraguay desarrollarse en el terreno económico, ya que, como fuera allí prácticamente desconocido el espíritu de empresa de los particulares, el curso natural de las cosas permitió que todo trabajo se prestara en beneficio de la comunidad entera. Era inmenso el respeto de los indígenas por la sociedad en la que se hallaban insertos, y era un rasgo cultivado en la propiedad socializada y solidaridad ancestrales que los caracterizaba desde tiempos inmemoriales.
La organización comunista no hubiese sido posible sin el extraordinario dominio de sí mismo que caracteriza el modo de ser de los guaraníes. Éste, constituye el rasgo general de su temperamento, el dominio de todas las pasiones y aún de los sentimientos más naturales y apreciables, dominio de los deseos, del dolor, la expresión y la palabra. De allí viene la gran reserva, impenetrable por momentos.
El dominio de la voluntad era cultivado desde temprana edad por los guaraníes de una manera bastante particular: Bertoni refiere que "Al revés de lo que se estila ahora un poco en todas partes, que al hablar a los niños se dice cualquier cosa, generalmente poco seria, los guaraníes son muy fórmales en eso y evitan toda expresión irónica o violenta" (...)" "La idea de castigar a un niño es tan extraña a la mentalidad, que el caso sería escandaloso y considerado como mala acción".
Jamás los niños son reprendidos con severidad sino se les habla suave y cariñosamente apelando a la persuasión. "Es el sistema japonés" acota Bertoni. "Y por el psiquismo, la razón de tal proceder se explica: No quebrantando nunca en el niño la fuerza de voluntad que valoriza a todas las energías, el adulto resulta lo que es el japonés, admirable de pujanza e iniciativa individual, obrando siempre como si el triunfo y el porvenir de la colectividad dependiesen exclusivamente de su acción personal".
Bertoni observa también que "Notable es también la resistencia guaraní a los sufrimientos morales", resistencia solo comparable, insiste el sabio suizo, con los japoneses. Bertoni encuentra a lo largo de su obra abundantes analogías entre guaraníes y nipones particularmente lingüísticas, tanto lexicológicas como gramaticales. Explican éstas en parte, la facilidad para aprender el japonés de la gente de habla guaraní, observada en varios casos.
"El dominio sobre sus penas morales tiene un alivio permitido sin tacha de cobardía. El alivio consiste en contar las ajenas. De ahí nació el húúndú, especie de poesía tristona e ingenua, cantar melancólico y poco variado, pero lleno de alma, con modulaciones parecidas a las de ciertos cantos populares rusos y de la vilja húngara, aunque con menos variantes. Estas sencillas melodías limitan a veces el canto triste de ciertas aves, como el urutaú".
Otro rasgo altamente indicativo es el de la organización igualitaria entre géneros. "Las mujeres no son excluidas de ninguna dignidad o cargo, pudiendo ser payé (kuñambayé), cacique y aún cacique mayor de la nación" de lo cual varios ejemplares ha habido, habiendo sido mujer el último jefe de los Mbaevera-guazú y de toda la extensa nación Mbiha". Ya hemos sabido de Rochefort que los Karaíves "despreciaban toda golosina, así como toda molicie que pudiese avasallar y debilitar al espíritu".
La austeridad y cabalidad de costumbres era norma en la etnia guaraní. Se atribuye la cantidad extraordinaria de longevos, en parte, al ignorar o desechar las delicias y voluptuosidades de los goces corporales. A pesar de ser dueños de una variada y rica serie de alimentos, desde temprano aprendían a no excederse e incluso privarse estoicamente de todo. Los repetidos ayunos que practicaban, algunos muy extendidos y hasta heroicos, resultaban "eficaces ejercicios de voluntad.
El dominio de si no llegaba, sin embargo, a generar "deseos comprimidos" pues nunca era impuesto por la fuerza. Desde el punto de vista de la psicología moderna, Bertoni señala como saludable el casamiento tempranísimo, que evita trastornos fisiológicos citados por Freud y que pueden a veces llegar a ser trastornos sociales. Con respecto a las tan temidas restricciones a la libertad individual que se señalan hipotéticamente como resultantes del comunismo el autor señala que "A pesar del comunismo puro, la voluntad permanece individual. Se trabaja en común y se aprovecha en común el producto del trabajo, estrictamente según la regla proclamada por los libertarios comunistas europeos del siglo pasado: de cada uno según sus fuerzas, a cada uno según sus necesidades. Pero el individuo no "pertenece" a la colectividad; sino que forma parte de ella porque quiere y hasta cuando quiera, siendo completamente libre de dejarla y entrar en otra, la que le admitirá sin reserva". Busca las raíces de esta conducta extraordinaria en la educación que empieza en la niñez. "Esta preparación de la infancia responde perfectamente a la vida del adulto en toda organización social y económica guaraní. En esta organización, la coacción no existe. El hombre, y hasta cierto punto la mujer y todo miembro de la colectividad, son libres y pueden disponer plenamente de su
voluntad. No hay imposición por la fuerza ni directa ni indirecta". El científico hace también agudas observaciones al comparar estos hábitos con los de los paraguayos contemporáneos. "El paraguayo moderno suele emplear severidad y dureza en la primera educación de sus hijos; poco emplea la persuasión; la imposición por la fuerza es su método, y el castigo corporal es su habitual medio, oponiéndose generalmente también al natural desahogo del llanto pueril. Pues bien, si los antiguos guaraníes fueron un pueblo pujante y avasallador, si los actuales todavía conservan una voluntad individual soberana, si los japoneses se distinguen por su fuerza extraordinaria de voluntad e iniciativa personal, y tienen razón, el sistema actual es errado, porque quebranta y atrofia la voluntad en el niño, y sólo acostumbra al hombre a la obediencia ciega y la sumisión incondicional".
Aunque puntualiza que los paraguayos modernos son frecuentemente criticados injustamente, "Hay un defecto en el modo de ser de los modernos paraguayos (...) es difícil negar que tenga alguna razón la que los hace demasiado dóciles y sumisos a los que detienen el mando (...) se ha acusado a los jesuitas. Pero no se pensó en que sólo estuvieron siglo y medio bajo su exclusivo dominio, cuentan entre los indígenas más pujantes, libertarios e individualistas -ni se tuvo en cuenta que los jesuitas actuaron igualmente y por más tiempo sobre los Paulistas del coloniaje, los Nordistas y los Ceareños, que fueron los elementos indígenas o mestizos más libres, más democráticos y dotados de mayor iniciativa personal en el Brasil."
El ser dócil y sumiso es hasta cierto punto una virtud; más allá es un defecto. Nuestras clases rurales lo son en exceso. De ahí el dominio del caudillismo, los fáciles abusos de las autoridades y de cualquiera que se erija en mandón; la regimentación bajo patrones abusivos, la falta de verdadero espíritu democrático, la escasa iniciativa personal y el esperarlo todo del gobierno".
"Sin embargo, cuando no sé trata de obedecer a ningún mandón y se encuentra aislado, y sobre todo, cuando, en tales condiciones, se encuentra frente a graves dificultades, el campesino paraguayo da siemipre evidente prueba de energía e inteligente iniciativa personal. La manera con que -solo y sin recursos y a veces sin medio aparente alguno- sabe salir de las peores dificultades y, desenredarse en las más diversas situaciones —esa manera es admirable, y es una de las razones que lo hacen apreciar como obrero, y la razón principal que lo hace insustituible en los duros y complicados trabajos de un monte y en las peores soledades. Esto indica un fondo real, muy diferente de la superficialidad actual. Es lo sub-consiente que aparece en los momentos más difíciles, en los trances, en todas las grandes ocasiones. Y esta diferencia, esta reparación de la naturaleza íntima, de lo instintivo que yace como oculto en la profundidad de la sub-conciencia, es la prueba más evidente de que, sólo se trata de un defecto de educación".
El reconocido estudioso suizo concluye observando que: "Un pueblo que no practique una buena higiene nunca tendrá el trato suave y amable y a la vez digno y fuerte que los autores de todos alabaron en los guaraníes libres y puros, desde Vaz de Camina en 1500, hasta Nordenskiold en ese siglo. De él no se dirá que sólo podría quejarse de que su trato para él fuese demasiado exquisito, ni lo que dijo, casi tres siglos después, el barón Nordenskiold, de los indios Chiriguanos que fueron del Paraguay: "Es un gusto conversar con esos hombres de trato tan fino y culto y aún instruidos", síntesis a que llega un especialista de fama universal, y un aristócrata, hablando de indios actuales".
Solo un pueblo que siguió desde antiguo una perfecta higiene, puede merecer de su catequizador, que 16 años en su intimidad (Jean B. Dutertre) el juicio que tal vez nunca pueblo alguno llegara a merecer. "Es el pueblo más dichoso, el más laborioso, el más feliz, el menos vicioso y el más sociable, de entre todas las naciones del mundo".
Para algunos, sobre todo para los escritores del siglo XVIII, fisiócratas y enamorados de la naturaleza, y para los románticos del siglo XIX, aquel estado americano de los jesuitas iba a ser un paraíso terrenal, donde las bendiciones de la naturaleza se unen a las ventajas de la civilización, sin lo que ésta tiene de desmoralizador.
Expulsados los jesuitas en 1797 del Paraguay y de las restantes colonias españolas de América del sur, los indígenas del país quedaron indefensos frente a toda clase de aventureros dispuestos a explotarlos a su antojo. La decadencia moral y material fue la inevitable consecuencia del nuevo estado de cosas. Las fuentes dignas de mayor fe señalan al marqués de Pombal (a) como cerebro de la trama de engaños contra su contrafigura, la Compañía de Jesús.
El decreto de expulsión del Paraguay de la Compañía fue firmado por el Rey Carlos III de España e1 27 de febrero de 1767. El más impenetrable secreto cubrió, como es costumbre en las logias juramentadas, todas las providencias del extrañamiento y el Conde de Aranda, a quien fue confiada la ejecución, comunicó a los actores del drama la disposición con minuciosas instrucciones, en pliego reservado, con encargo estrechísimo de no abrirlos hasta día fijo, ni siquiera dejar trascender que se había recibido el pergamino.
Era entonces gobernador de Buenos Aires Don Francisco Bucarelli quien a pesar de la precariedad de medios en que se encontraba, logró sacar a todos los jesuitas expeditivamente de Buenos Aires y la Misiones del Paraná y Uruguay. El 6 de setiembre de 1767, Bucarelli describió al Conde de Aranda el modus operandi con el que dio cumplimiento a las directivas: "Les acompañé con dos vecinos seguros, de caudal y satisfacción en la propia ciudad, cerrando y sellando en un pliego el Real Decreto a instrucciones, y sin advertirle su contenido, le mandé que llamando a los dos nombrados y al escribano de cabildo y precediendo al recibirles juramentos de guardar secreto y fidelidad, lo abriese en presencia de ellos procediesen luego a su ejecución".
No fue igual de eficaz en el procedimiento Don Carlos Morphi, gobernador del Paraguay, protegido de la Compañía y fiel servidor suyo. Lejos de apoderarse, como especialmente se le recomendó, de los documentos jesuitas, ayudó a desaparecer los inconvenientes, por lo cual fue procesado; separado del cargo y llamado a España.
El único jesuita que escapó a la expulsión fue el Padre Segismundo Asperger, a quien se dejó en el pueblo de los Apóstoles por ser imposible removerlo, pues se hallaba postrado en cama, tullido, ulcerado y moribundo a sus 90 años. Fue así que acabó una utopía que demostró, en un instante grandioso suspendido fuera de la historia, no ser tan utópica.
(a) Sebastián José de Carvalho y Melo, Marqués de Pombal, nació en Soure (Portugal) en 1699 y murió en Pombal en 1782. Embajador en Londres en 1739 y en Viena en 1745 fue llamado en 1750 para hacerse cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores en el que hizo gala de su gramática parda hasta que fue nombrado Primer Ministro en 1757 y Marqués en 1770. Su gobierno de Portugal bajo el reinado de José I, se caracterizó por una implacable persecución a la Iglesia Católica. Fue posteriormente marginado y no le sobrevivió ninguna de sus medidas de gobierno.


ANEXO: LOS GUARANIES (fragmento). Por el psiquiatra y antropólogo argentino profesor doctor Enrique B. Pino, catedrático de la Universidad Nacional de Tucumán.
Las tribus guaraníes que habitaban históricamente el litoral argentino se dividían, según Canals Frau, en cuatro grupos distintos. Según las crónicas, los chandules eran los guaraníes de las islas del Delta que llegaban a la isla Martín García, de ellos se tienen muy escasas noticias ya que desaparecieron tempranamente. Otro grupo habitaba la zona del Carcarañá, otro en el norte de la provincia de Corrientes (acrecentando en el período hispánico con aporte de aborígenes del Paraguay) y por último los guaraníes de la mitad oeste de Misiones, al parecer de la tribu caniguá, cuyo centro se hallaba en el Paraguay.
Eran básicamente agricultores. Plantaban fundamentalmente maíz y calabazas; la mandioca era un cultivo muy importante para los guaraníes del norte. Por razones científicas no se la cultiva en el Delta pero si en Corrientes y Misiones. También se dedicaban a la caza y la pesca, ahumando los peces y la carne de caza sobrante para conservarla. Con el maíz fabricaban chicha.
Mención aparte merece el uso de la yerba mate que la tomaban en infusión o macerada en agua fría (tereré) valiéndose de un porongo y una bombilla de tacuarilla o mascando las hojas ligeramente tostadas en sus andanzas y correrías.
Sabían preparar una bebida llamada tykuá, con harina de mandioca, agua y miel.
Fabricaban canoas o botes con la corteza del árbol llamado jatová. La canoa chata, la "jangada", palabra que hoy usamos y que según Paulino Nogueira viene del tupi "ñan-y-ára", les servía de transporte, carga y pesca, era fabricada con troncos de árboles livianos o con tacuaras colocadas lado a lado y atadas con cuerdas de ysypó, palmas o guembé.
Las tribus fabricaban sus viviendas de acuerdo a sus necesidades. Los cazadores para sus andanzas fabricaban toldos o paravientos para defenderse del sol y de la lluvia, con troncos y hojas de palma. Acostumbraban erigir chozas pequeñas que albergaban una familia, o grandes de tipo comunitario que podían albergar hasta cien personas. Edificaban chozas aparte que servían de graneros.
Solían andar desnudos, luego usaron taparrabos y también tunicas por influencia de los misioneros. Como adorno usaban plumas en la cabeza, oro y plata en la cabeza y en las orejas, obtenidos por comercio con tribus de la región andina.
La cerámica estaba muy difundida, fabricaban las ygasava o cántaros para el agua, los platos, las ollas, las urnas funerarias, etc. Su decoración era en relieve algunas veces, otras pintadas con líneas en rojo o negro sobre fondo blanco y formando triángulos, curvas, etcétera que cubrían la mitad superior de las piezas. Era típica la falta de asas. Estaba desarrollada la cestería, sabían tejer el algodón con el que hacían especialmente sus macas.

IDIOMA

La lengua guaraní tiene una bibliografía extensísima que solo halla rival triunfante (entre las lenguas sudamericanas) en la lengua quichua.
Se cuentan por miles los trabajos escritos en guaraní, que hoy es también una lengua viva.

MÚSICA

Este pueblo conoció los siguientes instrumentos de percusión: mbaraká o maraca, hecho de una calabaza y porongo, que se hace sonar agitando. Si el mismo era usado en ritual religioso recibía el nombre de aguaipú.
El takuá era utilizado por las mujeres, se trataba de un bastón para marcar el ritmo de la danza fabricado con takuara.
Conocieron y conocen los sonajeros atados a brazos, piernas, cuello, cintura, ensartaos en un hilo y hechos con cápsulas de frutas secas, piedrecitas o dientes de animales. Nos legaron flautas verticales y transversales (mimby), la trompeta (turú), arco de cuerda (guyrapa'i) o de calabaza (gualambaú).

MEDICINA, BOTÁNICA Y PLANTAS PSICOTRÓPICAS DE USOS MÚLTIPLES

En ocasiones especiales, como ser ceremonias religiosas, se han empleado sustancias de origen vegetal, que actúan sobre la conducta; la función de sensación, la función de percepción psíquica; produciendo excitación, euforia, onirismo, alteración del juicio de la realidad.
Nombraremos a las sustancias usadas por la familia guaraní que tienen propiedades alucinógenas, narcóticas o estimulantes.
Pariká o angico (Piptadernia macrocarpa): de sus semillas, que se empleaban y emplean machacadas, fumadas o bebidas, se ha aislado la bufotenina; sustancia descubierta por Fischer y colaboradores en la Argentina, que da sustento a la teoría biológica de la esquizofrenia.
Hongos: que contienen psilocibina, de parentesco químico con la bufotenina. Kurupá: usado por médicos guaraníes como narcótico.
Madrágora-tupí: con la que se prepara una bebida que produce alucinaciones y posteriormente sopor, usada en fiestas religiosas. Su abuso produce alucinaciones.
Kattai: se trata de una liana con la que se prepara una bebida a1ucinante.
Ysió: Un tipo de cardo, de su savia se prepara una bebida que produce alucinaciones visuales.
Kaapeva (Banisteria caapí): produce alucinaciones.
Syiñandy (Ceibo) contiene un alcaloide (eritrira) sedante y narcótico.
Floripón: de propiedades narcóticas, sedantes y antiespasmódicas. Se usan las flores secas para preparar cigarrillos antiasmáticos, sus flores frescas se machacan y sirven para madurar abscesos. La maceración de las mismas en alcohol sirve para fricciones en casos de reumatismos o dolores articulares.

Si bien pescaban con arco y flecha, lanzas, redes, anzuelos, barajes de rama o estaqueos, conocieron el uso de sustancias tóxicas que contienen retonona (tinguí o timguí), que, machacadas y echadas al agua entorpecían; a los peces y de esa manera podían ser pescados con las manos o con cedazos.
Entre ellas encontramos el ajaré o ysypó-timbó, que sirve también para aplicaciones locales en casos de parasitosis y otras enfermedades de la piel; el andá, el guajaná-timbo, el karajá-bola, el kun'y-vai o piñón purgante, del cual también se extrae un aceite de uso industrial. Existen otros piñones purgantes fuertes de uso peligroso como vomitivo: la dosis es de medio a un piñón y se usa como catártico en la hidropesía y como vermífugo. Tenían la concepción de que la enfermedad entraba en el cuerpo por la acción de individuos malos de tribus extrañas o de la propia, abusando de poderes. Así consideraban que eran causadas por el odio de los enemigos, así que cuanto más grave y larga la dolencia mayor había sido el odio que la había motivado.
No todos los enfermos eran tratados de acuerdo a los conocimientos médicos, ya que a veces se consideraban las posesiones malignas y debía practicarse el exorcismo. La actitud de los guaraníes ante la enfermedad y la muerte se caracterizaba por el fatalismo, había una cierta resignación ante lo que les parecía imposible evitar.
El tratamiento de las enfermedades estaba a cargo del payé, que además tenía funciones de hechicero y exorcista. También era consejero, a veces cuidador de las cosas del culto, profeta y legislador, sus poderes eran limitados sólo por la voluntad divina. En este pueblo la ciencia y experiencia eran logradas después de una larga dedicación al arte de curar. La iniciación se hacía al lado de un pajé (que a veces era el propio padre del iniciado), llamándose al aprendiz en esta fase "pajé miri"; con los años se volvía pajé y si tenía fama y sabiduría alcanzaba la categoría de arandú.


ANEXO II: HIGIENE Y MEDICINA GUARANI (fragmento). Extraída de "LA CIVILIZACIÓN GUARANÍ" de MOISÉS BERTONI.

Alimentos usuales. Esta nómina es parcial y está lejos de completar el iupihretá indígena.
Arakayé: porotos, aceite, ají, aceite frito.
Akarú: porotos con aceite, cocidos sin freír.
Akasá: harina, pimentón, aceite.
Akaya'ih: Mosto de spondias espesado.
Akayu'kai: almendra de cayú asada y pelada.
Aluá: arroz silvestre crudo, remojado, germinado y algo fermentado.
Avachí jhih: caldo espeso de arroz indígena mezclado con maíz.
Avará: porotos, aceite, ají (=feijoada).
Avaatikih'mimoi: sopa de choclo tiernito.
Avati'kuí-apatayih: especie de polenta.
Avati'kureih: caldo de locrillo con su afrecho.
Avati'rurú: maíz cocido simplemente para avío.
Choró: sopa de kaarurú con crustáceos.
Ehó: verdura, con crustáceos y pimienta.
Lupih-karivé: vide "Karivé".
Karivé: caldo de mbeyu-tini rallado, así como sopa de galleta o pan torrado.
Karivé del Norte: pulpa de aguacate con picante.
Kivevé: puré de zapallos o andaí.
Kingá,bras: Quenga: gombo, pimienta y carne: africana.
Kondurú: pasas u orejones de diferentes frutas para conserva o avío (banana, manga, yakarati'á, ñandihpavá, akambuká, paková-usu, etc.).
Makasá: tapioca con leche de coco (como pan dulce).
Manaué: harina de maíz con miel (en el horno como pan)
Mayangwé: harina de mandioca con huevos de tortuga (Amazonia y litoral).
Mbeyú chiní: mbeyú torrado y seco para conservar.
Mbeyú kuré: mbeyú con almendras machacadas.
Mbeyú membé: mbeyú preparado y levantado como pan.
Mbeyú pinké: masa al horno envuelta en hojas de Musácea para previa fermentación.
Mbeyú-raih: galleta (de mandioca) con o sin maíz.
Pamoñá: masa de fariña de mandioca, con pescado, o carne, arreglada para avío, o larga conservación.
Pasoká: fariña, miel y ciertas almendras asadas (castañas de Bertholetia, nuez de Pachira, almendras de palmeras).
Payaú-arú: caldo de mbeyú enjugo de ananás u otra fruta.
Pindó kure: fringollo de almendra de palmera.
Pirurú: locro de maíz.
Puá: torta de mandioca fresca, algo agriada y como queso.
Taká: caldo de tapioca con salsa tukupí, hecha con mandioca fermentada.
Tihpihratih: residuo de la fabricación del Almidón o tapioca.
Tihpihra: el precedente, al que se deja más almidón.
Tukupi-ká: masa de harina de mandioca o batata con salsa tukup' i.
Tumbaká: comida farinácea con ajíes fritos.
Tutú: es la feijoada comida con fariña de mandioca o maíz.
Watapá: fariña, aceite, ají, pescado y masa.


DEL USO DE LA SAL

Cuenta el padre Techo de unas gentes primitivas de la Sierra de Apucarana, en la provincia del Guaihrá, que reducidas forzosamente a una misión de los jesuitas, 73 de ellos, acostumbrados a comer sin sal y obligado a "distintos alimentos, todos, excepto 4, murieron al año".

ABSTENCIÓN DEL CONTACTO SEXUAL

Se trata con toda seguridad de una costumbre bastante general y muy antigua. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, la encontró; fuertemente establecida entre los karaivé de la Florida y Amána, en su admirable travesía continental. En su "Relación de los Naufragios, Comentarios", t.l p.
90, ed. Cit. da muy interesante explicación:


INCONVENIENTES DEL VESTIR

En estos climas tropicales o subtropicales, francamente los reconoce el sabio Don Ulloa (Memoires Phil. Hist. Et Physiques, tome I p. 252), para los Europeos como para los indígenas, en lo referente a la conservación de la salud, haciendo muy interesantes consideraciones.

DE LA CIRCUNCISIÓN

Montoya da el verbo "mbopi" (ambopí) como correspondiente de circuncidar. El análisis lleva a la persuasión de que esta voz es antigua y original. La primera raíz, mbo, corresponde al concepto de acción (abstracción); la segunda, pi, equivale a piel; las dos son claras, comunísimas, y no dejan duda. Pero lo que nos indica la antigüedad, es la contracción que necesariamente hubo, y sabemos que en guaraní es rara la supresión de una raíz por Contracción; esto no puede producirse sino después de muchísimo tiempo, por su largo y frecuente uso. La piel que cubre el prepucio es "api" y en esta voz, á no es sólo una raíz, es un nombre, y corresponde a cabeza. Hay más: en el verbo "mbopi" ha desaparecido otra raíz: la que determinaba la acción, y debía corresponder a cortar, suprimir, o cosa parecida.

ARCO Y VEGETALISMO NO SE EXCLUYEN

Una objeción es posible. Pero el uso del arco no puede poner en duda al vegetalismo. Observo primeramente que en el Norte y antiguamente, se usaba menos, habiendo en las Antillas pueblos que casi no lo usaban del todo. Luego, el arco es necesario para cazar el número elevado de pájaros de plumas vistosas, para confeccionar las célebres mantas de plumas y la gran mayoría de los adornos, de todo tiempo y en toda parte usados. Las mismas flechas exigen plumas. Más tarde, los que comieron pescando, siempre pescaron mucho con flecha, como ahora. Todos necesitaron siempre pieles, cueros, dientes, uñas, huesos y pelos, para un gran número de objetos de uso común. Por fin, la defensa o caza de animales feroces. El arco, de toda manera, era indispensable.

DIABETES

Ignoro si existe entre nuestros indios este síndrome de patología compleja, para el cual no parece posible indicar un tratamiento determinado. La observación de este complejo es particularmente difícil en ese medio étnico. Sin embargo, dos médicos de larga actuación y contacto directo con los indígenas, lo afirman, e indican medios que los indígenas guaraníes empleaban.
El doctor Mello Moraes dice que emplean en el tratamiento de la diabetes el Kunambí, Phyllanthus conambi, según ese autor, pero que seguramente es Phyll. Brasiliensis Muell. Arg. "Conviene tener cautela -agrega el mismo- por la propiedad narcótica que esta planta posee".
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