LA GUERRA DEL PETRÓLEO
Editorial PUNTO DE ENCUENTRO
Buenos Aires – Argentina
2005 (221 páginas)
LA GUERRA DEL PETRÓLEO
PREFACIO
De 1932 a 1935 tuvo lugar una guerra fantástica en el centro de América del sur.
Bolivia y Paraguay, dos países -que se cuentan entre los más pobres del mundo, lucharon empleando el más moderno armamento, anticiparon las técnicas y la estrategia de la Segunda Guerra Mundial, perdieron 90 mil hombres según estadísticas oficiales o 150 mil según observadores extranjeros, a pesar de que tenían población en cantidad diminuta.
Para hacer la guerra, estos dos países insolventes, manteniendo a sus respectivos pueblos en la más absoluta miseria -en Bolivia se mataba el hambre mascando coca- recurrieron a un endeudamiento absurdo, cientos de veces superior a su capacidad de pago y, como consecuencia de esas deudas contraídas para adquisición de armamento, cayeron en una miseria que los ahoga hasta hoy.
¿Por qué?
Porque el trust del petróleo quería el petróleo del Chaco. La Standard Oil of New Jersey1, que llegó a Bolivia en la década del 20, representando un imperialismo salvaje y violentísimo, dominó al país y lo empujó a la guerra.
La sociedad boliviana, en que el indio era un esclavo sin derecho tan siquiera de hablar su propia lengua, que tenía prohibición de conversar en las cercanías de un blanco, feudal hasta la raíz, con una oligarquía prepotente y venal, también necesitó de la guerra para recuperar el "honor nacional" y alejar la posibilidad de la revuelta popular que comenzaba a manifestarse, estimulada por dirigentes de la izquierda, contra una guerra "patriótica". En Bolivia se unieron los intereses de las oligarquías que necesitaban mantener el orden feudal, salvar al gobierno y conquistar un territorio, a los de la Standard Oil que, indiferente a cualquier otro motivo, quería -y lo obtuvo- el petróleo del Chaco.
Paraguay, una nación tan pobre como Bolivia, aunque de potencial expoliativo (en otros términos, donde se podía robar) mucho menor, estaba igualmente sujeto al proceso de imperialismo brutal que se había impuesto en América del Sur. La Royal Dutch Shell, el trust petrolero inglés, estaba aliado a la Argentina -que dominaba al Paraguay con un subimperialismo grotesco y eficiente- y armó al Paraguay para la guerra.
Bolivia y Paraguay luchaban por el petróleo. Los paraguayos eran el arma de la Shell aliada a la Argentina. Los bolivianos el arma de la Standard Oil, que tuvo igualmente la ayuda de Brasil.
Pero la guerra del Chaco no podría ser reducida a explicaciones tan simples y debe ser interpretada desde sus más remotos orígenes, analizada la naturaleza de las sociedades paraguaya y boliviana, entendida considerando las contradicciones políticas y sociales de estos dos pueblos pobrísimos y, principalmente, desentrañada del frío e inescrupuloso proceso imperialista que el trust petrolero desarrolló sobre ambos pueblos. Este conocimiento servirá como ejemplar lección a los pueblos que luchan por su libertad.
La guerra del Chaco es, igual que lo fue la guerra del Paraguay de 1864/70, una de las etapas más claras del proceso de expoliación que el imperialismo ha llevado a cabo en América del Sur. Es necesario descubrir sus causas, analizar sus efectos, mostrar a la luz la sociedad feudal boliviana en que hasta mediados del presente siglo el indio (85% de la población) era un esclavo en condiciones de vida peores que la del negro africano en el Brasil en el siglo pasado. Sólo así se podrán comprender las repercusiones actuales de esa guerra.
En cuanto al Paraguay, donde la guerra tuvo resultados apuestos a los de Bolivia, sedimentó un proceso de militarismo que se apoderó del pueblo con regímenes duros que causaron más daños de todo orden que la misma guerra.
Esta es la respuesta que el presente libro quiere ofrecer.
1Actualmente la Standard Oil of New Jersey cambió su denominación por Exxon.
CAPÍTULO V
PARAGUAY ES UN MUERTO TOCANDO SU TRISTE ACORDEÓN
APENAS UN ALMA QUE LLORA
-Solano Rojas, el pasero ciego.
-Pero ¿no dicen que murió?
-Él sí. Pero el que toca ahora es su lasánima.
-¡Aicheyáranga, Solano!- murmuró una vieja persignándose.
La mole de la fábrica flotaba inmóvil en la oscuridad.
Un perro ladró a lo lejos, como si ladrara bajo tierra.
Dos o tres críos desnudos se revolvieron en los regazos de sus madres, junto al fuego. Uno de ellos empezó a gimotear asustado, quedamente.
-Callate, m'hijo. Escucha a Solano. E'tá sólito en el Paso.
El contrapunto de un guaimingüé, que rompió con su tañido la quietud del monte, volvió aún más fantasmal la melodía.
El acordeón sonaba ahora con un lamento distante y enlutado.
(…)
Y nada hay tan poderoso e invencible como cuando alguien, desde la muerte, monta guardia y espera.
Solano Rojas, viejo combatiente de la Guerra Grande, dejó a su alma llorando el triste destino del Paraguay. El cuento de Augusto Roa Bastos (El trueno entre las hojas) es como el guaimingüé (urutaú, ave característica del Paraguay): un contrapunto sobre la situación del triste país guaraní -¡Aicheyáranga Paraguay!- violado como un cadáver podrido en manos de buitres internacionales. Un Paraguay destruido después de la guerra del 70 que de sí mismo, de digno e inviolable, no tuvo sino un Solano (¿López, Rojas?) muerto, haciendo a su alma arrullar la tierra con una triste canción.
Hace ahora más de cien años que se percibe el sonido de un invisible acordeón tocado por un alma frustrada, que vierte el llanto paraguayo sobre la tierra, arrullando la tierra guaraní con una queja sorda. Sólo los hombres ligados a este triste país del guaimingüé pueden captar este sonido. Pero hasta hoy, a cien años de distancia de la Guerra Grande, en la tierra paraguaya no aparece la fuerza que libertará al país. El sonido triste del acordeón de Solano Rojas continúa en posición de guardia. Este espíritu de un Paraguay independiente, libre, que murió cuando Solano López cayó asesinado en Cerro Corá, ¿podrá algún día libertar al pueblo guaraní? ¿Por qué, a más de cien años de la muerte de su último líder popular, el Paraguay vive todavía -o más bien apenas vive- del quejido de un alma, en un estado de espíritu que no consigue materializarse en la gran fuerza social que podrá libertar a este pueblo?
Las respuestas son múltiples y conducen a la destrucción del Paraguay por la Triple Alianza, que no era sino una extensión del imperialismo inglés en el Plata, destrucción que se proyectó a la expoliación del país, a su retaceo como predio de nadie, a la repartija de las tierras paraguayas a los grandes banqueros internacionales con sede en Ámsterdam, Nueva York y Londres, principalmente. Lo que Reclus afirmó en 1896 no fue una mera expresión lírica.
De ahora en adelante ningún campesino paraguayo podrá cavar la tierra de su patria sin pagar una renta a los banqueros de Nueva York, Londres o Ámsterdam.
Reclus sabía lo que afirmaba: la liquidación del patrimonio paraguayo, entregadas a los ingleses y norteamericanos -desde luego, con otros grupos colgados de los faldones- las tierras del país, muestra cómo las garras del imperialismo de Inglaterra penetraran tan a fondo en el escuálido cadáver paraguayo después de la destrucción total de 1870. El análisis de esa entrega de tierras conduce a la comprensión del drama del país: cómo, sesenta y dos años después de la gran derrota, los gobernantes de la nación -los traidores de Solano López- habrían de retacearla, cuando las cicatrices del pueblo guaraní todavía estaban sangrando, acabando por poner al país al servicio de la Royal Dutch Shell -que maniobraba al mismo tiempo dentro del gobierno argentino- y enfrentarlo a Bolivia en una guerra de campesinos transformados en héroes y mártires, con el pretexto de defender un trozo de territorio, contraponiéndose a la Standard Oil.
Inconscientemente, millares de paraguayos y bolivianos perecieron en el Chaco defendiendo intereses de estas empresas petroleras.
Pero es necesario adentrarse en la génesis del problema, que comienza con la total derrota del Paraguay en la guerra contra el imperialismo inglés (1864/1870), ejecutada por sus brazos armados en Sudamérica: Brasil, Argentina y Uruguay.
En 1870, al hundirse la primera república económicamente autónoma de América del Sur, la nación perdía al mismo tiempo grandes extensiones de su territorio: 140 mil kilómetros cuadrados se dividieron el Brasil y la Argentina, que llevaron sus fronteras dentro del territorio guaraní. A pesar de esta pérdida, el gobierno títere que el Imperio del Brasil impuso a la nación destruida (había perecido el 75.75% de la población del Paraguay, sobreviviendo tan sólo 1.75% de los varones), se encargó de vender a los extranjeros las tierras de la nación. El pueblo paraguayo, que disponía de ilimitada extensión de tierras fiscales, se vio de repente, al poco tiempo de instalarse los gobiernos impuestos por la Triple Alianza, privado del derecho de cultivar esas tierras.
La venta de tierras a grandes capitalistas extranjeros o a compañías que anunciaban vagamente que iban a "invertir" dinero en el país, manipulando posteriormente esas glebas adquiridas a precios increíblemente bajos, provocó serias consecuencias sociales: la primera, la expulsión del campesino labrador de la tierra, si no exactamente al concluir la guerra, a partir del momento en que, por pura y simple especulación, o en otros casos por la ocupación, los nuevos dueños extranjeros tomaban posesión de sus respectivas propiedades.
Campesinos que desde tiempo inmemorial habían vivido en determinadas áreas, que jamás tuvieron dudas sobre la propiedad de la tierra heredada de sus abuelos y tatarabuelos, acostumbrados a cultivar los campos que en ocasiones formaban parte de las estancias de la patria creadas por el dictador Francia, se vieron de pronto expulsados. Perdían todo: la tierra de labor, las casas que habían construido y la tradición de generaciones de trabajo. Y la nación perdía también, víctima de la especulación y de la corrupción de los gobernantes, la propia producción ya que, habiendo salido el campesino de la tierra, ésta quedaba abandonada y convertida en elemento de especulación de los grandes capitales (generalmente bancos ingleses y norteamericanos).
Obviamente, la constitución anterior a 1870 fue anulada. El Paraguay aceptó el Código Civil argentino como modelo. Los que asumieron el poder con la derrota de Solano López, casi en todos los casos eran traidores que habían sido -a través de sus padres y abuelos- víctimas de las confiscaciones de El Supremo (e1 dictador Francia, que en 1811, al asumir el gobierno prácticamente abolió la propiedad privada sobre grandes áreas de tierra en el Paraguay). Ahora retomaban el poder esos herederos, como títeres del imperialismo internacional y su primera ejecutoria como gobernantes, fue la venta de las tierras fiscales a los extranjeros y enseguida hicieron que esos mismos extranjeros adquirieran las tierras pertenecientes a los campesinos que vivían en ellas. Así actuando, esas transacciones ilegales o más bien dicho basadas en leyes antipopulares promulgadas y redactadas ex profeso, hicieron que la tierra permaneciese improductiva, acumulando valor en beneficio de grandes latifundistas que se instalaban en el país.
SURGEN/LEYES PARA ROBAR TIERRA AL PUEBLO
La vida del campesino paraguayo, que antes de la guerra contra la Triple Alianza era harta y fácil, tornó difícil. Terminada la guerra, la mayoría de los campesinos sobrevivientes regresaban a la tierra: hasta este momento la producción había recaído, casi exclusivamente, sobre la fuerza de trabajo de las mujeres. Pero la nueva situación duró poco tiempo: la tierra fue usurpada y los hombres se vieron forzados a refugiarse en el interior alejado, casi siempre hostil y sin comunicaciones. Las tierras productivas quedaron abandonadas, sin más función que devengar renta para los especuladores. El país cayó en el atraso y se hizo imposible retomar del antiguo desenvolvimiento. Esto no sucedió del día a la noche: ocurrió de a poco, pero de manera inexorable.
Una serie de leyes sobre el uso de la tierra aseguró, cada día más, la expoliación del campesino paraguayo, y así los bosques y las tierras agrícolas, que antes fueran fuente de riqueza, dejaron de ser trabajados. Campos de pastoreo, bosques y yerbatales pasaron paulatinamente a manos de extranjeros, mientras las empresas nacionales eran anuladas. La desorganización y la corrupción de los gobiernos posteriores a 1870 determinaron la imposibilidad de todo tipo de trabajo libre: tal como lo afirmó Reclus, ningún paraguayo pudo ya remover la tierra con una azada sin pagar un tributo a los banqueros internacionales que, como aves de rapiña, se habían adueñado de la tierra.
La venta de las tierras fiscales, es decir de las tierras del Estado que eran libremente utilizadas antes de la Guerra Grande, no se reduce a un negociado de hombres venales. La política de entrega de las riquezas nacionales al extranjero -riquezas que en el Paraguay de posguerra consistían exclusivamente en la tierra, ya que el país no tenía otros bienes- determinó una nueva estructura política que refleja las relaciones sociales entre el opresor y el oprimido. Surgieron entonces, como expresiones de esa política (lo que está demostrado con preciso rigor en La lucha por la tierra en el Paraguay de Carlos Pastore), los nuevos dueños del poder: los partidos políticos, el Colorado que hoy está en el poder, y el Liberal.
Los partidos políticos sirvieron a una clase dirigente, hasta entonces desconocida como tal en el Paraguay, como instrumentos de la venta de tierras nacionales. Al término de la guerra, el Estado había quedado dueño de inmensas extensiones que podrían ser distribuidas a los campesinos, pero los gobiernos las vendieron a precios bajísimos a fin de dar satisfacción a la saña internacional y afirmarse en el poder mediante las garantías que recibían a su vez precisamente por esta entrega. Algunos de esos grandes lotes fueron entregados como pago de intereses devengados por empréstitos posteriores a 1870: entre otros casos, la The Anglo Paraguayan Land Company Limited recibió un enorme latifundio como pago de parte de esa deuda.
Apareció la paradoja de que, cuando un paraguayo quiso cultivar una tierra en su país, tierra que poco antes fuera propiedad común o perteneciera al Estado, tenía que adquirirla a precios decuplicados, de banqueros y especuladores con sede en el extranjero, que la mantenían improductiva. La expresión de que los paraguayos eran "dueños originales" de esas tierras no es más que un eufemismo, puesto que el campesino jamás pudo volver a poseerlas; esas tierras se convirtieron en elemento de especulación y, en algunos casos, para producción pequeña y antieconómica mediante un trabajo semi-esclavo.
Como el Paraguay no tenía oro ni plata, ni estaño o cualquier otro mineral que provocase la codicia colonialista, su gran riqueza era la tierra y con ésta los ríos como fuente de comunicaciones. De ahí la importancia del retroceso en el uso de la propiedad después de la derrota de 1870. Fue el poder político el creador de la oligarquía y esta evolución representa un retroceso de mucho mayor amplitud que lo que aparece mirando superficialmente los hechos.
El Paraguay vivió un momento histórico sutilísimo. A la inversa de lo que ocurrió en todo el resto de la América del Sur, no fue una oligarquía dueña de grandes propiedades y riquezas la que llegó al poder, sino que los hombres seleccionados, por los vencedores de 1870 y elevados al poder a fuerza de guinche, precisamente por mérito de ausencia de moral y por cualidades óptimas de oportunistas -eran renegados que se habían aliado a las fuerzas de ocupación, más que simples colaboracionistas- que, detentando el aparato gubernamental, crearon las condiciones para la aparición de una oligarquía cuyo papel consistió en legislar en beneficio del invasor, formular leyes que permitieran la instalación del latifundio en manos de extranjeros y finalmente "comprando" retazos de tierra de esos mismos extranjeros.
En otros términos: el latifundio había nacido jurídicamente en el Paraguay y de esta manera los grandes bancos ingleses y norteamericanos "compraban" prácticamente todo el país para después revender la tierra al mismo Paraguay...
Este gran negociado ofrece ejemplos más que pintorescos, tal como el caso de la The Anglo Paraguayan Land Company Limited que recibió su latifundio -uno entre muchos ejemplos parecidos- como pago de deudas contraídas después de la Guerra Grande, lo que señala que los intereses de la deuda se convirtieron en posesión de grandes áreas de tierra (en febrero de 1896, la Anglo recibió las tierras a cambio de los intereses del empréstito de 1871 y 1872). La tierra llegaba prácticamente gratis, a cambio de mora e intereses y con valor calculado a precios bajísimos. Los nuevos dueños las revendían en grandes trozos, cuidando que el latifundio no se desfigurase. La Anglo recibió en esta ocasión nada menos que 21.780 kilómetros cuadrados.
En cuanto a relaciones internas, las nuevas oligarquías estuvieron ubicadas en idéntica línea que los colonizadores españoles, que hasta la independencia del Paraguay y la subida al poder del dictador Francia, explotaban el trabajo esclavo indígena en beneficio del español: era pues un regreso en el tiempo, pero la nueva oligarquía actuaba de manera mucho más perjudicial que aquélla de los españoles.
Este nuevo tipo de posesión de la tierra determinó las bases de la nueva sociedad paraguaya, y sobre esas bases se asentó la miseria del pueblo guaraní, imposibilitado de toda forma de progreso económico durante largos años, ya que la nación fue despojada de su fuente principal -y quizá única- de riqueza: la tierra.
DESCARACTERIZANDO LA ANTIGUA LIBERTAD PERDIDA
El uso de la tierra era de tal importancia en el Paraguay, que ya en el siglo XVIII provocó la primera gran revolución en el país. Los indios se rebelaron contra los jesuitas y se produjo la Revolución Comunera que condujo a la expulsión de la orden religiosa del Paraguay. La organización de la República después de 1811, con el dictador Francia, se basó casi exclusivamente en la confiscación de tierras y en la institución de un sistema avanzado de producción agrícola, que se caracterizaba por las estancias la patria en que los campesinos laboraban libremente en las tierras fiscales. Después de la guerra contra la Triple Alianza, la desarticulación del sistema de propiedad colectiva representado por el uso de las tierras fiscales, fue lo que descaracterizó finalmente al Paraguay como nación libre. Es esta descaracterización como nación libre la que da un nuevo carácter al Paraguay posterior a 1870: el sometimiento del Estado a media docena de representantes del capitalismo internacional, que determina -para la mejor manipulación de los negocios a costa de los intereses nacionales- la existencia de dos partidos que perduran desde hace más de un siglo y que se oponen a cualquier reacción contra las influencias extranjeras, permitiendo que todo un pueblo sea sojuzgado y arrojado a la muerte cuando aparece un conflicto para resolver las pendencias y las ambiciones de los trusts internacionales, lo que vino a suceder en la guerra del Chaco.
No hay que desconocer, entretanto, que en la misma forma que Carlos Antonio López y Francisco Solano López no pudieron captar el mecanismo imperialista inglés que lanzó al Paraguay a una guerra de exterminio, pensando ambos que los enemigos directos eran el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina, no todos los hombres que subieron al poder después del desastre de 1870 estaban en condiciones de comprender que hacían el juego a los usurpadores de la riqueza nacional. Algunos de éstos eran víctimas inconscientes de una estructura viciada.
Los intereses internacionales estaban de tal manera incrustados en los negocios paraguayos que mecánicamente determinaban la sumisión del Estado a sus acreedores, precisamente a los acreedores que con la fuerza económica en las manos, se habían apoderado de la riqueza del país. Pero aquellos que permitieron esa situación -que se desenvolvió hasta alcanzar su más alto nivel desde 1885 hasta principios del siglo xx- actuaron de tal manera que hoy la penetración del capital inglés aparece desfigurada: es que esos entreguistas cedieron las tierras cuando estaban en el poder y las adquirieron más tarde como ciudadanos particulares. Es decir que la importancia mayor del dominio internacional de las tierras fiscales, no reside precisamente en la compra de tierras a bajo precio sino en que se especulaba sobre el valor de esas tierras: la compra y posterior venta hizo surgir de nuevo y en forma definitiva el latifundio en el Paraguay, con lo que tuvo su término el sistema que existió hasta la guerra de 1870, mediante el cual el campesino era dueño de su producción o cuando menos de la parte más importante de ésta en tierras de propiedad del Estado.
Hubo un retroceso provocado por la derrota de 1870: la propiedad colectiva de la tierra, poco menos que socializada, evolucionó en los treinta años siguientes a un sistema feudal que perdura hasta hoy. Este sistema es base de la oligarquía que domina en el país y determina un tipo de política previsible sin fuerza para oponerse a las presiones internacionales. Genéricamente, ésta es la estructura, aun cuando el Paraguay trató en algunas ocasiones de reaccionar haciendo esfuerzos esporádicos.
Es dentro de este cuadro ya estabilizado en 1887, el de un país irreversiblemente parcelado para la expoliación por los extranjeros y sus cómplices internos, que surgen los partidos políticos. Los personajes políticos se agrupan en torno a la defensa de la situación interna que les facilita el dominio sobre las propiedades de la nación. Así, en 1887 surge el Partido Colorado y, poco después, el Partido Liberal, los dos grandes núcleos de la política conservadora del Paraguay. La base, en ambos partidos, es la venta de las tierras paraguayas y el mantenimiento de un status quo al que recurrirán para la represión violenta de toda forma de oposición.
LA IZQUIERDA NO SE ORGANIZA EN UNA NACIÓN SIN PUEBLO
Contrariamente a lo que ocurrió en Bolivia, la guerra del Chaco no desarticuló la estructura de la sociedad en el Paraguay, sino que, precisamente, la fortaleció, ya que el Paraguay "ganó" la guerra.
En los comienzos del siglo actual el promedio de vida paraguaya era de veinticuatro años: ¡en medio de la miseria, el paraguayo vivía veinticuatro años! Casi toda la producción consistía en agricultura (todavía hoy la agricultura es la mayor fuerza económica, al mismo tiempo que el contrabando organizado) y la única resistencia posible del pueblo paraguayo residía en la cultura guaraní. Esta última fue la fuerza que mantuvo la cohesión de un pueblo aplastado por el hambre y por la miseria social absoluta, evitando que se hundiera en la total inercia, lo que ciertamente no pudo impedir que millares y millares de paraguayos, de una población ínfima, huyesen del país. Buscando oportunidades de sobrevivencia en la Argentina, Uruguay y el Brasil, o simplemente tratando de escapar del terror político, numerosa cantidad de gente se alejó de la tierra: el terror era norma en los dos partidos hasta 1935.
Apenas si hubo manifestaciones de izquierda en el Paraguay durante el comienzo del presente siglo: no había tradición revolucionaria y tampoco proletarización. El Partido Comunista paraguayo fue fundado en 1928, pero no alcanzó a tener gran influencia en la vida nacional. Enseguida de su aparición, el PC lanza un periódico en Asunción (La Palabra) y surge un líder, Obdulio Barthe, que a la cabeza de un grupo revolucionario ocupa la ciudad de Encarnación. Allí lanza un manifiesto proclamando justicia social, reparto de tierras, división de las propiedades, etc. Pero en cortísimo tiempo los comunistas fueron dominados y el intento nada representó en la vida de la nación, aparte del insólito cartel de "revolución proletaria" sin consecuencias.
Al contrario de lo que ocurrió en Bolivia, donde la izquierda influenciaría la vida política del país, no de inmediato, por cierto, pero sí politizando al pueblo para la lucha contra las oligarquías, en el Paraguay no ocurrió nada parecido. La miseria absoluta en que yacía el pueblo paraguayo, aun siendo así ejercía menos presión que la sentida por los bolivianos. La cultura guaraní fue la aliada del pueblo para la sobrevivencia pero también cómplice indirecta para evitar rebeliones probables. La cultura guaraní era la coca de los paraguayos, pues los indios guaraníes dejaron en la cultura paraguaya hábitos de alimentación e higiene que pudieron, gracias a su funcionalidad, suplir las deficiencias de la sociedad.
El pueblo paraguayo vivía dentro de una extensión de tierra en régimen de sobrevivencias tribales, como los primitivos habitantes, marginados del sistema político. En este período se forjó, tal vez como derivación de la falta de hombres en el país (solamente 1.75% sobrevivió a la guerra), un extraño conformismo, que dejó poco espacio para que el pueblo, como masa, influyese en la política nacional.
De esta manera, la política se convirtió en una actividad propia de los burócratas y de los cuarteles. Las "revoluciones" eran golpes y contragolpes, estimulados directa o indirectamente por militares o por políticos ligados a ellos. El pueblo apenas si hacía papel de espectador, ciertamente casi innecesario.
No se debe atribuir este conformismo a la "naturaleza guaraní" del pueblo paraguayo, sino a la propia conformación de la sociedad de la época. No ha de olvidarse que en 1539 las mujeres indígenas se rebelaron en armas contra el invasor colonial y una de ellas, en el proceso de la lucha libertaria contra la dominación colonialista, llegó a matar a su marido español y lidera a las otras indias incitándolas a que hicieran lo mismo con sus respectivos hombres: los españoles tomaban mujeres como esposas y esclavizaban a los varones. Después de esto, ya en el siglo XVIII, estalló la Revolución Comunera. Y la Gran Guerra contra la Triple Alianza demostró que el pueblo guaraní lucha igual o mejor que cualquier otro pueblo del mundo cuándo hay un motivo por el que se ha de luchar.
Pero ahora el Paraguay era sólo un gran latifundio, desfallecido por el hambre y la miseria, en manos de políticos empotrados en el poder. Ya no existía pueblo: el Paraguay ignoraba lo que es una masa popular.
CAPÍTULO VI
EL SUBIMPERIALISMO ARGENTINO DIRIGE LAS GARRAS A PARAGUAY
(...) Se me había quitado el sueño, y me entretuve en instruir a aquella pobre alma.
Yo -Es tan difícil... Hay tantas potencias que mandan en el Chaco...
Él -¡Cómo tantas! Bolivia y el Paraguay no más, huá...
Yo - Eso es lo que usted ve, y lo que ven nuestros pútridos estadistas. No ven que la guerra del Chaco es una empresa de carnicería en que Bolivia y Paraguay se matan trabajando en beneficio de un trust anónimo que ha afilado la flecha del Paraguay. (...) Hay algo más: la oligarquía conservadora argentina que por medio de sus conductores Justo y Saavedra Lamas encendió el motor de la penetración territorial con vista al petróleo.
El -¿Quiénes son Justo y Saavedra Lamas?
Yo -Unos dignos caballeros porteños que no han oído un tiro en su vida, especialmente el general. Éste es pariente de don Carlos Casado, concesionario de casi todo el Chaco, y es también presidente de la Argentina. El segundo es un internacionalista, o sea, un doctor que busca su celebridad jugando a la guerra.
Este es un diálogo entre dos muertos, en el fondo de sus tumbas: está en el cuento de Augusto Céspedes, Opiniones de dos descabezados, en el libro Sangre de mestizo. Los dos "descabezados" muertos en la guerra del Chaco, comentan la muerte. Uno de ellos explica por qué murieron y muestra una coincidencia: Carlos Casado, el mayor propietario del Paraguay, es un argentino emparentado con el presidente de la Argentina. Pero no es por mera coincidencia, sutilmente aprovechada en el cuento de Céspedes, que la Argentina acompañará al Paraguay.
El Paraguay es víctima de la rapiña no sólo europea. Su economía pasó a ser, con el avance del siglo, dependiente de la Argentina El capital extranjero proveniente de Europa y de Estados Unidos fue asumiendo formas de dominación a través de bancos, de manipulación de bonos, de títulos de la deuda pública y del mercado financiero y esta dominación fue haciéndose tradicional. En la producción agrícola e industrial, esta última bien incipiente, es el capital argentino el que se adelanta en el Paraguay y de esta manera ya en los años 20 es significativa la dependencia paraguaya de la Argentina.
Las oligarquías facilitan la penetración del capital argentino. Este capital hace negocios, poniendo en movimiento el poco dinero disponible en el país, y por derivación pasa a influir en la política interna del Paraguay. Por otra parte, la Argentina siempre tuvo en el Brasil un gran oponente imperialista: ya al día siguiente de la victoria de la Triple Alianza, cuando el Paraguay fue dividido entre las dos potencias vencedoras, brasileños y argentinos se enfrentaron seriamente, como que la infiltración argentina en el Paraguay -particularmente en el Chaco- obedecía más que a la ambición de mayores territorios, a la creación y fortalecimiento de una barrera (que en este caso sería el Paraguay) contra las pretensiones brasileñas.
En la década del 20 nacía ya, aunque incipiente, el estímulo argentino para la defensa del Chaco a toda costa, y este estímulo fue reforzado cuando la situación nacional se complicó con la política del gansterismo del petróleo, según se verá más adelante.
De tal manera el capital argentino se infiltró en el Paraguay, que a partir de la década del 20 y aumentando gradualmente su presencia, todas las grandes empresas instaladas en el Paraguay eran argentinas. El transporte fluvial estaba en manos argentinas, especialmente en las de una gran compañía como la Mihanovich Ltd. En suma: según estadísticas específicas, el 80% de los productos que entraban y salían del Paraguay utilizaba los navíos de Mihanovich Ltd.
No menos importantes que los fluviales eran los transportes ferroviarios, y el Ferrocarril Central del Paraguay tenía importancia no sólo por llevar productos -y en consecuencia riqueza sino también estratégica, en la penetración argentina en territorio paraguayo. Dado el volumen del transporte, el ferrocarril del que hablamos se convirtió en una de las mayores empresas argentinas que actuaban en el Paraguay, si bien sólo el 35% del tendido de vías corría en territorio paraguayo y el 65% en el argentino. Esto se dice porque el Ferrocarril Central del Paraguay no era propiamente una empresa argentina, pero el control accionario de ella por capitales porteños era absoluto.
Al iniciarse la década del 30 la dependencia paraguaya de la Argentina había aumentado a nada menos que el 80% de su comercio exterior. Productos europeos y norteamericanos llegaban al Paraguay encarecidos, como reventa de los argentinos: por una ironía del destino, todavía en 1930 la Argentina desempeñaba el papel de submetrópoli, irradiando desde el Plata los intereses imperialistas que determinaron la guerra de la Triple Alianza en 1870.
Naturalmente, con estas relaciones la política argentina influía directamente sobre el gobierno paraguayo. Los agentes de esa política, es decir, los capitales establecidos en el Paraguay, actuaban como un ejército económico de ocupación que aseguraba el desenvolvimiento del país hacia los intereses de ese ejército. Toda la legislación social y tributaria estaba hecha de modo a beneficiar a los capitales argentinos, ahora mayoritarios.
Todo esto era fruto de la derrota en la Guerra Grande, que había impuesto un gobierno títere en Asunción, y culminaba con la ley del 28 de mayo de 1885 que autorizaba la venta de las tierras fiscales de la nación. Y será oportuno detenerse algo más en el problema de las tierras fiscales que fueron vendidas a los extranjeros, porque algunos datos pueden esclarecer el drama social que emergió de esa venta. Basta decir que en la región oriental del Paraguay, el Estado (en este caso, vale decir el pueblo) era dueño de 150.000 kilómetros cuadrados de los 161.013 de la región citada, y en consecuencia sólo había 11.013 kilómetros de propiedad particular, dividida en pequeñas parcelas. Mediante la ley de 1885 se vendieron hasta 1904, nada menos que 140.525 kilómetros cuadrados de tierras ubicadas en esta región, es decir, el 93,68% de las tierras fiscales.
Lo más grave es que la mayoría absoluta de las tierras fue vendida "con" la población instalada en ella, población que, naturalmente, tenía plantaciones, animales y casas. De un día para otro, millares de campesinos fueron obligados a abandonar sus lares y transformados de hombres libres en esclavos, desprovistos de todo medio de sobrevivencia digna. Y esto ocurría, paradójicamente, en un país con mucha tierra apta para cultivo, en una nación en que faltaba gente y sobraba tierra: el gobierno instituía así un régimen feudal cuya base era (y sigue siendo) el latifundio.
No estará demás admitir que esta política era parte de un plan de liquidación del Paraguay como nación libre, ya que -insistiendo en ello con riesgo de ser redundantes- la fuerza de la riqueza paraguaya estaba en la tierra, en su producción, y de ella provenía el total de las rentas del Estado.
Es en ese período que comienza la emigración del campesino paraguayo. Y al mismo tiempo que salen paraguayos, entran extranjeros, aunque éstos lo hacen apenas "técnicamente": sólo aparecen los títulos de propiedad de las tierras. De esta forma apareció Carlos Casado, el gran latifundista argentino, adquiriendo nada menos que 55.000 kilómetros cuadrados -una superficie mayor que la del Estado de Espíritu Santo en el Brasil (45.597 km2), y que toda Bélgica (30.513 km2)- lo que representa, para sólo uno de los latifundistas, la posesión del 13,5% de la superficie total del Paraguay de hoy (406.752 km2).
El Paraguay, feudal y retrógrado, era un lago petrificado de inmovilismo social. Pero mientras se producía este gran retroceso, la lucha por el petróleo derivaba a la crisis internacional de 1929 que comenzó a agitar, desde lejos, al olvidado país guaraní: entonces aparece y se agudiza aceleradamente, después de muchos años de marasmo diplomático, la disputa por la posesión del Chaco entre Bolivia y el Paraguay.
EL PUEBLO SIEMPRE DEJADO DE LADO: LAS CUARTELADAS HUNDEN EL PAÍS
Apartado el pueblo de la política, con las masas amorfas y en estado latente, son las cuarteladas (en algunas ocasiones, violentas) las que dan carácter a la lucha social en el Paraguay. Estas luchas se producen entre facciones de la clase dominante, con el objetivo de capturar el poder político o de afirmarse en él, sin pretender alterar la estructura feudal del país. Dentro del cuadro general, pocos sucesos se destacan: una pequeña mudanza de formas es la subida del Partido Liberal al poder, en 1904, sustituyendo al Partido Colorado.
Las "revoluciones" paraguayas no fueron sino disputas militares con la colaboración de una u otra agrupación civil, y se sucedían cíclicamente. Con el sólo fin de verificar su naturaleza, destacaremos una de ellas: la de 1922, que algunos llaman pomposamente "guerra civil", tuvo como causa principal una denunciada "anarquía política" que el jefe de la guarnición militar de Paraguarí, coronel Adolfo Chirife, pretendió evitar levantándose en armas contra el gobierno de Eusebio Ayala. No tuvo ninguna consecuencia para el pueblo paraguayo, pero esa cuartelada sí llenó de sangre buena porción del país y una de sus efectos fue la interrupción del proceso de ocupación del Chaco, tal como había sido planeado, El gobierno tuvo que conducir su esfuerzo a sofocar la rebelión, lo que fue conseguido en 1923.
Inconsecuente políticamente, desprovisto de propósitos definidos, sin tener nociones tan siquiera superficiales de su propia estructura social, los "revolucionarios" como éstos de 1922, en un país paupérrimo como el Paraguay, no podían alcanzar otro resultado que no fuera debilitar la posición estratégica en el Chaco, y esta realidad sería sentida en los años críticos de 1928 y 1932. La mayor pérdida fue la muerte de muchos soldados en una lucha sin sentido, soldados que se estaban formando profesionalmente, y la destrucción del ejército que habría de afrontar la guerra que se avecinaba. Las pocas armas que el ejército tenía se dañaron o se perdieron en esta lucha que, a su fin, no produjo un centímetro de cambio en la situación paraguaya. Para tener una idea de las pérdidas, será bastante con destacar que antes del movimiento armado de 1922 el ejército paraguayo contaba con 8.500 fusiles y al término del mismo sólo le quedaban 1.500.
Los resultados más "prácticos" de la rebelión militar de 1922 fueron obligar a la exhausta economía paraguaya a destinar sus magras rentas a adquirir más armas... A lo que habría que agregar que todavía en 1924 el Paraguay carecía de todo crédito, ya que no habían sido rescatados los grandes empréstitos de la pos-guerra de 1870 (después de la lucha contra la Triple Alianza). El crédito anterior había sido obtenido por la venta de tierras fiscales. Ahora que la nación no tenía nada que entregar, era difícil la adquisición de más armas. (Posteriormente llegaron empréstitos y armas, en vísperas de la lucha armada en el Chaco, porque los trusts petroleros estaban interesados en el pleito). La corrupción había alcanzado tales límites que, en 1925, durante la presidencia de Eusebio Ayala, se denunció que de los raros empréstitos conseguidos en el exterior, apenas el 25% de su valor llagaba al Paraguay, y la mayor parte de este pequeño saldo era embolsado por los hombres del gobierno.
No debe olvidarse que la derrota de 1870 impuso al Paraguay una deuda de volumen fantástico a favor de Brasil y Argentina. La existencia de esta deuda era una realidad y si nunca se canceló -porque sencillamente no podía ser pagada-la sola existencia de la deuda ya servía para constituir un descrédito en perjuicio del Paraguay. Y todavía más: las revueltas de las facciones militares y de las oligarquías consumían lo poco que el Paraguay conseguía reunir.
De acuerdo a lo que ya se ha visto, las empresas extranjeras, actuando en el Paraguay e influyendo decisivamente sobre el gobierno -puesto que el país estaba sometido a la dependencia argentina (principalmente)-, se aseguraban grandes privilegios para eludir el pago de impuestos. En resumen, las "revoluciones" paraguayas, que no tenían ni siquiera el menor objetivo de alterar la estructura social, acentuaban al máximo la debilidad y la miseria de la nación.
LOS MILITARES AGITAN, PIENSAN EN GOLPES Y QUIEREN LA GUERRA
La efervescencia patriótica provocada por la pre-guerra en el Chaco se manifestó con matices diferentes en el Paraguay y en Bolivia. En Bolivia, las clases medias y los intelectuales pequeño-burgueses se echaron a la calle a exigir al gobierno una presencia bélica en el Chaco: querían la guerra de conquista para satisfacer el espíritu nacionalista que el propio gobierno había insuflado. Pero la masa popular, informada por los movimientos de izquierda acerca de la naturaleza imperialista de la guerra, había aprendido a desconfiar del belicismo del gobierno. Muchas manifestaciones populares exigían una solución pacífica para los conflictos que el gobierno afrontaba: ya se manifestaban en el terreno político los resultados de una cuidadosa concientización de las masas populares que los izquierdistas habían desarrollado a partir de la década de 1920.
En el Paraguay, por el contrario, el pueblo no participaba de la problemática política de la nación. Cuando se hacía necesario, se recogía una falsa opinión pública que servía para justificar los actos del gobierno o, en otros términos, para prestar basamento político a las conveniencias de la clase dominante. De esta manera, la guerra del Chaco que se avecinaba no tenía una respuesta popular crítica. Surgían agitaciones, no populares, presentadas artificialmente como "opinión pública"; tenían lugar movimientos confusos, como el de la Liga Nacional Independiente, que acusaba al gobierno de incapaz de afrontar la guerra. La agitación provocada por la Liga llegó a tal punto que se produjo un choque en que cayeron muertos algunos de sus miembros. El gobierno acusaba de "radicales" a los dirigentes políticos, que pretendían la captura del poder y la verdad es que la acción movida por la Liga nunca fue clara: una consecuencia de la agitación provocada por esta confusa Liga Nacional Independiente fue la renuncia del presidente José P. Guggiari, el 23 de octubre de 1931, pero más importante que la renuncia de Guggiari (que retomó el cargo en 1932) fue la tentativa de algunos oficiales, en el Chaco, de apoderarse del fortín boliviano Yucra, con el designio de despertar la atención del pueblo paraguayo sobre la necesidad de la guerra.
Rafael Franco estaba ligado a esos movimientos provocados o derivados de la acción de la Liga Nacional Independiente y a consecuencia de ello se dispuso a llevar a cabo un golpe contra el gobierno, pero fue impedido de hacerlo por algunos de los jefes comprometidos. En esta ocasión se trataba del mismo Rafael Franco que en 1928 había estado a punto de precipitar el estallido de la guerra, en la que el Paraguay habría sido inevitablemente derrotado porque no estaba preparado: el fortín boliviano Vanguardia, asaltado y capturado por los paraguayos, por órdenes de Franco, que será quien finalmente dé el golpe político en 1936. Estos hechos demuestran hasta dónde el pueblo paraguayo estaba alejado de la realidad política del país. Golpes y contragolpes, disputas políticas por el poder, aventuras irresponsables que podían lanzar a la nación a una guerra cuyo resultado ineluctable habría sido una amplia derrota, eran los objetivos de los militares y de las clases dominantes. El pueblo no estaba politizado por una vanguardia política con la finalidad de despertar su visión ni existía una fuerza social que presionase al gobierno hacia una dirección más racional.
Esta situación iría a agravarse con la victoria. La derrota agudizó el sentimiento crítico del pueblo boliviano y la victoria paraguaya fortaleció el régimen dictatorial que se estableció en el país, aunque sin dejar de mostrar los viejos rasgos formales de "democracia" de tiempos del Partido Liberal. La victoria del Paraguay prestó aliento a la fuerza militar, que era una garantía del latifundio y ahora aparecía laureada de heroísmo, y todo para que prevaleciera el sistema socioeconómico de antes de la guerra. El pueblo paraguayo, fuerza real que obtuvo la victoria regando el Chaco con su sangre, no tuvo a nadie que le señalase la verdadera naturaleza del conflicto armado y de la propia sociedad paraguaya.
LA VICTORIA ILUSIONA AL PUEBLO Y FORTALECE AL FASCISMO
Después de la guerra se exacerbó el nacionalismo militar. Los militares se encastillaron en el poder, lo que favoreció a las oligarquías latifundistas que explotaban el país. El fin de la guerra encontró en Paraguay una estructura del poder fortalecida. La caída del Partido Liberal dando lugar a un gobierno del Partido Colorado, no es más que una circunstancia formal, pero el hecho tiene un contenido de profunda significación: la sedimentación de la fuerza, ahora traducida en fascismo como método.
Cuando la guerra del Chaco concluyó, en 1935, el nazi-fascismo estaba alcanzando la plenitud de sus valores propagandísticos en todo el mundo, y es en este momento que el fascismo paraguayo captura el poder, representado por el Partido Revolucionario Febrerista, bajo la jefatura de Rafael Franco, un irresponsable, ahora coronel y "súper-héroe" de la campaña del Chaco. Franco llevó a su gabinete algunos hombres como Bernardino Caballero, el ministro de agricultura cuyo sueño era implantar un Estado nazi igual al que conoció en Alemania, donde vivió veinte años. Estos hombres representaban el fin del viejo liberalismo-conservador del Partido Liberal e inauguraban en el Paraguay un largo período de gobiernos de fuerza.
Esta fuerza se sedimentó en la guerra. Como ya se vio en renglones anteriores, Bolivia tuvo un fermento de rebelión durante la guerra del Chaco y la revolución popular estalló victoriosa en 1952. Este hecho es resultado, como más de una vez se dice en este libro, del trabajo de politización desarrollado por las izquierdas bolivianas. En cambio en el Paraguay, lo que sedimentó y fermentó durante la guerra fue el trabajo subterráneo del Partido Colorado, que deja a un lado los intereses populares y tiene como objetivo la captura aislada del poder en el momento en que sobreviniese la paz. Y la paz vino con la victoria, dando más fuerza al grupo que usó la propaganda nacionalista de bajo nivel para embotar todavía más al pueblo.
El golpe que puso a Rafael Franco en el poder no fue una cuartelada común: tuvo la importancia de marcar, en un momento histórico decisivo, los rumbos que el Paraguay tomaría hasta hoy, porque el movimiento tenía un programa contrapuesto al marasmo político paraguayo. Naturalmente; este programa nunca habría de ser cumplido, como consecuencia de la confusión y contradicción que se produjeron de inmediato entre los componentes del nuevo gobierno.
El programa era el siguiente:
1) Gobierno por una junta Militar presidida por el coronel Rafael Franco;
2) Una encuesta que permitiese un gobierno "del pueblo por el pueblo", mediante elecciones;
3) Implantación de la justicia Social.
Evidentemente, nada de todo esto era serio y nada fue cumplido.
Los golpistas de Rafael Franco, si bien políticos de tipo tradicional, no tenían ninguna ligación con el pueblo. Ni siquiera la tenían los que se presentaron en la constitución del nuevo gobierno como "socialistas": Jóver Peralta, ministro de Justicia, se proclamaba socialista y hasta llegó a autocalificarse de "marxista". El canciller del breve gobierno de Franco, Juan Stefanich, representaba una vaga tendencia (que según él le pertenecía) a la "democracia solidarista". Los hombres fuertes del gobierno eran el ministro del Interior Gomes Freiré Estévez y el de Agricultura, Bernardino Caballero. Según afirmaciones de Stefanich, Freiré Estévez era declaradamente fascista, admirador de Mussolini. Caballero, apologista de Hitler que había vivido veinte años en Alemania, quería implantar el nazismo en el Paraguay. Vencieron las tendencias más "fuertes", aun cuando carecían de toda significación en tul gobierno de pocos meses, como resultó ser el de Franco, pero que eran en realidad muy poderosas para allanar el camino al poder al gran heredero del orden de cosas: el Partido Colorado.
A partir de este momento, el Partido Colorado recoge las aspiraciones militares y se convierte en su portavoz. En Bolivia, por su parte, la derrota en la campaña dio origen a una "generación del Chaco" que, diez y siete años más tarde, condujo al pueblo a la destrucción del orden feudal. En el Paraguay, la victoria en la guerra sirvió para fortalecer la estructura del poder y de inmediato surgió un Estado casi con los mismos caracteres que el de Alemania nazi: sólo faltaron hornos crematorios, desarrollo industrial y, evidentemente, un pueblo que reaccionase contra las caricaturas de Hitler.
FORMALIZACIÓN DEL ESTADO FASCISTA PARAGUAYO
Un decreto de mediados de 1936 formalizó el Estado fascista. Los artículos 1' y 2' identifican a la Revolución con el Estado; los otros artículos establecen que nada será hecho en adelante sin la anuencia y la intervención del Estado; desde agremiaciones políticas hasta constitución y acción de entidades o sindicatos de trabajadores, etc. El mismo decreto creaba un "Comité de Movilización Civil" y, finalmente, instituye el sistema que perdura hasta los días actuales con pequeñas modificaciones. La policía que vigila al pueblo está organizada en los moldes de la Gestapo.
La reacción popular fue mínima: aparte del hecho de no existir una izquierda organizada para oponerse al fascismo paraguayo, el Ministerio del Interior actúa con rígido control sobre la organización sindical, por sí misma muy débil. La sedimentación posterior de ese fascismo paraguayo se hizo más fácil por la maniobra política en que se vio enredado el general Estigarribia, el conductor de la victoria en el Chaco, por Justo Pastor Benítez, que lo llevó a la presidencia de la República. La ingenuidad política de Estigarribia permitió que se aliase a un fascista como justo Pastor Benítez, pero su honestidad personal podría ser un obstáculo al régimen de carácter policial que se instauraba en Paraguay. La muerte de Estigarribia, que ejercía una gran autoridad moral en la nación (lo que le valió la prisión después de la campaña, como veremos más adelante), puso en libertad los frenos morales que aún detenían a algunos militares. En suma: la victoria en el Chaco abrió de par en par las puertas para la escalada del fascismo paraguayo. El único freno podía ser Estigarribia, pero gobernó pocos meses y pereció en un accidente de aviación.
De esta manera, el Paraguay era un país pobrísimo enfrentado a una guerra; tenía una estructura social cuya base es el gran latifundio; no existía política hecha por el pueblo; burócratas y oligarcas se unían a militares en permanentes disputas por el poder; la economía estaba controlada por agentes imperialistas, en especial por empresas argentinas. Todo esto influye en la política interna. A pesar de esta situación, si estructuralmente el Paraguay estaba sometido a esas condiciones, nada impediría que algunos hombres consiguieran una organización capaz de conducir la guerra a una solución ventajosa. Y es ésta la paradoja: una estructura retrógrada, resultante de la destrucción total de 1870 y la gran capacidad que se alcanza cuando aparece el peligro, para organizarse y afrontar la guerra que se va a hacer contra Bolivia. El motivo aparente es el Chaco; el fondo económico es el petróleo controlado por la Royal Dutch Shell y la standard Oil.
CAPÍTULO VII
LA SHELL Y LA STANDARD OIL APARECEN EN EL DESIERTO DEL CHACO
(,..) Su extensión, su aridez y monotonía oprimen el alma. Desde las orillas del Paraguay hasta las primeras estribaciones andinas, en balde se buscaría una nota de colorido en sus bosques silenciosos y magros, en sus campos cubiertos de espartillo amarillento y mustio, en sus arenales resecos. No hay pájaros cantores, no hay picadas cubiertas de techo verde, no hay lechos de hojarasca húmeda y fresca, no hay arroyos murmurantes con fondo de piedra. Solo extremos ásperos que rechazan al hombre y a los animales. Tierra calcinada y matorrales espinosos, árboles retorcidos; agua y barro (en verano), sequía y sed (el resto del año), serpientes y mosquitos, tábanos, arañas ponzoñosas, hastío y cansancio.
Esto es el Chaco en que millares de paraguayos y bolivianos van a morir. Hostil, seco y trágico en la descripción del escritor paraguayo Antonio E. González. En esa tierra estéril y desértica, paraguayos y bolivianos dejarán la carne y los huesos, para alimento de serpientes y mosquitos, tábanos, arañas ponzoñosas....
El Chaco Boreal, motivo aparente de la guerra, es una región árida, con cerca de 250 mil kilómetros cuadrados, ubicada casi en el centro de América del Sur. A pesar de ser casi un desierto, hay pantanos en las proximidades del río Paraguay y en esta zona la tierra es fértil, en algunos lugares hasta con bosques.
Hacia el oeste, aproximándose a los Andes, comienzan las reservas de petróleo, cuyo potencial es guardado con el más absoluto secreto por las empresas multinacionales, las que, cuando aparecen intereses nacionales por explotarlos, suelen esparcir informaciones de que tales yacimientos serían de explotación "improductiva" y "antieconómica".
El colonialismo español ignoró el Chaco, escasamente habitado y pobre en atractivos, y por esta causa sus fronteras no fueron definidas con precisión. Con la independencia dulas colonias, cada una de ellas pretendió una parte mayor para sí, y éste es el origen de las pendencias entre el Paraguay y Bolivia por la posesión del Chaco. Cada uno de los litigantes selecciona e interpreta los antiguos mapas o tratados que más favorecen su respectiva pretensión. Durante más de cincuenta años la diplomacia internacional se esforzó por hallar tina definición aceptable a ambos litigantes, sin resultado. Para asegurar lo que juzgaban su derecho, tanto el Paraguay corno Bolivia mantenían puestos militares avanzados. Varios tratados fueron casi perfeccionados, pero exigencias posteriores los hicieron olvidar y el pleito no fue definido.
La verdad es que, con o sin derecho, el Chaco pasó a ser propiedad paraguaya, como ironía, después de 1870. Una "propiedad", porque no hacía parte de la nación: estaba olvidado, alejado del cuerpo del país.
En 1879 se hizo el primer tratado de límites entre el Paraguay y Bolivia, que adjudicaba al primero casi la totalidad del Chaco. Paraguay se aprovechaba de la difícil situación de Bolivia frente al expansionismo chileno empujado por el imperialismo inglés en busca de guano y salitre -del que resultó la pérdida del litoral boliviano- y así obtuvo un acuerdo que le fue muy favorable. En la pretensión del Paraguay, que estaba saliendo de una situación de desastre total, prácticamente reducido a nada e incluso sin población, se ocultaba un interés argentino: Argentina veía en la apropiación paraguaya de la totalidad del Chaco una posibilidad concreta, y muy probable a corto plazo, de incorporar para sí el territorio recién conquistado. Bolivia, aplastada por la derrota y desmoralizada por la pérdida del litoral, fue-presa fácil de la diplomacia paraguaya escudada en el apoyo argentino.
Cabe consignar con relación a este hecho que en esa misma época la Argentina se incorporó fajas de territorio en la Patagonia, aprovechándose de las dificultades en que se veían los chilenos, cuyo ejército estaba empeñado en la campaña contra bolivianos y peruanos.
La conquista del Chaco por el Paraguay en ese año de 1879 tiene antecedentes interesantes. Brasil, tradicional aliado de Bolivia, no opuso resistencia a la transacción: ésta valía por una "compensación" a favor del Paraguay, ya que en 1870 grandes áreas de territorio paraguayo habían sido anexadas al Brasil. Y Paraguay estaba tan insolvente en esa época, precisamente en los momentos en que hallaba fuerzas para ganar diplomáticamente el Chaco, que tuvo que vender hasta los objetos de liturgia de sus iglesias para atender las necesidades más urgentes del Estado. Las garras del imperialismo argentino -lo mismo que las del brasileño- estuvieron presentes en todo momento para la expoliación, cuando la gran potencia matriz del imperialismo; Inglaterra, les cedía espacio para dar un zarpazo rapiñero.
A no ser por el interés argentino que apoyaba firmemente al Paraguay, de manera alguna este último, totalmente aniquilado, habría estado en condiciones de obtener una victoria diplomática del volumen de aquella de 1879. A pesar de las discusiones e incidentes hasta el estallido de la guerra, muchos años después, los límites que perduraron entre Bolivia y Paraguay fueron básicamente los establecidos en el tratado de 1879, es decir: el Chaco en su casi totalidad pasó a pertenecer al Paraguay.
En el transcurso de esta situación el Paraguay-auxiliado por el capitalismo argentino- fue gradualmente ocupando el Chaco. Un ejemplo es la empresa argentina de Carlos Casado, que adquirió, como ya se ha visto, 55 mil kilómetros cuadrados de tierras en la región.
BOLIVIA PIENSA OCUPAR MILITARMENTE EL CHACO
La conquista del Chaco por el Paraguay no se redujo a un acto meramente diplomático: después de la victoria incruenta, los paraguayos trataron de confirmar la posesión territorial estableciendo colonias agrícolas y algunas empresas. Por el contrario, Bolivia, en lugar de llevar colonos, prefirió invadir el territorio con puestos militares avanzados que pudieran servir de puntos de partida para una hipotética conquista. Fue un grave error táctico.
El presidente Ismael Montes, naturalmente un militar, envió dos expediciones armadas con la misión de fundar fortines, y así, entre 1904 a 1909, fueron instalados Guachalla y Ballivián. Los gobiernos que sucedieron a Montes continuaron el avance a lo largo del río Pilcomayo, paulatinamente y de manera bien poco práctica. Pero el Chaco nada significaba para Bolivia, por lo menos para el pueblo y la economía: su posesión no era más que una ambición del gobierno, con la vaga esperanza de encontrar una salida al mar, perdida en la guerra contra Chile. Por parte de Bolivia no existió una estrategia meditada y resuelta, una línea de conducta inspirada en las realidades sociales de Bolivia con relación al Chaco.
Las iniciativas bolivianas tuvieron resultados artificiales. Ya hacia 1920, cuando la política de infiltración de Bolivia se hace más clara, los resultados prácticos son ilusorios. A mediados de ese año Bautista Saavedra asume el mando y es quien más fríamente delinea una política para el Chaco, como que antes de llegar al poder había afirmado que "no hay sino una política a seguirse con el Paraguay: el avance paulatino, la posesión metódica y progresiva del Chaco, hasta que un choque de intereses y de posesión traiga una solución aceptable para nosotros". Lo que pretende Saavedra es evidente: ocupar territorios, crear el hecho consumado y consolidar la posesión con una victoria militar. Y puso en ejecución la primera fase de su programa: ocupó territorio. Pero la fase posterior, conservar el territorio ocupado, por medio de la lucha armada, no fue posible. Las contradicciones de la sociedad boliviana, los choques y contra choques políticos y la pésima situación económica -era una nación al servicio de Patiño y de sus minas- no permitieron la coherencia de actitudes político-militares en la ocupación del Chaco.
Para dar una idea precisa de la resolución de Bolivia de conquistar el Chaco por las armas, después de haberlo perdido diplomáticamente, basta transcribir la orden impartida por el presidente Saavedra a los militares el 21 de setiembre de 1922: "Hoy he dirigido un radiograma a Vd. (el coronel Oscar Mariaca Pando) para el establecimiento de nuevos fuertes en los fondos del Chaco, rumbo Este de los Esteros de Patiño, con el objetivo de impedir el avance expansivo del Paraguay y de asegurar nuestra soberanía en ese territorio".
Por este mensaje se ordena a los oficiales bolivianos infiltrarse en el territorio del Chaco y fundar puestos militares a 99 kilómetros más allá de Nanawa, bautizándolos con nombres bolivianos de gran volumen histórico: Aniceto Arce, Presidente Saavedra y General Campero, además de ocupar las misiones evangélicas alrededor de Nanawa. Saavedra pensaba crear de esta manera una situación de hecho: posesión por ocupación y luego guarnición con tropas. Si tuviese que haber confrontación armada, Bolivia se habría adelantado estableciéndose en importantes puntos estratégicos. Pero desde el punto de vista militar la línea de acción determinada por Saavedra resultó positiva sólo teóricamente.
La infiltración en el Chaco mediante puestos militares avanzados, en muchos casos con precarias ligaciones con las bases de abastecimiento y sin el amparo de una población civil, fue continuada por los gobiernos bolivianos posteriores al de Saavedra.
Ahora veamos el proceso en el lado paraguayo.
PARAGUAY ESTABLECE COLONIAS Y UBICA GENTE EN EL CHACO
Paraguay lleva gente civil al Chaco. Aun cuando permite la invasión de empresas extranjeras, abre caminos para que surja una población viviendo y trabajando en el Chaco o, lo que es lo mismo, echando raíces y apegándose a la tierra. Antes que perder el Chaco, manteniéndolo íntegro en cuanto la posesión de las tierras por propietarios nacionales -lo que sería imposible en vista de la dependencia económica de la nación con relación al imperialismo internacional- prefiere "entregarlo" a la especulación de los extranjeros que allí se establecen. De no haber actuado de esta manera, ciertamente los territorios del Chaco paraguayo habrían quedado inexplorados y hoy estarían perdidos. Conscientemente, ante el visible peligro de la infiltración boliviana -lo que ponía en evidencia la resolución de Bolivia- promulgó una legislación específica que facilitaba el establecimiento de empresas (generalmente argentinas, explotadoras de tanino) y estimulando la permanencia de gente civil en el Chaco.
Así fue que los Mennonitas se establecieron en el Chaco. Constituían una secta religiosa protestante, con algunos dogmas que los volvieron odiados en Europa. Tenían prohibido prestar servicio militar -obligatorio en la mayor parte de las naciones europeas- y, naturalmente, no aceptaban luchar con armas (en la guerra). Repudiados por sus dogmas en casi toda Europa, emigraron procurando países que les garantizasen sobrevivencia sin herir sus creencias. Los que llegaron al Paraguay, destinados al Chaco, vinieron de Rusia y, lo mismo que todas las comunidades de conceptos rígidos y dogmáticos, tienen gran fuerza moral y son muy trabajadores. No es necesario poner de relieve que estas cualidades, agregadas a la satisfacción de verse respetados en sus dogmas, crearon en ellos la decisión firme de contribuir al desenvolvimiento del Chaco.
De 1926 a 1932, los Mennonitas se establecieron en tierras adquiridas al latifundista Carlos Casado: eran 634 familias con 4.699 personas, constituyendo 27 comunidades. Una ley especial del Paraguay los eximía del servicio militar.
Era una ocupación efectiva del territorio, fijando gente en el Chaco y no estableciendo puestos militares aislados en el desierto, sin función social y política, a la inversa de lo que estaba haciendo Bolivia. La forma efectiva y racional en que Paraguay ocupaba el Chaco está descripta en La lucha por la tierra en el Paraguay, de Carlos Pastore:
En 1927, había 55 colonias oficiales y particulares, y a fines de 1931, pocos meses antes de iniciarse las operaciones militares en el Chaco, la política de recuperación para el pueblo de las tierras enajenadas desde 1883, daba como resultado la organización de 77 centros rurales de producción agropecuaria, con una superficie total de 228.808 hectáreas, divididas en 17.697 lotes, que distribuidos entre la población campesina, favorecían a 100 mil almas aproximadamente.
En el territorio en litigio, en que la lucha armada se desenvolvió, Bolivia no tenía sino algunos puestos militares avanzados y el Paraguay había instalado colonias, gente que vivía en esas tierras. Aparte de tener a su favor el reconocimiento internacional por el derecho de posesión, lo importante es que había paraguayos en el Chaco y de este hecho surgía la voluntad de resistencia, ya que para el hombre la pérdida del Chaco se traduciría en pérdidas de sus tierras. Pero todavía hay que agregar que la posesión de la tierra por el trabajo se traduce en ventajas tales como el conocimiento del terreno, el apoyo logístico y otras.
Uno de los factores importantes para los desastres militares de Bolivia fue el desconocimiento casi total por parte de sus soldados y de su pueblo sobre el Chaco. Bolivia, con la vida económica y social concentrada en el altiplano, nada tenía que le atrajera en el Chaco: este desierto era hostil al hombre boliviano. Los paraguayos, en cambio, sentían al Chaco como "suelo patrio". Y de esta manera se produjo entonces una interesante paradoja dentro de las contradicciones internas de la sociedad paraguaya: Paraguay, víctima del imperialismo internacional, entregó sus tierras a banqueros extranjeros que posteriormente crearon un sistema feudal de latifundio. Pero fue precisamente esa cesión de tierras, facilitando la posibilidad de instalación de empresas extranjeras en el país, las que condujeron a estas empresas a invertir capitales en el Chaco, donde las tierras eran baratísimas y la mano de obra prácticamente nada costaba. Y es este impulso el que dio "sustancia nacional" al Paraguay para resistir en el Chaco. Fue esa política, inconsecuente en un comienzo, la que acabó siendo manejada con precisión a partir de la década del 20 y dirigida a crear núcleos poblacionales en el Chaco, que pudiesen servir de base para la resistencia ante el avance militar boliviano.
APARECEN EN ESCENA DOS GIGANTES: SHELL Y STANDARD
A partir de la década del 20 el pleito del Chaco es valorado con enfoque marcadamente distinto por cada tino de los interesados: para el Paraguay, se trata de un territorio nacional que es necesario defender para mantener la integridad geográfica de la nación; para Bolivia, es una conquista a hacer, o una "reconquista" en la visión de algunos, con fuerte carga psicológica e irresistible presión emotiva. Desde el punto de vista boliviano, la conquista del Chaco restablecería "el honor nacional" herido con la derrota en el Pacífico. De ahí la frase que dio carácter a la propaganda de Daniel Salamanca, el más "guerrero" de los presidentes bolivianos: "Pisar fuerte en el Chaco".
Estos planteos, ciertamente, no constituyen sino el aspecto formal. Por encima de las luchas y disputas regionales entre Bolivia y el Paraguay, el Chaco está bajo la atenta vigilancia de la Standard Oil y de la Royal Dutch, que necesitan el petróleo, puertos, oleoductos, etc., y tienen en vista un conflicto que se esfuerzan por hacer inevitable porque es la manera más rápida de alcanzar los objetivos que son precisos a sus intereses. Ambas empresas petrolíferas, hechuras de un único sistema de gansterismo, están actuando en todo el mundo donde aparece petróleo. Se alían a uno u otro país, empleando empresas filiales y testaferros, tal como en la Argentina y en el Brasil, y ayudan a provocar la carnicería que se avecina.
El Chaco no es solamente un territorio disputado por dos naciones subdesarrolladas: si fuese así, la guerra no podía durar seis meses. Los organismos internacionales conseguirían detener a los beligerantes cortándoles la provisión de armas, es decir, negándoles financiamiento para gastos bélicos, pero el dinero suficiente para alimentar los gastos de guerra jamás fue negado a los dos países insolventes. Los banqueros ligados a la Standard y a la Shell se interesaban en proveer de dinero a Bolivia y al Paraguay, respectivamente, y en ocasiones en que el dinero es necesario con urgencia, cuando no hay tiempo para negociar empréstitos en los bancos ingleses o norteamericanos, será la propia Argentina quien los facilite, como lo hizo tres o cuatro veces con el Paraguay.
Si la guerra del Chaco no tuvo como causa exclusiva o única el petróleo, fue posible sólo por el petróleo, lo que será desarrollado en un capítulo especial.
La coyuntura internacional creaba condiciones "favorables" para la guerra en el Chaco: a partir de la crisis de 1929, como consecuencia de los problemas que la legislación en los Estados Unidos creaba sobre los trusts petroleros desde 1911, las empresas sintieron necesidad de expansión al extranjero y se extendieron al Oriente Medio y a América Latina. Todavía no se sabía que el Oriente Medio sería una mina de inmensos yacimientos y por tanto el Chaco se volvió una obsesión, especialmente para la Standard Oil del grupo Rockefeller y despertó igualmente la codicia de la Shell, que ya por entonces estaba actuando en la Argentina.
Se sumaron a esto los desaciertos internacionales de Bolivia ante el militarismo paraguayo y tal vez de manera de provocar consecuencias más apresuradas apareció también la inestabilidad del gobierno de Daniel Salamanca. Sobre todos estos ingredientes, los intereses de los trusts petroleros. Del conjunto de esta acumulación de causas, sólo podría salir la guerra.
Tomándose en consideración nada más que uno de los elementos, el petróleo, la guerra no sería posible: faltarían "incentivo" y financiamiento. Pero está el juego de intereses internacionales. Y el propio Daniel Salamanca decía en carta al jefe de estado mayor en 1932, que la guerra sería hecha por causa de "las complicaciones internacionales" y acusa al Paraguay de "atizar la tormenta internacional" que se armaba contra Bolivia.
Antes de que Salamanca iniciara su propaganda guerrera, el presidente Siles ya proveía de combustible a la hoguera, incentivando el ambiente caldeado, que sería aún más inflamado por los intereses petroleros. En 1928, en un gran discurso que pronunció Siles en Oruro, este presidente boliviano dejó bien marcada la carga emocional que impulsaba la política exterior de Bolivia con relación al Chaco:
Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos compensar con una guerra victoriosa, para que el carácter boliviano no se haga día a día más pesimista. Así como los hombres que han pecado deben someterse a la prueba del fuego para salvar sus almas en la vida eterna, los países como el nuestro, que han cometido errores de política interna y externa, deben someterse a la prueba del fuego, que no puede ser otra que la guerra con el Paraguay.
La trascripción de este discurso de Siles en un capítulo que no trata todavía de la eclosión de la guerra, es sólo al efecto de destacar la alienación del pueblo boliviano y del propio gobierno, sobre el Chaco. Este territorio nada representa para Bolivia dentro del contexto geográfico, social y económico de la nación. Es apenas un medio de obtener una salida fluvial que lleve al mar, y esto cuando las reivindicaciones son más lúcidas. Si se prefiere, el motivo de autoafirmación nacional de "la honra herida" en la guerra del Pacífico sirve para que gobernantes de mente desviada y militares torpes invoquen la necesidad de una "prueba de fuego" para demostrar que no son cobardes ni débiles ni conducidos por estulticia...
Todo esto no impide, ciertamente, el endurecimiento de una situación que conduce a la lucha armada y está actuando simultáneamente otro elemento poderoso: el petróleo. Sin el elemento-causa, representado por el petróleo, la salida al mar podría ser conseguida a través de esfuerzos del Brasil y de la Argentina, que prácticamente dominaban la política exterior del Paraguay y de Bolivia.
Resumiendo: para desgracia del Paraguay y de Bolivia, el Chaco es una región geográfica en que hay petróleo. Y por este motivo, al mismo tiempo que los trusts niegan la existencia de este mineral en el subsuelo del Chaco, estos mismos trusts se encargan de financiar los respectivos ejércitos para que dos pueblos hermanos se maten a fin de engordar los lucros de la Standard Oil y de la Shell.
CAPITULO IX
EL TRUST PETROLERO: DE LA RAPIÑA DIPLOMÁTICA
AL PURO Y SIMPLE ASESINATO
QUIÉN PRETENDE NEGARLO, CONFIRMA LA INTERVENCIÓN DE LOS TRUSTS PETROLEROS EN LA PROVOCACIÓN DE LA GUERRA
Yo. -La Standard, gracias a la estupidez de los políticos bolivianos, no se siente ligada a la guerra ni a la suerte de Bolivia, sino a las consecuencias que le convengan. La Standard, negro dios petrolífero, verá impasible morir a los indios bolivianos al pie de sus torres de acero, entretanto que el gobierno boliviano -que ante el mundo aparece como su socio- no sólo no recibe ayuda pecuniaria sino que debe comprar gasolina de la Argentina, el Perú y los Estados Unidos para defender esos pozos. ¿Qué le parece?
Él. -Increíble. Esto no lo debe saber el doctor Salamanca.
Yo. -Lo sabe, pero no le importa. Su inexpugnable egolatría le lleva a caer cándidamente en el lazo tendido por los agentes provocadores paraguayos. Mira en el conflicto del Chaco únicamente un alinderamiento entre Bolivia y el Paraguay y no el motor que empuja a los soldados guaraníes desde los bufetes de Buenos Aires contra los soldados bolivianos que, a su vez, defendiendo realmente un patrimonio territorial, resultan defendiendo virtualmente los petróleos de la Standard, gratis.
Él. -(Con melancolía) Gratis... Así debe ser. Yo no he recibido un céntimo hasta el día de mi trágico fallecimiento. Yo. -El gobierno tampoco. La Standard se ríe de Bolivia, no aventura nada y espera el resultado de la guerra para negociar con el vencedor.
Él. -¡Eso es intolerable! Dígame a quién hay que apretarle el cuello.
Yo. -¿Sabe usted, desdichada osamenta, quién es la Standard? Algo múltiplo y ubicuo como los dioses de la teogonía hindú. En el terrible arcano de sus oficinas, ¿a quién ahorcaría usted, y por qué? La Standard no está obligada a sernos leal. Ella sólo puede ser fiel a sus pozos, y su gansterismo es tan peligroso para nosotros como lo son para el Paraguay los Casado, los Sastre y la Royal Dutch Shell.
Una vez más Augusto Céspedes, en su diálogo de dos calaveras en el Chaco, explica la acción de la Standard con relación a la guerra. Y nada de positivo hay en que la calavera que no recibió un céntimo "hasta el día de mi trágico fallecimiento" pretenda apretar el pescuezo de alguien: La Standard Oil, "el negro dios petrolero", es inalcanzable para la rebelión de las calaveras...
Existen muchas evidencias de la presencia de la Standard detrás de la guerra. Una de las más conocidas e interesantes es el empeño de testaferros como Spruille Braden en negar esta presencia. Antes, durante y después de la guerra, no son escasas las pruebas que ponen en claro la rapacidad de los trusts petroleros. La imprecisa aparición diplomática de Spruille Braden al frente de la delegación de los Estados Unidos en Buenos Aires, era denunciada claramente en Asunción como una tentativa de la Standard Oil de obtener ventajas en el tratado de paz que se estaba negociando. Muy poca gente consideraba a Spruille Braden como un diplomático: era sabido que siempre tuvo conexiones con la Standard Oil y, a pesar de esto, la delegación paraguaya jamás protestó procurando impedir la presencia de Braden en las conferencias de paz.
El lenguaje de Braden en sus memorias es de un acucioso abogado de la Standard. Comentando la expropiación sufrida por el trust en Bolivia, expresa:
Tengo razones para sospechar que Saavedra estaba detrás de este movimiento, pero de cualquier manera Hull envió dos mensajes a Finot (Nota: ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia) protestando por este acto. Finot me dijo posteriormente que si Hull hubiese insistido, las propiedades habrían sido devueltas de inmediato, particularmente porque la razón alegada para justificar la expropiación era, como mínimo, aparentemente deshonesta.
Esta afirmación de Braden es digna de ser analizada desde varios ángulos. Primero, que al citar a Saavedra, es evidente que Spruille Braden reconoce en él -lo que vale decir, en la Argentina- un enemigo de la Standard, y esto conduce a admitir que Saavedra Lamas es un agente del enemigo real: la Royal Dutch Shell que se alió a la Argentina en el apoyo ofrecido al Paraguay. Segundo y no menos importante, es el hecho de que Braden acompañaba de cerca toda la acción de la Standard Oil en Bolivia y, lo que es todavía de mayor importancia, que trató todo el asunto directamente después de producido el hecho, con el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia. La importancia mayor está en que Finot, el ministro boliviano, conforme a la deposición de Braden, está alineado en los intereses de la Standard: habría sido suficiente, dice, que el secretario de Estado Cordell Hull insistiese y la expropiación habría sido cancelada de inmediato.
El interés de Spruille Braden por el petróleo boliviano está demostrado por él mismo en sus memorias:
Cuando ocurrió la segunda mudanza de gobierno en Bolivia (Nota: después de la guerra) el consejero militar de la delegación boliviana en Buenos Aires fue llamado a La Paz y nombrado ministro de Minas y Petróleo. En consecuencia, hice gestiones con el jefe de la delegación boliviana y el embajador para que me ofreciese un almuerzo con el nuevo ministro de Minas y Petróleo. El nuevo vicepresidente boliviano, que estaba también en Buenos Aires, también estaría presente. Para tener apoyo a mis argumentos, conseguí que mi colega brasileño, informado a tiempo, se hiciera igualmente presente.
Como activísimo perro guardián de los intereses de la Standard Oil, Spruille Braden no podía perder la ocasión de insinuarse al nuevo ministro boliviano. Y, naturalmente, se hace acompañar con su aliado brasileño Rodríguez Alves (hijo) para apoyar sus argumentos. Y Spruille Braden continúa relatando:
Pasamos toda la tarde, hasta casi las 5, discutiendo el asunto y ambos, el nuevo vicepresidente y el ministro, aceptaron procurar que se devolviese las propiedades a la Standard Oil. Informé esto a Washington y a los representantes de la Standard en Buenos Aires, pidiéndoles que lo hiciesen saber a sus ejecutivos en Nueva York.
Es evidente que la paz del Chaco, "considerada" por Spruille Braden, persigue una meta principal: alcanzarla de manera de garantizar la integridad de la posesión de los pozos de la Standard Oil en Bolivia. Por cierto que Braden censura vehementemente la falta de energía de los ejecutivos de la Standard Oil para recuperar sus propiedades y así, cuando su amigo Ham Metzger, vicepresidente de la Standard Oil of New Jersey, pasó por Buenos Aires camino a La Paz, donde iba a negociar con el gobierno boliviano, escuchó de parte de Spruille Braden un duro sermón, porque se dirigía a la capital andina sin poderes suficientes para liquidar de una vez la cuestión:
Le pregunté si iba como vicepresidente de la S. O. of New Jersey o de la Standard Oil de Bolivia y me contestó que viajaba sin ningún título y sin poder alguno. Le observé que ese comportamiento era perfectamente fútil: si pretendía llegar a alguna solución debía tener posición y poderes. Le expliqué con precisión mi acuerdo con el ministro de Minas y Petróleo y el vicepresidente, expresando a Ham que no había dudas de que las propiedades podían ser devueltas y la S. O. colocada de nuevo en el lugar que había ocupado anteriormente, sin otros gastos y sin problemas, y agregué que inmediatamente comunicaría esto a sus superiores en Nueva York.
La evidencia surge con sólo leer lo escrito: Spruille Braden comprueba todo lo que se ha afirmado en este libro. Es un testaferro de la Standard Oil y pone de relieve, principalmente, que el servicio diplomático de los Estados Unidos está al servicio de los trusts petroleros norteamericanos. Y aún más; confirma que en el almuerzo con los bolivianos consiguió la devolución de las propiedades de la Standard Oil "sin otros gastos y sin problemas" y, como si faltara algo, agrega que el vicepresidente de la Standard Oil of New Jersey viaja a La Paz sin saber que todo el problema está solucionado y llega a Buenos Aires, donde se encontró con Braden y tuvo que escuchar su sermón, sin estar investido de autoridad para representar a la Standard Oil de Bolivia...
Spruille Braden está tan íntimamente ligado a la cúpula del negocio petrolero que se permite tratar a Ham Metzger como a un chiquillo ingenuo y lo "despacha" para hacer su trabajo en La Paz, encargándose él, Braden, personalmente, de llevar a conocimiento de sus patrones en Nueva York que todo está solucionado.
Pero además de lo que se ha dicho, hay todavía algo más, mas, siempre revelado por Spruille Braden.
LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS ES MÁS REALISTA QUE EL REY: SU MAJESTAD ES LA STANDARD
Ham Metzger se mostró muy incompetente para retomar el petróleo de los bolivianos. Braden dice en sus memorias que durante varios meses "se olvidó" de la Standard y de sus problemas en Bolivia, ya que había dejado todo acomodado con el nuevo gobierno boliviano. Cuenta que, habiéndose encontrado con el ministro de Minas y Petróleo de Bolivia en una recepción, escuchó con la sorpresa consiguiente, decir al ministro:
Señor embajador, he procurado varias veces dar solución al asunto de la S. O. y aún tengo la aceptación a todas las condiciones para que la S. O. retome su antiguo status quo. Pero cada vez que tenía arreglado el problema con el gabinete y el Congreso para aprobar el acuerdo sugerido, no fije posible llevarlo hasta el final. Estoy disgustado por no haber mantenido el acuerdo con Vd., pero la falta no es mía sino de las demoras y otros inconvenientes causados por la S. O.
Se desprende de esta exposición, inclusive, la disculpa del lacayo boliviano que no pudo servir bien a su amo y se excusa. Braden queda irritado y, siempre en sus memorias -que más parece un mea culpa de la diplomacia del imperialismo del petróleo que los recuerdos de un diplomático al servicio de la nación que representa- cuenta lo que hizo:
Aquella misma noche hice que Metzger viniera a la delegación en que yo me hospedaba. Me explicó que su empresa estaba dispuesta a aceptar ciertos pagos sustanciales al gobierno boliviano a fin de concertar una solución. Le expliqué que no había problema de ninguna clase y que todo el asunto podía tener solución sobre cualesquiera de tales bases. Informé a Washington de todas mis conversaciones. Pero de nuevo transcurrieron los meses y nada hizo la S. O.
Una vez más queda en evidencia que Washington está interesada en el dominio del petróleo boliviano por la Standard Oil: el Departamento de Estado y toda la diplomacia actuante de los Estados Unidos están identificados plenamente con la Standard Oil. Y esto se prueba fácilmente con la deposición de Spruille Braden:
Finalmente, después de que obtuvimos el Tratado de Paz y se pronunció el Laudo Arbitral, regresé a los Estados Unidos. Durante ese período provisorio, Summer Welles y algunos de nuestros oficiales en Washington intervinieron y forzaron un acuerdo nada satisfactorio sobre la Standard Oil.
El lenguaje de Braden no es poco importante: "después que que obtuvimos el Tratado de Paz", comenta textualmente, lo que demuestra con claridad la disposición de los Estados Unidos, ya por entonces la nación que más interés tenía en el Chaco, pues la Standard Oil ya había recuperado el petróleo que se le había expropiado, e igualmente había conseguido una paz que satisfacía sus intereses. Pero la "velada acusación" de Braden a su jefe Summer Welles de que se había alcanzado un acuerdo menos ventajoso que el anteriormente concertado con el ministro de Minas y Petróleo, fue justificada posteriormente.
En un almuerzo que sus patrones de la Standard Oil le ofrecieron (con la asistencia de todo el personal directivo y de su presidente), se quejaron de la "deshonestidad" de los bolivianos, que habían pedido elevadas compensaciones a cambio de entregar de nuevo el petróleo a los norteamericanos. Spruille Braden, conocedor del servilismo de los lacayos que siempre están a órdenes de los amos imperialistas traicionando los intereses nacionales, les explicó toda la historia. Según cuenta Braden, de ahí en adelante los directores de la Standard deberían tener cuidado de que en vez de "manejar tales cuestiones desde un escritorio de “Nueva York", tuviesen "un representante competente y debidamente autorizado en el país para tratar con ellos directamente". En este caso, los bolivianos, se entiende.
Esta larga crónica de los acontecimientos, que muestra a Braden envuelto en los intereses petroleros que a su vez envuelven a Bolivia y al Paraguay, tan sólo pretende demostrar hasta qué punto sobraban razones para que la Standard Oil tuviera interés en financiar la guerra del Chaco, aunque fuera indirectamente. En renglones adelante se verá a la Royal Dutch Shell desarrollando idéntica tarea con el Paraguay.
De no ser por estas intervenciones la guerra no habría sido posible, por la absoluta falta de dinero y, en todo caso, su duración no habría podido alcanzar más de seis meses, a no ser que paraguayos y bolivianos peleasen a pedradas...
Las preocupaciones de Spruille Braden no se limitan ciertamente a la defensa de los intereses concretos de la Standard Oil: cuando intuye que hay un peligro hipotético en perjuicio del futuro de la Standard, Braden se adelanta a localizarlo y a anularlo. Por este motivo decía de Saavedra Lamas que éste usaba de la Conferencia de Paz con fines de intriga entre Bolivia y el Paraguay, si bien Braden no tuvo el coraje suficiente para denunciarlo como su opositor, es decir, como testaferro de la Royal Dutch Shell.
¿Qué temía Braden? Pues precisamente temía que las intrigas de Saavedra Lamas llevasen a la Argentina (entiéndase: la Royal Dutch Shell) "a extender su control sobre todo el Chaco y aun a Bolivia". Es que Spruille Braden ha comenzado a detectar las acciones de Saavedra Lamas que podrían, conforme a sus temores, separar el Chaco tanto del Paraguay como de Bolivia, y facilitar la conquista argentina de los territorios petrolíferos.
Hasta llegó a firmar un convenio con Bolivia, durante la conferencia, con referencia a un ferrocarril financiado por la Argentina, que partiendo de Yacuiba iría por el sudeste de Bolivia hasta Santa Cruz de la Sierra, la segunda ciudad mayor de Bolivia. Este proyecto fue estudiado por David Alvéstegui, jefe de la delegación boliviana, quien me dijo que era el primer paso para el desmembramiento de su país por la Argentina, lo que llevaría sin duda a una guerra general contra la agresión argentina.
¿Por qué Spruille Braden se preocupa? Porque un hipotético desmembramiento como el anunciado conduciría a la pérdida de lo que la Standard Oil tenía ganado en Bolivia. Pero Braden encuentra aliados, porque el Brasil tiene también miedo, un miedo mórbido, a un avance argentino sobre Santa Cruz de la Sierra, región señalada por importantes yacimientos de petróleo y gas natural.
Textualmente, comenta Braden:
Rodríguez Alves se convenció de que Saavedra Lamas intentaba proponer un acuerdo territorial en el Chaco, hasta que pudiese asegurar al máximo la influencia argentina sobre el Paraguay y Bolivia. Especialmente el control argentino sobre Santa Cruz y las regiones petrolíferas (...)
Ahora y siempre, el petróleo es el móvil de los actos de Spruille Braden, aun en los casos de un peligro hipotético. O de una amenaza cuya existencia se sospecha como factor negativo en el equilibrio tan necesario para el dominio de los trusts petroleros.
Finalmente, la acción de Spruille Braden, el representante del Departamento de Estado de los Estados Unidos en la conferencia de paz en Buenos Aires para gestionar un tratado entre el Paraguay y Bolivia, demuestra con una exactitud precisa y cristalina cómo son defendidos sin el menor escrúpulo los intereses de la Standard Oil. Pero las evidencias y pruebas no concluyen en Spruille Braden.
BOLIVIA ESTÁ EN LAS MANOS DE LA STANDARD, AUN CUANDO HA EXPROPIADO LA EXPLOTACIÓN
Bolivia ha pasado a convertirse en una presa de la Standard Oil a partir de 1920, cuando concedió a la compañía de Rockefeller cuatro millones de hectáreas para perforar pozos, y es precisamente éste el momento en que la situación litigiosa en el Chaco se desequilibra, tomando la tendencia hacia la lucha armada: las inversiones de la Standard Oil en el territorio que limita con el Chaco fortalecen la posición agresiva de Bolivia. La vieja reivindicación de una salida al mar, ahora se respalda en un fuerte aliado, la Standard Oil, que pretende exportar su petróleo. Pero esta reivindicación no expresa la verdad completa: la lucha que la Standard instiga y apoya no es tan sólo para asegurar una salida al mar, lo que sería una solución fácil, sino para la conquista de territorios donde se pudiese buscar más petróleo. Se podría preguntar por qué esa conquista es necesaria y por qué la empresa no trata simple y directamente con el gobierno paraguayo la explotación de petróleo en el Chaco. La respuesta es simple: el Paraguay tiene sus pretensiones, que están al servicio de la Royal Dutch Shell que, por su parte, se ha adueñado firmemente del país por intermedio del subimperialismo argentino. En carta a su embajador en Buenos Aires, Vicente Rivarola, el presidente del Paraguay Eusebio Ayala afirmó en 1934 que "existe la más seria sospecha de que la guerra del Chaco fue causada por la necesidad de dar una salida a los productos por un oleoducto controlado exclusivamente por la Standard Oil".
Esta afirmación, hecha por el presidente del Paraguay, que hace más de dos años viene haciendo la guerra, es insólita: es una afirmación, en lenguaje directo, alertando al embajador que está actuando en el centro mismo de los acontecimientos, en el punto en que son resueltos los problemas del petróleo mientras los soldados paraguayos y bolivianos están tiñendo de sangre el suelo americano en beneficio del imperialismo más grotesco. El presidente Ayala, después de denunciar que la Standard Oil está influenciando a los países americanos (entre los cuales cita a Brasil) para apoyarla en la pretensión de asegurarse un puerto boliviano sobre el río Paraguay, afirma:
Se piensa que para el Paraguay y para otros países vecinos la instalación de la Standard Oil en territorio propio del interlard sería una fuente de graves riesgos. Se sabe lo que ella ha hecho en otros países: corromper, explotar impiadosamente, no realizar sino obras que sirven al progreso de sus propias industrias, crear problemas sociales prematuros y luego llevar sus bártulos y mudarse a otra parte.
Recuerda Ayala que se debe convencer a la Standard de que ella debe desistir de la idea boliviana de obtener un puerto sobre el río Paraguay, de que la Argentina no se opondría al paso de un oleoducto por su territorio. Y toca la herida, el peligro real, afirmando: "La salida por el Alto Paraguay del petróleo boliviano, colocará en malas condiciones de concurrencia a Yacimientos Petrolíferos Fiscales". Lo que se dice en otros términos: es el temor bien fundado de que la Standard Oil buscará anular la compañía petrolera incipiente en el Paraguay. Queda así bien claro por qué se está haciendo la guerra.
En otro tópico de la misma carta, Eusebio Ayala agrega a Rivarola:
La Standard Oil ayuda a Bolivia pero sin ánimo de inmiscuirse en la política. Bolivia posee alrededor de ocho millones de hectáreas de los más ricos terrenos petrolíferos. Se trata de una fortuna fabulosa que haría de la zona uno de los mayores centros de producción del mundo. La Standard Oil no reveló al gobierno boliviano toda la inmensidad de la riqueza del subsuelo.
Veremos más adelante que el Paraguay poseía más datos sobre el petróleo boliviano que la propia Bolivia: el espionaje paraguayo consiguió en los escritorios de la submetrópoli argentina la información que era negada a los bolivianos. La actuación directa de la Standard financiando la guerra está demostrada por Eusebio Ayala también en el siguiente trecho:
De los ocho millones de hectáreas, la Standard Oil tenía antes de la guerra concesiones sobre más o menos 600 mil (...) Durante la guerra adquirió la casi totalidad de los yacimientos, pagando grandes sumas que Salamanca invirtió en armamento.
Hay mucho que se puede extraer de las afirmaciones de Eusebio Ayala: una de ellas es que, mientras luchaba formalmente contra las amenazas de "expropiación" que el gobierno boliviano haría de sus propiedades, la Standard compraba más tierras para explorar y explotar, y pone en claro por qué, como se vio anteriormente, Spruille Braden tuvo tantas facilidades que en un simple almuerzo -después de la guerra, en Buenos Aires- consiguió que el ministro de Minas y Petróleo devolviese las propiedades "expropiadas". Evidentemente, porque la Standard, financiando la guerra, pagó un alto precio y apenas recibía, en el momento preciso, su mercadería de vuelta. En una sola jugada la Standard Oil fortalecía "su" ejército y garantizaba al gobierno aliado las propiedades que le serían "expropiadas".
Pero todas las transacciones en ese proceso imperialista de conquista de riquezas de la América Latina implican una serie de contradicciones que sólo hieren los intereses de los expoliados. Ahora continuemos con la importante deposición de Ayala:
Entre el gobierno boliviano y la Standard Oíl no existe un perfecto entendimiento respecto de la explotación (de los Yacimientos petrolíferos). El primero desea que se explote cuanto antes y con el máximo rendimiento, con el objetivo de cobrar las regalías contratadas y fortalecer de esta manera sus finanzas. Por su lado, la Standard Oil no tiene el menor interés en una pronta explotación, siendo su propósito mantener los yacimientos bolivianos corno reserva para el futuro.
Naturalmente, los intereses de Bolivia y los de la Standard se contraponen: el petróleo del Chaco sería mantenido como reserva para malos días futuros y esta era una política tradicional de los trusts petroleros, ahora más necesaria por la posibilidad evidente de un conflicto mundial, como en verdad ocurrió. Al respecto, no está demás acentuar que fue a consecuencia de informaciones seguras de que estallaría un conflicto mundial en Europa que Spruille Braden fue enviado a Buenos Aires para obtener un tratado de paz que hiciese permanecer el Chaco como reserva de petróleo de los Estados Unidos. Quien determinó esta política fue el propio presidente Roosevelt, según se confirma en el capítulo XIX de las memorias de Braden.
Nada pues es casual: todo está muy bien previsto. Bolivia, ingenuo instrumento en manos del capitalismo internacional, tiene que someterse a los deseos de la Standard Oil y no explotar su petróleo. Por tanto, está condenada a la miseria y tiene que contentarse con la expoliación de su única riqueza: el estaño de la Patiño Mines, ya en la órbita de Wall Street.
Y de igual manera en el Paraguay. La Standard Oil perforó pozos, descubrió petróleo en el Chaco paraguayo, pero cerró los pozos y los mantiene cerrados: ni siquiera informó al gobierno de sus potencialidades.
UN CHANTAJE BOLIVIANO PARA CONSEGUIR DINERO DE LA STANDARD
Resta ahora saber por qué Bolivia expropió a la Standard Oil o, mejor dicho cesó la concesión. La respuesta sólo se obtiene en el análisis de las contradicciones inherentes al sistema expoliativo impuesto a la América del Sur. La "expropiación" sólo fue comenzada a plantear en 1935, casi al final de la guerra. Carlos Calvo, embajador de Bolivia en el Brasil después de la separación del presidente Salamanca, entró en contacto con el representante de la Standard Oil en Río de Janeiro, Thomas R. Armstrong, y le pidió un préstamo. La Standard se negó y entonces vino la represalia de Tejada Sorzano, quien había sustituido a Salamanca en la presidencia, que se tradujo en la "expropiación" de la compañía norteamericana. La confirmación del hecho es descaradamente confesada en una declaración textual del presidente boliviano, quien con total ausencia de pudor habla del pedido de ayuda financiera a la Standard Oil por intermedio del representante diplomático en el Brasil y de la inconsecuencia de la represalia:
El gobierno, ante la negativa de la compañía a ayudar al país económicamente, estima que la riqueza petrolífera del oriente boliviano, que se está defendiendo con extraordinarios sacrificios, debe quedar en beneficio del país y no en provecho de la Standard, tan notoriamente hostil a nuestra causa. Consecuentemente, tiene en proyecto una resolución que ahora está en estudio de especialistas jurídicos, para declarar la cancelación de los derechos de la compañía.
Se destaca en esta exposición la claridad de la afirmación de Tejada Sorzano: "riqueza petrolífera del oriente boliviano (...) debe quedar en beneficio del país y no en provecho de la Standard". La amenaza boliviana, que tiene el peso de un chantaje, ineficaz, desde luego, porque ya la Standard ha obtenido lo que quería, se concreta el 13 de marzo de 1937 durante el gobierno del corrompido e irresponsable coronel David Toro, pero nada de todo esto es un hecho real. Como ya se vio, Spruille Braden tramó -es el término-1a devolución de todas las concesiones a la Standard.
Este episodio sirve mejor para descubrir en beneficio de quien Bolivia defendía el petróleo cuando Tejada Sorzano pone al desnudo, humillantemente, la dependencia de Bolivia de los grandes financistas de la guerra...
De todo esto se destaca también un hecho muy importante. Hacía más de un año que Bolivia ya tenía perdida la guerra. Continuarla servía solamente para hundir económicamente al país y para enlutar todavía más al pueblo. Habría sido más cuerdo que la paz fuese hecha un año antes, en junio o julio de 1934. La victoria del Paraguay era inevitable (Estigarribia la presentó como una ecuación matemática) y cuanto más durase la guerra más riesgos corría Bolivia de perder territorios. Sin embargo, de la situación de tener perdida la guerra, nunca impidió el financiamiento a los militares bolivianos para satisfacer sus mórbidos intereses.
¿Y por qué no faltó ese dinero? Porque en 1934 la Standard Oil no tenía todavía definida su situación. La situación de Bolivia, considerada militarmente, estaba clara: la derrota era inevitable y ya irreversible, pero los intereses de la Standard Oil todavía corrían riesgos y por eso se continuó la guerra hasta límites insoportables, en cuanto era necesario definir sus derechos, principalmente en la falda de los Andes, como se verá más adelante, y se detuvo la guerra abruptamente, con el corte de todo financiamiento, cuando todo se había definido entre bastidores en favor del trust norteamericano.
Toda la clásica máquina de rapiña del proceso expoliativo que se comete contra los pueblos latinoamericanos estuvo presente en esta sórdida lucha por el petróleo del Chaco.
El esfuerzo que se haga para negar la responsabilidad de la Standard Oil y de la Royal Dutch Shell en la eclosión y en el sostenimiento de la guerra, es pues enteramente inútil. Nada se gana -como la diplomacia norteamericana tanto se esfuerza- acusando de comunistas a todos aquellos que denunciaron la presencia de los trusts petroleros en el proceso de la guerra. Y para comprobar esta complicidad no es necesario apelar a los hechos escandalosos originados en esa guerra, entre otros el asesinato del senador Huey Pierce Long, que denunció en el Congreso de los Estados Unidos el 30 de mayo de 1934 las actividades criminales de la Standard Oil en la promoción de la guerra.
EL SENADOR LONG DENUNCIA AL IMPERIALISMO Y ES ASESINADO
Huey Pierce Long, sellador norteamericano, fue quien denunció en el Congreso de los Estados Unidos que el empréstito de 23 millones de dólares que Bolivia consiguió en 1928, que condicionaba una reducción del ejército boliviano (exigencia formal que jamás fue cumplida), sólo se hizo posible con el aval de la Standard Oil. También el llamado empréstito Dillon Reed tuvo origen parecido y llegó a Bolivia en el mismo año que el anterior, cuando se había resuelto desatar la guerra.
La denuncia de Huey Pierce Long se hacía en 1934 y era expresada directamente desde la tribuna del Senado de los Estados Unidos. El senador Long detalló toda la trama de la obtención del empréstito, inclusive las cláusulas estableciendo la reducción del ejército para no levantar sospechas, con la intervención de la Standard Oil y de sus testaferros. En su denuncia del 30 de mayo de 1934 en el Congreso de los Estados Unidos, el acusador Long afirmaba:
Deseo que me escuchen al respecto de lo que está ocurriendo con la guerra paraguayo-boliviana. Como sucede habitualmente, son las fuerzas de la finanza imperialista las responsables de la guerra. (...) Tengo en mis manos un breve memorando que muestra la significación de la guerra a que me estoy refiriendo. Sólo últimamente se practicó una explotación considerable del petróleo en lo que se conoce como "área del Chaco" en el Paraguay.
(...) La Standard Oil Co. of New Jersey, corporación americana promotora de revoluciones en América Central, América del Sur y México, consideró necesario poseer territorios en el Chaco desde el momento en que deseó obtener concesiones de explotación de petróleo. El territorio del Chaco pertenece al Paraguay como resultado de antiguas convenciones y ha sido considerado como integrante del territorio de este último país desde tiempo inmemorial, tanto que prácticamente, no hay persona con uso de razón que pueda admitir cualquier duda sobre a quién pertenece el Chaco.
Pero, Sr. Presidente: se descubrió petróleo en el Chaco y en Bolivia. Parece que costará mucho dinero llevar el petróleo de la Standard Oil a la parte más profunda del río Paraguay y por este motivo esta empresa necesita instalar un oleoducto en dirección a las aguas navegables del citado río, pero no quiere admitir las condiciones exigidas por el gobierno paraguayo.
Y no es solamente esto. El territorio del Chaco es también rico en recursos naturales y probablemente en depósitos minerales. Todo esto hizo que se desencadenara una guerra, ¿financiada por quién? La guerra es entre Bolivia, nación de unos 3 millones de habitantes, y Paraguay, cuya población no alcanza un millón, de los cuales una gran proporción está empleada, en ciertas épocas, en los países vecinos en tareas de siembra y recolección agrícolas. La Standard Oil Co. de los Estados Unidos y otros intereses a ella ligados, son culpables de promover esa guerra y de proveer de fondos a Bolivia, sin otro propósito, bajo el sol de Dios, que arrebatar el territorio de aquel pequeño país sudamericano al que Estados Unidos de América declaró dueño del Chaco. Una y otra vez, América ha juzgado el litigio y comprobado que el territorio en cuestión es paraguayo (...)
¿Qué sucede? Sucede, según me informan personas que tienen motivo para conocer las cosas, que Bolivia, mediante la ayuda de la Standard Oil Co. se proveyó de abundante material de guerra y de los combustibles necesarios para una guerra ofensiva contra el Paraguay.
El coronel de reserva del ejército de los Estados Unidos, Philip de Ronde, que vivió largos años en el Paraguay tomando parte en la guerra, comenta sobre el empréstito conseguido por la Standard Oil a favor de Bolivia, justamente cuando el mundo y particularmente el mercado financiero de Nueva York estaba en vísperas de una de sus mayores crisis:
Ciertamente, los banqueros de Nueva York que adquirieron los bonos del empréstito boliviano y los pasaron al despreocupado público norteamericano de 1926 a 1929, se verían metidos en camisas de once varas para explicar cómo se habían embarcado en una empresa que los más bisoños negociantes sudamericanos se habían negado a aceptar. Desde algunos años antes las garantías del gobierno boliviano habían fallado en el pago de intereses y amortización del capital y su valor en la plaza había descendido a menos del 10%, lo que constituye un barómetro descendido de un problemático futuro. Y más: los prestamistas podían inquirir, con toda razón ¿cómo es que Bolivia, si de hecho no puede hacer frente a las obligaciones de los bonos del empréstito, puede lanzarse a una costosa guerra de agresión?
La respuesta a la pregunta de De Ronde es simple: Bolivia solo conseguía los empréstitos, porque quien negocia e influye en el mercado financiero de Nueva York es la misma Standard Oil, que forma parte del grupo Rockefeller, el cual, entre otros institutos bancarios, manipula el Chase Manhattan Bank. En este caso específico, el famoso empréstito Dillon Reed que abrió las compuertas de la guerra, tenía como una ironía una cláusula por la cual Bolivia se obligaba a la reducción de sus fuerzas militares.
En el episodio en que se denuncia a la Standard en el Senado de los Estados Unidos como promotora de la guerra, se verá una prueba más del gansterismo de los petroleros.
Una denuncia de este orden era común en Bolivia, corría con facilidad en toda Europa y era motivo de charlas de esquina en Buenos Aires y en Asunción, pero la "opinión pública" de los latinoamericanos carecía de valor para los Estados Unidos. Ahora, si la Standard Oil era acusada como agente de guerra ante el pueblo de los Estados Unidos, la cuestión cambiaba de aspecto: sería peligroso para la propia empresa en sus relaciones con el gobierno de Roosevelt. Sería un gran escándalo y entonces se hace necesario acallar estas denuncias y, más que nada, silenciar al hombre que las hacía en el recinto del Senado.
Y esto último fue llevado a cabo: poco tiempo después de hacer la denuncia pública, el senador Huey Pierce Long fue asesinado a tiros de revólver al descender las escaleras del Congreso en Washington. Los asesinos escaparon y nunca fueron encontrados.
Sólo memos ingenuos y cínicos descarados podrían afirmar que no fueron los elementos de los trusts petroleros quienes lo hicieron matar: la "mafia del petróleo" había encontrado la solución extrema para acallar las denuncias, recurriendo simplemente al asesinato. Después danzó sobre el cadáver, propalando que Long era un "hombre venal" que ya había tenido varios enredos con la Standard Oil precisamente por esa venalidad, y poco después se hizo una cortina de silencio en la prensa. Naturalmente, la policía y el propio Senado no investigaron a fondo el asesinato.
LOS HECHOS PRUEBAN QUE LA STANDARD INSTIGO LA GUERRA
Para comprobar que la Standard Oil era la principal interesada en la guerra, no es necesario recurrir a los "comunistas". Por el contrario, es suficiente con analizar y divulgar las declaraciones de personalidades alejadas de toda sospecha, ligadas al stablishment del petróleo y del gobierno de los Estados Unidos, al Paraguay y a Bolivia, para que la responsabilidad quede en claro. Si es verdad que los comunistas nunca consiguieron probar nada concreto sobre la Standard Oil en este terreno, siempre tuvieron la intuición de que el trust petrolero había hecho el papel de "el villano de la historia", y denunciaron vigorosamente al trust, aunque sin presentar pruebas concretas. Tal lo dicho por Tristán Marof:
¿Por qué Bolivia está combatiendo en el Chaco? ¿Por "el honor nacional" como afirma el manifiesto de los intelectuales del 30 de junio de 1932? No: está luchando para obtener un puerto para el petróleo de la Standard Oil, y para defender los cuatro millones de hectáreas de su dominio contra los intereses de la empresa inglesa Rojal Dutch Shell. Nunca hubo una guerra tan estúpida y tan absurda como ésta.
Otro "comunista", Tosé Aguirre Gaingsborg, afirmaba.: "(...) el Partido Republicano Genuino, manchado con la sangre de millares de víctimas, pasó a la historia como genuino representante del petróleo".
En consecuencia, podemos prescindir de los "comunistas" y de la "izquierda" para probar la responsabilidad de la Standard: esas pruebas surgen del análisis de cartas y otros documentos de Spruille Braden, de Eusebio Ayala, de Daniel Salamanca y otros personajes. Y principalmente de los hechos que, interpretados con rigor, nos conducen siempre a la Standard Oil como promotora y como aval de los empréstitos que posibilitan a Bolivia hacer la guerra. Y ciertamente que para tener la certeza de la criminal actuación de la Standard no sería preciso más que citar el asesinato de Huey Pierce Long.
En resumen, cuando el imperialismo inglés armó a Chile en 1879 para la conquista de territorios en que había guano y salitre, pertenecientes a Bolivia y al Perú, alejó a Bolivia del Pacífico y originó un drama todavía no resuelto hasta hoy. La pérdida del litoral marítimo avivó en el espíritu boliviano la ambición por el Chaco, donde se obtendría la soñada "salida al mar" y este impulso evolucionaría a obsesión nacional.
A partir de la década del 20, cuando la Standard Oil se estableció en el país trayendo con su presencia toda la gama de contradicciones propias del imperialismo norteamericano y el conflicto con los intereses rivales de la Royal Dutch Shell, de hecho aparecen las condiciones materiales que permitirán hacer la guerra, sirviéndose de los pretextos históricos de la necesidad de una "salida al mar".
La inestabilidad y flaqueza de los gobiernos bolivianos, igualmente reflejando las contradicciones de una oligarquía interna expoliadora, se prestan para ser manejadas fácilmente, mientras se sirven de la guerra como un recurso para no perder el poder; los campesinos y los mineros ya están alcanzando el punto lindante con la revolución nacional.
En todo esto resalta con claridad un hecho concreto, que conducirá a Bolivia a la guerra: la profusión de empréstitos que financiarán su desventurado belicismo.
CAPÍTULO XVI
TODO HA CONCLUIDO:
EL PUEBLO QUE DIO SU SANGRE AHORA
TIENE PARA OFRECER SÓLO SU TRAGEDIA.
"Monta guardia y espera. Y nada hay tan poderoso e invencible como cuando alguien, desde la muerte, monta guardia y espera".
La frase de Roa Bastos, tomada de su cuento ya citado El trueno entre las hojas, es el único chispazo de esperanza que todavía resta a dos pueblos que ninguna otra cosa pueden hacer sino montar guardia y esperar.
En el Chaco paraguayo cualquier viajero puede ver los pozos de petróleo lacrados por la Standard Oil. Puede sentarse en ellos, tomar fotografías y tocar con las manos las bocas cerradas de los pozos que la Standard Oil ha tapado y está manteniendo improductivos hasta el año 2006.
Esta es la herencia mayor que recibió Paraguay: la pérdida de su petróleo. La nación fue condenada a la miseria, a no tener ninguna posibilidad de progreso que pudiese provenir de la explotación del petróleo, porque el 6 de octubre de 1944, por el Decreto-ley Nº 95.449, el Ministerio de Obras Públicas del Paraguay firmó con la Standard Oil Co. of California (una de las empresas de la Standard Oil of New Jersey) un contrato por el cual cede a la compañía de los Rockefeller el control absoluto del petróleo en un territorio de 80 mil kilómetros cuadrados en el Chaco Boreal. La empresa perforó cinco pozos, no informó al gobierno paraguayo de los resultados obtenidos y los lacró. Paraguay podría pensar nuevamente en el petróleo sólo a partir del 6 de octubre del año 2006, al expirar la concesión de 60 años a la Standard.
Mientras transcurre este plazo, ni siquiera puede tener información oficial sobre la potencialidad de los pozos que están en su territorio. Se sabe que hay petróleo, y esto es evidente, pero se ignora en qué cantidad y si sería viable la explotación. Todo esto es un secreto que la Standard Oil guarda celosamente.
Y ésta es la herencia: Paraguay es una tierra en que los "nativos" viven la vida más miserable de América del Sur, dividiendo sintomáticamente este trágico honor con Bolivia, al mismo tiempo que la Standard apadrina dictaduras y reserva el petróleo para su uso particular, ese petróleo que habría podido liberar económicamente al país.
La renta per cápita del Paraguay en 1974 era de 512 dólares, pero la renta real no alcanza a 25 dólares mensuales, a pesar del informe oficial de que el salario medio del trabajador sea de 45 dólares mensuales,
En 1974 el Producto Nacional Bruto del Paraguay era de 1.31 mil millones de dólares, suma que con relación a los 3 millones de habitantes pone en evidencia una terrible concentración de la renta en el país.
Entre todos los países del mundo, el Paraguay es el que menos gasta en educación: solamente el 1,4% de su PNB es destinado a este rubro. En cambio, sólo en el ramo de Fuerzas Armadas, se gastó 36.1 millones de dólares, sin que sean conocidas las cifras empleadas en la policía política, la "seguridad del Estado", etc. (Paraguay gasta 4.6 veces menos que los Estados Unidos de Norteamérica en rubros para la educación, 2,1 menos que el Brasil, 6,7 menos que Cuba. Finalmente, es el país que gasta menos, proporcionalmente a su PNB, en educación, en todo el mundo...
Este es el precio que el pueblo paraguayo está pagando por el heroísmo de los 40 mil muertos en el Chaco, la terrible herencia de una guerra imperialista en que la nación fue mero instrumento de los trusts petroleros.
Bolivia tuvo una sola ventaja: la guerra del Chaco activó la politización popular, liderada por las vanguardias revolucionarias de la izquierda, que finalmente en dos grandes revoluciones -que todavía no han sido debidamente estudiadas- derribaron el orden feudal en dos etapas, en 1946 y 1952. Pero Bolivia, víctima del mismo imperialismo que el Paraguay, careció de fuerzas para soportar la reacción de los grandes intereses económicos mundiales y acabó sucumbiendo ante la codicia internacional.
La miseria impuesta a Bolivia, analizado su enorme potencial -minería y varias clases de petróleo- es aún más trágica que la del Paraguay.
El gran potencial boliviano está ahogado en los restos de una sociedad feudal que, si bien fue derrumbada, no pudo ser reemplazada por un orden mejor, porque las oligarquías nacionales vencidas acabaron por unirse a los invasores que maniobran desde Wall Street.
Para 1974 la renta per cápita de Bolivia era la más baja de América Latina, inclusive inferior a la del Paraguay: 377 dólares. La población alcanza a 6 millones de habitantes y su PNB, una suma ridícula en relación al potencial del país, como que apenas si alcanzaba a 2.122 millones de dólares. La concentración de la renta es absurda y el 60 % del pueblo es analfabeto. Esta es la herencia de Bolivia.
Lo único que ha quedado para el Paraguay y para Bolivia es la herida sangrando que el imperialismo internacional deja allí donde pasa: pueblos anestesiados por la miseria y la desesperanza.
Nada despierta el entorpecimiento de estos pueblos. ¡Túmulos de sueño. Cementerios de esperanza...!
ÍNDICE
PREFACIO
CAPÍTULO I - BOLIVIA: UN PAÍS QUE PERDIÓ EL LITORAL Y MÁS DE LA MITAD DE SU TERRITORIO
CAPÍTULO II - EL PONGO, UN ESCLAVO DEL SIGLO XX QUE VIVIA PEOR QUE LOS ANIMALES
CAPÍTULO III - PATIÑO ARDE EN EL INFIERNO, EN TANTO DEJA ARRUINADA A BOLIVIA
CAPÍTULO IV - MINEROS E INDIOS SE REBELAN: COMIENZA A SURGIR UNA IZQUIERDA ORGANIZADA
CAPÍTULO V - PARAGUAY ES UN MUERTO TOCANDO SU TRISTE ACORDEÓN
CAPÍTULO VI - EL SUBIMPERIALISMO ARGENTINO DIRIGE LAS GARRAS A PARAGUAY
CAPÍTULO VII - LA SHELL Y LA STANDARD OIL APARECEN EN EL DESIERTO DEL CHACO
CAPÍTULO VIII - EL GANGSTERISMO INTERNACIONAL DETERMINA SUS VÍCTIMAS: LOS NATIVOS QUE DUERMEN SOBRE UNA CAPA DE PETRÓLEO
CAPÍTULO IX - EL TRUST PETROLERO: DE LA RAPIÑA DIPLOMÁTICA Al- PURO Y SIMPLE ASESINATO
CAPÍTULO X - LA TREMENDA RED DE EMPRÉSTITOS Y AGIO QUE FORJA LA MISERIA SOCIAL
CAPÍTULO XI - SÚPER EJÉRCITOS PARA DOS NACIONES INSOLVENTES DE PUEBLOS POBRÍSIMOS
CAPÍTULO XII - LOS SOLDADOS MUEREN DE SED POR MILLARES: CUERPOS DESPEDAZADOS CUELGAN DE LOS ÁRBOLES. NADA DETIENE LA CARNICERÍA
CAPÍTULO XIII - DENTRO DE LA MISERIA HUMANA DE LA GUERRA, LOS PARAGUAYOS APELAN A LA CREATIVIDAD
CAPÍTULO XIV - TRES HOMBRES LUCHANDO ENTRE LA GRANDEZA Y LA MISERIA DE UNA GUERRA EN QUE LO ÚNICO IMPORTANTE TENÍA QUE SER EL PUEBLO
CAPÍTULO XV - EL GANGSTERISMO INTERNACIONAL DIRIGE SU RAPACIDAD AL JUEGO DIPLOMÁTICO
CAPÍTULO XVI - TODO HA CONCLUIDO: EL PUEBLO QUE DIO SU SANGRE AHORA TIENE PARA OFRECER SÓLO SU TRAGEDIA.
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