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jueves, 5 de mayo de 2011

R. ANTONIO RAMOS - MISIÓN DE PEDRO DE ALCÁNTARA BELLEGARDE - ALIANZA CON EL BRASIL DE 1850 / Separata de HISTORIA PARAGUAYA, 1981.



MISIÓN DE PEDRO DE ALCÁNTARA BELLEGARDE
LA ALIANZA CON EL BRASIL DE 1850
Separata de HISTORIA PARAGUAYA
Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia
Volumen XVIII
Asunción 1981


MISIÓN DE PEDRO DE ALCÁNTARA BELLEGARDE
LA ALIANZA CON EL BRASIL DE 1850
Por R. ANTONIO RAMOS

El Brasil desde un principio reconoció la independencia del Paraguay como un medio de evitar la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata. Las instrucciones de ANTONIO MANUEL CORREA DA CÁMARA, en su primera misión en nuestro país, le recomendaban hacer los mayores esfuerzos "tanto para conservar con seguridad la frontera como para separar las relaciones que hubiesen entre ese Gobierno y el de Buenos Aires, pues, la experiencia nos muestra cuánto conviene que jamás se liguen...". Era esta manifestación, sin lugar á dudas, el propósito de oponerse a que el antiguo virreinato se convierta en un estado capaz de contrarrestar la influencia o el poderío del Brasil.
Muerto el Dictador Francia, el Imperio buscó entablar nuevamente relaciones con el Paraguay. MANUEL CERQUEIRA LIMA, AUGUSTO LEVERGER, después BARÓN DE MELGAZO, y ANTONIO JOSÉ LISBOA, no pudieron llegar a nuestro país, el primero y el último, por la oposición de JUAN MANUEL DE ROSAS, dictador de Buenos Aires.
En 1843, JOSÉ ANTONIO PIMENTA BUENO fue designado Encargado de Negocios ante el gobierno de Asunción con la instrucción expresa de reconocer la independencia del Paraguay y evitar, en consecuencia, que la República entre a formar parte de la Confederación Argentina. Con Pimenta Bueno se inicia la serie de ilustres diplomáticos que representaron en Asunción al Imperio y después a la República, a saber: PEDRO DE ALCÁNTARA BELLEGARDE; JOSÉ MARÍA DE AMARAL; JOAQUÍN TOMÁS DE AMARAL, Vizconde de Cabo Frío; FRANCISCO ADOLFO DE VARNHAGEN, Vizconde de Porto Seguro; JOSÉ MARÍA DA SILVA PARANHOS, Vizconde de Río Branco; CÉSAR VIANNA DE LIMA, Barón de Jaurú; JUAN MAURICIO WANDERLEY, Barón de Cotegipe; DOMINGO JOSÉ GONZALVES DE MAGALHAES, Vizconde de Araguaya y Barón de Araujo Gondim; y, en nuestros días, JOSÉ DE PAULA RODRÍGUEZ ALVES, LAFAIETTE DE CARVALHO E SILVA, FRANCISCO NEGRAO DE LIMA, después Canciller de la República, GIBSON BARBOZA, también después Canciller, y FERNANDO RAMOS DE ALENCAR, un as de espada de la diplomacia de su país. Todo esto nos está diciendo la importancia que siempre atribuyó el Brasil al Paraguay.
A fines de 1845 y en el curso de 1846 la amenaza de Rosas constituía un peligro que podría convertirse en una invasión al territorio de la República. En este caso tan grave para su integridad, el Paraguay necesitaba el apoyo del Imperio del Brasil a fin de defenderse de la agresión del dictador de Buenos Aires. El Presidente CARLOS ANTONIO LÓPEZ resolvió entonces enviar a JUAN ANDRÉS GELLY como Encargado de Negocios ante la Corte de San Cristóbal con el objeto fundamental de obtener ese apoyo, dada la difícil situación del Paraguay frente al fortalecimiento del poder de Rosas.
En Río de Janeiro Gelly presentó al Barón de Cayrú dos proyectos de tratados: uno de alianza ofensiva y defensiva, y otro de límites. Este último no fue considerado, no así el de alianza, que en definitiva el Consejo de Estado resolvió que no podía ser aceptado por innecesario, ineficaz y peligroso, pero la diplomacia y los hombres de gobierno estimaban que la independencia del Paraguay era fundamental para la estabilidad del Imperio. Igualmente esa independencia como la de la República Oriental del Uruguay sostenían que era necesaria para mantener el equilibrio entre el Brasil y la Confederación Argentina. De ahí que el vecino del Este siempre juzgó de gran interés para su política internacional el papel del Paraguay en el desenvolvimiento de las relaciones de los países integrantes del cono sur del continente.
Gelly se encontraba todavía en Río de Janeiro cuando se informó de que la Corte de San Cristóbal había resuelto destacar un nuevo Encargado de Negocios al Paraguay. El nombrado fue el Coronel de Ingenieros PEDRO DE ALCÁNTARA BELLEGARDE. La designación no se dio a conocer ni siquiera confidencialmente a Gelly, quien no se ofendió por esta falta de elemental cortesía. La importante novedad informó, a su vez, al Presidente López. Decía que Bellegarde llevaba instrucciones de prestar sus "conocimientos científicos" al Paraguay en caso de necesidad, y, agregaba que se trataba de "un sujeto recomendable a todos respectos, como hombre de mundo y de sociedad, y como militar".
Tal era el juicio que merecía a JUAN ANDRÉS GELLY el reemplazante de PIMENTA BUENO en Asunción.
Pedro De Alcántara Bellegarde nació el 3 de noviembre de 1807, en el barco "Príncipe Real"; en el que viajaba hacia el Brasil la corte portuguesa y bautizado recién el 3 de diciembre de 1808 en Río de Janeiro, siendo sus padrinos el Príncipe da Beira y la Infanta Isabel María. Su padre murió en 1810 de tisis pulmonar. En su orfandad tuvo la protección del Príncipe Regente Don Juan, protección que tuvo "poderosa" influencia en su vida. El, como su hermano, fueron destinados al ejército, tratándose de descendientes de militar.

Niño aún fue reconocido como cadete voluntario del Regimiento de Artillería. Su carrera no le ofreció obstáculos, su ascenso en la escala castrense favoreció sus condiciones de soldado disciplinado, trabajador, inteligente y estudioso. Del Regimiento de Artillería fue trasladado al Cuerpo de Ingenieros en 1826, donde alcanzó el grado de coronel en 1844. Profesor de la Academia Militar y de Marina, igualmente profesor y Director de la Escuela de Arquitectura de la Provincia de Río de Janeiro, y autor del "notable plano de la ciudad de Niteroi".
JOSÉ ANTONIO SOARES DE SOUZA, eminente historiador y amigo, en su muy importante obra, densamente documentada, de tres tomos, "A MISSAO BELLEGARDE NO PARAGUAI", que venimos siguiendo, escribe: "Así, al ser nombrado representante del Brasil en el Paraguay, era Pedro de Alcántara Bellegarde sobradamente conocido no solamente como ingeniero sino también como profesor, que contaba con varias obras escritas". En su fecunda vida ascendió al grado de mariscal, habiendo ejercido las altas funciones de Ministro de Marina y de Guerra en el gabinete de conciliación, presidido por el Marquéz de Paraná, siendo, además, miembro fundador del Instituto histórico y Geográfico Brasileño.
El 8 de noviembre de 1848, ALCÁNTARA BELLEGARDE fue designado Encargado de Negocios y Cónsul General en el Paraguay. El cargo de adieto a la legación correspondió al teniente del mismo cuerpo de ingenieros, ANTONIO PEDRO DE CARVALHO BORGES.
El 15 del mismo mes, el Vizconde de Olinda subscribió las instrucciones que debían servir de norma al flamante diplomático. Soares de Souza estima que ellas constituían un documento interesante "por reflejar la perplejidad en que se encontraba el Gobierno Imperial ante la situación política del Río de la Plata, que evolucionaba hacia una solución enteramente favorable al General Rosas". Este dictador con sus continuas "amenazas y provocaciones" pretendía saldar cuentas con el Imperio.
"Era, pues, -agrega Soares de Souza- una buena política que el Brasil no se aislase, con la neutralidad hasta entonces seguida, y procurase en el continente, un aliado que sufriese las mismas amenazas por parte del Gobernador de Buenos Aires para que juntos calmaran o contrarrestaran la belicosidad del Dictador. Ese aliado podía ser solamente el Paraguay... Temía sin embargo, Olinda, al asumir una actitud clara a favor de la alianza, que lejos de mejorar la situación la empeoraría con la aparición inmediata de una guerra, que él se empeñaría a evitarla con todos los esfuerzos".
Bellegarde debía actuar con cautela, "teniendo en vista las posibilidades de invasión por parte de los ejércitos rosistas al Paraguay o al Brasil".
De acuerdo con sus instrucciones debía viajar por Río Grande del Sur, prestando servicios de carácter militar a esa provincia, debiendo entenderse con el General Andrea "a fin de continuar viaje con toda seguridad". Pero la prosecución de su marcha dependía de los hechos siguientes; "invasión del Paraguay por las fuerzas argentinas"; la dirección "que tomasen estas mismas fuerzas" en aquella invasión y "revolución en el Paraguay a favor de la incorporación de la República como Provincia de la Confederación". Por todas estas hipótesis, el Vizconde de Olinda, consideraba que la misión era inútil y "hasta de graves implicaciones" por todo lo cual convenía que Bellegarde no anuncie el carácter de su investidura. "En consecuencia, Bellegarde debería suspender su viaje y esperar órdenes. Pero si la revolución en el Paraguay estallase después de haberse instalado, se retiraría inmediatamente".
Si la invasión rosista se verificase en territorio del Imperio, Bellegarde debía adelantar en lo posible su viaje, teniendo en cuenta que el Brasil entonces tendría necesidad de estrechar más sus relaciones con la República. No se sabía las intenciones futuras de Rosas, por lo tanto, agregaba Olinda en sus instrucciones, "conviene que nos preparemos para cualquier evento sin que todavía practiquemos acto que sirva de pretexto para una agresión al Brasil". En el caso de que las relaciones entre el Imperio y la Confederación Argentina se rompiesen, Bellegarde debía "esforzarse para que el Gobierno del Paraguay se declarase contra Buenos Aires, haciendo ver que con la guerra que hacía al Brasil pretendía, principalmente, la destrucción de la independencia del Paraguay".
Si la invasión o la guerra no se realizase, Bellegarde, una vez en Asunción, debía tratar de obtener la confianza del Presidente Carlos Antonio López, manifestándole el interés que tenía el gobierno imperial en la independencia del Paraguay y en la futura prosperidad de la República y sugiriéndole la adopción de medidas para mejorar la administración y el ejército, pero presentándole las ideas como si fuesen de carácter personal.
Olinda también se refirió a la misión de Gelly, pero decidió postergar para mejor oportunidad el entendimiento entre los dos países propuesto por el diplomático paraguayo. "La esperanza de un entendimiento con el General Guido, que despertase el disgusto del Dictador fue la directriz política de Olinda". De ahí, afirmamos nosotros, la perplejidad de esa política en mucho fortaleció la posición en la Corte de San Cristóbal del representante de Rosas.
Bellegarde estaba autorizado a cancelar la legación en el Paraguay en casos extraordinarios, no especificados en sus instrucciones.
Soares de Souza, de quien recogemos los interesantes datos antes aludidos, expresa: "De los propios términos con que fueron redactadas las instrucciones se percibe el propósito del Gobierno Imperial de no disgustar a Rosas por el recelo de ser víctima de la agresión con que reaccionaría el argentino contra cualquier acto practicado por el Gobierno brasileño, fuera del molde consentido".
Ya en 1843, agrega el historiador citado, la alianza entre el Paraguay y el Brasil era juzgada indispensable. "En 1848 más que nunca se imponía esa alianza porque además de fortalecer a ambos Estados, tendría la virtud de enfriar un poco las amenazas con que Rosas se mofaba de sus vecinos".
El 25 de marzo de 1849, Bellegarde llegó a Encarnación, de donde pidió autorización para seguir a la capital. El Presidente López pidió información acerca de los poderes del diplomático brasileño. Bellegarde remitió, entonces su credencial. El 11 de abril partió del lejano puerto del Paraná, el 18 se encontraba en Asunción y al "día siguiente fue recibido por Don Carlos Antonio López".
El Encargado de Negocios se dedicó a enviar un detallado informe, sobré el gobierno, la población y otros aspectos de la vida del Paraguay. De Don Carlos decía: "Es hombre de 50 años, de estatura mediana, bastante gordo, pero ágil y parece ser de raza pura castellana. Es muy trabajador y vigilante de todos los ramos de la administración, que conduce con mucho vigor, orden y severidad. Es de un carácter justiciero, más absoluto, arrebatado y sospechoso, pero destituido de doblez. Poco práctico en las relaciones entre los pueblos, cree que ellas se pueden modelar por las relaciones entre las personas, de manera franca, positiva y caballeresca".
Para Bellegarde, Asunción contaba con 12.000 habitantes; situada en una bahía del río Paraguay, presentaba un aspecto pintoresco, siendo su futuro promisorio; sus calles eran arenosas, sus casas de ladrillos y tejas, de un solo piso, salvo el palacio de gobierno, de dos plantas, que le pareció "de mediana grandeza", cercado de barandillas, sin gusto, y donde fue recibido; la catedral era el principal edificio de la ciudad.
En cuanto a la población de la República, Bellegarde estimaba que sería de 600 a 800.000 habitantes. "Prevalecía sobre el español el guaraní, la lengua más hablada, principalmente por las mujeres" y, agregaba el diplomático, "que nueve décimos de las paraguayas hablaban únicamente el guaraní. La instrucción pública se difundía con facilidad. Especialmente los jóvenes leen y escriben. En la capital existían aulas de latín y de filosofía, esta última establecida el 28 de octubre de 1843... ".
Bellegarde seguía diciendo: "He encontrado algunos jóvenes con buenos deseos de aprender alguna cosa, pero no hay libros, ni hojas periódicas, y, por tanto, no hay qué leer. Hay una publicación del gobierno, institulada EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, que desde abril de 1845 consta de 81 números y que es como un continuo manifiesto y sustentación de los derechos de la República a su independencia, al territorio que ocupa y a la libre navegación del Paraná y del Plata".
En cuanto al pueblo anotaba: "Todo es manso. El terror a desagradar al Gobierno tiene acostumbrado a los paraguayos a no hablar de negocio alguno relativo a política o a la administración. El pueblo es alegre, amigo de las danzas y muy hospitalario. Hombres, mujeres y niños fuman cigarro... y no es raro ver gente bella".
El ejército estaba formado por unos 12.000 hombres, siendo Paso de Patria, en la margen derecha del Paraná, el campamento de mayor importancia, bajo el mando del General Francisco Solano López. Con relación al mismo opinaba: "Este joven de 22 años, hijo del Presidente de la República, no me parece indigno del puesto que ocupa; tiene bastante inteligencia; es muy dedicado a los estudios militares y dotado de gran energía y severidad en la disciplina; no habiendo entrado aún en acción es inexperto, un tanto vanidoso y no puede contar con la eficiencia, dada la formación apresurada de oficiales sin una habilitación previa". Pero la República disponía también de más de 20.000 guardias nacionales para luchar contra Rosas, "que se ejercitaban en ciertos días de la semana y ya algunos comienzan a maniobrar tolerablemente".
Para solventar este "aparato bélico" el Estado compraba la yerba mate de los productores "a razón de 5 reales por arroba de 25 libras y la vendía a 18 a los exportadores, esto es, compraba a razón de 50 reis de nuestra moneda por libra y vendía a 180". El derecho de importación oscilaba entre el 20 y 25 por ciento, aparte estaba lo recaudado en concepto de exportación.
El Estado, además, era "el mayor propietario y el más fuerte comerciante". El tráfico internacional se realizaba por Pilar.
"El país estaba sólidamente organizado", el Presidente "ha consolidado y mejorado la obra que heredó del Dr. Francia". Bellegarde, a manera de una intriga, agregaba: "Es verdad que muy metódicamente López ha establecido su poder. Su hermano es el Obispo del país; su hijo mayor, que tiene 22 años, es el General en Jefe del ejército; y los hombres que puedan tener alguna influencia, han sido alejados con cautela".
Sostenía Bellegarde que "la separación del Paraguay de las Provincias Argentinas estaba definitivamente resuelta", que era más fácil la unión de la República al Imperio que a Buenos Aires. El Encargado de Negocios decía que la independencia constituía la cuestión fundamental del Paraguay, para cuya existencia de "hecho y de derecho el gobierno consideraba indispensable la navegación del Paraná y del Plata". El sentido de la independencia había penetrado hondo en el pueblo no obstante que éste no era "de carácter ardiente", pero que estaba "fortalecido por la costumbre de tantos años de aislamiento".
"Las instrucciones de Olinda -según Soares de Souza- coincidían con los anhelos del pueblo paraguayo, pues, encontrando Bellegarde tan inconsistentes las órdenes que le daban en esas instrucciones, al solicitar esclarecimientos del ministro, obtuvo como única respuesta la siguiente recomendación: "LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY A TODA COSTA".
El mismo Soares de Souza sostiene que las instrucciones de Olinda no servían para llevar adelante la recomendación antes anotada. El Paraguay se encontraba sometido a un aislamiento forzado a causa de la hostilidad de Rosas, que le cerraba el camino para poder comunicarse con el exterior y obtener los medios necesarios para su defensa.
En esta circunstancia el Paraguay está "con centinela a la vista", lo que le ocasiona ingentes gastos para sostener su ejército, le priva de brazos para la agricultura; todo lo cual constituye "una presión enorme sobre la población". El Brasil debería contemplar esta situación del Paraguay y tener en cuenta "la importancia de su independencia y decidirse de una vez". El Paraguay necesita de auxilio y en el caso de una invasión, de una guerra en la que se hallare también comprometido el Brasil, aliviaría la ansiedad lamentable en que se halla. Por un lado tiene un enemigo que le niega su existencia política, con la mano sobre su garganta, y, "por otro, un amigo tibio que no le ofrece ventaja alguna... Es necesario establecer bien afirmaba Bellegarde- la importancia de esta República y la ventaja de nuestra influencia sobre ella, para que se comprenda bien, cuál es el interés que debemos tener y la intensidad de los sacrificios que debemos hacer".
Las ideas de Bellegarde eran bien claras. El Brasil no podía permanecer indiferente si el dictador de Buenos Aires pusiese en peligro la existencia soberana del Paraguay. En consecuencia, consideraba conveniente una alianza entre la República y el Imperio. De ahí que su permanencia en Asunción fue un "año de irresoluciones y de espera", como reza el título del Capítulo V del II tomo de la obra de Soares de Souza.
Olinda no se oponía a la independencia del Paraguay ni a la sustentación de la misma, siempre que no despertara el disgusto de Rosas, lo que podría provocar "una agresión al Brasil". Sus instrucciones fueron "vacilantes y tímidas". Sus recomendaciones a Bellegarde eran de "circunspección", "reserva" y "cautela". Decía al Encargado de Negocios que no debía dar "la menor esperanza a ese Gobierno de protección de parte del Imperio" para no envolverlo en una guerra, mientras pueda conservarse neutral en las disensiones de sus vecinos.

El Paraguay había ocupado las Misiones con un ejército a las órdenes de Wisner de Morgenstern, actitud que impresionó a Olinda. Bellegarde, en cambio, asumió una posición de discreto proceder, pero comunicó a Olinda la invasión paraguaya, mostrándose favorable a la misma, pero si el gobierno imperial no la apoyaba, agregaba que no la niegue "la más franca neutralidad y facilidad del comercio".
"Bellegarde llegó a Asunción -anota Soares de Souza- en un momento de descontento y desconfianza del Gobierno Imperial. López le recibió fríamente, no sólo por la falta de éxito de la misión Gelly sino también por la respuesta vaga que dio el Presidente Andrea al pedido de auxilio hecho por intermedio del Coronel Wisner. Además de eso Bellegarde agregaba lo siguiente: "mis instrucciones me obligaban a una conducta cautelosa y quizá misteriosa, especialmente antes de llegar aquí, lo que todo hizo que yo fuese recibido con mucha desconfianza".
Wisner cayó en desgracia, siendo reemplazado por el coronel Ojeda y el General López fue designado Comandante de la división expedicionaria. En agosto el Presidente López viajó hacia el sur y manifestó a Bellegarde que le esperaba en Paso de Patria. Con relación al Presidente, el Encargado de Negocios escribía: "Continúa tratándome siempre con afecto y consideración y creo que no conviene a los intereses del Gobierno Imperial que esté mucho tiempo distante de él, especialmente en esta coyuntura tan importante". En consecuencia pidió instrucciones para el caso de que se interrumpiese la comunicación con San Borja.
Olinda continuaba con su recelo acerca de la estabilidad del gobierno paraguayo así como también sobre la incorporación del Paraguay a la Confederación Argentina. Bellegarde se ratificó en sus juicios anteriores: "En efecto -expresaba- el Presidente es hombre de carácter firme, esclarecido y dotado de recursos, y si respecto de nuestro gobierno ha mostrado a veces desconfianza, ésta se ha desvanecido al paso que es ella constante y tenaz contra la Confederación Argentina. El pueblo en general, rudo y terco, le acompaña en esta desconfianza y muestra la misma aversión a los porteños...".
El historiador tantas veces aludido expresa: "Era unánime en todos los sentimientos de la independencia nacional, pero si no lo fuese, bastaba que lo sea del Presidente López para que todos le acompañasen sin discrepancia". "Hombres influyentes -proseguía Bellegarde- no hay aquí que puedan tener importancia, salvo los allegados al Presidente; su hijo el General López, muy querido en el ejército y generalmente de la población, acompaña a su padre o tal vez lo exceda, en el sentimiento de la Independencia Nacional. El Obispo, hermano del Presidente, es un pobre hombre; el clero no tiene influencia, Francia le dejó sin ella...". El pueblo era decididamente partidario de la independencia. Y "la estabilidad del gobierno de López estaba tan arraigada en el pensamiento del pueblo como la propia independencia".
El VIZCONDE DE OLINDA, afirma Soares de Souza, fue "el ministro brasileño que más pacientemente oyó las reclamaciones rosistas y el que más hizo para llegar a un acuerdo con el General Guido". El pacifismo del Ministro de Asuntos Extranjeros no fue coronado por el éxito. La intransigencia agresiva de Cuido le obligó a dimitir de sus altas funciones, pero no declinó en sostener su política de perplejidad en la creencia que así servía a los intereses del Imperio. Hasta poco antes de su retiro del gabinete insistió en sus recomendaciones a Bellegarde, manifestándole que al Paraguay convenía mantenerse a la defensiva, que la invasión a las Misiones sorprendió y aflige al gobierno imperial "por el interés que tiene en el bienestar y prosperidad de la República y por los sentimientos de par que lo domina".
En su "Memoria" Bellegarde refiere una conversación con Don Carlos sobre la tan mentada ocupación del territorio entre los ríos Paraná y Uruguay. A las preguntas del Presidente contestó: "1°) que no podía aconsejar la oportunidad política de esta medida (la ocupación), que además le parecía demasiado precipitada por considerar que el estado de espíritu en Corrientes no estaba preparado para ella; 2°) que como operación militar, la juzgaba buena, por ser fácil la ocupación; 3°) que, en cuanto a la conducta del Brasil en esta emergencia, sin hacerse cargo del derecho sobre el territorio ocupado, guardaría neutralidad en esta cuestión y los paraguayos serían tratados en nuestra frontera como amigos y aliados naturales".
En la opinión de Soares de Souza la respuesta satisfizo al Presidente López. quien, desde entonces, dio mayor confianza a su interlocutor, "cambiando enteramente el modo sospechoso con que había recibido" al diplomático imperial.
La misión Bellegarde, no obstante los recelos y la amplitud de los sucesos, se desarrollaba sin mayores inconvenientes. En sus contactos con Don Carlos demostró sus condiciones sobresalientes de diplomático, su don de gente y su capacidad para establecer una corriente de mutuo entendimiento entre el Paraguay y el Brasil, teniendo en cuenta fundamentalmente el peligro para ambos países que encerraban las provocaciones y las agresiones permanentes de Rosas.
La misión de Gelly fracasó, el tratado propuesto de alianza ofensiva y defensiva no pudo concertarse. El Paraguay se encontraba entonces sólo frente al peligro rosista. El Brasil continuaba con su actitud indecisa, tolerando las asechanzas de Guido, por cuyo intermedio el dictador de Buenos Aires molestaba la tranquilidad del gobierno imperial, oponiéndose a la independencia del Paraguay. En estas circunstancias el gobierno de Asunción se dirigió al de Buenos Aires con la nota del 16 de octubre de 1849, subscrita por BENITO VARELA, ministro de Relaciones Exteriores. Por el documento se aplazaba la cuestión de la independencia hasta lo que resuelva el Congreso General de la Confederación Argentina.
La inesperada y sorprendente iniciativa produjo una fuerte como desfavorable impresión en el Brasil y en Montevideo. Bellegarde creía que el paso dado por el Presidente López se debió a la influencia de Gelly, a quien llegó a considerar de tendencia "rosista". El calificativo no se ajustaba a la verdad histórica. Gelly estuvo siempre entre los más decididos luchadores contra Rosas y desde Montevideo sostuvo con firmeza la independencia de su patria. Después de la "inconstante y versátil" política imperial no podía tener seguridad del apoyo de la Corte de San Cristóbal y en cuanto a Don Carlos, no puede dudarse de su inflexible actitud de mantener y sustentar la independencia.
La nota del 16 de octubre de 1849 fue sólo un medio de ganar tiempo, de prepararse para enfrentar los graves sucesos esperados y de tratar de suavizar la intransigente política de Rosas. Así lo entendió Bellegarde, cuando decía a su gobierno: "creo poder afirmar que su intención cuando hizo la propuesta a Rosas (se refería al Presidente López) fue obtener por algún tiempo (durante las negociaciones) el comercio por Pilar y entonces proveerse a trueque de yerba mate y maderas de artículos bélicos de defensa y de productos comerciales para los almacenes y tiendas del Estado y después romper las negociaciones. Las ideas de sumisión a Buenos Aires no tienen acceso en el espíritu del Presidente; parece tener dominado al consejero de aquella propuesta y estudiando con atención se reconoce que las condiciones son irreconciliables".
Sin duda que eran irreconciliables. Rosas como respuesta a la nota del 16 de octubre, hizo declarar a la legislatura de Buenos Aires que se le autorizaba a "disponer sin limitación alguna de todos los fondos, rentas y recursos de todo género de la provincia, hasta que se haga efectiva la reincorporación de la Provincia del Paraguay a la Confederación Argentina". Por su parte, el Presidente López resolvió con fuerza indeclinable permanecer en la posición de gobernar un Estado libre e independiente.
Los acontecimientos no favorecieron las pretensiones hegemónicas del "Tigre de Palermo". El Paraguay no pasó a integrar la Confederación Argentina.
Mientras tanto Bellegarde continuaba sus negociaciones en Asunción, en contacto con Don Carlos, sin perder la ocasión de remitir informes interesantes acerca de la situación paraguaya y de la política del Río de la Plata.
El Presidente López manifestó al Encargado de Negocios que "su mayor deseo" era obtener la alianza del Brasil, pero se contentaría con "algún pacto", con tal que en él se afianzasen "el modo y la oportunidad del auxilio siempre prometido" no ya en términos generales, como hasta ahora, sino perentoriamente. "Si el Brasil (dijo el Presidente) no quiere o no puede hacer una alianza como deseo, al menos que me guarde las costas".
Ambos contratantes llegaron fácilmente a un acuerdo que incluía las bases para un entendimiento. Estas bases, compuestas de ocho artículos, las envió Bellegarde a su gobierno con observaciones que servirían para la formalización del convenio en preparación. Este sería solamente defensivo. Por la carencia ele tiempo no entramos a examinar cada una de sus partes, pero podemos afirmar que contemplaban las necesidades apremiantes de las partes contratantes y, por lo tanto, las bases satisfacían las preocupaciones de Bellegarde, quien deseaba ligar al gobierno paraguayo a la "marcha política" del Brasil, y no satisfecho con esta recomendación, la ratificó en estos términos: "En circunstancias tan importantes creo indispensable, como dejo expuesto, tratar de unir a este país a nuestro país".
Estas declaraciones de Bellegarde tenían indudable importancia, teniendo en cuenta que en ellas se mostraba partidario de la alianza con el Paraguay, pensamiento que coincidía plenamente con el deseo acariciado por el Presidente López desde la misión Gelly en Río de Janeiro.
En enero de 1850, Paulino despachó a "Carvalho Borges con órdenes a Bellegarde que modificaban completamente la política del Imperio en el Paraguay.
Todavía en febrero, volvía a escribir al Encargado de Negocios, informándole de ciertos hechos para que los explicase al Presidente López".
Paulino consideró que las bases enviadas por Bellegarde eran "muy estrechas". El ministro consideraba que ellas debían ser más amplias.
"La base primordial -decía- es unión de las fuerzas de ambos países para resistir a. Rosas y esa unión debe darse en todas las hipótesis en que sea necesaria y pueda resolver con más rapidez y facilidad los azares de la guerra en favor de la causa común del Brasil y del Paraguay".
También el Emperador Pedro II era de parecer dar mayor movilidad a la alianza, opinión que Paulino tuvo en cuenta al redactar el proyecto de tratado que remitió a Bellegarde. Este constaba de quince artículos. En otra comunicación, el Ministro decía al Encargado de Negocios: "Nadie a excepción de Su Majestad, de los seis ministros y del Oficial Mayor de la Secretaría de Negocios Extranjeros, tienen conocimiento de estas negociaciones. Será guardado aquí el más profundo secreto... Excusado es recomendar a Vuestra Señoría que apresure cuanto pueda la solución de dichas negociaciones y también la remesa de la respuesta de mis notas porque el Gobierno necesita de aquella solución con la mayor urgencia para regular definitivamente su política y el desenlace de los negocios del Río de la Plata que se aproxima con la mayor rapidez". Con el proyecto de tratado también fue enviado a Bellegarde los correspondientes plenos poderes.
Las palabras del Ministro de Asuntos Extranjeros son sumamente significativas y expresan con indudable claridad el vivo interés que tenía el Imperio del Brasil de terminar con rapidez el obstáculo que ofrecía la inquietante agresión del audaz dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.
El Paraguay mantenía una controversia con el Brasil por el territorio comprendido entre los ríos Apa y Blanco. El tratado de límites propuesto por Gelly en 1847 establecía la neutralización de esa zona, pero el convenio no fue concertado, lo que provocaba fricciones en la frontera, peligrando las relaciones entre los dos países.
En el curso de 1850, los brasileños fundaron sorpresivamente el fortín Pan de Azúcar o Fecho dos Morros, situado en la zona contestada. Este hecho inesperado estuvo a punto de dejar sin efecto, todo lo que con tanto trabajo y cuidado se venía tramitando para que el Paraguay y el Imperio se unan en un convenio para defenderse del peligro de Rosas.
"La historia del fuerte brasileño Pan de Azúcar -escribe Soares de Souza- es una de las más inverosímiles que conocemos. De julio en adelante las noticias aumentan y se concreta en una lucha entre el Paraguay y el Brasil, en el justo momento en que el Gobierno Imperial acababa de expedir instrucciones y credenciales para un tratado de alianza entre las dos naciones. El Encargado de Negocios no se explicaba tal actitud en aquel momento y sin que se le diese conocimiento. Quedó, por unos días, sin saber qué hacer. El Gobierno Imperial en nombre de quien se iba a erigir el fuerte, ignoraba completamente la hazaña del Presidente de Mato Grosso, al cumplir una orden de 1847, dada en vista de sugestiones de Pimenta Bueno, datadas en 1845".
El gobierno por intermedio de Benito Varela comunicó a Bellegarde que el Paraguay, en defensa de sus derechos consultados, recurriría a las vías de hecho si las tropas brasileñas no desocupaban el fortín.
La noticia provocó la irritación del Presidente Carlos Antonio López. Bellegarde trató de calmarlo. La situación era extremadamente delicada. Bellegarde se empeñó en evitar el inminente choque. "De hecho su posición se tornaba cada vez más insostenible". Mantuvo varias entrevistas con Don Carlos. "He hablado con el Presidente en estos últimos días y he evitado tratar este asunto, -informaba a su gobierno- como tiene un genio muy fogoso, podría decirme alguna locura y después considerarse obligado a cumplir su palabra... Es delicadísimo tratar con un hombre de genio arrogante, habituado al ejercicio de un poder sin límite, sobre una población ignorante...".
En las entrevistas el Presidente López pidió al agente imperial que escribiera al comandante de la frontera. Ambos concordaron en recurrir a un expediente "honroso para ambas partes", llegando a este convenio: 1°) Bellegarde oficiaría a las autoridades de Mato Grosso para que suspendiesen la ocupación de Pan de Azúcar hasta nueva disposición del Gobierno Imperial; 2") el Gobierno paraguayo, mientras no se recibiese respuesta, no permitiría actos de hostilidad ni que las fuerzas expedicionarias pasasen más allá de Concepción; 3°) desocupado Pan de Azúcar las fuerzas paraguayas volverían a sus destinos anteriores; y 4°) como podría demorar la respuesta antes aludida o en el caso de una negativa del COMANDANTE DE FECHO DOS MORROS no se obligaría a esperar la solución del Presidente de Mato Grosso, en consecuencia, podría seguir la expedición demorada en Concepción.
Bellegarde escribió al comandante de la frontera JOSÉ JOAQUÍN DE CARVALHO y al Presidente de Mato Grosso JUAN JOSÉ DA COSTA PIMENTEL y también ofició, a Paulino, en la convicción de que con su actitud estaba prestando un señalado servicio al Imperio, en el preciso momento en que el Brasil se empeñaba en concertar una alianza con el Paraguay con la cual el Ministro de Asuntos Extranjeros iniciaba su vigorosa campaña contra Rosas que culminaría con la caída del tirano.
En esos días de alarmante inquietud, Bellegarde recibió las instrucciones y las credenciales para la negociación del tratado con el Paraguay, anota Soares de Souza. Con ellas recibió el proyecto de dicho tratado del cual sacó una copia y la presentó al Presidente López. El artículo 4° disgustó a éste, provocando un "verdadero escándalo", según afirma el citado historiador. Las negociaciones quedaron suspendidas.
El 6 de setiembre, Carlos Antonio López contestó una nota de Paulino del mes de julio. Entre otras cosas, decía el Presidente:
"V. E. en conformidad a la política de sus antecesores, reconoce la comunión de intereses, y conveniencia de ligar los destinos del Brasil, y del Paraguay: pero Dios no permite que los Gobiernos del Imperio y de la República arriben del estado equívoco de una amistad sin garantías, ni vínculo.
"La tranquilidad que hasta hoy ha disfrutado mi Patria, se ve amenazada de una próxima tormenta que le tiene armada el intratable enemigo de la nacionalidad paraguaya.
"En esta lucha, el Paraguay se encuentra solo y tiene que ser fuerte en la Capital, y en sus vastas fronteras; no cuenta sino con sus propios medios, y éstos pueden ser apurados por el perpetuo bloqueo de los puertos de la República; pero está resuelto a sepultarse en sus ruinas, primero, que doblegar una rodilla al feroz salteador que quiere sojuzgarla. Cualquiera qué sean las ulterioridades de esta crisis, podrán aleccionar a los que presentemente no dan mucha importancia a la fuerza de las cosas. V. E. sabe que el momento perdido en política, ya no vuelve".
Las palabras de Don Carlos eran claras, terminantes y de un impresionante patriotismo. Paulino no podía dudar de la firme decisión paraguaya en el sentido de que la República no permitiría, con el mayor vigor, la hegemonía de Rosas, actitud que favorecía la concertación de la alianza.
Bellegarde no se engañó con relación al Presidente López, afirma Soares de Souza. "Comprendió, desde luego, que la única cosa que se podría conseguir del paraguayo sería el de no aliarse con Rosas". De don Carlos decía al canciller imperial: "su gran orgullo le hace parecer que representa un papel heroico, luchando a un tiempo con Buenos Aires y con el Brasil y espera que de estas dificultades saque ventaja. Está pretensión vanidosa de querer que su gobierno desempeñe un papel en América le hace dar muchos pasos falsos".
En la "incalificable respuesta" del Presidente de la Provincia de Mato Grosso, éste se negó a acceder al pedido de Bellegarde. Se encontraba precisamente en ese momento en Pan de Azúcar, situado al sur de Olimpo a los 21°, 26' de latitud. "Era por demás vanidoso" el alto funcionario de Mato Grosso, anota Soares de Souza.
El 24 de septiembre Bellegarde comunicó a Varela la contestación de Pimentel, quien no comprendió la, responsabilidad que en ese momento tomaba sobre sí para poder prevenir un conflicto "que desgraciadamente se hace inevitable".
La disposición en que Pimentel ordenó su cumplimiento databa de 1847 y sólo dos años después se la puso en práctica. Lo curioso, además, era que Paulino, el Ministro de Asuntos Extranjeros, ignoraba "semejante orden".
Con la respuesta negativa de Pimentel, la expedición detenida en Concepción subió el río Paraguay hasta Pan de Azúcar o Fecho dos Morros. El comandante paraguayo ofició al brasileño -escribe julio César Chaves- "pidiéndole la desocupación del fuerte, mientras se definieran los límites, recomendándole no diese lugar a una alteración de la cordial amistad existente entre los dos países". El brasileño animado por la ignorancia del significado de lo que estaba haciendo e impulsado por la "vanidad", aprendida de Pimentel, contestó: "que obre lo que juzgare en su alcance". Los paraguayos atacaron entonces y sin mayores esfuerzos desalojaron a los intrusos y ocuparon el fortín.
Esta circunstancia movió a Bellegarde a dejar Asunción el 31 de octubre de 1850, llegando a Itapúa el 18 de noviembre. La legación imperial quedó acéfala.
En Río de Janeiro, Paulino aprobó la conducta seguida por Bellegarde, manifestándole que la desocupación de Pan de Azúcar no significaba la renuncia del Brasil al territorio contestado. Le prevenía que no era la oportunidad de entrar en discusiones sobre límites, ni en la "demostración de los derechos" del Brasil.
También en la capital del Imperio las relaciones con Tomás Guido, representante de las agresivas pretensiones de Rosas, hicieron crisis... Paulino se negó a dar satisfacción a las presentaciones del diplomático argentino. El 2 de octubre Guido partió de Río de Janeiro. Todos estos sucesos fueron comunicados a Bellegarde con la orden de darlas a conocer al Presidente López y que si la negociación estaba rota, debía procurar "renovarla, manifestando que lo haría de por sí y de modo alguno por órdenes que proviniesen para el caso".
La gravedad de las circunstancias movió a Paulino a escribir un "notable mensaje" al Emperador, dándole cuenta de que los oficios que remitió a Bellegarde le podían ser entregados en Asunción o en Itapúa, o en el camino entre estas ciudades. "Es de creer que a la vista de estos despachos, -decía- regrese (Bellegarde) a Asunción, si de allí hubiese ya salido. Lo que mucho recelo es que haya algún conflicto entre la expedición paraguaya y las fuerzas brasileñas de Pan de Azúcar. Ese conflicto puede trastornar todo".
La preocupación de Bellegarde tenía indudable fundamento. El choque en Pan de Azúcar no tendría mayor significación, pero su trascendencia internacional impediría el acuerdo de alianza en tramitación, de gran importancia para terminar con las insolencias de Rosas.
Don Pedro II, favorable al tratado con el Paraguay, expresó al Ministro de Asuntos Extranjeros: "Espero que las nuevas instrucciones encuentren todavía a Bellegarde en territorio del Paraguay y que a la vista de ellas retroceda, llevando consigo poderosos argumentos con que desvanezca la desconfianza de López".
Bellegarde recibió los despachos de Paulino en el camino y después de llegar a Itapúa, en los cuales le informaba de los sucesos que provocaron el retiro de Guido. Entre los despachas venía una dirigida a López. Bellegarde estimaba que las órdenes recibidas "harían impresión sobre el espíritu del Presidente y que tal vez llegase la oportunidad de volver a Asunción y ver si podía concluir el tratado". Escribió a Don Carlos, expresándole que estaba facultado para negociar. En "términos lisonjeros" éste le contestó manifestándole su deseo de que regresase a la capital.
El 19 de noviembre de 1850, el Presidente Carlos Antonio López contestó una nota de Paulino del mes anterior. Decía el primer mandatario paraguayo: "me ha sido grandemente satisfactoria la apreciada de V. E. de 11 de octubre pp., y en su mérito quedo dispuesto a tratar con el Ilmo. Sor Encargado de Negocios de S. M. el Emperador del Brasil, concurriendo cuanto pudiere para facilitar, y apresurar nuestras comunicaciones.
"V. E. me ha presentado el farol que necesitaba para conocer mi horizonte, y me ha despejado el camino, que no dejaba de presentarme dificultades más o menos serias. Cuanto que V. E. no estrañará esta franqueza.
"Soy grato a V. E. por sus importantes providencias y explicaciones satisfactorias sobre el incidente desagradable ocurrido en el contestado territorio fluvial, volviendo las cosas al estado anterior, hasta un arreglo amigable de límites...
"La amistad y la correspondencia de V. E. son para mí prendas de inmenso valor; quiera pues V. E. continuar favoreciéndome con sus comunicaciones, la vez que le permitan sus grandes atenciones, con la franqueza y lisura que interesa la libertad de una correspondencia amistosa".
Bellegarde, dando cumplimiento a las órdenes recibidas, regresó a Asunción, donde entrevistó, sin pérdida de tiempo, al Presidente López, encontrándolo vivamente impresionado.
El tratado de alianza defensiva se firmó el 25 de diciembre de 1850 y constaba de diez y siete artículos. Por el primero el gobierno imperial se comprometía a continuar interponiendo sus efectivos y buenos oficios para el reconocimiento de la independencia del Paraguay por las naciones que aún no lo han hecho. El segundo establecía textualmente: "El Presidente de la República del Paraguay y S. M. el Emperador del Brasil, se obligan a prestarse asistencia y socorro en caso en que la República y el Imperio sean atacados por la Confederación Argentina, o por su aliado en el Estado Oriental, coadyuvánse mutuamente con tropas, armas y municiones. Se ha de entender atacado uno de los dos Estados, cuando su territorio fuese invadido, o estuviese en peligro inminente de serlo". Por el tercero, ambos gobiernos se comprometían a auxiliarse recíprocamente para obtener la libre navegación del Río Paraná. Otros artículos se referían a las condiciones de cumplimiento de la alianza. Por el décimo cuarto, el Presidente del Paraguay se obligaba a coadyuvar con el Emperador del Brasil a mantener la independencia del Uruguay. La duración del tratado era de seis años y el canje de ratificaciones debía realizarse en Asunción. Un artículo separado dispuso que el convenio "permanecerá secreto".
El Paraguay ratificó el acuerdo el 22 de abril de 1851 y el canje de las ratificaciones se realizó el 26: del mismo mes.
Es interesante destacar la disposición del artículo décimo cuarto. El mantenimiento de la independencia del Uruguay constituía una de las facetas de la política, del Brasil y principalmente en esta época cuando el Imperio iniciaba su campana contra Rosas, que pretendía extender su hegemonía no solamente sobre el Paraguay sino también en la margen izquierda del gran estuario. Ya en 1845, en la circular del 25 de noviembre, ANTONIO LIMPO DE ABREU, Visconde de Abaeté, afirmaba que la independencia de los dos países, era una condición necesaria para el equilibrio de los países de la cuenca del Río de la Plata, principio sostenido por el gobierno del Mcal. López en la célebre nota del 30 de agosto de 1864.
El secreto del convenio no pudo mantenerse. JORNAL DO COMMERCIO dio noticia de él en Río de Janeiro. También se ocupó del mismo el Comercio del Plata de Montevideo. Y en Asunción, El Paraguayo Independiente, en su N° 101 del 26 de abril de 1851, comentó como un feliz acontecimiento el haberse establecido, una liga entre el Paraguay y el Imperio del Brasil para alcanzar la paz y tranquilidad del cono sur de América, que permitirá la conservación del statu quo de las nacionalidades de la zona, sin temer el peligro de la destrucción de sus integridades respectivas. "En el día, -terminaba expresando- para nosotros, son idénticas las causas del Paraguay, del Brasil, y del Estado Oriental. Al transmitir esta importante noticia a nuestros conciudadanos, tenemos la confianza de que la aceptarán con entusiasmo, y estarán prontos como siempre a la voz de la Patria".
El tratado de alianza defensiva del 25 de noviembre de 1850 tuvo una influencia decisiva para el pronunciamiento de Montevideo y de las provincias argentinas de Corrientes y Entre Ríos, en la lucha contra Rosas, que culminó en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, con la caída de Juan Manuel de Rosas y su alejamiento para siempre de tierras americanas.
Este convenio constituyó un triunfo de la diplomacia brasileña, capitaneada entonces por PAULINA JOSÉ SOARES DE SOUZA, después Visconde de Uruguay, así como también una victoria del Presidente CARLOS ANTONIO LÓPEZ, que mantuvo con patriótica firmeza la independencia del Paraguay.

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