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en la GALERÍA DE LETRAS del
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BATALLA DE TACUARY
Pocas horas de ofensiva fueron suficientes para que las armas paraguayas
derrotaran al ejército de Belgrano en Tacuary, el 9 de marzo de 1811.
En vísperas del primer aniversario de aquella gesta,
la dotación militar de la capital solicitó la autorización
de la Junta Superior Gubernativa para evocarla con
“regocijo y demostración”.
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Los miembros de la Junta: Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Fernando de la Mora y el secretario Mariano Larios Galván concedieron la venia correspondiente mediante una nota dirigida a los Alcaldes de Primer y Segundo voto de la Asunción. Por tratarse de un documento inédito y breve lo transcribimos a continuación:
Los miembros de la Junta: Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Fernando de la Mora y el secretario Mariano Larios Galván concedieron la venia correspondiente mediante una nota dirigida a los Alcaldes de Primer y Segundo voto de la Asunción. Por tratarse de un documento inédito y breve lo transcribimos a continuación:
“Siendo sobremanera justo y plausible celebrar la memoria del memorable suceso y victoria que consiguieron las armas paraguayas, ahora un año en el combate de Tacuary, se concede a los oficiales y tropas del cuartel que puedan regocijarse esta noche, consultando en la diversión que no haya desórdenes y deserciones con el paisanaje, convidando a las personas que tengan por conveniente; y para autorizar más la memoria de tan plausible día, póngase en libertad dos presos que no sean de mayor consideración de los que se hallan arrestados por orden de esta Junta Superior y otros dos a cuenta de los Alcaldes ordinarios a quienes se presentará este Decreto, así para el cumplimiento de esta gracia como para que manden iluminar la gradería del Ilustre Ayuntamiento verificados en los corredores de este Palacio.
Lo trasladamos a Vuestra Señoría para su cumplimiento en el día sobre la parte que los comprende. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Asunción, Marzo 9 de 1812.
Fulgencio Yegros —Pedro Juan Caballero– Fernando de la Mora.
Mariano Larios Galván, Secretario”.
Hoy volvemos a conmemorar aquella victoria recordando que Buenos Aires, antigua capital del virreinato del Río de la Plata y de las Intendencias en las que se hallaba dividido aquel, no podía tolerar que la del Paraguay, con sus enormes recursos, diera las espaldas a la revolución y fortaleciera el frente español. Había que intimar al gobernador, al Cabildo y al obispo para que se sumaran a la revolución porteña. Para el efecto, en setiembre de 1810, la Junta de Buenos Aires comisionó a uno de sus integrantes, el general Manuel Belgrano, para encabezar una expedición al Paraguay.
Belgrano traía órdenes de atacar y dispersar a las fuerzas del gobernador Velasco, instaladas en los pueblos de Misiones, para luego pasar a la provincia del Paraguay a fin de ponerla “en completo orden”. También debía renovar “todo el Cabildo y funcionarios públicos, colocando hombres de entera confianza en los empleos… y si hubiere resistencia de armas, morirán el Obispo, el Gobernador y su sobrino, con los principales causantes de la resistencia”.
El ejército porteño llegó a las costas del Paraná el 4 de diciembre de 1810 y se detuvo a orillas de la isla Apipé. Allí escribió Belgrano aquel ultimátum al Gobernador, Cabildo y Obispo, al que ya se hizo referencia.
Entre tanto, la defensa paraguaya permanecía alerta en sus puestos fronterizos. En el Campichuelo del paso de Candelaria se hallaba apostado el capitán Domingo Soriano; en Itapúa el subdelegado Pablo Thompson; en Tacuary el capitán Servián; en San Cosme, el subdelegado y comandante de armas, el capitán Tomás Mármol y en Santiago, el comandante interino Pedro Nolasco Alfaro. Prestos a intervenir ante cualquier eventualidad se hallaban las compañías de Yuty, Bobí (Artigas) y Cangó (San Pedro del Paraná), al mando del capitán Vicente Antonio Matiauda.
Las primeras escaramuzas entre Buenos Aires y el Paraguay tuvieron lugar dos días después de aquel pedido de rendición de Belgrano. Un piquete de 12 voluntarios cruzó el Paraná y antes de amanecer asaltó un puesto de guardia paraguayo, capturando armas y prisioneros. A la zaga desembarcó Belgrano y luego de un breve cambio de disparos quedó desamparado el puerto de Campichuelo (Cambyretã); el capitán Soriano se vio obligado a abandonar el lugar con los pocos soldados que le quedaban. No hubo bajas en ninguno de los bandos; sin embargo, Thompson se retiró presuroso de Itapúa, sin combatir. En el pueblo quedó el administrador Rafael Díaz de los Ríos, y probablemente el cura del lugar, fray Miguel Estriche y su compañero fray Juan de las Encinas, franciscanos.
Alfaro comunicó a Velasco la caída de Itapúa; Thompson, por su parte, trató de justificar al comandante del Campichuelo señalando que cuando aquel quiso reaccionar ya estaba desamparado, excepto por 13 hombres. “La compañía de naturales (indígenas de los pueblos misioneros) —enfatiza el Subdelegado de Itapúa— no sirvió de nada. No quedó uno en el puerto”.
Seis días permaneció Belgrano en Itapúa, y el 25 de diciembre se trasladó al paso de Tacuary donde se juntó con José Ildefonso Machaín que había tomado dicha guardia. Por su parte, Rocamora, sucesor de Velasco en la gobernación de las Misiones, también cruzó el Paraná con indígenas de aquellos pueblos y por instrucciones de Belgrano permaneció en Itapúa en espera de nuevas órdenes.
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- Batalla de Paraguarí (Mba’e)
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Velasco decidió presentar batalla en Paraguarí. Envió chasques al galope a los distintos puestos de operaciones. Las campanas de todos los pueblos llamaron a combate. Los comerciantes españoles y los conventos de la ciudad entregaron sus donativos, lo mismo la Factoría de tabaco, que tuvo que echar mano a sus reservas.
Antes de partir, Velasco nombró al Cabildo de Asunción como gobernador sustituto y salió de la capital el 29 de diciembre rumbo a Paraguarí. Allí se instaló con su plana mayor, delante se colocó la división de Pedro Gracias. Al extremo, cubriendo los pasos del Caañabé la de Juan Manuel Gamarra y en el ala opuesta, la división de Manuel Cabañas.
Belgrano emplazó su cuartel general enfrente, en una elevación del terreno denominado Rombado, por su forma romboidal, aunque más conocida como cerro Mba’e. Ordenó a Machaín que rompiera el cerco enemigo ayudado de la reserva del cuartel general. La lucha fue sangrienta, era el 19 de enero de 1810. Machaín logró desbaratar la división de Pedro García y enfiló directamente a Paraguarí para prender a Velasco, quien logró huir del campo de batalla. La noticia llegó a Asunción con sabor a derrota. El pánico cundió entre los españoles. Se abandonaron las casas; el obispo Panés, los cabildantes y las familias de los comerciantes corrieron presurosos al puerto con sus cajas de caudales y en pocas horas abarrotaron 19 buques, casi todos de gran calado. En medio de la confusión, muchos vecinos fueron a los cuarteles y se hicieron de armas.
Mientras tanto, los dos frentes se batieron durante tres largas horas, pero la tenaza de las divisiones paraguayas no cedió hasta lograr el triunfo. Unos pocos hombres lograron sortear el cerco, entre ellos, el que entregó a Belgrano como trofeo, el capote de Velasco, en cuyos bolsillos se encontraron una boquilla de fumar y los lentes del gobernador. Ante la derrota porteña y a modo de consuelo, Belgrano envió aquellos presentes a la Junta de Buenos Aires; luego acordó con sus principales capitanes, emprender la retirada hasta el río Tebicuary, en espera de refuerzos.
Nunca antes se había librado en suelo paraguayo una batalla de tanta consideración como la de Paraguarí. En Asunción, el Cabildo en función de gobierno mandó celebrar tres días de luminaria y al cuarto dispuso un Te Deum en acción de gracias a Dios por la victoria”.
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- Batalla de Tacuary (Tupara’y).
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Con la victoria de Paraguarí, los comerciantes españoles, los funcionarios y los propios paraguayos partidarios del dominio español celebraron eufóricos el triunfo. Pero la guerra no había terminado.
Velasco organizó la persecución al enemigo, para lo cual nombró como comandante de avanzada a Fulgencio Yegros; este debía “pisarle los talones a Belgrano”. Se sumaron luego, Antonio Tomás Yegros con su compañía de cuarteleros, Blas José de Rojas con su infantería y el capitán Vicente Antonio Matiauda con las milicias de Yuty, Cangó y Bobí.
Belgrano se tornó más prudente y reflexivo. Al quinto día levantó campamento y se alejó del lugar instalando su cuartel en el pueblo de Santa Rosa, más cerca del Paraná. Mandó cubrir con hombres y cañones los puestos de San Cosme, Candelaria y San José y esperó que los paraguayos tomaran la iniciativa.
En el Paraguay, al otro lado del Tacuary, el comandante Luis Caballero, ultimaba los trabajos de un puente, que oculto entre la maleza, lo fueron construyendo para sorprender al enemigo por la retaguardia. Se dispuso el cruce sigiloso del ejército antes del amanecer del 9 de marzo de 1810. Quedarían en esta banda algunas piezas de artillería, unos 70 fusileros y tres compañías de lanceros.
A la madrugada se llegó al medio del puente; al bajar a tierra les esperaba un monte como de 200 metros, que para atravesarlo, tuvieron que abrir sendas con cuchillos, machetes y sables. A fin de evitar bajas paraguayas causadas por los mismos compañeros, como ocurrió en Paraguarí, todos los soldados llevaban puestos en el sombrero una rama verde de laurel, especie abundante en la zona, además, dos hojas de palmas cruzadas en el pecho.
El ejército paraguayo organizó su formación a unas seis cuadras de la capilla de Tacuary y se ordenó el ataque; la guardia enemiga compuesta de 20 hombres huyó atemorizada. En ese momento, el comandante Luis Caballero, héroe de Tacuary, cayó al suelo aquejado de un paro cardíaco.
Avanzó Machaín y ocupó las tres islas de monte cercanas a dicha capilla y desde allí abrió fuego sobre los soldados paraguayos. Se inició un duro combate, desventajoso para los que salían del monte y se hallaban en campo abierto.
Los paraguayos, mandados por el capitán Fulgencio Yegros, el comandante Juan Manuel Gamarra y el mayor Pascual Urdapilleta, comenzaron un movimiento envolvente, mientras una escuadrilla de botes armados remontaba el Tacuary. La caballería desbordó los montes y Machaín, el segundo jefe del ejército de la Junta de Buenos Aires, cayó en manos de los paraguayos juntamente con varios de sus oficiales, un centenar de soldados, piezas de artillería con el carro de municiones y todos los fusiles; muchos más que en Paraguarí.
Mientras los paraguayos reorganizaban sus filas para el asalto final, Belgrano aprovechó aquella pausa para enviar como emisario a José Alberto Cálcena y Echeverría; este llegó con una bandera blanca y pidió una tregua. Expuso que Belgrano se retiraría con todas sus tropas y que se le permitiese cruzar el Paraná sin ser molestado, bajo la promesa de dejar enteramente evacuada la provincia del Paraguay.
Cabañas, sin consultar con Velasco y en contra del parecer de Gamarra y los demás jefes, concedió capitulación a Belgrano, bajo su responsabilidad.
En un breve oficio, Cabañas autoriza a Belgrano a retirarse con sus tropas y armamentos con el compromiso de no volver a atacar al Paraguay en el futuro y que se pusiera en marcha a más tardar el día siguiente; Belgrano contesta con otro oficio, aprobando las condiciones impuestas por Cabañas.
No hubo acta de capitulación, los oficios intercambiados contienen los términos de la misma. Aunque Velasco aprobó la capitulación, al llegar al pueblo de Santa Rosa, ordenó que se cortara toda comunicación con los porteños. Allí entregó a Fulgencio Yegros su ascenso a teniente gobernador de Misiones y subdelegado de Candelaria, jurisdicción que comprendía, además de este pueblo, los de Trinidad, Jesús, Itapúa, Santa Ana, Loreto, San Ignacio Mini y Corpus. Al ser nombrado jefe de las Fuerzas del Sur, asentadas con carácter permanente en Itapúa, Yegros nombró como segundo suyo al capitán Vicente Antonio Matiauda, subdelegado de los pueblos de Yuty, Cangó y Bovi, quien pasó a residir en el cuartel de Candelaria.
La campaña militar de Tacuary tuvo un final inesperado; en el mismo campo de batalla se tramó la completa reconciliación con Buenos Aires. El odio a los porteños se trasladó al régimen colonial y gran parte de la opinión pública se volvió favorable a Buenos Aires.
La guerra porteña despertó la conciencia nacional. Sirvió para demostrar a españoles y porteños la fidelidad de los paraguayos a la causa de la Patria. Eso mismo lo expresó Velasco en carta al virrey Cisneros, al día siguiente de la victoria de Tacuary: “Como si un rayo hubiera herido los corazones de estos incomparables provincianos —señaló el gobernador— me hallé a los dos días de haberse circulado los avisos con más de 6.000 hombres, prontos a derramar la última gota de sangre antes de rendirse”.
Sin detenernos en los prolegómenos de la revolución del 14 y 15 de mayo de 1811, conviene destacar que la misma resultó ser el corolario de una conspiración gestada en las carpas de la oficialidad paraguaya, triunfadora como queda dicho, en Paraguarí y Tacuary.
Margarita Durán Estragó
6 de Marzo de 2010
Margarita Durán Estragó
6 de Marzo de 2010
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Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR del domingo, 7 de marzo del 2010.
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