CECILIO BAEZ
COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 6
© Editorial EL LECTOR
Director General: PABLO LEÓN BURIÁN
Coordinador Editorial: BERNARDO NERI FARINA
Director de la Colección: HERIB CABALLERO CAMPOS
Diseño de Tapa: DENIS CONDORETTY
Corrección: RODOLFO INSAURRALDE
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
ISBN: 978-99953-1-133-9
El Lector I: 25 de Mayo y Antequera.
Tel. 595 21 491 966 - 493 908
El Lector II: San Martín c/ Austria.
Tel. 610 639 - 614 258/9
Esta edición consta de 15.000 ejemplares
Asunción – Paraguay 2011
CONTENIDO
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
I. EL HOMBRE
1. EL ADIÓS A UN AMIGO
2. LA FAMILIA
3. ¡POR QUÉ, CIELOS, NO MORÍ!
4. LOS RESILIENTES
II. EL PENSADOR
1. EL ORIGEN DE SU PENSAMIENTO
2. LECTURAS JUVENILES
3. SUS IDEALES
4. RELEVANCIA DEL PENSAMIENTO DE BÁEZ
5. POSITIVISMO
6. LOS GUARANÍES
7. LA CRÍTICA A BÁEZ
8. EL POLÍTICO
9. EL IDEÓLOGO
10. RECONSTRUCCIONISMO Y REGENERACIONISMO
11. PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
12. OBRERO DESTACADO
III. EL TESTIMONIO
1. EL ÚLTIMO TRABAJO
2. EL ADIÓS AL VENERABLE MAESTRO
3. DR. CECILIO BÁEZ, CAAGUAZÚ
ANEXOS
FUENTES CONSULTADAS
EL AUTOR
PRÓLOGO
Cecilio Báez es un hombre polémico y a la vez polifacético, destacado miembro de la intelectualidad paraguaya, fue uno de los primeros egresados del Colegio Nacional de la Capital. En forma aventajada egresó en la primera promoción de la entonces novel Universidad Nacional de Asunción.
El doctor José Manuel Silvero nos presenta en tres capítulos la vida, obra y pensamiento de un personaje que se destacó notablemente en cada una de las actividades que emprendió, ya sea en la cátedra o en la política, en la prensa o en la diplomacia.
En este sentido rescatamos la sinceridad del autor, cuando sostiene " la figura que me ha correspondido abordar es tan vasta y compleja que lo "mucho" que pueda intentar decir de ella siempre será muy "poco". Varios aspectos de su amplia producción no son desarrollados en este trabajo"
Uno de los principales aportes de este libro es el recuento de todos los hijos de Cecilio Báez y detalles de su vida que nos traen el ser humano más allá del político.
El volumen presenta también fotografías inéditas del propio doctor Báez como de su familia, imágenes que acercan al lector a una mejor comprensión del texto presentado por el autor y que hasta esta obra han permanecido inéditas bajo el cuidado de sus descendientes, a quienes agradecemos su prestancia y colaboración para con este proyecto editorial.
En otro apartado importante Silvero nos explica cómo el pensamiento de Báez se entronca con el Positivismo, corriente filosófica fundada por el francés Auguste Comte. En este sentido un aporte significativo es el detalle de las lecturas de libros fundamentales en la conformación del pensamiento de Cecilio.
Podemos afirmar con propiedad que el trabajo de José Manuel Silvero se encuadra en la biografía intelectual, la cual facilita el entendimiento sobre el modo de pensar de un personaje tan relevante a la historia como el doctor Báez.
Este libro es el primero que se aproxima a la biografía de una figura tan descollante en el desarrollo político y cultural del Paraguay de comienzos del siglo XX, y cuya impronta quedó firme durante muchos años en la enseñanza del Derecho y las Ciencias Sociales.
Agradecemos al doctor Silvero el esfuerzo y la reflexión realizados porque mediante este trabajo los lectores podrán conocer facetas desconocidas de la vida de Cecilio Báez. Destacamos que es la primera vez que se plantea la biografía de un hombre de quien mucho se habla pero poco se conoce. Este libro presenta una primera aproximación a un destacado intelectual, olvidado incluso por quienes se dicen sus herederos políticos.
Exhortamos al autor a que siga por esta senda, profundizando el estudio sobre Báez y su pensamiento, en la línea de ayudarnos a conocer el ambiente intelectual que se creó en torno a su figura.
Muchas veces observamos que existe un menosprecio hacia los pensadores paraguayos pues ni siquiera son estudiados en los programas oficiales de la enseñanza Media. Hacemos votos para que a través de esta colección la vida, la obra y el pensamiento de Cecilio Báez y de otros ilustres paraguayos sean conocidos y estudiados, con el fin de comprender la evolución de las ideas en el Paraguay y a través de la misma una nueva visión sobre nuestro pasado sea mucho más enriquecida.
HERIB CABALLERO CAMPOS
Asunción, marzo de 2011
INTRODUCCIÓN
La memoria parece grande por lo
que muestra en recuerdos, lo es mucho
más por lo que ciertamente esconde.
Niceto Alcalá-Zamora
Cabe como primera advertencia que la figura la cual me ha correspondido abordar es tan vasta y compleja que lo "mucho" que pueda intentar decir de ella siempre será muy "poco". Varios aspectos de su amplia producción no son desarrollados en este trabajo; sus ideas en torno a las relaciones diplomáticas, la filosofía del derecho, el arte, la religión, entre otros.
La siguiente advertencia tiene que ver con mi condición de docente de Filosofía, probablemente haya restringido la visión a la hora de escribir un texto que un historiador -dependiendo de sus intereses- lo desarrollaría de manera más emocionante. Lo digo pues, para muchos de nosotros, la Historia siempre fue presentada como una actividad rebosante de praxis maniqueísta, donde las posturas embutidas eran colocadas en hormas bien separadas.
Por eso el lector encontrará en estas páginas una serie de puntos que en principio, podrían no parecer muy relevantes; como por ejemplo, datos relacionados a los vástagos de Cecilio Báez. No obstante, es importante y enriquecedor ampliar la visión sobre cualquier autor al intentar mirar su grandeza desde perspectivas usualmente marginadas.
Vale además señalar el hecho de que todas las posturas e interpretaciones son construcciones provisorias, siempre revisables. Por ello, la admiración por la obra y la praxis política de Báez, con seguridad me habrá limitado a la hora de juzgar o criticar con más detalles, fuerza y argumentos, sus potenciales contradicciones y paradojas.
Por último, es mi deseo hacer saber que este trabajo no hubiese sido posible sin la generosidad, el concurso, la amabilidad y el trabajo incansable de Marjorie Paola Báez Ríos, quien con esmero, dedicación y absoluta entrega, honró la memoria de los Báez Allende -especialmente la de su padre Aníbal Cecilio Báez Recalde- poniendo a disposición documentos, fotos y datos de manera ordenada haciendo que el trabajo fuese más llevadero, novedoso y apasionante.
Mi agradecimiento vaya también a la señora María Graciela Ríos Vda. de Báez Recalde, por las informaciones vertidas en las muchas conversaciones que mantuvimos; así como a Amadeo Nicolás Báez Ríos, a María Graciela Báez de Ramírez y a Astrid Desirée Báez Ríos, por el entusiasmo y la fortaleza que esparcían en las horas de trabajo.
Y una mención especial merece el gesto fraterno del Arq. Hernán Báez Recalde, quien generosamente arrimó fotos y datos de muchísimo valor. A todos ellos y ellas, GRACIAS CON MAYÚSCULAS.
Asimismo, quiero agradecer a mis compañeros de trabajo de la Dirección General de Investigación Científica y Tecnológica/CEMIT de la Universidad Nacional de Asunción, ellos me han animado siempre en todos los emprendimientos y proyectos.
La buena predisposición y el apoyo constante del Prof. Ingeniero Forestal César Cardozo Román, Director General de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Nacional de Asunción, a mis iniciativas e investigaciones, es un gesto que reconozco y agradezco de manera muy especial.
I. EL HOMBRE
1. EL ADIÓS A UN AMIGO
"Cuando la desgracia es grande el dolor enmudece,
para que estalle la indignación o la cólera".
Con estas palabras, el 18 de diciembre de 1899, Báez despedía a uno de los intelectuales más lúcidos que tuvo el Paraguay. La muerte de Blas Garay había consternado a la sociedad paraguaya y muy especialmente al grupo de jóvenes estudiosos, que de alguna u otra forma, intentaban reponerse de la tragedia que había significado la Guerra del 70.
Su talento y exquisitez como orador y ensayista, hacían de Báez una de las figuras más notorias del entorno político, académico e intelectual de finales del XIX y la
primera mitad del siglo XX. Quizás por ello, sus palabras llegaban al gran público de manera vibrante y casi siempre cargada de afirmaciones polémicas.
Luego de testar el grado de tristeza que inundaba a los amigos y parientes de Garay, Báez dejó en claro que sus palabras de orador no estarían adornadas de reproches ni maledicencias. Asimismo, recordaba inmediatamente que entre sollozos y suspiros se depositan en "hoyos siempre abiertos" venerados despojos de los deudos queridos.
Báez fue uno de los intelectuales que con claridad y sin miramientos ha descrito y denunciado toda laya de crueldad, amordazamiento de la libertad y de una educación mezquina y enteramente mediocre.
En ese sentido, reconoce la labor de Garay como ensayista, y puntualiza diciendo:
“... al Dr. Garay le es deudor el país de un gran servicio, él ha sido el primer paraguayo que acometió la labor patriótica de escribir un ensayo de historia nacional, y con una monografía de la República de los jesuitas, revelando hechos no conocidos antes por ningún historiador americano.”
Las últimas palabras del orador fueron de compromiso y de adherencia a la libertad y a su corolario más evidente, la Ilustración. Por ello, instaba a los intelectuales de aquel entonces a seguir la senda iniciada por Garay; a ser defensores de la causa del bien al tiempo de actuar como atletas del pensamiento para así ilustrar las conciencias de las multitudes y azotar el rostro de los sacrificadores del pueblo.
Su intervención culminó con una aleccionadora solicitud:
"Jóvenes compatriotas, antes que el instrumento del crimen, recoged la pluma del escritor independiente, del ilustre periodista doctor Blas Garay."
2. LA FAMILIA
En 1862 el Paraguay estaba gobernado por Don Carlos Antonio López, siete meses antes de su muerte, el sábado 1 de febrero del mismo año, nacía en Asunción, Cecilio Báez González.
Hijo de Nicolás Báez, primer escribiente del Paraguay, trabajó para Don Carlos Antonio López. Razón por la que Cecilio Báez llegó a conocer muchos detalles de los López. Su madre fue Faustina González, quien, según Manuel Pesoa, realizó todo el recorrido de la "Residenta". Cecilio tuvo cuatro hermanos: Otoniel, Modesta, Restituta y Benjamín.
Por las venas de Cecilio corría, por un lado sangre de "escribiente" y por otro lado, de "político". Su abuelo paterno, de quien heredaría el primer nombre, Cecilio Ignacio Báez, fue diputado en el Congreso del 20 de junio de 1811; su amistad con el prócer Fernando de la Mora le acercó a la causa nacional.
La familia Báez se había afincado en el país a mediados del siglo XVII. Hay registros que dan cuenta de un tal sargento mayor Gerónimo Báez, regidor y propietario.
Con apenas ocho años de vida, el niño ya había experimentado el cambio de dos gobernantes y los avatares de una tremenda guerra que llenó de escombros y ruinas el país.
Cuenta el nieto de Cecilio Báez -el Arq. Hernán Báez Recalde- que la niñez de aquel, a pesar del cuadro desolador, fue feliz.
Cecilio fue un niño travieso en demasía. Acostumbraba a reunirse con sus amiguitos a cometer travesuras. Una de ésas inspiraciones del futuro presidente pasaba por blandir restos de un cabo de acero. Con golpes certeros acometidos en una piedra, él y sus gamberros compinches disfrutaban de las chispas producidas por el roce. Pero la alegría no duraría mucho tiempo, una chispa se instaló en el ojo derecho del niño dejándolo tuerto. Por ello, el rostro del intelectual se veía constantemente galano con algún tipo de gafas.
En uno de sus libros, Báez reconoce el sacrificio de sus padres y la difícil tarea que significó la crianza de los hijos en aquellas condiciones más que difíciles.
El escrito reza cuanto sigue:
"In Memoriam. A la venerada memoria de nuestros padres don Nicolás Báez y doña Faustina González de Báez, que sufrieron mucho y nos libraron de la muerte durante los amargos y dilatados días de la guerra del Paraguay, insensatamente provocada por el monstruoso Tirano Solano López."
En 1887, a los 25 años de edad, antes de ingresar como estudiante a la Facultad de Derecho, se une a la caazapeña María Marcelina Allende Monges, quien contaba con 19 años.
La misma pertenecía a una familia pudiente de Caazapa. Contaba con un carácter firme como sus convicciones y solamente la Música podía reñir con su portentosa personalidad. Las reuniones y encuentros organizados por Marcelina se inundaban de hermosos valses que sonaban en una de las primeras vitrolas llegadas al Paraguay.
Marcelina destacaba además por su exquisito gusto por las joyas, al que Cecilio correspondía con obsequios de gran valor. Sin embargo, a pesar de su exquisitez y buen gusto, sobresalía su faceta de mujer hacendosa, siempre previsora, haciendo de sostén en el aspecto económico gracias a sus ahorros en tiempos de crisis.
A la muerte de los padres de Marcelina, Policarpo Allende y María del Rosario Monges, la gran devoción religiosa de la familia se tradujo en un gesto a tener en cuenta: la donación de sus tierras en Caazapá a sus criados y colaboradores.
Un dato interesante es la manera en que se dirigían los hijos e hijas a Marcelina. En varias de las cartas remitidas desde distintos lugares del mundo, ellos recurrían a la expresión "Mamita;", denotando respeto y profundo cariño.
Por su parte, Juana Bautista Allende, la "tía Juanita", como le llamaban los sobrinos y sobrinas, ayudó con cariño y esmero en la crianza de tan numerosa prole. La misma administraba una próspera tienda de telas en Caazapá, negocio de su propiedad. Allí, acostumbraban a pasar sus vacaciones los sobrinos y sobrinas.
El miércoles 28 de junio de 1899, luego de doce años de convivencia, Cecilio Báez se casó con doña Marcelina Allende. El acto fue bendecido por el presbítero Miguel Maldonado. Fueron padrinos, Manuel Raggio y la señora Engracia Allende. Asimismo, la escritura del contrato civil se firmó el 12 de febrero de 1900.
II. EL PENSADOR
1. EL ORIGEN DE SU PENSAMIENTO
De esa pléyade de intelectuales, la figura de Báez destacó por su aptitud para la docencia. Hugo Rodríguez Alcalá sostiene que desde muy joven se consagraría a la enseñanza, su verdadera vocación.
Cuenta Manuel Pesoa que, junto a José de la Cruz Ayala y otros jóvenes, formó parte del primer núcleo de jóvenes estudiantes que bajo la dirección del Dr. Facundo Machaín hicieron el curso preliminar de ingreso al Colegio Nacional, incorporándose oficialmente en el año 1878.
Se graduó con la primera remesa de bachilleres en 1882 y retiró su diploma el 10 de enero de 1888 para luego ingresar a la Escuela de Derecho y proseguir sus estudios universitarios.
El 15 de julio de 1893, el Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción expedía los tres primeros diplomas de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, en este orden: Cecilio Báez, de 31 años; Gaspar Villamayor, de 28; y Emeterio González, de 29.
Desde su egreso de la Facultad de Derecho, dictó cátedras en la misma durante casi cincuenta años. El 25 de marzo de 1896 fue designado profesor de Historia, en la mencionada Facultad, y de Sociología en 1900.
Entre las responsabilidades que le cupo administrar figuran desde docente hasta el cargo más alto, el de Rector. Así, fue decano de la Facultad de Derecho en varias ocasiones y ejerció el Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción totalizando 13 años de mandato. Su primer mandato se extendió desde el 31 de agosto de 1920 al 15 de junio de 1926. El segundo, del 23 de agosto de 1929 al 04 de septiembre de 1936.
El tercer y último periodo fue del 20 de agosto de 1937 al 18 de febrero de 1940. Finalizado su último periodo, fue nombrado "Rector Honorífico Perpetuo de la Universidad Nacional".
Durante su gestión se autorizó el funcionamiento de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (1926) y se reformó el Plan de Estudios de la Facultad de Medicina. Asimismo, en 1936 el Poder Ejecutivo autorizó el funcionamiento de la Facultad Libre de Humanidades. Roque Vallejos advierte que Báez estaba en contra de lo que podría llamarse "el pensamiento guarará"; entendiéndose esto como una concepción confusa, improvisada, supersticiosa, anoética (mágica) de la realidad.
Como docente, Báez confiaba a la nueva generación reparar lo perdido e instaba a que, por medio de la educación, el trabajo, por la práctica de la libertad, por el concurso del elemento extranjero, pero principalmente por la educación, dejara de ser un rebaño humano y se erija en un pueblo consciente de sus derechos y que haga imposible la vuelta de las omnímodas y embrutecedoras dictaduras. Para Báez, el pensamiento guarará y el ma’êra no tenían cabida más que en un tiempo y coyuntura donde la fuerza bruta y la mediocridad se alían.
"Las viejas estructuras cargadas de imprecisiones y falsos saberes han convertido en cretino al pueblo y en un imbécil", repetía Báez.
Si hurgamos en la etimología del término imbécil podemos encontrar que imbecillis es aquel que carece de apoyatura, de criterios racionales para ordenar el estado de las cosas que rodea su mundo. Es decir, aquel que carece de instrucción.
Hugo Rodríguez Alcalá afirma que con Báez murió, en 1941, el superviviente de un Paraguay que quiso regenerarse por las ideas y las instituciones.
La ética ocupaba un lugar preponderante en sus reflexiones y discursos.
En ese sentido es importante rescatar la acotación de Vallejos cuando afirma que Báez odiaba la falta de Ética individual que los griegos denominaron ethos y que los latinos por boca de Cicerón semantizaron como moralis.
Odiaba también la ausencia de ética colectiva. Al parecer, como docente, se esmeró para que sus alumnos leyeran textos fundamentales y de autores prestigiosos que en aquel entonces propiciaban debates más que enriquecedores en torno a cuestiones éticas, científico-educativas y políticas. La claridad y el compromiso ético son virtudes que el lector atento podrá notar a lo largo de sus muchos escritos.
En el Prefacio a su obra SOCIOLOGÍA, Báez asumía que el texto no es un nuevo libro de sociología, sino un simple dictado de esta disciplina, formado con los extractos sacados de los autores consultados y con los resúmenes de sus conferencias, para ayudar a los estudiantes a rendir el examen de rito.
Báez, sin embargo, indicaba -demostrando un conocimiento acabado de la materia- que hay una abundante bibliografía sociológica. Esa abundancia hacía que los alumnos se perdieran entre tantas posturas y corrientes. Por ello, su texto contribuyó a resumir las posturas y sobre todo, a exponer de manera preferencial la doctrina positiva, por ser la que mejor satisfacía la aspiración del espíritu moderno a la unificación del saber y la explicación científica de las cosas, en aquel momento.
2. LECTURAS JUVENILES
En cuanto a su educación -factor clave de su liderazgo, tanto en la política como en la academia- rastrearemos parte de sus lecturas a fin de testar a cabalidad la majestuosidad de su erudición, sus principios, creencias y anhelos.
Es probable que las primeras lecturas hayan marcado profundamente la personalidad de Báez al punto de encontrar en su actuar, elementos, virtudes y acciones muy similares a las que han desplegado los autores de los que ha bebido en su juventud.
La lectura apasionada cala en el lugar más recóndito de todo estudiante atento y talentoso. Desde muy joven, Báez demostró pasión por los libros, por la lectura y por la operativización de sus conocimientos.
En el Colegio Nacional aprendió a valorar y a amar los libros. Una vez que culminó sus estudios secundarios trabajó como periodista y en ese ínterin adquirió una buena cantidad de libros. Su biblioteca llegó a albergar más de tres mil títulos de todas las ramas, especialmente los de Derecho Internacional.
Destacaba una colección detallada de publicaciones referentes al Paraguay en Latín, Portugués, Inglés, Francés y Alemán. Asimismo, contaba con una colección de mapas de la Colonia de Mouché y D'Orbigny. También albergó una gran colección de periódicos desde la época de Don Carlos: CABICHU'I. EL CÍVICO, EL CENTINELA, LA DEMOCRACIA, LA REPÚBLICA, entre otros.
Báez era muy ordenado y cuidadoso con sus libros, no los prestaba nunca y conocía la ubicación de cada texto en su extensa biblioteca. Varias veces Báez estuvo por Europa, en todos sus viajes aprovechó para munirse de libros de Filosofía, Sociología, etc.
En su época de estudiante del Colegio Nacional, según su propio testimonio, leyó una serie de textos a tener en cuenta; éstas son obras de los clásicos así como de los historiadores franceses.
3. SUS IDEALES
No podemos entender los ideales de Báez sin el contexto que le arropó y determinó de alguna forma sus ideas.
Cuando en la posguerra, su maestro de primaria le invitaba a escribir sus ideas con un trozo de carbón en un pedazo de madera, el ambiente de pobreza y desolación era tal que nadie podía imaginarse el futuro de ese niño cuya instrucción se desarrollaba bajo un frondoso árbol. La erudición y fecundidad como escritor de Báez no tendrían parangón.
Sus escritos e intervenciones juveniles no dejan de tener un peso importante en sus posturas. Sin embargo, la matriz del pensamiento de Báez, probablemente no esté muy alejada de las propuestas del Liberalismo y del Positivismo de inicios del XIX.
Cuenta Teresa Cañedo que al dar comienzo el siglo XIX, los países del continente sudamericano se irían independizando de la política de España bajo el estandarte ideológico del Liberalismo. De ahí que la constante sea el deseo de ruptura total, respecto de la que había sido durante tres siglos su cabeza rectora. La independencia conllevaba la desaprensión del tutelaje de España, olvido del pasado y construcción de una nueva América bajo el signo indiscutible de la libertad.
El triunfo de la constitución de corte liberal en los países emancipados es una clara muestra del valor que se le otorgaba a la libertad, inspirada, claro está, en la Constitución de los EE.UU. Es verdad que en el Paraguay el proceso fue distinto, pero las ideas liberales se impusieron nada más culminar la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870).
Pero, ¿bastó a los países emancipados con tener bases jurídicas importadas para asegurar el desarrollo y el autogobierno? Los inconvenientes sobraron a la hora de intentar por primera vez la compleja tarea de crear fórmulas para el gobierno, la gestión económica y financiera, la creación de recursos, la organización social, en fin, toda una lista de cuestiones imprescindibles para la consolidación de una nueva cultura.
Lo cierto es que los enfrentamientos ideológicos -y armados- entre liberales y conservadores, se sucedieron a lo largo y ancho del continente.
Las ideas, muchas veces, no coincidían con la realidad compleja y cambiante. Pero, a pesar del caos y la incertidumbre, los pensadores fueron vitales a la hora de organizar los países emancipados.
Pensadores no a la manera de Aristóteles o Hegel, sino de jóvenes preocupados por el destino de sus respectivas naciones. En el caso paraguayo, hay un nombre que se asocia al Colegio Nuestra Señora de Montserrat de Córdoba, José Gaspar Rodríguez de Francia.
El líder indiscutible de la independencia patria, como está visto, no coqueteó en demasía con las posturas liberales. Su estrategia se centró en salvaguardar al país de los "progresistas" cuyas ideas e intereses estaban muy contaminados de paternalismo y ambición.
Báez lo considera el fundador de la nacionalidad paraguaya. Sin embargo, dice claramente que el gobierno de Francia aterra más bien por su larga duración -de 26 años- por la falta absoluta de libertad, por la ausencia de garantías para los derechos individuales, por la incomunicación del país y por las largas prisiones que sufrían los reos del Estado. Pero no es cierto que fusiló a los personajes más conspicuos, ni a ningún otro, por el placer de asesinarlos.
Durante el gobierno de don Carlos Antonio López, tampoco las ideas liberales fueron muy apreciadas. Cuenta el propio Báez que Juan Bautista Rivarola en el Congreso General de 1841 sugirió la idea de dotar al país de una constitución política; pero el presidente López -que lo presidía y dirigía a su arbitrio- contando con el apoyo del comandante de las tropas, don Mariano Roque Alonso, no solamente interrumpió su discurso y le impuso silencio, sino que impugnó su idea por extemporánea y peligrosa diciendo que el país no estaba preparado para regirse por un código de esa clase, y que lo que necesitaba era un gobierno fuerte.
Luego de los gobiernos de los López y la tragedia del 70, las ideas liberales sonarán de lleno en el Paraguay. Para ser más exactos, luego de que los jóvenes intelectuales -surgidos en la Academia- hayan propiciado espacios para el debate.
Uno de estos jóvenes fue Báez, quien desplegó en su tesis de doctorado ENSAYO SOBRE LA LIBERTAD CIVIL, gran parte de las ideas del liberalismo que luego se consolidarían en el Paraguay. No obstante, a lo largo de varias décadas, Báez fue matizando sus posturas en función a los temas, las circunstancias y las coyunturas. Pero siempre manteniendo el núcleo libertario de la misma.
4. RELEVANCIA DEL PENSAMIENTO DE BÁEZ
Milda Rivarola sostiene que la obra de Báez es básicamente histórica. De ahí que coincida con la tradición del XIX donde la condición de historiador estaba muy consustanciada con la del político. Al parecer, el hecho de conocer de modo íntimo la Historia del Paraguay le ayudó a criticar ciertos excesos y faltas, además de esbozar una doctrina ideológica.
La Historia en Báez tiene una importancia capital, pues, su conocimiento le reporta prestigio como docente, político y orador. Es decir, la Historia tiene en su derrotero intelectual una utilidad pública y una incidencia política gravitante. Por ello, la mayoría de los temas que Báez analizaba eran reinterpretados y argumentados desde la matriz del Liberalismo y el Positivismo que él profesaba. Esto es determinante, pues, en todas sus facetas se evidenció el influjo de su conocimiento histórico; en primer lugar, como docente, luego como político doctrinario y, por último, como moralizador.
Víctor Cousin afirmaba que la Historia apoyada sobre los trabajos acumulados de la erudición y la crítica, interroga todos los grandes acontecimientos, las grandes épocas, para arrancarles el secreto de las leyes que gobiernan el mundo moral.
Su adscripción a la escuela historiográfica metódica fue notoria, pues, analizando su obra, se puede advertir que la misma participa en gran medida de lo que el estudioso español Gonzalo Pasamar Alzuria expresa sobre la citada escuela. Desde la segunda mitad del XIX, el hallazgo de una específica metódica para la investigación, el conocimiento y la divulgación historiográficas se habían ido convirtiendo en el criterio central de delimitación de la incipiente disciplina.
Una metodología que en su sentido amplio nunca se confundió en un mero repertorio de técnicas, sino que pretendía ser el hilo conductor el cual asegurase un conocimiento claramente acumulativo, cuyas indagaciones susceptibles de ser aprendidas y enseñadas, fuesen criterio de autoridad disciplinar y deontológico; garantías todas ellas que debían asegurar a la Historia un valor político y social mediante su ubicación en un lugar central en el currículo de la instrucción pública.
Báez, en su libro CUADROS HISTÓRICOS Y DESCRIPTIVOS tensa un hilo invisible que teje sutilmente retazos de liberalismo y positivismo desde una perspectiva revisionista, con un claro interés pedagógico y deontológico (de las obligaciones).
En varios pasajes de la prolífica obra de Báez se puede notar el contraste entre la "luz" y la "oscuridad", los pares opuestos. Podemos decir, citando a Pasamar Alzuria, que: "el ideal de la Ilustración y del liberalismo de hacer de la Historia una forma de conocimiento que valore la identidad del presente y ayude al esbozo de la modernidad futura", fueron ideales que Báez perseguía con absoluta convicción.
En uno de los capítulos de LA TIRANÍA EN EL PARAGUAY (en el dedicado a la instrucción pública en el Paraguay) Báez manifiesta claramente que por carecer de una buena instrucción, el pueblo paraguayo no tiene todavía costumbres democráticas: “el pueblo campesino es muy ignorante. En el Parlamento no hay ideas, y la prensa nacional no cuenta ni con un solo órgano de principios.... por falta de un público leído que le dé vida. Esta es la verdad”. Continúa diciendo que la verdad, como ciertos remedios, tiene sus amarguras; pero hay que devorarlas con resignación, si queremos suprimir los males".
Remata su idea con tres líneas sintéticas, cargadas de liberalismo y espíritu progresista:
"Eduquemos al pueblo por la instrucción y por los actos de buen gobierno; porque un pueblo se desmoraliza por los atentados gubernativos, se corrompe por el despotismo, y se cretiniza por la falta de instrucción".
Por su parte, en CUADROS HISTÓRICOS Y DESCRIPTIVOS, una vez más, como siempre, deja ver su vena liberal afirmando que "la patria sin la libertad es una mistificación. Es una palabra sin sentido, ella no existe donde solo hay esclavitud o servidumbre y donde faltan las garantías de la justicia".
La patria es para Báez la sociedad organizada sobre un territorio cualquiera para la felicidad de los asociados, y el patriotismo consiste en el culto del honor y de la libertad del hombre, en el respeto del derecho humano, en el amor de nuestros coterráneos y de los demás pueblos, en el cumplimiento de nuestros deberes y en la veneración de las glorias nacionales.
Ahora bien, se muestra reflexivo y evita absolutizar el patriotismo en detrimento de la preciada libertad. Y lo hace a fin de argumentar, por un lado, las razones de los jóvenes que no combatieron en la contienda del 70, y, por otro lado, intentando evitar envenenar los corazones de odio y concitarse la enemistad de otros pueblos con palabras ofensivas. Finaliza: "con patriotismo y libertad, se reconstruirá la nación".
8. EL POLÍTICO
El escritor español Azorín en su célebre obra EL POLÍTICO, nos recuerda que el fin que persigue el arte en el vestir es la elegancia. Pero la elegancia es casi una condición innata, inadquirible. No está en la maestría del sastre que nos viste; está en nosotros. Por eso, para Azorín, una persona verdaderamente elegante será aquella que vaya vestida como todo el mundo y que, a pesar de esto, tenga un sello especial, algo que es de ella y no de nadie.
El intelectual Hugo Rodríguez Alcalá, amigo de Báez, nos ha legado una descripción muy puntillosa y acabada del mencionado maestro:
"era un hombre erguido, de majestuosa presencia, siempre vestido de negro, la camisa blanca de pechera y cuello almidonados, tanto en invierno como en verano".
Cuando en 1887 se esboza fundar el Partido Liberal, el joven Báez movilizó a una buena cantidad de estudiantes a la hora de la firma del acta fundacional del 10 de julio de 1887. Con el nombre de "Centro Democrático" se fundó el partido que aglutinaba a excombatientes de la guerra contra la Tríplice, a algunos dirigentes de gremios y a una numerosa e inquieta juventud. Tres años después, en 1890, cambiaría la denominación Centro Democrático por "Partido Liberal". El primer presidente fue Antonio Taboada, el periodista José de la Cruz Ayala fue el primer secretario general y como redactor del acta fundacional actuó Cecilio Báez.
Tuvo Báez una vida política agitada y no exenta de polémicas. Fue candidato a Diputado por el XV distrito electoral en 1891; pero no pudo acceder al cargo por cuestiones de fraude. Ese mismo año, se encomendó a Báez la redacción del manifiesto de la Junta Revolucionaria que organizó el alzamiento del 18 de octubre. Ante el fracaso de la Revolución, se exilia en Formosa; allí, fomentó el periódico EL COMBATE y desde sus páginas reivindicó los principios del 18 de octubre de 1891.
Regresó al Paraguay y ultimó los detalles de su tesis doctoral, cuyo título ENSAYO SOBRE LA LIBERTAD CIVIL, denota claramente su preocupación e interés por la política.
Una vez conseguida la plaza de parlamentario, demostró sus dotes de orador y pensador avezado. Cuando en agosto de 1901, el gobierno de Emilio Aceval le nombró Delegado del Paraguay al Segundo Congreso Científico Latinoamericano, reunido en Montevideo, y Ministro Plenipotenciario en México, su reputación ya trascendía las fronteras. El periódico EL SIGLO, fundado por el intelectual positivista, el colombiano Salvador Camacho Roldán, se refería a Báez en estos términos:
"Al recibirse de su título el doctor Báez fue llevado a la Representación por el partido liberal en cuyas filas milita. En el Congreso el doctor Báez se mostró patriota y el primer orador parlamentario del Paraguay con frase galana, apasionada y ademanes simpáticos."
La participación de Báez en el Segundo Congreso Científico Latinoamericano fue notoria. Asimismo, fue muy destacado su concurso en la Segunda Conferencia Panamericana celebrada en México.
Una de las preocupaciones de Báez fue la necesidad de incorporar el arbitraje obligatorio a las normas del Derecho Internacional. En el congreso de México, los chilenos habían peticionado que no se tratara el tema, pues, tenían cuestiones de límites pendientes con Argentina, Perú y Bolivia. Gracias a la ayuda de los norteamericanos, a la hora de preparar el programa de la conferencia, se omitió la cuestión del arbitraje. Sin embargo, el representante paraguayo pronunció su famoso discurso el 2 de diciembre de 1901.
José Antonio Pérez escribió que en la ocasión Báez se consideró muy mortificado por aquella política tan traviesa y resolvió agitar la cuestión del arbitraje. El altivo tribuno, rompiendo con los serviles miramientos cortesanos, abogó por el derecho de los más débiles. Entonces, la tranquilidad del congreso -dice Pérez- se llenó de asombro por la audacia del delegado paraguayo, y luego concluyó por aplaudirle estruendosamente. La mayoría de los delegados, incluidos los norteamericanos, acudieron a saludarle y felicitarle por tan excelsa y valiente intervención.
El discurso agitó todos los cables y telégrafos. Los grandes diarios norteamericanos lo comentaron favorablemente, y a este propósito recordaron que treinta años atrás "the Little Republica of Paraguay" había asombrado al mundo en una contienda desigual.
Báez pronunció tres conferencias más en México. En una de ellas, el poeta Juan de Dios Peza motivado por las palabras de Báez sobre la tragedia de la guerra del 70, escribió su célebre CANTO AL PARAGUAY.
A su regreso a la Capital, la recepción fue multitudinaria. La ciudadanía lo llevó en andas y le brindó una bienvenida apoteósica en reconocimiento por su gran actuación. Pero a su vuelta, Báez se enfrentaba a varias cuestiones de gravedad. Por un lado, el dolor por la muerte de su pequeña hija Crimilda. Asimismo, debía hacer frente de nuevo a un impase electoral. Además de la polémica sostenida con Juan E. O'Leary, sobre la figura del mariscal Francisco Solano López.
En 1901 se había decretado las elecciones en los distritos del norte para cubrir una vacancia en el Senado de la Nación. Báez era el candidato del Partido Liberal y del Partido Colorado, José Segundo Decoud. Cuenta Manuel Pesoa que la ciudad de Concepción y los pueblos de Horqueta, Belén, Lima, Tacuatí, Itacurubí del Rosario y San Estanislao presenciaron el triste espectáculo de la coacción oficial y los liberales volvieron a ser víctimas de toda clase de violencias.
En aquella ocasión, Báez se dirigió al pleno del Congreso expresando su decepción y preocupación por la ausencia de institucionalidad.
"Teniendo necesidad de denunciar a este Tribunal esos hechos, que me fueron comunicados por mis electores, he solicitado de él que me concediera el derecho de comparecer, tanto a ese fin, como para demostrar la nulidad de las actas de mi adversario.
En presencia del naufragio de las instituciones, de la ruina de la libertad y de los conatos hacia la tiranía que impone el silencio, conservemos, señores Senadores, siquiera la libertad de la palabra. Esta preciosa conquista de los pueblos modernos nos servirá de consuelo en medio de nuestras grandes tribulaciones, tras la inmensa desgracia que hemos experimentado hace un poco más de treinta años."
9. EL IDEÓLOGO
El filósofo paraguayo, Juan Santiago Dávalos redactó en el año 1967, un interesante estudio titulado CECILIO BÁEZ COMO IDEÓLOGO. El mencionado trabajo fue analizado y completado por Lorenzo Livieres Banks, quien, además de sus acertadas puntualizaciones sobre las apreciaciones de Justo Pastor Benítez.
Para Dávalos, Báez no fue un político, tampoco un intelectual ni mucho menos científico, sino un ideólogo: un ser híbrido, una mezcla de intelectual y político, ya que combina la teoría con la acción.
Entiende Dávalos por ideología como la falsa conciencia , e instrumento intelectual de la praxis política y por ciencia, como saber fundado, verificable y verdadero de las cosas. Desde esta óptica, Báez nunca fue un científico; sin embargo, echaba mano de conceptos y categorías científicas con la finalidad de revestir su discurso de un cierto halo cientificista y así otorgar poder y autoridad a sus ideas.
Cuando Dávalos se refiere al ideal racionalista-al liberalismo que tanto persiguió Báez, considera aquel que no era otra cosa que una utopía anti histórica, pues su meta, la instauración de una realidad esencial del hombre donde la racionalidad y la libertad campeen a sus anchas, simplemente no coincide con la realidad concreta del hombre.
Asimismo, la crítica de Dávalos resulta valiosísima a la hora de analizar y puntualizar el paradigma de Báez como una propuesta que desconoce las diferencias entre infraestructuras y superestructuras socioeconómicas latinoamericanas y europeas. Además, el filósofo tritura la idea arquetípica del deber ser, esa pretensión moralizante que se evidenciaba casi en todos los textos de Báez.
Pero lo que Dávalos no puede dejar de reconocer es la gran influencia de Báez en la Universidad Nacional y la preocupación de este por la educación del pueblo. No obstante, el filósofo considera que varios de los vicios, como el enciclopedismo y el diletantismo, son atribuibles a Báez.
Livieres Banks, por su parte, considera que la vasta obra de Báez tuvo un solo norte: exponer un nuevo tipo de pensamiento crítico para construir una nueva realidad sociopolítica; la sociedad paraguaya liberal moderna basada en la libertad y orientada al progreso y a la felicidad de sus integrantes según la clásica formulación.
Pero Livieres Banks, indica una serie de contradicciones en la praxis de Báez:
1. Preconizó el análisis científico de lo dado empíricamente, pero el mismo se limitó a predicarlo, no lo practicó. No hizo ciencia sino hermenéutica histórica.
2. Preconizó la primacía de la tarea de investigación para producir conocimientos, pero él y la institución universitaria solo difundieron y transmitieron de manera sintética y a grandes rasgos conocimientos ya firmes. Este es el origen que explica la costumbre de elaborar textos para panorámicos y sumarios para las cátedras.
3. Preconizó la libertad de pensamiento pero difundió el suyo con extraordinaria pasión. Desconoció la realidad religiosa cultural del Paraguay.
4. Preconizó ideales de la modernidad, pero ignoró o rechazó las posturas más novedosas, muchas de ellas, críticas al positivismo.
En el quehacer político de Báez, Livieres Banks, presenta una lista de interrogantes a tener en cuenta:
1. Si entendió bien la necesidad del poder político para hacer real su utopía libertaria y progresista, por qué esgrimió a ese efecto la filosofía política de Spencer, una clase de anarquismo que concibe la tendencia profunda de la historia humana, como una marcha de la sociedad política basada en status y en un gobierno que lo impone coercitivamente, a la basada en el contrato entre ciudadanos libres, con la consiguiente extinción de la coerción gubernativa, lo cual no era otra cosa sino la misma desaparición del poder político.
2. Si buscó el poder político, ¿por qué utilizó en la tarea intelectual que le servía de medio, una forma de lenguaje tan inusual en nuestro país?
3. Ese mensaje, que estaba dedicado al pueblo, ¿por qué es en esencia marcadamente antipopulista, no solo por el lenguaje declarativo del que se sirve, sino porque apela a una ética racionalizada, que él la cree de base científica, y exige un nivel de razonamiento en el destinatario que él mismo considera inexistente de hecho, ya que los sabía necesitado de educación?
Livieres Banks remacha su lúcida lista de cuestionamientos con una muy clara puntualización:
"Báez como político luchó por la libertad y como intelectual por difundir e imponer una fe bretona en la positividad comto-spenceríana, que en aquel entonces, ya estaba perimida."
Sin embargo, Livieres Banks reivindica a Báez y lo sitúa como un intelectual crítico en acción.
10. RECONSTRUCCIONISMO Y REGENERACIONISMO
Polemos en griego significa guerra, de ahí deriva "polémica", que podría entenderse como lo relativo a la guerra. Y la acepción encaja con el espíritu de la controversia que involucró a O'Leary y a Báez. Liliana Brezzo, historiadora argentina, se refiere al mismo en estos términos.
(...) 1902 fue un año crucial, al saltar a la palestra una polémica -la primera sobre la guerra contra Triple Alianza- que ilustra la pasión con que se ha vivido tradicionalmente la historia en el país. Entre el 16 de octubre de aquel año y el 14 de febrero de 1903 el joven periodista Juan O'Leary, de poco más de veinte años y el prestigioso abogado Cecilio Báez mantendrán desde las páginas de los diarios LA PATRIA y EL CÍVICO una controversia historiográfica inigualada, cuyas consecuencias han sido tan rotundas que llegan hasta el presente, aunque esto último no sea necesariamente motivo de entusiasmo.
La idea de regenerar el suelo patrio conectaba de manera perfecta con los conceptos y las categorías del positivismo en boga. Relegar y superar toda forma de opresión y eliminar todo atisbo de atraso intelectual, eran parte del programa regenerador que Báez defendió sin miramientos.
O'Leary por su parte defendía una postura más cercana a los valores nacionales y que conectaban con la idea reconstruccionista. Reconstruir la nación luego del saqueo y la deshonra.
Asimismo, la polémica giró en torno a la figura de Francisco Solano López, de su actuación y su responsabilidad como líder.
La polémica duró meses, se replicó luego de décadas y se instaló como matriz para interpretar el pasado. Impregnó en el espíritu de los paraguayos gracias a los textos de historia, una dicotómica visión del pasado, glorioso para unos y trágico para otros.
Por su parte Aníbal Orué Pozzo sostiene que sorprenden las posturas y argumentaciones desarrolladas y sostenidas durante esos meses, constituyan hoy las ideas hegemónicas a partir de las cuales se observa y se piensa gran parte del pasado del Paraguay.
Lo cierto es que, Báez trascendió el ámbito estrictamente histórico y utilizó sus escritos como una herramienta más al servicio de sus ideales doctrinarios. Lo mismo lo hizo O'Leary.
Por ello, resulta interesante la crítica y la renovación de la historiografía paraguaya que durante décadas estuvo inundada de intereses y de interpretaciones preconcebidas.
Benítez se refiere a la visión de Báez en relación a la Historia y a su rol de doctrinario y pensador, expresando ideas más que iluminadoras; no compartimos algunos de sus juicios históricos demasiado concluyentes para abarcar toda la verdad.
"Podemos diferir de la filosofía que profesaba en la cátedra, pero es forzoso convenir en que el Doctor Cecilio Báez es el más eminente doctrinario que ha actuado en el periodo de formación orgánica de nuestra democracia. Y lo es también en el orden cronológico.
Antes de su aparición en el escenario -continúa Benítez-, las agrupaciones políticas carecieron de contenido doctrinario. Es el primero en enseñar y predicar en nuestro ambiente un sistema de política moderna, inspirado en el liberalismo inglés, con veleidades de Krausismo y muy inclinado hacia los constitucionalistas norteamericanos. Asimismo, fue desde 1887 el vocero del libre pensamiento y un fecundo profesor de positivismo que derramó sobre la opinión nacional, generosamente, los frutos de su talento. Tal es la posición del doctor Báez en el mapa de la cultura nacional", concluye Benítez.
Por su parte, las apreciaciones de Luis María Argaña distan bastante de las vertidas por Justo P. Benítez: "Báez -dice Argaña- nunca interpretó al Paraguay; siempre le vio a través del prisma filosófico del positivismo spenceriano, ya obsoleto en ese entonces. Concebía a la nación como una ficción cultural a la cual se le podía imponer una filosofía cualquiera, en este caso el liberalismo".
El Domingo F. Sarmiento de 1854, incapaz de comprender la realidad argentina, es el numen de inspiración de Báez y sus secuaces, alega Argaña. En relación a su interpretación del rol del Estado, el conocido político colorado expone de manera clara y concisa las dos posturas, la regeneracionista y la reconstruccionista. Para ellos -los regeneracionistas- lo civilizador es el Estado; el "corpus-juris" lo es todo; es la fuerza transformante en lugar de ser el resultado de las fuerzas transformadoras, como debe ser. De ahí que nunca vieron el fenómeno de la cultura sino como una imposición vertical. Lo mismo lo encontramos luego en Justo Prieto y otros grandes pensadores del liberalismo; y, a nuestra manera de ver, se inspira en una concepción similar el Dr. Adriano Irala Burgos, cuando ve al Estado francista como matriz del hombre paraguayo.
11. PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Báez ejerció provisionalmente la presidencia de la República del Paraguay en una época de mucha inestabilidad política. Según el doctor Washington Ashwell, los gobiernos se establecían y deponían a cañonazos. Juan Bautista Gaona había asumido el 17 de diciembre de 1904 gracias al triunfo logrado por la revolución y por el pacto asumido entre las dos facciones del Partido Liberal y los financistas de las operaciones revolucionarias.
El 09 de diciembre de 1905, Gaona fue sustituido por Cecilio Báez.
Una anécdota digna de reproducir es la relacionada a los primeros automóviles que arribaron al país en esta fecha. Comentan los herederos de Báez, que ante la presencia de los autos y la imposibilidad de cruzar la calle, el flamante Presidente de la República paraba el tránsito y con voz firme decía: "primero el hombre y luego la máquina".
Mucho se sorprendería Báez al observar que hoy en día poco o nada podría servir su osada pedagogía vial.
En su mensaje al Congreso Nacional (1 de abril de 1906), Báez expuso una serie de logros y "sucesos notables", varios de ellos relacionados con establecimientos de
compañías e instituciones importantes como el Banco Paraguayo.
Sin embargo, en la primera parte de su alocución, Báez condensa la difícil situación que el país experimentaba políticamente, hablando al tiempo de abrigar un optimismo en cuanto a una utópica estabilidad.
Normalizada la situación política, dice Báez, después de la última contienda civil y restablecido el funcionamiento regular de las instituciones, se ha abierto para el país un horizonte nuevo:
"con el renacimiento de la confianza en las garantías acordadas por nuestras leyes a todos los intereses legítimos, nuevos capitales extranjeros han venido a sumarse a los ya existentes, mejorando sensiblemente su condición financiera, económica y social".
Vale la pena citar la última parte del mensaje de Báez, pues, al parecer, las ideas desarrolladas, estaban muy alejadas de la política real que se venía practicando. Una
cosa es lo que se plasma en el papel -el papel lo soporta todo- y otra cosa la verdadera realidad. Báez, antes de cerrar su alocución clama por una política de conciliación entre los partidos: "El exclusivismo y la intransigencia no ha servido sino para ahondar el odio entre los ciudadanos y hacer perpetua la guerra civil", recordaba a los Diputados y Senadores. Remachaba sus ideas con un: "debemos lisonjarnos de haber desterrado de nuestra vida democrática la intolerancia política, propia de la época del caudillaje".
Sin embargo, el defensor de la libertad, el pensador más crítico del Paraguay, el enemigo de los caudillos, de la ignorancia madre de la rancia intolerancia política, cinco años después de haber pronunciado tan bellas palabras, apoyaba decididamente a un golpista como Albino Jara. Asimismo, lejos del mensaje del 1 de abril de 1906, en el año 1938; cuando actuaba de Ministro de Relaciones Exteriores, preguntaba todas las mañanas si todavía seguía siendo ministro.
Asimismo, el autor de EL POLÍTICO inmortaliza las palabras de Antonio Maura, pues a decir de este "las contradicciones, cuando son desvergonzadas mudanzas de significación por interés, por ambición, por una sordidez cualquiera, son tan infamantes como los motivos del cambio; pero yo os digo que si alguna vez oyese la voz de mi deber en contra de lo que hubiera con más calor toda mi vida sustentado, me consideraría indigno de vuestra estimación, y en mi conciencia me tendría por prevaricador, si no pisoteaba mis palabras anteriores y ajustaba mis actos a mis deberes".
12. OBRERO DESTACADO
Báez, sin lugar a dudas, fue un obrero destacado. Su actuación en varios escenarios le ha granjeado admiradores y detractores. Sin embargo, los unos y los otros concuerdan a la hora de valorar su extraordinario trabajo a favor de la patria.
A manera de recapitulación podemos recordar que formó parte del grupo de fundadores del Partido Liberal 1887, presidiéndolo en 1902.
Como político ocupó casi todos los cargos, fue Presidente de la República, Diputado, Senador, Presidente del Superior Tribunal de Justicia y Ministro de Relaciones Exteriores durante los gobiernos de: Juan Bautista Gaona, (1904-1905); Benigno Ferreira, (1906-1908); y Félix Paiva en (1937-1939). Bajo el mandato de Albino Jara (1911) actuó como Canciller.
Desde 1917, durante los mandatos de Manuel Franco y José Pedro Montero actuó como Ministro Plenipotenciario de la República del Paraguay ante los gobiernos de EE.UU., México, Inglaterra, Francia, Italia y España.
Fue Presidente del Tribunal Superior de Justicia en 1915 y 1916. Ejerció la docencia en la Universidad Nacional de Asunción durante 48 años, desde 1893 hasta 1941.
Destacado delegado paraguayo en el Primer Congreso Científico Latinoamericano en Montevideo, en 1901. Asimismo, fue designado delegado en el Congreso de Juristas en Río de Janeiro en 1914, así como de la Universidad Nacional de Asunción ante la Sorbona de París en el Congreso Universitario de Rectores en 1936 y 1937.
Su labor como Canciller y Ministro de la Conferencia de Paz y Límites en Buenos Aires en pos de la firma de paz, es una de sus tantas acciones recordadas y valoradas por el Paraguay. El 21 de julio de 1938 conjuntamente con el Gral. José F. Estigarribia, Luis Riart y Efraím Cardozo, pusieron término a la cuestión boliviana.
A lo largo de su vida, Báez recibió varias distinciones; por citar algunas: Hijo dilecto de la ciudad de Asunción, declarado por la Municipalidad de la Capital; Condecoración de la Medalla del Reconocimiento paraguayo otorgado por el Gobierno del Presidente Félix Paiva; Condecorado con la Orden Nacional al Mérito del Paraguay, Perú, Francia, México, Estados Unidos, Brasil, Inglaterra; entre otras. Además fue Rector Honorario y Vitalicio de la Universidad Nacional de Asunción, 1940.
III. EL TESTIMONIO
1. EL ÚLTIMO TRABAJO
Décadas habían trascurrido desde aquel lejano tiempo en que un joven decidido había deslumbrado a un exigente auditorio con una ponencia titulada INSTRUCCION Y RELIGIÓN, en el año 1886. En 1938, la preocupación de Báez se centraba en la firma del "Tratado de Paz, Amistad y Límites" con los bolivianos. Tras años de negociaciones, por fin se habían acordado los puntos para la firma tan ansiada.
Báez se había trasladado a Buenos Aires para el efecto en calidad de Canciller y Ministro de la Conferencia de Paz. La edad avanzada imposibilitaba a Báez sortear las numerosas escaleras del hotel donde se había hospedado. Un tropezón hizo que se fracturara la muñeca de la mano izquierda. En una carta de su hijo Teodoro a su hermana Arminda, aquél le pide a ésta, y a su madre, informes sobre el accidente. Se lamenta el hijo de Báez de lo acontecido y recuerda a la familia los cuidados que hay que prodigarle a la hora de subir y bajar las escaleras. Asimismo, expresa su preocupación por quienes le acompañan en su trajinar diario, preocupación que deja entrever un cierto descuido por parte de los demás integrantes de la comitiva hospedada en Buenos Aires.
Lo cierto es que la herida no fue grave. Báez asistió a tan magno acontecimiento y estampó su firma en presencia del presidente argentino Roberto M. Ortiz, del canciller
boliviano Eduardo Diez de Medina y el delegado ante la Conferencia, Enrique Finot. La comitiva paraguaya estuvo integrada por los delegados ante la Conferencia general José Félix Estigarribia, Luis A. Riart y Efraím Cardozo.
En una carta redactada por Báez a Efraím Cardozo donde aquel agradece a este por el detalle y el reconocimiento que había recibido por su actuación en la firma de paz.
"Asunción, 9 de noviembre de 1938
Señor
Dr. don Efraím Cardozo
Delegado del Paraguay a la Conferencia de Paz de Buenos Aires
He tenido el placer de recibir de Ud. una nota y un Busto mío en bronce comunicándome que este objeto es un obsequio que hace la nombrada Conferencia por mi eficiente actuación en la celebración del tratado de paz, amistad y límites con la República de Bolivia, firmado en esa ciudad el día 21 de julio del presente año.
Es ocioso confesarle que me declaro deudor a la Conferencia por el hecho de dedicarme el Busto de que se trata, a pesar de reconocer que se debe a los Honorables Miembros que la componen todo el mérito de la obra diplomática que han realizado, con la colaboración, es cierto, de los Delegados de las partes contendientes.
Al agradecerle a Ud., doctor Cardozo, por su benévola felicitación, le ruego quiera transmitir la expresión de mis simpatías a los Honorables Embajadores de la Conferencia, quienes me han dispensado un honor altamente significativo en nombre de los Gobiernos que representan.
Salúdole de mi consideración distinguida.
Cecilio Báez"
Otra muestra de reconocimiento y simpatía hacia la labor de Báez durante las negociaciones fue la caricatura que recibió como obsequio por parte de los demás Delegados. La obra corresponde al artista Riquelme Aguirre y data de 1938.
2. EL ADIÓS AL VENERABLE MAESTRO
Para los que sostienen que la vida dura lo que las funciones vitales permiten, Cecilio Báez fallecía un día miércoles 18 de junio de 1941. Sus restos fueron velados en el Palacio de los López con honores de ex-presidente. En el cementerio de la Recoleta, destaca una plaqueta de mármol que sintetiza su gran trabajo: UNA VIDA CONSAGRADA.
A continuación reproducimos una carta de condolencias que de forma detallada sintetiza la obra de Báez en sus diferentes facetas.
Dice así;
"Formosa, julio 2 de 1941
Sr. Manuel Báez Allende
Asunción
Aquí va el más hondo, largo y estrecho abrazo para ti y todos tus hermanos, junto al duelo del hogar ilustre.
Te hago mensajero igualmente ante tu señora madre y familia, de los sentimientos, inexpresables, con que este amigo de corazón del Dr. Cecilio Báez se asocia al dolor de la familia.
Habría deseado tributar mi personal homenaje al hombre troncal de la república, cuya desaparición me toma en el exilio. Sin tiempo ni reconcentración bastante para ello, el acontecimiento tiene la virtud de embargar mi ánimo con emociones altísimas que no me es posible silenciarlas de ti ni de todos los tuyos, quisiera fuese como una ofrenda íntima.
He aquí, agolpados en mi mente, tantos relieves imperecederos de la jornada del gran luchador. A despecho de cualesquiera distancias o disparidades en la visión del proceso patrio contemporáneo o histórico, percibo de pronto el vacío de aquella existencia insigne que tuvo siempre para miel calor paternal del progenitor de mi generación revolucionaria.
El ciclo memorable de batallas civiles sin cuento que se cierra con el aliento de Cecilio Báez, dentro del marco de su tierra, por la gravitación tribunicia, nos trasporta al rol señero de Cicerón en la Roma de César y Pompeyo. Así quedará esculpido, con aristas plenas de síntesis filosóficas, en la valoración definitiva de su personalidad.
Ultimo líder intelectual y popular del Paraguay de la post guerra de 1870, le cupo superar la cruzada tronchada del Dr. Facundo Machaín y de Don Juan Silvano Godoi, con la fundación primero en 1887 y el advenimiento, después en 1904 del llamado Partido Liberal, que acuñó con sus dogmas de la libertad del sufragio y de la prensa y de la ética universitaria al frente del Estado. Maestro por antonomasia de nuestra Facultad de Derecho, cuantos por allí pasamos y nos armamos para la arena del Foro o de la ágora ciudadana, recibimos de él la lección hecha libro en tantas ramas del saber o hecha cátedra en la directiva más completa de las ciencias sociales y jurídicas de los tiempos modernos.
Ahorro espacio a esta carta confidencial e improvisada, y omito páginas de oro que debe la república al privilegiado cerebro lo mismo que a la rara probidad de su mayor tribuno de la segunda era constitucional.
Y con la emoción de su eterna partida en mi mente y en mi corazón, te llamo a ti y a todos tus hermanos, sabiéndoos a todos tan intensos soldados de la Patria como él, y fraternalmente dilectos de mi amistad, y os digo que me fundo con vosotros en un solo sentimiento en la prueba recibida.
Y que estas breves líneas del exilio queden en vuestras manos como una fe y una consigna, del inmortal apellido.
Con mis pésames, extensivos a todos los tuyos, te abraza.
Gomes Freire Esteves
Dr. Abogado. Brandzen"
FUENTES CONSULTADAS
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Fuentes on line:
EL AUTOR
JOSÉ MANUEL SILVERO ARÉVALOS nació en San Juan Nepomuceno, en 1975. Es profesor de Lengua y Cultura Guaraní por el "Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní". Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Asunción. Diplomado en Estudios Avanzados en Filosofía, por UNIOVI (España). Diplomado en Políticas de Inclusión Social, IMF, CIRF, Universidad de Roma. Doctor en Filosofía por la Universidad de Oviedo (España). Es socio fundador de la Sociedad Internacional de Filosofía (Intersophia) y secretario del Centro Paraguayo de Bioética (CPB).
Es autor de LECTURAS PARA UNA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN, Intersophia: España, 2003; NAMBRÉNA. ESCRITOS GUA’U DE FILOSOFÍA Y OTRAS VYRÉSAS, FONDEO: Asunción, 2009. Es compilador junto a Sergio Cáceres del libro PENSAR, DISCUTIR Y ESCRIBIR. TRES AÑOS DE FILOSOFÍA EN EL CCEJS, CCEJS: Asunción, 2010. Coautor con Luís Galeano y Domingo Rivarola de HISTORIA DEL PENSAMIENTO PARAGUAYO, El Lector-ABC: Asunción -parte de la COLECCIÓN LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY (Vol. 18, 2010) -.
Algunas de sus ponencias fueron publicadas en obras colectivas, a saber: "BIOÉTICAS", en ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA ANTE LOS RETOS DE LA BIOTECNOLOGÍA, Choza, J. y Pintos, Luz, Thémata: Sevilla, 2004; "LA ÉTICA EN LA GESTIÓN SOCIAL Y POLÍTICA", en CAMINANDO JUNTAS, VV.AA., El Foro: Asunción, 2005; "BIOÉTICA GUARANÍ" en, PENSAR EN LATINOAMÉRICA, Tudela, A. y Benítez, J., Jakembó: Asunción, 2006; "SIN COMIDA NO HAY PARAÍSO", en ACTAS DEL VI CONGRESO MUNDIAL DE BIOÉTICA, SIBI: Gijón-España, 2009; "LA UNIDAD ES EL MAL. EL LEGADO DE PIERRE CLASTRES", en ENSEÑANZAS DEL BICENTENARIO ANTE LOS DESAFÍOS GLOBALES DE HOY: REPENSADO EL CAMBIO PARA NUESTRA AMÉRICA, González de Bosio, B. y Zanardini, J., CEADUC: Asunción, 2010; "SOLIDARIDAD VS. ESTADO DE DERECHO. EL CASO DE LA GRATUIDAD EN LA SALUD PÚBLICA PARAGUAYA", en ACTAS DEL II ENCUENTRO MUNDIAL CATHOLIC THEOLOGICAL ETHICS IN THE WORLD CHURCH, Trento (Italia), 2010; "EL IMPERATIVO BIOÉTICO DE FRITZ JAHR", en ANNALI DI STUDI RELIGIOSI, Centro per le Scienze Religiose: Fundazione Bruno Kessler, Trento, 2011; "INCLUSIÓN SOCIAL" en REVISTA MERCOSUR.IT, Instituto MERCOSUR de Formación (IMEF), Montevideo, 2011.
Colabora como columnista en el diario ABC Color.
Actualmente se desempeña como Docente Investigador de Tiempo Completo de Dedicación Exclusiva en la Dirección General de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Nacional de Asunción.
ARTÍCULOS PUBLICADOS EN ABC COLOR SOBRE EL LIBRO:
LA BIOGRAFÍA DE CECILIO BÁEZ, EN UNA SERIE DE PROTAGONISTAS
Cecilio Báez es el título del libro que contiene la biografía del gran paradigma de la intelectualidad paraguaya y miembro de la célebre Generación del 900, escrito por el doctor José Manuel Silvero, que aparecerá el próximo domingo 10 de abril en el marco de la Colección Protagonistas de la Historia, publicada por la Editorial El Lector.
La obra llegará a los lectores con el ejemplar de ABC Color y será una contribución esencial para conocer no solo a una personalidad sustantiva en el devenir cultural y político de la patria, sino una época extraordinariamente rica en acontecimientos y en individualidades de gran valor histórico.
El doctor Cecilio Báez, presidente de la República entre el 9 de diciembre de 1905 y el 25 de noviembre de 1906, fue uno de los máximos exponentes de la intelectualidad paraguaya, representante de la Generación del 900. Maestro de la juventud.
Nació en Asunción el 1 de febrero de 1862. Hizo el ciclo secundario de su enseñanza en el Colegio Nacional y luego estudió Derecho. El 15 de julio de 1893 recibió su título de doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Fue uno de los tres primeros abogados recibidos en el Paraguay, junto con Gaspar Villamayor y Emeterio González.
En 1896 fue designado profesor de Historia en la mencionada facultad y en 1900 enseñó también Sociología. El 10 de julio de 1887 participó en la fundación del Centro Democrático, más tarde conocido como Partido Liberal. Tras el malogrado alzamiento del 18 de octubre de 1891, se refugió, exiliado, en Formosa, Argentina.
Regresó al país en 1892 y tuvo una activa participación en filas de su partido. Luego de la victoria liberal en la revolución de 1904 con la cual fue desalojado el Partido Colorado del poder, ocupó varios importantes cargos, entre ellos, el de presidente provisional de la República, desde el derrocamiento de su correligionario Juan B. Gaona, el 9 de diciembre de 1905, hasta la asunción constitucional de Benigno Ferreira, el 25 de noviembre de 1906.
OTROS CARGOS PÚBLICOS
También fue ministro de Relaciones Exteriores con los presidentes Juan B. Gaona (1904), Benigno Ferreira (1906) y coronel Albino Jara (1911). Asimismo, fue ministro (embajador) ante los gobiernos de México (1903) y Gran Bretaña y Francia (1919). Durante el gobierno de Félix Paiva (1937-1939) participó en las negociaciones que culminaron con el fin de la contienda del Chaco y la firma del Tratado de Paz, Amistad y Límites con Bolivia, el 21 de julio de 1938, en Buenos Aires.
En otros ámbitos de su actividad pública, se destacó como vocero de Derecho Internacional en reuniones realizadas en México, Chile y Cuba. En el primer país nombrado, tuvo en 1902 una relevante actuación defendiendo la tesis del arbitraje obligatorio. También ocupó la presidencia de la Comisión Internacional del Congreso de Jurisconsultos de Montevideo, en 1914.
En el ámbito local, llegó a presidente de la Corte Suprema de Justicia. Entre las distinciones internacionales que recibió se cuentan: miembro de la Sociedad de Ciencias Sociales de Filadelfia; Estados Unidos; de la Academia de Historia de La Habana, Cuba, y de la Societé Academiqué D’Histoire International, de París, Francia.
5 de Abril de 2011
CECILIO BÁEZ FUE UNO DE LOS GRANDES INTELECTUALES
El libro “Cecilio Báez” será presentado este domingo con el ejemplar de nuestro diario, en un emprendimiento de la Editorial y Librería El Lector y ABC Color. El texto es fruto de la investigación del Dr. José Manuel Silvero. Cecilio Báez fue un hombre polémico y polifacético.
El doctor Cecilio Báez, pensador, político, docente universitario, presidente de la República, fue uno de los intelectuales más importantes que dio el Paraguay. Su biografía, justamente titulada “Cecilio Báez”, escrita por el doctor José Manuel Silvero, aparecerá el próximo domingo con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección Protagonistas de la Historia, publicada por la Editorial El Lector.
Cecilio Báez es un hombre polémico y a la vez polifacético, destacado miembro de la intelectualidad paraguaya, fue uno de los primeros egresados del Colegio Nacional de la Capital. En forma aventajada egresó en la primera promoción de la entonces novel Universidad Nacional de Asunción.
En el prólogo de la obra, el doctor Herib Caballero, director de la Colección Protagonistas de la Historia, señala que el doctor José Manuel Silvero nos presenta en tres capítulos la vida, la obra y el pensamiento de una personalidad que se destacó notablemente en cada una de las actividades que emprendió, ya sea en la cátedra o en la política, en la prensa o en la diplomacia.
En este sentido Caballero rescata la sinceridad del autor, cuando sostiene que “la figura que me ha correspondido abordar es tan vasta y compleja que lo ‘mucho’ que pueda intentar decir de ella siempre será muy “poco”. Varios aspectos de su amplia producción no son desarrollados en este trabajo”.
Uno de los principales aportes de este libro, de acuerdo con lo señalado por el prologuista, es el recuento de todos los hijos de Cecilio Báez y detalles de su vida que nos traen el ser humano más allá del político.
El volumen presenta también fotografías inéditas del propio doctor Báez como de su familia, imágenes que acercan al lector a una mejor comprensión del texto presentado por el autor y que hasta esta obra han permanecido inéditas bajo el cuidado de sus descendientes, a quienes agradecemos su prestancia y colaboración para con este proyecto editorial.
Herib Caballero destaca que en otro apartado importante Silvero nos explica cómo el pensamiento de Báez se entronca con el positivismo, corriente filosófica fundada por el francés Auguste Comte. En este sentido un aporte significativo es el detalle de las lecturas de libros fundamentales en la conformación del pensamiento de Cecilio Báez.
“Podemos afirmar con propiedad que el trabajo de José Manuel Silvero se encuadra en la biografía intelectual, la cual facilita el entendimiento sobre el modo de pensar de un personaje tan relevante a la historia como el doctor Báez”, apunta Herib Caballero.
Resalta también que este libro es el primero que se aproxima a la biografía de una figura tan descollante en el desarrollo político y cultural del Paraguay de comienzos del siglo XX, y cuya impronta quedó firme durante muchos años en la enseñanza del Derecho y las Ciencias Sociales.
6 de Abril de 2011
CECILIO BÁEZ FUE PARTE DE LA GRAN GENERACIÓN INTELECTUAL
El doctor Cecilio Báez fue una de las cumbres intelectuales del Paraguay y como tal perteneció al llamado Novecentismo o Generación del 900, el más brillante grupo de pensadores que dio nuestro país en todos los tiempos.
La biografía de Báez, contenida en el primer libro dedicado enteramente a él, aparecerá mañana domingo, con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección Protagonistas de la Historia, publicada por la Editorial El Lector. La obra pertenece al doctor en Filosofía José Manuel Silvero.
La Generación del 900, incluido Cecilio Báez, contribuyó a preservar la identidad del Paraguay luego de la hecatombe que significó la Guerra contra la Triple Alianza.
Esa denominación fue acuñada en 1950 por Juan Emiliano O’Leary, uno de los “novecentistas”, cuyos miembros nacieron inmediatamente después de la Guerra del 70 (1864-1870).
Según el profesor Raúl Amaral, el Dr. Gualberto Cardús Huerta (1878-1949) dejó indicado en 1922 el segmento temporal que comprendía a los nacidos entre 1870 y 1880, “en la década de escombros” (como él la denominó) y que tocaba a la primera posguerra.
CIERTA ANALOGÍA
Indicaba Amaral que este movimiento guarda ciertas analogías con otros similares y de la misma época del continente y asimismo con “el 80” argentino y “el 98” español. Pero lo que debe interpretarse por “novecentismo paraguayo”, agregaba el escritor y crítico, es no solo un agrupamiento de jóvenes que en el momento de su actuación pública –en la cultura o en las letras– tenían entre 18 y 25 años de edad, sino una posición de mayor validez.
Debe recordarse que ellos ocuparon la mayoría de los espacios entre los comienzos del 900 y las vísperas de la Guerra del Chaco, de la que participaron en la defensa intelectual de la patria.
Se presenta, además, esta generación, asociada a la española del 98 –si bien no en todos sus aspectos– al incluir a precursores inmediatos, en el caso particular de Valle Inclán y Unamuno (1864 y 1866) y en el paraguayo de López Decoud y Domínguez (1867 y 1868), respectivamente.
Luego vienen los del 70 al 80 ya citados por Cardús Huerta, y hasta el 85, ciñéndose a términos más amplios. Pero en la realidad ese “novecentismo” domina por más de tres décadas la vida cultural paraguaya (1899-1930) y de modo especial el proceso literario. Se advierten influencias francesas, inglesas y en menor medida españolas.
La prosa produce el esteticismo de López Decoud y el tono poemático de Domínguez, en tanto que la poesía continuará con la herencia posromántica hasta las proximidades de 1910, sin desconocer el indudable impacto modernista.
Dos acontecimientos de importancia deben sumársele: la inauguración de la crítica por medio del ensayo de Manuel Gondra: “En torno a Rubén Darío” (1898-1899) y los inicios de la novelística naturalista representados por el libro “Ignacia”, de José Rodríguez Alcalá (1905). Otro hecho de trascendencia lo constituyó la quiebra generacional producida a partir del 17 de octubre de 1902 con la polémica histórica entre Cecilio Báez y Juan E. O’Leary.
9 de Abril de 2011