NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS,
Obra de
ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Editorial N/A: Espasa Calde, 1944. 355 pp..
Edición digital:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
Obra de
ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Editorial N/A: Espasa Calde, 1944. 355 pp..
Edición digital:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
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NAUFRAGIOS DE ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA Y RELACION DE LA JORNADA QUE HIZO A LA FLORIDA CON EL ADELANTADO PÁNFILO DE NARVÁEZ.
ÍNDICE DE NAUFRAGIOS
I. En que cuenta cuándo partió el armada y los oficiales y gente que en ella iba.
II. Cómo el gobernador vino al puerto de Xagua y trajo consigo a un piloto.
III. Cómo llegamos a la Florida.
IV. Cómo entramos por la tierra.
V. Como dejó los navíos el gobernador.
VI. Cómo llegamos a Apalache.
VII. De la manera que es la tierra.
VIII. Cómo partimos de Aute.
IX. Cómo partimos de bahía de Caballos.
X. De la refriega que nos dieron los indios.
XI. De lo que acaeció a Lope de Oviedo con unos indios.
XII. Cómo los indios nos trajeron de comer.
XIII. Cómo supimos de otros cristianos.
XIV. Cómo se partieron los cuatro cristianos.
XV. De lo que nos acaeció en la isla de Mal Hado.
XVI. Cómo se partieron los cristianos de la isla de Mal Hado.
XVII. Cómo vinieron los indios y trajeron a Andrés Dorantes y a Castillo y a Estebanico.
XVIII. De la relación que dio de Esquivel.
XIX. De cómo nos apartaron los indios.
XX. De cómo nos huimos.
XXI. De cómo curamos aquí unos dolientes.
XXII. Cómo otro día nos trajeron otros enfermos.
XXIII. Cómo nos partimos después de haber comido los perros.
XXIV. De las costumbres de los indios de aquella tierra.
XXV. Cómo los indios son prestos a un arma.
XXVI. De las naciones y lenguas.
XXVII. De cómo nos mudamos y fuimos bien recibidos.
XXVIII. De otra nueva costumbre.
XXIX. De cómo se robaban los unos a los otros.
XXX. De cómo se mudó la costumbre de recibirnos.
XXXI. De cómo seguimos el camino del maíz.
XXXII. De cómo nos dieron los corazones de los venados.
XXXIII. Cómo vimos rastros de cristianos.
XXXIV. De cómo envié por los cristianos.
XXXV. De cómo el alcalde mayor nos recibió bien la noche que llegamos.
XXXVI. De cómo hicimos hacer iglesias en aquella tierra.
XXXVII. De lo que aconteció cuando me quise venir.
XXXVIII. De lo que sucedió a los demás que entraron en la Indias.
NAUFRAGIOS DE ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA Y RELACION DE LA JORNADA QUE HIZO A LA FLORIDA CON EL ADELANTADO PÁNFILO DE NARVÁEZ.
ÍNDICE DE NAUFRAGIOS
I. En que cuenta cuándo partió el armada y los oficiales y gente que en ella iba.
II. Cómo el gobernador vino al puerto de Xagua y trajo consigo a un piloto.
III. Cómo llegamos a la Florida.
IV. Cómo entramos por la tierra.
V. Como dejó los navíos el gobernador.
VI. Cómo llegamos a Apalache.
VII. De la manera que es la tierra.
VIII. Cómo partimos de Aute.
IX. Cómo partimos de bahía de Caballos.
X. De la refriega que nos dieron los indios.
XI. De lo que acaeció a Lope de Oviedo con unos indios.
XII. Cómo los indios nos trajeron de comer.
XIII. Cómo supimos de otros cristianos.
XIV. Cómo se partieron los cuatro cristianos.
XV. De lo que nos acaeció en la isla de Mal Hado.
XVI. Cómo se partieron los cristianos de la isla de Mal Hado.
XVII. Cómo vinieron los indios y trajeron a Andrés Dorantes y a Castillo y a Estebanico.
XVIII. De la relación que dio de Esquivel.
XIX. De cómo nos apartaron los indios.
XX. De cómo nos huimos.
XXI. De cómo curamos aquí unos dolientes.
XXII. Cómo otro día nos trajeron otros enfermos.
XXIII. Cómo nos partimos después de haber comido los perros.
XXIV. De las costumbres de los indios de aquella tierra.
XXV. Cómo los indios son prestos a un arma.
XXVI. De las naciones y lenguas.
XXVII. De cómo nos mudamos y fuimos bien recibidos.
XXVIII. De otra nueva costumbre.
XXIX. De cómo se robaban los unos a los otros.
XXX. De cómo se mudó la costumbre de recibirnos.
XXXI. De cómo seguimos el camino del maíz.
XXXII. De cómo nos dieron los corazones de los venados.
XXXIII. Cómo vimos rastros de cristianos.
XXXIV. De cómo envié por los cristianos.
XXXV. De cómo el alcalde mayor nos recibió bien la noche que llegamos.
XXXVI. De cómo hicimos hacer iglesias en aquella tierra.
XXXVII. De lo que aconteció cuando me quise venir.
XXXVIII. De lo que sucedió a los demás que entraron en la Indias.
COMENTARIOS DE ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA, ADELANTADO Y GOBERNADOR DEL RIO DE LA PLATA, ESCRITOS POR PEDRO HERNANDEZ, ESCRIBANO Y SECRETARIO DE LA PROVINCIA, DIRIGIDOS AL SERENISIMO, MUY ALTO Y MUY PODEROSO SEÑOR EL INFANTE DON CARLOS N.S.
I. De los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
II. De cómo partimos de la isla de Cabo Verde.
III. Que trata de cómo el gobernador llegó con su armada a la isla Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada.
IV. De cómo vinieron nueve cristianos a la isla.
V. De cómo el gobernador dio prisa a su camino.
VI. De cómo el gobernador y su gente comenzaron a caminar por la tierra adentro.
VII. Que trata de lo que pasó el gobernador y su gente por el camino, y de la manera de la tierna.
VIII. De los trabajos que recibió en el camino el gobernador y su gente, y la manera de los pinos y las piñas de aquella tierra.
IX. De cómo el gobernador y su gente se vieron con necesidad de hambre, y la remediaron con gusanos que sacaban de unas cañas.
X. Del miedo que los indios tienen a los caballos.
XI. De cómo el gobernador camino con canoas por el río de Iguazú, y por salvar un mal paso de un salto que el río hacia, llevó por tierra las canoas una legua a fuerza de brazos.
XII. Que trata de las balsas que se hicieron para llevar los dolientes.
XIII. De cómo llegó el gobernador a la ciudad de la Ascensión, donde estaban los cristianos españoles que iba a socorrer.
XIV. De cómo llegaron a la ciudad de la Ascensión los españoles que quedaron malos en el río del Piquerí.
XV. De cómo el gobernador envió a socorrer la gente que venía en su nao capitana a Buenos Aires, y a que tornasen a poblar aquel puerto.
XVI. De cómo matan a sus enemigos que cautivan y se los comen.
XVII. De la paz que el gobernador asentó con los indios agaces.
XVIII. De las querellas que dieron al gobernador los pobladores de los oficiales de Su Majestad.
XIX. Cómo se querellaron al gobernador de los indios guaycurúes.
XX. Cómo el gobernador pidió información de la querella.
XXI. Cómo el gobernador y su gente pasaron el río y se ahogaron dos cristianos.
XXII. Cómo fueron las espías por mandado del gobernador en seguimiento de los indios guaycurúes.
XXIII. Cómo, yendo siguiendo los enemigos, fue avisado el gobernador cómo iban adelante.
XXIV. De un escándalo que causo un tigre entre los españoles y los indios.
XXV. De cómo el gobernador alcanzaron a los enemigos.
XXVI. Cómo el gobernador rompió los enemigos.
XXVII. De cómo el gobernador volvió a la ciudad de la Ascensión con toda su gente.
XXVIII. De cómo los indios agaces rompieron las paces.
XXIX. De cómo el gobernador soltó uno de los prisioneros guaycurúes, y envió a llamar los otros.
XXX. Cómo vinieron a dar la obediencia los indios guaycurúes a Su Majestad.
XXXI. De cómo el gobernador, hechas las paces con los guaycurúes, les entregó los prisioneros.
XXXII. Cómo vinieron los indios aperúes a hacer la paz y dar la obediencia.
XXXIII. De la sentencia que se dio contra los agaces, como parecer de los religiosos y capitanes y oficiales de Su Majestad.
XXXIV. De cómo el gobernador tornó a socorrer a los que estaban en Buenos Aires.
XXXV. Cómo se volvieron de la entrada los tres cristianos y indios que iban a descubrir.
XXXVI. Cómo se hizo tablazón para los bergantines y una carabela.
XXXVII. De cómo los indios de la tierra se tornaron a ofrecer.
XXXVIII. De cómo se quemó el pueblo de la Ascensión.
XXXIX. De cómo vino Domingo de Irala.
XL. De lo que escribió Gonzalo de Mendoza.
XLI. De cómo el gobernador socorrió a los que estaban con Gonzalo de Mendoza.
XLII. De cómo en la guerra murieron cuatro cristianos que hirieron.
XLIII. De cómo los frailes se iban huidos.
XLIV. De cómo el gobernador llevó a la entrada cuatrocientos hombres.
XLV. De cómo el gobernador dejó de los bastimentos que llevaba.
XLVI. Cómo paró por hablar a los naturales de la tierra de aquel puerto.
XLVII. De cómo envió por una legua para los payagues.
XLVIII. De cómo en este puerto se embarcaron los caballos.
XLIX. Cómo por este puerto entró Juan de Ayolas cuando le mataron a él y a sus compañeros.
L. Cómo no tornó la lengua ni los demás que habían de tornar.
LI. De cómo hablaron los guaxarapos al gobernador.
LII. De cómo los indios de la tierra vienen a vivir en la costa del río.
LIII. Cómo a la boca de este río pusieron tres cruces.
LIV. Cómo los indios del puerto de los Reyes son labradores.
LV. Cómo poblaron aquí los indios de García.
LVI. De cómo habló con los chaneses.
LVII. Cómo el gobernador envió a buscar los indios de García.
LVIII. De cómo el gobernador habló a los oficiales y les dio aviso de lo que pasaba.
LIX. Cómo el gobernador envió a los xarayes.
LX. De cómo volvieron las leguas de los indios xarayes.
LXI. Cómo se determino de hacer la entrada el gobernador.
LXII. De cómo llegó el gobernador al río Caliente.
LXIII. De cómo el gobernador envió a buscar la casa que estaba adelante.
LXIV. De cómo vino la lengua de la casilla.
LXV. De cómo el gobernador y gente se volvió al puerto.
LXVI. De cómo querían matar a los que quedaron en el puerto de los Reyes.
LXVII. De cómo el gobernador envió a buscar bastimentos al capitán Mendoza.
LXVIII. De cómo envió un bergantín a descubrir el río de los xarayes, y en él al capitán Rivera.
LXIX. De cómo vino de la entrada el capitán Francisco de Ribera.
LXX. De cómo el capitán Francisco de Ribera dio cuenta de su descubrimiento.
LXXI. De cómo envió a llamar al capitán Gonzalo de Mendoza.
LXXII. De cómo vino Hernando de Ribera de su entrada que hizo por el río.
LXXIII. De lo que aconteció al gobernador y gente en este puerto.
LXXIV. Cómo el gobernador llegó con su gente a la Ascensión, y aquí le prendieron.
LXXV. De cómo juntaron la gente ante la Casa de Domingo de Irala.
LXXVI. De los alborotos y escándalos que hubo en la tierra.
LXXVII. De cómo tenían preso al gobernador en un prisión muy áspera.
LXXVIII. Cómo robaban la tierra los alzados y tomaban por fuerza sus haciendas.
LXXIX. Cómo se fueron los frailes.
LXXX. De cómo atormentaban a los que no eran de su opinión.
LXXXI. Cómo quisieron matar a un regidor porque les hizo un requerimiento.
LXXXII. Cómo dieron licencia los alzados a los indios que comiesen carne humana.
LXXXIII. De cómo habían de escribir a Su Majestad y enviar a relación.
LXXXIV. Cómo dieron rejalgar tres veces al gobernador viniendo es este camino.
I. De los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
II. De cómo partimos de la isla de Cabo Verde.
III. Que trata de cómo el gobernador llegó con su armada a la isla Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada.
IV. De cómo vinieron nueve cristianos a la isla.
V. De cómo el gobernador dio prisa a su camino.
VI. De cómo el gobernador y su gente comenzaron a caminar por la tierra adentro.
VII. Que trata de lo que pasó el gobernador y su gente por el camino, y de la manera de la tierna.
VIII. De los trabajos que recibió en el camino el gobernador y su gente, y la manera de los pinos y las piñas de aquella tierra.
IX. De cómo el gobernador y su gente se vieron con necesidad de hambre, y la remediaron con gusanos que sacaban de unas cañas.
X. Del miedo que los indios tienen a los caballos.
XI. De cómo el gobernador camino con canoas por el río de Iguazú, y por salvar un mal paso de un salto que el río hacia, llevó por tierra las canoas una legua a fuerza de brazos.
XII. Que trata de las balsas que se hicieron para llevar los dolientes.
XIII. De cómo llegó el gobernador a la ciudad de la Ascensión, donde estaban los cristianos españoles que iba a socorrer.
XIV. De cómo llegaron a la ciudad de la Ascensión los españoles que quedaron malos en el río del Piquerí.
XV. De cómo el gobernador envió a socorrer la gente que venía en su nao capitana a Buenos Aires, y a que tornasen a poblar aquel puerto.
XVI. De cómo matan a sus enemigos que cautivan y se los comen.
XVII. De la paz que el gobernador asentó con los indios agaces.
XVIII. De las querellas que dieron al gobernador los pobladores de los oficiales de Su Majestad.
XIX. Cómo se querellaron al gobernador de los indios guaycurúes.
XX. Cómo el gobernador pidió información de la querella.
XXI. Cómo el gobernador y su gente pasaron el río y se ahogaron dos cristianos.
XXII. Cómo fueron las espías por mandado del gobernador en seguimiento de los indios guaycurúes.
XXIII. Cómo, yendo siguiendo los enemigos, fue avisado el gobernador cómo iban adelante.
XXIV. De un escándalo que causo un tigre entre los españoles y los indios.
XXV. De cómo el gobernador alcanzaron a los enemigos.
XXVI. Cómo el gobernador rompió los enemigos.
XXVII. De cómo el gobernador volvió a la ciudad de la Ascensión con toda su gente.
XXVIII. De cómo los indios agaces rompieron las paces.
XXIX. De cómo el gobernador soltó uno de los prisioneros guaycurúes, y envió a llamar los otros.
XXX. Cómo vinieron a dar la obediencia los indios guaycurúes a Su Majestad.
XXXI. De cómo el gobernador, hechas las paces con los guaycurúes, les entregó los prisioneros.
XXXII. Cómo vinieron los indios aperúes a hacer la paz y dar la obediencia.
XXXIII. De la sentencia que se dio contra los agaces, como parecer de los religiosos y capitanes y oficiales de Su Majestad.
XXXIV. De cómo el gobernador tornó a socorrer a los que estaban en Buenos Aires.
XXXV. Cómo se volvieron de la entrada los tres cristianos y indios que iban a descubrir.
XXXVI. Cómo se hizo tablazón para los bergantines y una carabela.
XXXVII. De cómo los indios de la tierra se tornaron a ofrecer.
XXXVIII. De cómo se quemó el pueblo de la Ascensión.
XXXIX. De cómo vino Domingo de Irala.
XL. De lo que escribió Gonzalo de Mendoza.
XLI. De cómo el gobernador socorrió a los que estaban con Gonzalo de Mendoza.
XLII. De cómo en la guerra murieron cuatro cristianos que hirieron.
XLIII. De cómo los frailes se iban huidos.
XLIV. De cómo el gobernador llevó a la entrada cuatrocientos hombres.
XLV. De cómo el gobernador dejó de los bastimentos que llevaba.
XLVI. Cómo paró por hablar a los naturales de la tierra de aquel puerto.
XLVII. De cómo envió por una legua para los payagues.
XLVIII. De cómo en este puerto se embarcaron los caballos.
XLIX. Cómo por este puerto entró Juan de Ayolas cuando le mataron a él y a sus compañeros.
L. Cómo no tornó la lengua ni los demás que habían de tornar.
LI. De cómo hablaron los guaxarapos al gobernador.
LII. De cómo los indios de la tierra vienen a vivir en la costa del río.
LIII. Cómo a la boca de este río pusieron tres cruces.
LIV. Cómo los indios del puerto de los Reyes son labradores.
LV. Cómo poblaron aquí los indios de García.
LVI. De cómo habló con los chaneses.
LVII. Cómo el gobernador envió a buscar los indios de García.
LVIII. De cómo el gobernador habló a los oficiales y les dio aviso de lo que pasaba.
LIX. Cómo el gobernador envió a los xarayes.
LX. De cómo volvieron las leguas de los indios xarayes.
LXI. Cómo se determino de hacer la entrada el gobernador.
LXII. De cómo llegó el gobernador al río Caliente.
LXIII. De cómo el gobernador envió a buscar la casa que estaba adelante.
LXIV. De cómo vino la lengua de la casilla.
LXV. De cómo el gobernador y gente se volvió al puerto.
LXVI. De cómo querían matar a los que quedaron en el puerto de los Reyes.
LXVII. De cómo el gobernador envió a buscar bastimentos al capitán Mendoza.
LXVIII. De cómo envió un bergantín a descubrir el río de los xarayes, y en él al capitán Rivera.
LXIX. De cómo vino de la entrada el capitán Francisco de Ribera.
LXX. De cómo el capitán Francisco de Ribera dio cuenta de su descubrimiento.
LXXI. De cómo envió a llamar al capitán Gonzalo de Mendoza.
LXXII. De cómo vino Hernando de Ribera de su entrada que hizo por el río.
LXXIII. De lo que aconteció al gobernador y gente en este puerto.
LXXIV. Cómo el gobernador llegó con su gente a la Ascensión, y aquí le prendieron.
LXXV. De cómo juntaron la gente ante la Casa de Domingo de Irala.
LXXVI. De los alborotos y escándalos que hubo en la tierra.
LXXVII. De cómo tenían preso al gobernador en un prisión muy áspera.
LXXVIII. Cómo robaban la tierra los alzados y tomaban por fuerza sus haciendas.
LXXIX. Cómo se fueron los frailes.
LXXX. De cómo atormentaban a los que no eran de su opinión.
LXXXI. Cómo quisieron matar a un regidor porque les hizo un requerimiento.
LXXXII. Cómo dieron licencia los alzados a los indios que comiesen carne humana.
LXXXIII. De cómo habían de escribir a Su Majestad y enviar a relación.
LXXXIV. Cómo dieron rejalgar tres veces al gobernador viniendo es este camino.
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COMENTARIOS DE ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
ADELANTADO Y GOBERNADOR DEL RIO DE LA PLATA ESCRIPTOS POR PERO HERNÁNDEZ, ESCRIBANO Y SECRETARIO DE LA PROVINCIA, Y DIRIGIDOS AL SERENÍSIMO, MUY ALTO Y MUY PODEROSO SEÑOR EL INFANTE DON CARLOS N.S.
Aparte de lo que muestran los relatos de sus viajes, sabemos poco de la vida del gran viajero español Alvar Núñez Cabeza de Vaca. El mismo nos ha dejado dicho que era "nieto de Pedro de Vera, el que ganó a Canaria, y su madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera". Apenas si son más los datos positivos acerca de su vida.
Con todo, de cada día se agiganta esta gran figura de explorador, aun cuando sus hazañas sin par se ofrezcan confundidas en el incesante sucederse de nuestras grandes empresas de descubrimiento y exploración en el siglo XVI. Alvar Núñez Cabeza de Vaca tomó parte en la expedición del harto desdichado Pánfilo de Narváez a la Florida. Azares crueles y dramáticos, que acabaron en comerse unos a otros los expedicionarios, redujeron la expedición a cuatro personas de las seiscientas que .a 17 días del mes de junio de 1527. salieron del puerto de Sanlucar de Barrameda. Con los cuatro salvados, el relator de la hazaña celebérrima, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, comienza a recorrer el sur de los actuales Estados Unidos. Es el primer blanco y español que explora su territorio, y a fe que lo ha de hacer cumplidamente, porque habrá de caminar, en barca primero y a pie después, de la Florida a Sinaloa, del Atlántico al Pacífico.
En estas andanzas descubre el Mississipí, el río grande de la América del Norte; descubre igualmente el bisonte americano, las vacas corcovadas de nuestros primitivos historiadores de Indias, que entonces en rebaños de millones de cabezas pastaban en las grandes praderas del oeste del río Mississipí. Tópase con tribus extrañas y guerreras, como los semínolas terribles y flecheros, y los sioux, feroces cazadores de bisontes. Cabeza de Vaca es por mucho tiempo su prisionero y su esclavo.
Con Dorantes, con Maldonado y con el fiel Estebanico el negro, decide Alvar Núñez escapar del infierno de su esclavitud y peligro de muerte. Emprenden entonces, hechos a un tiempo médicos y chamanes, esta odisea sin ejemplo. Cruzan el extenso territorio de Texas, Río Grande del Norte, Chihuahua y Sinaloa, y a cabo de ocho años que salieron de España, alcanzan a Méjico.
Dándose aquí el relato íntegro, siempre interesante, tierno y vibrador, se podrá advertir cuán viajero y fino observador pudo ser Cabeza de Vaca, especialmente de pueblos y costumbres.
Es difícil la labor de identificación de los puntos por que Alvar Núñez pasara. Él confiesa haber oído más de mil lenguas diferentes. En lo posible se ha reconstituido su extenso recorrido, y en los mapas que acompañan a esta edición se señala su probable itinerario. Aumenta las dificultades de la identificación la desaparición, ante las guerras implacablemente destructoras de los blancos, de muchas de las tribus con que trató.
El crédito de sus hazañas lo elevó más tarde al rango de Adelantado del Río de la Plata.
Exploró entonces buena parte del Brasil meridional y el río Paraguay hasta rebasar sus fuentes, no sin sostener luchas cruentas con las tribus indomables del Gran Chaco, país de grandes selvas y ríos caudalosos desbordados. El relato de esta expedición, con el pormenor de las rivalidades entre los exploradores, nos ha quedado en los COMENTARIOS.
Todo español debiera leer los NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, como valor ejemplar, como calidad: que en tiempos adversos no halla quien lo venza en fortaleza, y en los prósperos, en sencillez magnánima.
CARTA II .- Probable itinerario de Alvar Núñez en su gobernación de La Plata.
(Obs: Pulse sobre el texto resaltado para acceder a la imagen)
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CAPÍTULO I
De los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca
Después que Dios nuestro Señor fué servido de sacar a Alvar Núñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida vino a estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron a esta corte de Su Majestad personas del Río de la Plata a dar cuenta a Su Majestad del suceso de la armada que allí había enviado don Pedro de Mendoza (1), y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y a le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos).
Y sabido por Su Majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulación con Alvar Núñez Cabeza de Vaca para que fuese a socorrellos; el cual asiento y capitulación se efectuó, mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir a socorrer, y que gastaría en la jornada y socorro que así había de hacer, en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulación y asiento que con Su Majestad tomó, le hizo merced de la gobernación y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asímesmo le hizo merced del dozavo de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Núñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él, en cumplimiento del asiento que con Su Majestad hizo, se partió luego a Sevilla, para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canaria; la una nao de éstas era nueva del primer viaje, y era de trescientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navíos aderezó muy bien y proveyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, y hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenía para el socorro; y todos los que se ofrecieron a ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó y hizo su viaje, y en nueve días llegó a la isla de la Palma, a do desembarcó con toda la gente, y estuvo allí veinte y cinco días esperando tiempo para seguir su camino, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo Verde, y, en el camino, la nao capitana hizo un agua muy grande, y fué tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron más de quinientos quintales de bizcocho, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así, fueron con ella dando siempre a la bomba de día y de noche, hasta que llegaron a la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, por que se refrescasen y descansasen del trabajo que hasta allí habían traído, y también por que se había de descargar la nao para remediar el agua que hacia; y descargada, el maestre de ella la estancó, porque era el mejor buzo que había en España. Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo Verde en diez días, que hay de la una a la otra trescientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque a do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos. que llevan atadas las anclas, y
cuando las van a sacar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto
tiene muchos ratones, porque les roen los cabos que llevan las anclas; y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están, si les toma alguna tormenta. Esta isla es viciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos días que allí estén; y el armada estuvo allí veinte y cinco días, en los cuales no se murió ningún hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla; y los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones más que reales, los cuales les dan los que van a mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblón por veinte reales.
(1) En 1534 fué nombrado adelantado del Río de la Plata don Pedro de Mendoza, y en 1 de septiembre del mismo año partió de Sanlúcar con una poderosa armada. La expedición fué harto desdichada, sin más rasgos salientes que la fundación de Buenos Aires, Santa María de Buenos Aires, y la exploración del Río de la Plata y Paraná por el asesino Juan de Ayolas. Mendoza, de salud precaria, murió y fué sepulto en el mar, de regreso a España.
De los comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca
Después que Dios nuestro Señor fué servido de sacar a Alvar Núñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida vino a estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron a esta corte de Su Majestad personas del Río de la Plata a dar cuenta a Su Majestad del suceso de la armada que allí había enviado don Pedro de Mendoza (1), y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y a le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos).
Y sabido por Su Majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulación con Alvar Núñez Cabeza de Vaca para que fuese a socorrellos; el cual asiento y capitulación se efectuó, mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir a socorrer, y que gastaría en la jornada y socorro que así había de hacer, en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulación y asiento que con Su Majestad tomó, le hizo merced de la gobernación y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asímesmo le hizo merced del dozavo de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Núñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él, en cumplimiento del asiento que con Su Majestad hizo, se partió luego a Sevilla, para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canaria; la una nao de éstas era nueva del primer viaje, y era de trescientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navíos aderezó muy bien y proveyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, y hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenía para el socorro; y todos los que se ofrecieron a ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó y hizo su viaje, y en nueve días llegó a la isla de la Palma, a do desembarcó con toda la gente, y estuvo allí veinte y cinco días esperando tiempo para seguir su camino, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo Verde, y, en el camino, la nao capitana hizo un agua muy grande, y fué tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron más de quinientos quintales de bizcocho, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así, fueron con ella dando siempre a la bomba de día y de noche, hasta que llegaron a la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, por que se refrescasen y descansasen del trabajo que hasta allí habían traído, y también por que se había de descargar la nao para remediar el agua que hacia; y descargada, el maestre de ella la estancó, porque era el mejor buzo que había en España. Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo Verde en diez días, que hay de la una a la otra trescientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque a do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos. que llevan atadas las anclas, y
cuando las van a sacar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto
tiene muchos ratones, porque les roen los cabos que llevan las anclas; y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están, si les toma alguna tormenta. Esta isla es viciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos días que allí estén; y el armada estuvo allí veinte y cinco días, en los cuales no se murió ningún hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla; y los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones más que reales, los cuales les dan los que van a mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblón por veinte reales.
(1) En 1534 fué nombrado adelantado del Río de la Plata don Pedro de Mendoza, y en 1 de septiembre del mismo año partió de Sanlúcar con una poderosa armada. La expedición fué harto desdichada, sin más rasgos salientes que la fundación de Buenos Aires, Santa María de Buenos Aires, y la exploración del Río de la Plata y Paraná por el asesino Juan de Ayolas. Mendoza, de salud precaria, murió y fué sepulto en el mar, de regreso a España.
CAPÍTULO II
De cómo partimos de la isla de Cabo Verde
Remediada el agua de la nao capitana y proveídas las cosas necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de nuestro viaje, y pasamos la línea equinoccial; y yendo
navegando requirió el maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no
halló más de tres, y habían de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Y vista la
necesidad tan grande, el gobernador mandó que tomase la tierra, y fueron tres días en demanda de ella; y al cuarto día, un hora antes que amaneciese, acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito, la porné aquí, y es que yendo con los navíos a dar en tierra en unas peñas muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venían en los navíos, comenzó a cantar un grillo, el cual metió en la nao en Cádiz un soldado que venía malo con deseo de oír la música del grillo, y había dos meses y medio que navegábamos y no lo habíamos oído ni sentido, de lo cual el que lo metió venia muy enojado, y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó a cantar, y a la música de él recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de ballesta de la nao; y comenzaron a dar voces para que echasen anclas, porque íbamos al través a dar en las. peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por más de cien leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su música; y así, con ella llegó el armada a un puerto que se llamaba la Cananea (2), que está pasado el Cabo Frío, que estará en veinticuatro grados de altura. Es buen puerto; tiene unas islas a la boca de él; es limpio, y tiene once brazas de hondo.
Aquí tomó el gobernador la posesión de él por Su Majestad; y después de tomada, partió de allí, y
pasó por el río y bahía que dicen de San Francisco, el cual está veinte y cinco leguas de la Cananea, y de allí fué el armada a desembarcar en la isla de Santa Catalina 3, que está veinte y cinco leguas del río de San Francisco, y llegó a la isla de Santa Catalina, con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó, y llegó allí a 29 días del mes de marzo de 1541. Esta la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.
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De cómo partimos de la isla de Cabo Verde
Remediada el agua de la nao capitana y proveídas las cosas necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de nuestro viaje, y pasamos la línea equinoccial; y yendo
navegando requirió el maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no
halló más de tres, y habían de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Y vista la
necesidad tan grande, el gobernador mandó que tomase la tierra, y fueron tres días en demanda de ella; y al cuarto día, un hora antes que amaneciese, acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito, la porné aquí, y es que yendo con los navíos a dar en tierra en unas peñas muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venían en los navíos, comenzó a cantar un grillo, el cual metió en la nao en Cádiz un soldado que venía malo con deseo de oír la música del grillo, y había dos meses y medio que navegábamos y no lo habíamos oído ni sentido, de lo cual el que lo metió venia muy enojado, y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó a cantar, y a la música de él recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de ballesta de la nao; y comenzaron a dar voces para que echasen anclas, porque íbamos al través a dar en las. peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por más de cien leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su música; y así, con ella llegó el armada a un puerto que se llamaba la Cananea (2), que está pasado el Cabo Frío, que estará en veinticuatro grados de altura. Es buen puerto; tiene unas islas a la boca de él; es limpio, y tiene once brazas de hondo.
Aquí tomó el gobernador la posesión de él por Su Majestad; y después de tomada, partió de allí, y
pasó por el río y bahía que dicen de San Francisco, el cual está veinte y cinco leguas de la Cananea, y de allí fué el armada a desembarcar en la isla de Santa Catalina 3, que está veinte y cinco leguas del río de San Francisco, y llegó a la isla de Santa Catalina, con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó, y llegó allí a 29 días del mes de marzo de 1541. Esta la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.
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CAPÍTULO III
Que trata de cómo el gobernador llegó con su armada a la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada
Llegado que hobo el gobernador con su armada a la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habían rescebido con la larga navegación, y para tomar lengua y informarse de los indios naturales de aquella tierra; porque por ventura acaso podrían saber del estado en que estaba la gente española que iban a socorrer, que residía en la provincia del Río de la Plata; y dió a entender a los indios cómo iba por mandado de Su Majestad a hacer el socorro, y tomó posesión de ella en nombre y por Su Majestad, y asímismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco más o menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el gobernador estuvo en la isla, a los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de Su Majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso cómo catorce leguas de la isla, donde dicen el Biaza, estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray Bernaldo de Armenta, natural de Córdoba, y el otro fray Alonso Lebrón, natural de la Gran Canaria; y dende a pocos días estos frailes se vinieron donde el gobernador y su gente estaban muy escandalizados y atemorizados de los indios de la tierra, que los querían matar, a causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razón de ello habían muerto a dos cristianos que en aquella tierra vivían; y bien informado el gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y recogió los frailes; y puso paz entre ellos, y les encargó a los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra y isla.
(2) Aun conserva su nombre.
Que trata de cómo el gobernador llegó con su armada a la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada
Llegado que hobo el gobernador con su armada a la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habían rescebido con la larga navegación, y para tomar lengua y informarse de los indios naturales de aquella tierra; porque por ventura acaso podrían saber del estado en que estaba la gente española que iban a socorrer, que residía en la provincia del Río de la Plata; y dió a entender a los indios cómo iba por mandado de Su Majestad a hacer el socorro, y tomó posesión de ella en nombre y por Su Majestad, y asímismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco más o menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el gobernador estuvo en la isla, a los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de Su Majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso cómo catorce leguas de la isla, donde dicen el Biaza, estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray Bernaldo de Armenta, natural de Córdoba, y el otro fray Alonso Lebrón, natural de la Gran Canaria; y dende a pocos días estos frailes se vinieron donde el gobernador y su gente estaban muy escandalizados y atemorizados de los indios de la tierra, que los querían matar, a causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razón de ello habían muerto a dos cristianos que en aquella tierra vivían; y bien informado el gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y recogió los frailes; y puso paz entre ellos, y les encargó a los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra y isla.
(2) Aun conserva su nombre.
(3) Conserva este mismo nombre
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CAPÍTULO IV
De cómo vinieron nueve cristianos a la isla
Y prosiguiendo el gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de Vuestra Majestad, para que entrase por el río que dicen de la Plata a visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos Aires; y porque a aquella sazón era invierno y tiempo contrario para la navegación del río, no pudo entrar, y se volvió a la isla de Santa Catalina, donde estaba el gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos Aires, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes que residían en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residían, y le dijeron que el pueblo de Buenos Aires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza había enviado a descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvía del descubrimiento, viniéndose a recoger a ciertos bergantines que había dejado en el puerto que puso por nombre de la Candelaria, que es en el río del Paraguay, de una generación de indios que viven en el dicho río, que se llaman payaguos (4), le mataron a él y a todos los cristianos, con otros muchos indios que traía de la tierra adentro con las cargas, de la generación de unos indios que se llaman chameses; y que de todos los cristianos y indios había escapado un mozo de la generación de los chameses, a causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines que allí había dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, según lo había mandado y encargado a un Domingo de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse en él, los indios los habían desbaratado y muerto a todos, por culpa del dicho Domingo de Irala, vizcaíno, capitán de los bergantines; y asimismo le dijeron y hicieron saber cómo en la ribera del río del Paraguay, ciento y veinte leguas más bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascensión, en amistad y concordia de una generación de indios que se llaman carios, donde residía la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos Aires, que es en el río del Paraná, estaban hasta sesenta cristianos, dende el cual puerto hasta la ciudad de la Ascensión, que es en el río del Paraguay, había trescientas y cincuenta leguas por el río arriba, de muy trabajosa navegación; y que estaba por teniente de gobernador en la tierra y provincia Domingo de Irala, vizcaino, por quien sucedió la muerte y perdición de Juan de Ayolas y de todos los cristianos que consigo llevó; y también le dijeron y informaron que Domingo de Irala dende la ciudad de la Ascensión había subido por el río del Paraguay arriba con ciertos bergantines y gentes, diciendo que iba a buscar y dar socorro a Juan de Ayolas, y había entrado por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, a cuya causa no había podido entrar por la tierra adentro, y se había vuelto y había tomado presos seis indios de la generación de los payaguos, que fueron los que mataron a Juan de Ayolas y cristianos; de los cuales prisioneros se informó y certificó de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos, y cómo al tiempo había venido a su poder un indio chane (5), llamado Gonzalo, que escapó cuando mataron a los de su generación y cristianos que venían con ellos con las cargas, el cual estaba en poder de los indios payaguos captivo; y Domingo de Irala se retiró de la entrada, en la cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos; y otrosí, que los oficiales de Su Majestad que en la tierra y provincia residían habían hecho y hacían muy grandes agravios a los españoles pobladores y conquistadores, y a los indios naturales de la dicha provincia, vasallos de Su Majestad, de que estaban muy descontentos y desasogados; y que por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habían hurtado un batel en el puerto de Buenos Aires, y se habían venido huyendo, con intención y propósito de dar aviso a Su Majestad de todo lo que pasaba en la tierra y provincia; a los cuales nueve cristianos, porque venían desnudos, el gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo a la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos había un piloto para la navegación del río.
(4) Los payaguos o payaguas, habitantes del Paraguay; eran tribus esencialmente pescadoras y nadadoras excelentes. Tenían tomemismo (ciertos peces les eran sagrados) y practicaban la exogamia.
CAPÍTULO IV
De cómo vinieron nueve cristianos a la isla
Y prosiguiendo el gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de Vuestra Majestad, para que entrase por el río que dicen de la Plata a visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos Aires; y porque a aquella sazón era invierno y tiempo contrario para la navegación del río, no pudo entrar, y se volvió a la isla de Santa Catalina, donde estaba el gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos Aires, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes que residían en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residían, y le dijeron que el pueblo de Buenos Aires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza había enviado a descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvía del descubrimiento, viniéndose a recoger a ciertos bergantines que había dejado en el puerto que puso por nombre de la Candelaria, que es en el río del Paraguay, de una generación de indios que viven en el dicho río, que se llaman payaguos (4), le mataron a él y a todos los cristianos, con otros muchos indios que traía de la tierra adentro con las cargas, de la generación de unos indios que se llaman chameses; y que de todos los cristianos y indios había escapado un mozo de la generación de los chameses, a causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines que allí había dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, según lo había mandado y encargado a un Domingo de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse en él, los indios los habían desbaratado y muerto a todos, por culpa del dicho Domingo de Irala, vizcaíno, capitán de los bergantines; y asimismo le dijeron y hicieron saber cómo en la ribera del río del Paraguay, ciento y veinte leguas más bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascensión, en amistad y concordia de una generación de indios que se llaman carios, donde residía la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos Aires, que es en el río del Paraná, estaban hasta sesenta cristianos, dende el cual puerto hasta la ciudad de la Ascensión, que es en el río del Paraguay, había trescientas y cincuenta leguas por el río arriba, de muy trabajosa navegación; y que estaba por teniente de gobernador en la tierra y provincia Domingo de Irala, vizcaino, por quien sucedió la muerte y perdición de Juan de Ayolas y de todos los cristianos que consigo llevó; y también le dijeron y informaron que Domingo de Irala dende la ciudad de la Ascensión había subido por el río del Paraguay arriba con ciertos bergantines y gentes, diciendo que iba a buscar y dar socorro a Juan de Ayolas, y había entrado por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, a cuya causa no había podido entrar por la tierra adentro, y se había vuelto y había tomado presos seis indios de la generación de los payaguos, que fueron los que mataron a Juan de Ayolas y cristianos; de los cuales prisioneros se informó y certificó de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos, y cómo al tiempo había venido a su poder un indio chane (5), llamado Gonzalo, que escapó cuando mataron a los de su generación y cristianos que venían con ellos con las cargas, el cual estaba en poder de los indios payaguos captivo; y Domingo de Irala se retiró de la entrada, en la cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos; y otrosí, que los oficiales de Su Majestad que en la tierra y provincia residían habían hecho y hacían muy grandes agravios a los españoles pobladores y conquistadores, y a los indios naturales de la dicha provincia, vasallos de Su Majestad, de que estaban muy descontentos y desasogados; y que por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habían hurtado un batel en el puerto de Buenos Aires, y se habían venido huyendo, con intención y propósito de dar aviso a Su Majestad de todo lo que pasaba en la tierra y provincia; a los cuales nueve cristianos, porque venían desnudos, el gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo a la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos había un piloto para la navegación del río.
(4) Los payaguos o payaguas, habitantes del Paraguay; eran tribus esencialmente pescadoras y nadadoras excelentes. Tenían tomemismo (ciertos peces les eran sagrados) y practicaban la exogamia.
(5) La nación charrúa comprendía tribus numerosas, entre las que se incluyen los chanes. Eran tribus ferozmente guerreras, que usaban de las flechas y de las bolas; han dejado honda memoria sangrienta en sus luchas con los españoles. Habitantes de selvas, eran diestros cazadores, nómadas, de ranchos misérrimos, desconocedores de la alfarería; dados a trampas y astucias en la caza y en la guerra.
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