HISTORIA DE LA
PROVINCIA DEL PARAGUAY
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Volumen II
Autor: NICOLÁS DEL TECHO
Editorial: A. de Uribe y Compañía
Año: 1897
Versión digital:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
Volumen II
Autor: NICOLÁS DEL TECHO
Editorial: A. de Uribe y Compañía
Año: 1897
Versión digital:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
TOMO SEGUNDO
HIPERVÍNCULOS
(Tomo II) LIBRO TERCERO (195 Kb.)
(Tomo II) LIBRO CUARTO (155 Kb.)
(Tomo II) LIBRO QUINTO (137 Kb.)
TODO EL TOMO SEGUNDO
CONTENIDO DEL TOMO SEGUNDO
(Tomo II) LIBRO TERCERO (195 Kb.)
CAPÍTULO PRIMERO.– La provincia del Perú es dividida en otras dos.
CAPÍTULO II.– El P. Claudio Aquaviva erige el Paraguay en provincia de la Compañía.
CAPÍTULO III.– Primeros años del P. Diego de Torres y lo que hizo en las Indias.
CAPÍTULO IV.– Lo que hizo en Juli el Padre Torres y cuando fué Rector en Cuzco.
CAPÍTULO V.– Lo que llevó á cabo el Padre Diego de Torres en varios lugares de la provincia del Perú.
CAPÍTULO VI.– Es nombrado Procurador el P. Diego de Torres.
CAPÍTULO VII.– Funda la provincia de Quito.
CAPÍTULO VIII.– Se dirige á fundar la provincia del Paraguay.
CAPÍTULO IX.– El P. Diego de Torres lleva misioneros á la nueva provincia.
CAPÍTULO X.– Celebración de la primera Congregación provincial.
CAPÍTULO XI. – Llegan nuevos religiosos de Europa á la provincia del Paraguay.
CAPÍTULO XII.– Establécese la Compañía en el puerto de Buenos Aires.
CAPÍTULO XIII.– Lo que hicieron los Padres del Colegio de la Compañía en Chile.
CAPÍTULO XIV.– Misiones de los Padres jesuitas en Arauco.
CAPÍTULO XV.– Descripción del Arauco y costumbres de sus habitantes.
CAPÍTULO XVI.– Son evangelizados los araucanos.
CAPÍTULO XVII.– Navegan los jesuitas á la isla de Santa María.
CAPÍTULO XVIII.– La Compañía se establece temporalmente en la isla de Chiloé.
CAPÍTULO XIX.– Ejercen su ministerio los jesuitas en el pueblo de Castro.
CAPÍTULO XX.– Recorren los jesuitas la isla de Chiloé; fruto que sacaron de sus misiones.
CAPÍTULO XXI.– Vejaciones que experimentó la Compañía por oponerse al servicio personal de los indios.
CAPÍTULO XXII.– Establécese la Compañía en la ciudad de Mendoza.
CAPÍTULO XXIII.– Los indios de Cuyo son instruídos en la fe cristiana.
CAPÍTULO XXIV.– Persecusiones que sufrieron los jesuitas de Córdoba por oponerse al servicio personal de los indios.
CAPÍTULO XXV.– Retírase de Estero la Compañía con ocasión del servicio personal.
CAPÍTULO XXVI.– Funda un Colegio la Compañía en la ciudad de San Miguel.
CAPÍTULO XXVII.– Pacifica la Compañía el valle de Calchaquí, y lo recorre, merced á su constancia.
CAPÍTULO XXVIll.– El P. Diego de Torres ejerce su ministerio en la ciudad de la Concepción, en los límites de los frentones.
CAPÍTULO XXIX.– Estado del Paraguay.
CAPÍTULO XXX.– Descripción del Guairá.
CAPÍTULO XXXI.– Los PP. José Cataldino y Simón Mazeta recorren algunas poblaciones del Guairá.
CAPÍTULO XXXII.– La Compañía funda en el Guairá dos pueblos.
CAPÍTULO XXXIII.– Los Padres de la Compañía se encargan de evangelizar la región del Paraná.
CAPÍTULO XXXIV.– Fúndase una población entre el Paraná y el Paraguay.
CAPÍTULO XXXV.– La nueva reducción sufre los males de la guerra.
CAPÍTULO XXXVI.– La reducción es trasladada á otro sitio durante la guerra, y recibe el nombre de San Ignacio.
CAPÍTULO XXXVII. – Costumbres de los guaicurúes.
CAPÍTULO XXXVIII. – Los Padres de la Compañía exploran la región de los guaicurúes.
CAPÍTULO XXXIX.– La Compañía se establece en el país de los guaicurúes.
(Tomo II) LIBRO CUARTO (155 Kb.)
CAPÍTULO PRIMERO.– Llegan nuevos misioneros de Europa; la Compañía se establece definitivamente en Buenos Aires.
CAPÍTULO II.– Establécese la Compañía en la ciudad de Santa Fe.
CAPÍTULO III.– Es canonizado San Ignacio de Loyola; su fama y milagros.
CAPÍTULO IV.– El P. Diego de Torres da bastantes disposiciones útiles para la provincia.
CAPÍTULO V.– Son evangelizadas las islas de Chiloé.
CAPÍTULO VI.– Los PP. Juan Darío y Diego de Boroa pacifican á los diaquitas y les predican.
CAPÍTULO VII.– El servicio personal de los indios es abolido por disposición del Rey Católico.
CAPÍTULO VIII.– Un hijo del jefe de los guaicurúes recibe el Bautismo.
CAPÍTULO IX.– De algunas cosas que sucedieron en la ciudad de la Asunción.
CAPÍTULO X.– Vuelve la Compañía á Santiago, capital del Tucumán.
CAPÍTULO XI – Primeros años de la vida del P. Antonio Ruiz.
CAPÍTULO XII.– Prosigue la vida del P. Antonio Ruiz.
CAPÍTULO XIII.– Los misioneros propagan el cristianismo en el Guairá.
CAPÍTULO XIV.– Florece la religión en el Guairá, no obstante algunos disturbios que hubo.
CAPÍTULO XV.– Los Padres jesuitas recorren la región del Paraná.
CAPÍTULO XVI.– Sumisión de los guaicurúes.
CAPÍTULO XVII.– Misión que llevó el Padre Luis Valdivia al Rey Católico.
CAPÍTULO XVIII. – El P. Luis Valdivia reconcilia los pueblos cercanos con el Rey Católico.
CAPÍTULO XIX. – El P. Luis Valdivia reconcilia los pueblos del interior con el gobernador.
CAPÍTULO XX.– Trátase de enviar misioneros al Arauco.
CAPÍTULO XXI.– Martirio de los PP. Martín Aranda, Horacio Bech y Diego Montalván .
CAPÍTULO XXII.– Vida del P. Martín Aranda.
CAPÍTULO XXIII.– Hechos memorables de los PP. Horacio Bech y Diego Montalván .
CAPÍTULO XXIV.– Fundación de cuatro Colegios á expensas del Monarca.
CAPÍTULO XXV.– La Compañía es vejada pública y privadamente.
CAPÍTULO XXVI.– El P. Diego de Torres visita el Paraguay.
CAPÍTULO XXVII.– Son evangelizados los guaicurúes.
CAPÍTULO XXVIII.– El P. Romero va al país de los guaicurutíes.
CAPÍTULO XXIX.– El P. Martín Javier Urtazun muere en el Guairá.
CAPÍTULO XXX. – Los misioneros prosiguen sus tareas en el Guairá, á pesar de varios obstáculos.
CAPÍTULO XXXI.– Principio de la expedición al país de los guarambarés; progresos y fin de ella.
CAPÍTULO XXXIl.– De lo que sucedió con los restos del P. Baltasar Sena.
CAPÍTULO XXXIll.– De los Colegios que había en la nueva provincia del Paraguay.
CAPÍTULO XXXIV.– De los primeros religiosos que residieron en la provincia del Paraguay.
CAPÍTULO XXXV.– De los bienhechores que tuvo la provincia del Paraguay.
(Tomo II) LIBRO QUINTO (137 Kb.)
CAPÍTULO PRIMERO. Comienza el P. Pedro de Oñate á gobernar la provincia del Paraguay.
CAPÍTULO II.– Trátase de si conviene que la Compañía establezca residencias entre los indios.
CAPÍTULO III.– Descripción de la provincia del Paraná.
CAPÍTULO IV.– El P. Roque González predica en la parte inferior del Paraná.
CAPÍTULO V. – Fundación del pueblo de Itapua por el P. Roque González.
CAPÍTULO VI.– El P. Roque González concede á los franciscanos el pueblo de Santa Ana, que antes había fundado.
CAPÍTULO VII.– Costumbres de los guaraníes.
CAPÍTULO VIII.– De varias cosas que sucedieron en el Guairá.
CAPÍTULO IX.– Lo que pasaba entre los guaicurúes.
CAPÍTULO X.– De los asuntos del reino de Chile.
CAPÍTULO XI.– Cuestiones que se suscitaron con motivo de la fundación de un convento de monjas en la provincia del Paraguay.
CAPÍTULO XII.– Bula y sentencia de Paulo V acerca del mencionado asunto.
CAPÍTULO XIII.–El Gobernador del Paraguay intenta tomar las armas contra los indios.
CAPÍTULO XIV.– Origen de la reducción de Yaguapúa.
CAPÍTULO XV.– Turbulencias que hubo en el pueblo de San Ignacio.
CAPÍTULO XVI.– El P. José Cataldino echa los fundamentos de una reducción en el Guairá.
CAPÍTULO XVII.– El P. Marcelo Lorenzana visita el Guairá.
CAPÍTULO XVIII.– De las cosas que pasaban entre los indios guaicurúes.
ACAPÍTULO XIX.– De la procuración del Padre Juan Viana.
CAPÍTULO XX.– De los Colegios y residencias que había en las ciudades de españoles.
CAPÍTULO XXI.– Muerte del P. Diego González Holguín.
CAPÍTULO XXII.– Establece la Compañía dos residencias en el valle de Calchaqui.
CAPÍTULO XXIII.– Costumbres de los calchaquies.
CAPÍTULO XXIV.– El P. Roque González explora por vez primera la región superior del Paraná.
CAPÍTULO XXV. – Recorre el P. González la parte inferior del Paraná.
CAPÍTULO XXVI.– Expedición que se hizo al país de los tucutíes en el Guairá.
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TOMO SEGUNDO
LIBRO TERCERO
CAPITULO PRIMERO
LA PROVINCIA DEL PERÚ ES DIVIDIDA EN OTRAS DOS.
Aunque merced á las fatigas de los ilustres misioneros ya mencionados brillaba la fe en el Tucumán, Chile y el Paraguay, era sin embargo evidente que, unos cuantos religiosos separados por largas distancias no podían atender como se debía á comarca tan inmensa. Por cuya razón se trató de fundar una provincia en la región de la América meridional, bañada por el caudaloso río Paraguay. Cómo se llevó á cabo esto lo referiré aparte sin mezclarlo con otras cosas, retrocediendo en la narración algunos años. Sabido es que el continente americano está dividido en dos penínsulas enlazadas por un estrecho istmo que separa los mares Océano y Pacífico. La septentrional forma el virreinato de México y está casi toda sometida al rey Católico. La meridional, que comprende extensas provincias, depende toda, excepto el Brasil, del virrey peruano. En esta tengo por cierto que el año 1568 se estableció la Compañía á expensas del rey Felipe II y fué enviado con el título de Provincial San Francisco de Borja, cuyo rostro vió en Medina resplandecer como el Sol el P. Jerónimo del Portillo mientras hablaba con él. San Francisco de Borja y los sucesores que tuvo, trabajaron con tal acierto en extender la nueva fundación, que á fines del siglo XVI la provincia era demasiado vasta para ser regida por una sola persona; pues además de los Colegios fundados en las principales poblaciones del Perú por los Provinciales Portillo, José Acosta y Baltasar Pina, había los establecidos en las comarcas de Quito, Panamá y Tucumán por el P. Juan Atienza, y en Chile por el P. Sebastián Parra, resultando que los Superiores no podían visitar todos los Colegios, ni éstos ser regidos por los Estatutos de la Compañía. Por cuya razón el P. Claudio Aquaviva envió á principios del siglo XVII al P. Esteban Páez á la provincia peruana con objeto de que hiciera una visita y viese el medio de evitar dichos inconvenientes. Éste recorrió casi toda la América meridional, y después de oir el parecer de varones prudentes, fué de opinión que se debían separar de la provincia aquellas regiones que á causa de su distancia no era posible atender á ellas. Cuando se trató de hacer la división más oportuna, convinieron los que trataron el asunto en formar dos provincias: una con el reino de Nueva Granada, Quito y Panamá, sometida al Superior del Perú; otra con el Tucumán, agregadas Chuquisaca, Potosí, Oruro y Santa Cruz. Mas como en esta partición había muchas cosas que debía aprobarlas el General de la Orden, resolvieron que hablase con éste en Roma el P. Diego de Torres, elegido Procurador durante el año 1602, ya que tenía precisión de marchar á la corte pontificia. Conferenció, en efecto, el P. Torres con el General Aquaviva, quien una vez examinado el negocio en unión con los Asistentes, firmó un documento en que daba sanción á la división propuesta. Comisionó al P. Diego de Torres para ejecutarla en lo referente á los Colegios de Nueva Granada y Quito, y al Padre Diego Alvarez de Paz en cuanto á los restantes; los dos iban investidos del título de Viceprovinciales.
CAPÍTULO II
EL PADRE GENERAL CLAUDIO AQUAVIVA ERIGE EL PARAGUAY EN PROVINCIA DE LA COMPAÑÍA.
Estaba el P. Diego de Torres para embarcarse en Cádiz, cuando recibió una carta de Roma revocando todo lo concedido en los documentos que llevaba. La causa de esto la exponía el Padre General en las siguientes palabras: «Se extrañará, sin duda, vuestra reverencia de lo extraordinario del caso, pues habiéndoos dado en Roma por escrito solemne la aprobación de lo propuesto por el Visitador sobre la división de la provincia peruana, ahora me vuelvo atrás. He obrado de esta manera, porque después de marcharos recibí muchas cartas suscritas por graves personas del Paraguay y el Tucumán, quejándose de que la Compañía abandonara, con perjuicio de las almas, extensas comarcas, y rogando que no prestara mi consentimiento á tal medida. De acuerdo con los Asistentes, he resuelto, bien pensado el asunto, que ningún detrimento experimentarían nuestros intereses si con el Paraguay y el Tucumán se formaba una provincia independiente de la peruana. De ella os he nombrado Provincial y designado quince Padres que os ayuden en las tareas propias del cargo; cuando lleguéis al Perú, tendréis más detalles de este particular por las cartas que he escrito al Superior de dicho país.» El P. Bartolomé Pérez, Asistente en nombre de los jesuitas de España, le escribía en el mismo sentido, rogándole que no mostrase muchos deseos de llegar á ejercer su nuevo cargo, no sea que murmuraran de él, porque habiendo ido á Roma como Procurador, contra lo propuesto por los Padres del Perú, volvía hecho Provincial; además, en el Paraguay acontecía con los que mandaban, lo que en Etiopía con los obispos; había mucho que trabajar, y la dignidad nada, sino sinsabores, proporcionaba. Añadía confidencialmente que no creía difícil conseguir del General que ordenase á los Colegios de Chuquisaca y Potosí auxiliaran á la nueva provincia con cuanto les fuera posible, y que las demás casas de otros países no dejarían de hacer lo mismo, considerando que el P. Aquaviva se interesaba en alto grado por el Paraguay. Decíase que el General había constituído este país en provincia, inspirado del cielo; pues como fuera al noviciado de San Andrés para que allí en la soledad le manifestara el Señor su voluntad, al día octavo habló á los Asistentes de manera tan persuasiva y con tal ardor, que los convenció al momento y éstos no dudaron de que Dios se expresaba por boca del P. Aquaviva. De esto da testimonio en varias cartas el Padre Asistente Bartolomé Pérez. El P. Diego de Torres, después que hubo recibido el nombramiento, expuso al General la conveniencia de unir el reino de Chile al Tucumán y el Paraguay, dejando para la provincia del Perú los Colegios de Chuquisaca y el Potosí. Proponía esto porque, interesándose con vehemencia en el bien de los indios, temía que los jesuitas dejaran con harto pesar las opulentas casas del Perú para ir á pequeñas poblaciones ó á miserables aldeas. Después de lo referido navegó con felicidad á las Indias. Llegado á Lima y abiertas las cartas que llevaba del Padre General, se dividieron las opiniones de los socios: unos decían que se debían obedecer las cartas que antes se habían recibido, y otros que las últimas. Muchos llegaron á sospechar de la buena fe del P. Torres, creyendo que no había gestionado en Roma tanto la utilidad de la provincia como la suya, y que era el autor de la nueva división hecha contra el parecer del Visitador y de los religiosos más graves. Procuró justificar su conducta, mas no lo consiguió. En aquella discordia, viendo todos que era preciso consultar al General en muchos puntos tocantes á la ejecución de lo acordado por éste, lo hicieron así, y mientras llegaba la respuesta, resolvieron que el P. Torres se encargase de fundar y gobernar la provincia de Quito, y el P. Alvarez de la Paz, la del Tucumán y países meridionales: ambos recibieron el cargo de Viceprovinciales. Pasados dos años llegó la contestación del P. Aquaviva, en la que expresaba con claridad su pensamiento, y era éste que se erigiese una provincia con las regiones australes de la América meridional, la cual había de ser regida sin falta alguna por el P. Diego de Torres, llevando los religiosos del Perú que fueran necesarios. Verdad es que dichas comarcas carecían de ciudades populosas donde establecer Colegios; mas se pensaba compensar este inconveniente con el fruto que era de esperar en la conversión de los indios infieles. En el año 1607 se fundó definitivamente la nueva provincia con el Paraguay, Chile y Tucumán, países de extensión considerable y no inferior su longitud de ochocientas cincuenta leguas. El fin que allí habían de perseguir los jesuitas era sacar los indios de las cuevas, selvas y pantanos donde moraban, iniciándoles en la fe católica y en la civilización. El P. Diego de Torres abandonó la ciudad de Quito, donde acababa de cumplir la misión que tenía, y provisto del nombramiento de Provincial, se dirigió apresuradamente por mar á Lima, residencia del virrey. Como tengo que hablar muchas veces del P. Diego de Torres, contaré brevemente su nacimiento, educación y los puestos que ocupó antes de fundar la provincia.
LIBRO TERCERO
CAPITULO PRIMERO
LA PROVINCIA DEL PERÚ ES DIVIDIDA EN OTRAS DOS.
Aunque merced á las fatigas de los ilustres misioneros ya mencionados brillaba la fe en el Tucumán, Chile y el Paraguay, era sin embargo evidente que, unos cuantos religiosos separados por largas distancias no podían atender como se debía á comarca tan inmensa. Por cuya razón se trató de fundar una provincia en la región de la América meridional, bañada por el caudaloso río Paraguay. Cómo se llevó á cabo esto lo referiré aparte sin mezclarlo con otras cosas, retrocediendo en la narración algunos años. Sabido es que el continente americano está dividido en dos penínsulas enlazadas por un estrecho istmo que separa los mares Océano y Pacífico. La septentrional forma el virreinato de México y está casi toda sometida al rey Católico. La meridional, que comprende extensas provincias, depende toda, excepto el Brasil, del virrey peruano. En esta tengo por cierto que el año 1568 se estableció la Compañía á expensas del rey Felipe II y fué enviado con el título de Provincial San Francisco de Borja, cuyo rostro vió en Medina resplandecer como el Sol el P. Jerónimo del Portillo mientras hablaba con él. San Francisco de Borja y los sucesores que tuvo, trabajaron con tal acierto en extender la nueva fundación, que á fines del siglo XVI la provincia era demasiado vasta para ser regida por una sola persona; pues además de los Colegios fundados en las principales poblaciones del Perú por los Provinciales Portillo, José Acosta y Baltasar Pina, había los establecidos en las comarcas de Quito, Panamá y Tucumán por el P. Juan Atienza, y en Chile por el P. Sebastián Parra, resultando que los Superiores no podían visitar todos los Colegios, ni éstos ser regidos por los Estatutos de la Compañía. Por cuya razón el P. Claudio Aquaviva envió á principios del siglo XVII al P. Esteban Páez á la provincia peruana con objeto de que hiciera una visita y viese el medio de evitar dichos inconvenientes. Éste recorrió casi toda la América meridional, y después de oir el parecer de varones prudentes, fué de opinión que se debían separar de la provincia aquellas regiones que á causa de su distancia no era posible atender á ellas. Cuando se trató de hacer la división más oportuna, convinieron los que trataron el asunto en formar dos provincias: una con el reino de Nueva Granada, Quito y Panamá, sometida al Superior del Perú; otra con el Tucumán, agregadas Chuquisaca, Potosí, Oruro y Santa Cruz. Mas como en esta partición había muchas cosas que debía aprobarlas el General de la Orden, resolvieron que hablase con éste en Roma el P. Diego de Torres, elegido Procurador durante el año 1602, ya que tenía precisión de marchar á la corte pontificia. Conferenció, en efecto, el P. Torres con el General Aquaviva, quien una vez examinado el negocio en unión con los Asistentes, firmó un documento en que daba sanción á la división propuesta. Comisionó al P. Diego de Torres para ejecutarla en lo referente á los Colegios de Nueva Granada y Quito, y al Padre Diego Alvarez de Paz en cuanto á los restantes; los dos iban investidos del título de Viceprovinciales.
CAPÍTULO II
EL PADRE GENERAL CLAUDIO AQUAVIVA ERIGE EL PARAGUAY EN PROVINCIA DE LA COMPAÑÍA.
Estaba el P. Diego de Torres para embarcarse en Cádiz, cuando recibió una carta de Roma revocando todo lo concedido en los documentos que llevaba. La causa de esto la exponía el Padre General en las siguientes palabras: «Se extrañará, sin duda, vuestra reverencia de lo extraordinario del caso, pues habiéndoos dado en Roma por escrito solemne la aprobación de lo propuesto por el Visitador sobre la división de la provincia peruana, ahora me vuelvo atrás. He obrado de esta manera, porque después de marcharos recibí muchas cartas suscritas por graves personas del Paraguay y el Tucumán, quejándose de que la Compañía abandonara, con perjuicio de las almas, extensas comarcas, y rogando que no prestara mi consentimiento á tal medida. De acuerdo con los Asistentes, he resuelto, bien pensado el asunto, que ningún detrimento experimentarían nuestros intereses si con el Paraguay y el Tucumán se formaba una provincia independiente de la peruana. De ella os he nombrado Provincial y designado quince Padres que os ayuden en las tareas propias del cargo; cuando lleguéis al Perú, tendréis más detalles de este particular por las cartas que he escrito al Superior de dicho país.» El P. Bartolomé Pérez, Asistente en nombre de los jesuitas de España, le escribía en el mismo sentido, rogándole que no mostrase muchos deseos de llegar á ejercer su nuevo cargo, no sea que murmuraran de él, porque habiendo ido á Roma como Procurador, contra lo propuesto por los Padres del Perú, volvía hecho Provincial; además, en el Paraguay acontecía con los que mandaban, lo que en Etiopía con los obispos; había mucho que trabajar, y la dignidad nada, sino sinsabores, proporcionaba. Añadía confidencialmente que no creía difícil conseguir del General que ordenase á los Colegios de Chuquisaca y Potosí auxiliaran á la nueva provincia con cuanto les fuera posible, y que las demás casas de otros países no dejarían de hacer lo mismo, considerando que el P. Aquaviva se interesaba en alto grado por el Paraguay. Decíase que el General había constituído este país en provincia, inspirado del cielo; pues como fuera al noviciado de San Andrés para que allí en la soledad le manifestara el Señor su voluntad, al día octavo habló á los Asistentes de manera tan persuasiva y con tal ardor, que los convenció al momento y éstos no dudaron de que Dios se expresaba por boca del P. Aquaviva. De esto da testimonio en varias cartas el Padre Asistente Bartolomé Pérez. El P. Diego de Torres, después que hubo recibido el nombramiento, expuso al General la conveniencia de unir el reino de Chile al Tucumán y el Paraguay, dejando para la provincia del Perú los Colegios de Chuquisaca y el Potosí. Proponía esto porque, interesándose con vehemencia en el bien de los indios, temía que los jesuitas dejaran con harto pesar las opulentas casas del Perú para ir á pequeñas poblaciones ó á miserables aldeas. Después de lo referido navegó con felicidad á las Indias. Llegado á Lima y abiertas las cartas que llevaba del Padre General, se dividieron las opiniones de los socios: unos decían que se debían obedecer las cartas que antes se habían recibido, y otros que las últimas. Muchos llegaron á sospechar de la buena fe del P. Torres, creyendo que no había gestionado en Roma tanto la utilidad de la provincia como la suya, y que era el autor de la nueva división hecha contra el parecer del Visitador y de los religiosos más graves. Procuró justificar su conducta, mas no lo consiguió. En aquella discordia, viendo todos que era preciso consultar al General en muchos puntos tocantes á la ejecución de lo acordado por éste, lo hicieron así, y mientras llegaba la respuesta, resolvieron que el P. Torres se encargase de fundar y gobernar la provincia de Quito, y el P. Alvarez de la Paz, la del Tucumán y países meridionales: ambos recibieron el cargo de Viceprovinciales. Pasados dos años llegó la contestación del P. Aquaviva, en la que expresaba con claridad su pensamiento, y era éste que se erigiese una provincia con las regiones australes de la América meridional, la cual había de ser regida sin falta alguna por el P. Diego de Torres, llevando los religiosos del Perú que fueran necesarios. Verdad es que dichas comarcas carecían de ciudades populosas donde establecer Colegios; mas se pensaba compensar este inconveniente con el fruto que era de esperar en la conversión de los indios infieles. En el año 1607 se fundó definitivamente la nueva provincia con el Paraguay, Chile y Tucumán, países de extensión considerable y no inferior su longitud de ochocientas cincuenta leguas. El fin que allí habían de perseguir los jesuitas era sacar los indios de las cuevas, selvas y pantanos donde moraban, iniciándoles en la fe católica y en la civilización. El P. Diego de Torres abandonó la ciudad de Quito, donde acababa de cumplir la misión que tenía, y provisto del nombramiento de Provincial, se dirigió apresuradamente por mar á Lima, residencia del virrey. Como tengo que hablar muchas veces del P. Diego de Torres, contaré brevemente su nacimiento, educación y los puestos que ocupó antes de fundar la provincia.
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